Las Soluciones

Queremos soluciones rápidas, eficaces, que no nos estresen ni nos hagan pensar. En el trabajo, en la familia, en la salud. Delegamos cuanto podemos. El que sabe que venga y solucione, sin preguntar cosas, y que deje sus datos para transferirle el valor de su trabajo – listo. ¿Qué sigue?

 

De obstáculo en obstáculo, como carrera de vallas.

 

¿Vida?

 

Algo está podrido en el estado de Dinamarca, así Hamlet. Claro, algo anda mal, muy mal también en nuestro estado de cosas. Hemos perdido la mesura, el centro, la autonomía para pensar, ver, sentir y hacer. Parece que lo que no es noticia en los medios de comunicación no vale. Una competencia desbocada por prestigio, poder y dinero que invita al próximo a pisar sobre cadáveres. Ideas y propuestas cada vez más dementes emergen a diario como foco de atracción y camino.

 

Pero algún día se nos da la posibilidad de parar. De ver, de sentir, de preguntar – como le gusta hacer a Jennifer – ¿qué me pasa a mí con esto? O como me gusta hacerlo a mí: ¿qué quiero? ¿es esto mi vida?

 

¿Qué significa no seguir haciendo lo que todos hacen? ¿Cuántas relaciones personales se van a cortar, qué distancia se hará hiriente para el corazón? ¿Qué cosas dejaré de conquistar, qué perderé? Un terremoto de imágenes cruzan por la mente, nada es fácil.

 

Estuve tres semanas trabajando en Austria. Aprovecho de estudiar al visitar malls, supermercados, farmacias, centros de tecnología. Me sorprenden las caras de muchas mujeres: cansadas, inseguras, enojadas, casi angustiadas, y las de muchos hombres: desganados, distantes de lo que hacen, trabajando como con una soga al cuello, la versión blanca de esas fotografías antiguas de esclavos negros en tabacaleras norteamericanas. Pero dices o preguntas algo personal y brilla la cara: se transforman, son otra persona. Si pidieses ayuda quizás te acompañan generosos y felices hasta el polo.

 

Pregunto por el trasfondo de tanta apatía, temor y desgano. Recibo por respuesta el problema de los refugiados, la inseguridad, el temor. Pero creo sólo la mitad. En las caras hay marcada más historia que lo actual. Creo que es la pérdida de sentido. Que hace mucho tiempo ya perdieron el norte de sus corazones. Que mantener un cierto estado de limpieza, orden y decencia no es suficiente. Creo que la vida es más, mucho más que eso – y que ellos lo sienten en sus almas deprimidas. Quizás buscan y no encuentran, no sé. Quizás falta osadía y un poco de buen humor para iniciar cosas más entretenidas que darle vuelta a la manivela.

 

¿Y nosotros? ¿Cómo estamos por casa?

 

Lo que me saluda a la vuelta es tensión, dureza y cansancio. Mujeres fatigadas de vivir saltando vallas. Hombres golpeados, debilitados, con la incertidumbre marcada en la cara: ¿de dónde viene la próxima amenaza, el próximo desafío?

 

No es de extrañarse que las personas se enfermen de enfermedades degenerativas (“de la edad”) con más frecuencia a más temprana edad. No estamos hechos para vivir la vida que estamos viviendo, para depredar y devastar nuestra vitalidad en vez de nutrirla y favorecerla. Y esto nos lleva de nuevo a Hamlet. ¿Hemos de aceptar el sino y seguir en la que andamos, o existe la posibilidad de vivir con más sentido y en forma más sana, integrada y feliz?

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

www.persona.cl

 

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