La Mente

Para la sopa del triunfo use los siguientes ingredientes: agregue de niño una apuesta a ganar cueste lo que cueste, más dos tazas de empeño, una de sagacidad, ya de adulto voluntad de acero, astucia, ocho pizcas de pillería, tres y media de maula, rapidez mental, foco y el mantra: «conquistaré la gloria». Caliente a fuego fuerte, hierva 20 años. Defiéndase de todos. Aproveche la luz antes que se enferme, le abandone la pareja, las parejas que siguen, los niños, la familia, los verdaderos amigos.

Parece broma…

Durante los años 2001 y 2002 dimos en la Universidad del Aconcagua, en Mendoza, el Curso de Estudios Superiores en Psico-oncología. Médicos alumnos nuestros invitaron un fin de semana a un médico psico-oncólogo de Buenos Aires muy famoso, probablemente el psico-oncólogo más antiguo y famoso del ámbito hispano-hablante en ese momento, para que participara y compartiera con todos nosotros. Durante la cena José Schavelzon me dice con ojos muy pícaros: tenemos que crear una organización que defienda a los enfermos de cáncer adinerados. Yo siempre listo a crear o a seguir una chacota le seguí su buen humor, hasta que me interrumpió en seco y me dijo: lo digo en serio. ¿Cómo así? Sí, continuó, a quienes tienen dinero o un buen seguro les intervienen con más procedimientos y protocolos que a los otros, a extremos realmente incalificables – hay que protegerlos, es en serio, hay que ayudarles. Ellos mismos creen que es un privilegio bien ganado el contar con tanta ayuda y un signo de prestigio el poder pagar todo. Tenemos que crear una organización que sepa protegerlos.

Claro, parecía broma, pero no era. Pasaron los años, nunca creamos la organización, José se fue, pero la conversación quedó claramente grabada en la memoria.

El problema subyacente no es el cáncer, solamente, o el aprovechamiento económico – personal y organizacional – que se puede hacer de él. Es más grave que todo eso: es intelectualizar la experiencia de vida, es bloquear la emotividad, es andar tenso mes a mes, año a año, para fines ajenos a la biología, es desconectarse del lenguaje de la naturaleza, de la propia y de la externa. Es hacer apuestas y aceptar desafíos que no tienen un sentido biológico cercano y arraigado, es creer que la cultura es más importante que la vida, es creer que es necesario triunfar y el mostrarlo a cada paso.

Entonces andan por ahí personas, camino a un cáncer o a otra enfermedad, tensas a no más dar y que intelectualizan todo. ¿Qué son las estrellas?, si ya sé, ya las vi, qué importa. – ¿Beneficencia?, ¿a esa manga de flojos? – ¿Ir a nadar?, no tengo tiempo ahora. – ¿Herí yo a alguien?, pero si nunca estuvo en mi intención el hacerlo, está inventando. – No te pongas pegajosa.

Se me ocurrió el otro día hacer una escala que va de natural a robot:

Natural 100 %            ——————————————–50 %—————————————-10 %

10 % ————————————–50 %—————————————-90 % Robot

 

En el trabajo la escala me puede servir como ayuda diagnóstica (un «robotímetro»): ¿dónde coloco a mi interlocutor, interlocutora?, ¿cuán bien o mal está esta persona?

Y claro, no sirve para solucionar el problema que me mostró José, pero quizás sí le puede ayudar a un enfermo, adinerado o no, a mirar en la otra dirección y así encontrar el camino de vuelta hacia una vida más equilibrada, de mayor riqueza existencial y más sana.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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La vuelta

No tenemos suficiente tiempo para hacer las cosas que nos gustan. Andamos más tensos que lo que es sano para nuestra naturaleza humana. La auto-realización personal parece algo válido sólo para los ingenuos, para los retrasados, para los inútiles – a menos que esa auto-realización sea entendida como el triunfo social que muestra a la persona en lo alto de la jerarquía del dinero, de la fama o de ambos.

Hemos vendido el alma a la opinión de los otros.

Y cómo no iba a ser así si educamos a los niños para que crean que los adultos saben todo mejor que ellos, que lo que sienten y anhelan no es lo importante, que tienen un largo camino de aprendizaje por delante hasta que estén en condiciones de opinar en forma adecuada y de hacer en forma correcta. Hasta que sean un soldado más en el ejército recolector de poder y fama de unos muy pocos.

Alimento para clínicas y hospitales, para aseguradoras, para profesionales de todo tipo.

Pero de la naturaleza sana y plena de riquezas de cada uno de estos niños, ¿qué queda una vez adultos?

Este es el escenario en que trabajamos en el CDP. Personas con enfermedades, con disfunciones, con depresiones, con una vida en crisis, con esperanzas incendiadas, seguridades destruidas, paz y serenidad esquivas a no más dar, sin muchas más ganas de seguir y más de una con ganas de morir.

¿Quién eres? ¿Qué te gusta? – No sé, no sé, no sé.

El camino hacia adentro. El ver caer los edificios de esfuerzos y cariños. El darse cuenta de la equivocación básica, del confiar en algo que resulta ser un gran engaño – que el cuento no era válido, que la vida es de otra manera. El sentir una soledad más grande que todo lo jamás imaginado.

Te doy la bienvenida al lugar de los caídos.

Y el lento erguirse durante las semanas que siguen. El recuperar lo postergado durante la educación. El abrirse – todavía lleno de dudas – a emociones, sensaciones e intuiciones. El empezar a creer en lo propio. La enemistad de quienes no quieren estos cambios. La paulatina conquista de seguridad, paz y contentamiento.

No más fama, no más opiniones ajenas sin sentido, no más correr, no más tensión. La vida nueva. El enamorarse de la vida, de la naturaleza, de personas sensatas y naturales, de animales queridos.

Hay personas a quienes no se les dijo que había otros mundos, que sufren y mueren sin haber experimentado la riqueza que abunda para quienes se quieren dar otra oportunidad, otras interpretaciones, otras acciones y otras cualidades de carácter.

Pero para quienes pueden recorrer el camino – durante el inicio duro y sufrido – de vuelta hacia la naturaleza interna propia el mundo vuelve a ser como desde un principio debería haber sido. Al decir de Rilke: maravilloso más allá de todas las palabras.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Herencia cultural y salud

Así como pensamos – así influenciamos nuestra salud. Las personas que pasan enojadas tienden a hacerse úlceras con más frecuencia que las normales, quienes depredan su vitalidad tienden a hacer un cáncer, quienes no saben relajarse tienden a provocar eventos cardio-vasculares, etc. Es un tema que la medicina alopática del día a día ha esquivado sistemáticamente escudándose en mil argumentos cada vez más ridículos y fuera de la realidad (según el refrán lo que no cabe en la caja de lo visible no puede ser verdad o serio). – Hay personas, por el otro lado, que le atribuyen al pensar capacidades sanadoras más allá de toda evidencia repetible en forma consistente.

Las cosas no son tan fáciles como querríamos que fuesen. Pero en algún lugar entre estos dos extremos (como pensamos no tiene nada que ver con la salud, el buen pensar cura cualquier enfermedad) hay mucha experiencia que nos hace ser optimistas en el tema. Es probable que continuando con un trabajo cuidadoso y sensible logremos acrecentar y desarrollar el potencial sanador guardado en la naturaleza de las personas.

Hace algunos años ya que estudio el lenguaje y la cultura de los indo-europeos, de esa gente que vivió entre 6000 y 5000 años atrás en las estepas del sur de Rusia, y que esparció su modo de vivir, trabajar, combatir, relacionarse, hablar, matar, robar, rezar, a una vasta área del mundo: Europa, Anatolia y el Cáucaso, China occidental, Irán, India.

Un ingenioso método de investigación se hizo cargo durante los últimos 150 años, más o menos, de reconstruir su mundo. Se inició con la sorpresa de ver que el sánscrito y el griego clásico compartían similitudes aquí y allá, en raíces, declinaciones, conjugaciones, pronombres, números. Con el tiempo y a partir del celta, latín, griego, germánico, hitita, iraní, sánscrito, tochario y otros, estos investigadores han reconstituido más de 2000 (!) palabras de lo que se llama el Indo-Europeo maduro (3000 a.C.). Se han restablecido fórmulas poéticas, rituales, creencias y costumbres. Lo que se sabe hoy de esta gente – que no conoció la escritura y por lo tanto no pudo dejar testimonio concreto de sí – es realmente extraordinario. ¿Qué cosa de su mundo es aún válida en nuestros días?

Para acercarme a una respuesta jugué con una oración inventada así a la pasada: la vaca que está junto al río muge endemoniadamente. ¿Qué palabras están relacionadas con raíces del indo-europeo y tienen sentido o función semejantes? La: hel, vaca: wak, que: kwi, está: sta, junto: yeug/yung, a: hed, el: hel, río: reu, en: en, de: dai, mon: mon, mente: men. Resultado: todas (!).

¡Vaya!, pensé, si esto ocurre al nivel simple de las palabras, ¿qué pasa con las creencias?

El prestigio personal (gloria imperecedera) era el valor supremo en esta cultura y lo ganaba el héroe, el que sabía conquistar y vencer sobre un enemigo considerado malo y perverso, personas, animales, una naturaleza indómita, en fin, lo oscuro desconocido que no estaba al servicio del héroe. Una escala de prioridades muy distinta a la que profesaban los taoístas al otro lado de Eurasia: respeto por los otros, por la naturaleza, sus ciclos y desarrollos, sensibilidad, humildad e inclusión. ¿En qué mundo quiero vivir, qué quiero hacer válido en mi vida? ¿En el carro de qué moda no quiero ir?

El saber de estas cosas con tanta claridad me facilita la toma de decisiones y colabora en la realización de acciones mías más autónomas y con más sentido personal, y como consecuencia, más sanas.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Empoderamiento

¿Quién no quiere andar empoderado? Está todo el mundo hablando de la independencia, del capital para emprendimientos, de la necesidad de empoderar a los empleados de la firma (para disminuir los gastos y las responsabilidades laborales), y los chistes crueles ya merodean el tema. Y lo que las personas no quieran enfrentar, la automatización y la robotización se van a encargar de establecer en nuestras sociedades avanzadas: la necesidad de generar recursos por ti mismo al tiempo que disminuyen las fuentes de trabajo dependiente.

 

El empoderamiento es un tema económico. Pero rápidamente excedió los límites de la economía, despertó la creatividad y con ella la imaginación, la proyección de necesidades que no se solucionan con dinero, las ganas de hacer cosas que no se habían pensado antes. Se destapó la caja de Pandora.

 

¿Cuán libre quieres ser? ¿Qué quieres hacer sin impedimentos innecesarios? ¿A dónde vas en tu vida?

 

Unos 30 años atrás empezamos a trabajar juntos, Jennifer y yo. Creamos el Centro de Desarrollo de la Persona. Estábamos convencidos que ayudar a las personas a desarrollar sus potenciales personales era lo que había que hacer. No existía (por suerte) el término empoderamiento, y nosotros elegimos el concepto “desarrollo”. Ahora, mirando hacia atrás, confirmo una vez más que este desarrollo va íntimamente ligado a un mayor poder respecto a la salud, a la auto-realización y a otras cosas de importancia sin igual, un poder arraigado en una sensibilidad más despierta y responsiva, en una toma de conciencia de las motivaciones que emergen de las profundidades del alma, y en una postura más “desarrollada” y autónoma que la propiciada por nuestros modelos educacionales antiguos, superficiales y forzados.

 

La persona integrada con sus emociones y autónoma en su interacción con el mundo, que ha dado los pasos necesarios para expresar los potenciales personales guardados en su intimidad, es sin duda una persona más desarrollada y con más poder para enfrentarse a la vida – es una persona “empoderada” para usar la palabra que está de moda, aunque este “empoderamiento” ahora apunta a un área de la vida por cierto más importante y amplio que el área económica.

 

En estos muchos años de trabajo en el CDP hemos visto una y otra vez que el poder mencionado va  asociado más a la naturaleza que a la idea que la persona tiene de sí: mientras más humilde y “servidora” de las leyes que rigen su biología más poderosa es la persona respecto a su vida, su salud, su creatividad, su madurez, su fuerza para resistir los embates del destino y para llevar adelante sus propósitos. Es un contrasentido, de alguna manera. A más poder das a la naturaleza, de más poder gozas para solucionar los retos de una vida plena, compleja y fascinante.

 

Nada que ver con ciertos aspectos del empowerment laboral de moda que vemos repetidos aquí y allá: el esfuerzo permanente, la tensión, la arrogancia, el desprecio, la avaricia, la creciente insatisfacción.

 

Sino tiene que ver con la fuerza de fondo, sonrisa en la cara, de quien parece hacer las cosas con mano ligera y caritativa,  salud en la mirada y algo contagioso en ademanes y estilo que lo mueve a uno a querer ser como esta persona madura y con un poder de vida fuera de lo común.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Un lugar nuevo

Me mira con ojos que parecen huecos, los labios se le abren un poco, parece no respirar. Acaba de entender. Sospecho que ha sufrido en la mente algo así como  un terremoto.

Es el momento de ver lo que antes no se veía, de reconocer algo nuevo como más cierto que las creencias que hasta ahora recién se asumían eternas y seguras. Es el momento en que un edificio se cae, el momento en que un edificio de empeños, de buena voluntad, de cariño y cuidados, se viene abajo. Nada que hacer. Confusión e incredulidad envuelven la mirada.

Años asumiendo crédulamente algo que no era verdad, esfuerzos diarios depositados en el altar de una ingenuidad fuera de lugar. El sentido del trabajo. La lealtad en la relación de pareja. O más hondo: la salud. El gran despertar. El caminar indeciso en medio de un día inmenso, de un día más grande que todo lo que uno conoce. Y cuando te empiezas a recuperar sabes que esto es una verdad sin vuelta, sin atrás, sin otra oportunidad, sin más enmiendas. Que lo que te queda es sin adornos, sin muletillas, sin cuentos. Que ahora es de veras.

Un lugar nuevo.

Es el lugar en el cual se desarrolla nuestra asistencia, el trabajo en el CDP, atenciones de psicoterapia, de consultoría, de talleres. Como este taller que acaba de finalizar, cuatro días dedicados a esclarecer supuestos, verdades del corazón, sufrimientos reprimidos y acarreados desde la infancia, temores ante la negligencia y a veces la maldad de adultos y de gente que se las da de algo que no corresponde. Días de aceptar otra mirada, una mirada más profunda, comprometida y cercana. Y de un crecer hacia lo desconocido.

Horas de compartir lo simple y grande del corazón, de crear lazos de solidaridad, de caminar junto a la persona que está al lado, de evaluar y comparar lo que es más importante de lo que es secundario, de botar lo que ha sido un error, de recoger lo que merece ser recogido. Horas de lágrimas aquí, de sonrisas cada vez más seguras allá. Un tejido de verdades que emergen a medida que pasa el tiempo.

Se desarrolla una confianza basada en la biología y no en construcciones culturales, y un saber que no es necesario temer a cada paso que damos. El nacimiento de ganas por hacer esto simple, de hacer esto simple bello, de hacer esto simple bueno. Las ganas de proyectar hacia afuera – sin razones ni ideas – lo que está guardado en la intimidad: la bondad, la humildad, la flexibilidad, la empatía, la compasión, los entusiasmos del alma.

Y el ver el gran contraste entre la semana pasada y ahora. ¿Cuándo estás con más riesgo a enfermar, a no recuperarte, cuando eres como días atrás o cuando eres como ahora? Risas, miradas seguras, más risas.

El empoderamiento del alma, de la vida propia. La vitalidad recuperada. Como en los mejores momentos de días juveniles. El gran sentir de la niñez: la apertura del corazón. Y días preciosos por delante.

Ahora de veras.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Naturaleza y cultura

En la costa: queltehues y conejos comparten el prado. La luz del sol se refleja en las hojas del pequeño bosque de liquidámbares cerca del ventanal. Aire. Buen genio, felicidad. Y aquí en Santiago, de vuelta, veo por la ventana de mi oficina las paredes y ventanas de los edificios cercanos. Escucho bocinas, a veces una alarma.

¿Cuántas enfermedades se gestan en Santiago que afuera no se presentarían? ¿Qué rol juegan nuestras actitudes, nuestras ideas, nuestras acciones, en el debilitamiento de nuestra vitalidad? ¿Qué mundo hemos recibido, de qué mundo participamos, qué mundo creamos para quienes nos siguen? ¿Cómo vivir de tal modo que todo esto que nos concierne se traduzca en más salud para nosotros y para quienes nos rodean? ¿Siendo más generosos, reverentes, humildes, creativos, asertivos con los dones que la naturaleza nos dio?

Hago un alto en el camino y pregunto cosas fundamentales. Total, es nuestro trabajo. Por cada persona que se presenta en nuestra oficina con una enfermedad (una depresión, una angustia, un cáncer) volvemos a cuestionar el escenario en que aparece esta o aquella desgracia. Y hay de todo, por cierto, estilos de vida cuestionables, tensión continua a través de las décadas, mitos y anhelos irracionales, dependencias, sufrimiento a todas luces pero reprimido de la conciencia, sometimiento a las condiciones dadas, oscuridad en el corazón, falta de sentido, falta de luz.

Unos 120 años atrás vivió el joven poeta Rilke con unos pintores y escultores en una comunidad cercana a Bremen en el norte de Alemania. Le impresionaron estos artistas – algunos de los cuales abandonaron puestos altos y privilegiados en la academia del arte para convertirse en cesantes e ingresar en el ámbito duro de un clima frío, ventoso, de otoños e inviernos pesados y oscuros – le impresionaron su dedicación a una verdad que sobrepasaba su oficio y su resolución a buscar y expresar verdad al margen de los cánones de la cultura en que se habían desarrollado sus vidas. Con claridad ingenua y valiente destacó Rilke la diferencia entre llevar una vida inmersa en la naturaleza y sujeta a sus leyes, una vida con sentido existencial, y una vida sujeta a las tensiones asociadas a prestigio, jerarquías y privilegios basados en ideas y conceptos culturales según la moda del momento.

5000 años atrás los proto-indoeuropeos en las estepas del sur de Rusia iban a morir en el combate para conquistar la supuesta gloria imperecedera, al igual que más tarde los ejércitos del país que quieras nombrar. Hay variaciones modernas al tema: quiero ser la madre más sacrificada, el gerente más productivo, la persona más solidaria, la pianista perfecta, etc.

Somos libres. Podemos elegir cómo llevar nuestras vidas. Podemos buscar la aniquilación de nuestra vitalidad para bien de alguna idea, de algún valor, o en forma más humilde y realista podemos cuidar y nutrir nuestra vitalidad para bien de nuestra salud, nuestra creatividad, nuestro pensar y para bien del mundo que nos rodea.

¿Reverenciar y agradecer el hecho de estar vivos? ¿O gastar nuestra preciosa vitalidad para demostrar que el otro está equivocado y que merece el desprecio de todos quienes pensamos «bien»? ¿Respirar y ser feliz? ¿O desconfiar, temer, odiar?

Queltehues y conejos no tienen tanta libertad como nosotros, pero sus vidas son una referencia válida para quienes así lo elegimos.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Vacaciones 2017

La salud de toda persona depende de tantas cosas que es difícil sólo pensar en ennumerarlas. Pero hay algunas que sobresalen, como el que no es bueno vivir en un lugar en que sientes que no te quieren ni tampoco es bueno el descuidar las necesidades biológicas consideradas en amplitud y profundidad, y sí es bueno el dejar de hacer cosas que no tienen sentido para uno, el vivir lo más cerca posible de la naturaleza, el buscar ser más generoso día a día, el ser reverente y agradecido.

Pronto me voy de vacaciones, me desconecto de lo habitual, abrazo la irresponsabilidad económica con ardor y convicción, cuido esto que soy con más tiempo y dedicación, suelto internamente lo que todavía no está del todo suelto, busco ampliar las instancias incuestionables de mejor salud.

Pero antes de irme se me vino en mente inventar una oración. Una serie suelta de anhelos que me gustaría que el destino nos regale en el futuro próximo, por ejemplo, que

– la gente deje de buscar criterios para dividirse entre buenos y malos, ricos y pobres, dotados y desprovistos, capaces e incapaces, norteños y sureños – y por el contrario celebre la diversidad, la unidad y la dependencia subyacente

– emerja un gran movimiento a nivel mundial abocado al cuidado y a la preservación de la naturaleza

– se invente un sistema de justicia que le ayude al descarriado el reencontrar el camino

– se desarrolle una educación que esté al servicio del educando, una educación que incluya el auto-cuidado, la salud y la auto-realización

– se termine ¡por fin! con el trato discriminatorio de la mujer, y por el contrario se avance en el sentido de respetarla y de privilegiarla atendiendo a su naturaleza y al rol que cumple respecto a nuestra descendencia (¿nos comprometeremos los hombres a ceder entusiasmadamente el equivalente económico de 1 o más días cada mes de las entradas totales de cada uno para crear un fondo a beneficio de las mujeres que están en sus días, de modo que tengan oportunidad de cuidarse mejor, y otros días más para el período en que dan a luz, todo sin menoscabo a las entradas económicas de ellas?)

– los hombres apreciemos la existencia de la mujer – de nuestras compañeras, hermanas, hijas, madres, amigas, desconocidas – como un honor y un privilegio atendiendo a su modo distinto de hacer, pensar y sentir, de ser creativas y fructíferas, de relacionarse y de ser, y junto a esta apreciación desarrollemos horizontes culturales y sociales que den cuenta de ello

– la confianza y la buena disposición valgan más que la tenencia de riqueza económica, que el prestigio basado en ella y que la diferenciación social arraigada en prejuicios

– el poderoso ponga sus habilidades y condiciones al servicio del más débil y no de sí mismo

– veamos en las personas, en los animales, en la naturaleza, aliados de quienes podemos aprender

– el mundo esté entero a la vuelta de vacaciones

 

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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El pan de las chiquillas

Se sabe que en el Wadi Kubbaniya, cerca de la represa de Aswan, en el alto Egipto, vivió gente hace unos 18 mil años, varios miles de años antes que se inventara y desarrollase la agricultura. Las crecidas anuales del Nilo inundaban la quebrada, y en el fango resultante crecían unas plantas (cyperus y otras) con tubérculos comestibles. Es probable que eran las mujeres quienes molían estos tubérculos, quienes mezclaban la harina resultante con agua y quienes ponían esta masa sobre piedras calentadas en el fuego (o en las brasas) hasta que obtenían pan.

En una época en que la expectativa de vida era cercana a los 25 años y las mujeres eran madres desde la pubertad en adelante es fácil imaginar a un grupo de estas mujeres muy jóvenes, acompañadas de hijas, hermanas y sobrinas, moliendo, amasando, jugando y conversando bajo la sombra de los árboles. Desde nuestro lugar en la historia las podemos en realidad nombrar a todas afectuosamente chiquillas.

 

Las chiquillas que hacían pan en Kubbaniya.

 

Como consecuencia del cuidado por llevar un estilo de vida sano hago el pan que consumo. Comencé haciéndolo con harina integral, avena y otros en una máquina casera, eléctrica, muy cómoda de usar. Pero con los años empecé a cansarme tanto del pan como de la máquina. Quise evitar el gluten contenido en la harina integral. Jennifer encontró para mí harina de maíz y harina de arroz a las que podía yo agregar avena.

¿Cómo hacer este pan nuevo? ¡Feliz ocurrencia!, me acordé de mi lectura de asuntos arqueológicos, de Kubbaniya, de muchachas que usaban piedras calientes para «hornear» su pan. No tengo piedras pero sartenes recubiertos. Hice una pequeña prueba en una paila, 30 minutos, sin aceite, a fuego lento. Una vez cocido (resultó algo así como una cruza entre pan pita y scone) le agregué miel de ulmo. Exquisito.

(Los datos sobre ingredientes y proporciones no los publico, los guardo como secreto de estado para evitar ser demandado por quebrantar eventuales patentes comerciales – chiste, claro, chiste propio del mundo demente en que vivimos).

Llevo algunos meses ya comiendo este pan y todavía no me canso. Con palta, con mermelada sin azúcar, con miel.

Y en el alma llevo el placer de recordar la existencia de gente que vivió tanto tiempo atrás mostrándome el camino para hacer pan más sano que el que se puede comprar hoy en una panadería.

Las chiquillas de Kubbaniya.

 

 

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Cuando miro por la ventana

-«Cuando en casa miro para afuera por la ventana me siento tan bien, me dice.»

-¿Y qué significado tiene para ti mirar para afuera por la ventana?

-Ay, todo, responde, libertad, salud, alegría, conexión…

-Le pides al mirar por la ventana el poder vivir estas cosas, le menciono…

Y continúo, ¿qué te parece que te regales todo esto sin dependencias, prescindiendo de la mirada por la ventana?, ¿puedes?, ¿puedes en tu casa sentirte libre, sana, alegre, conectada – sin pedir nada?, ¿aunque sólo sea como un ejercicio para el corazón?…

Nada es fácil, estoy de acuerdo. No tiene por qué serlo, la vida es un desafío – y muchas veces parece harto más complicado que crear una estrategia de negocio efectiva, promover un cambio a la legislación para terminar con desigualdades o diseñar políticas de educación sanas y estimulantes. Vivir junto a personas despóticas, egoístas, flojas, agresivas o amargadas y no sucumbir, no dejarse «teñir» por la mala onda, es ya todo un tema. Además ser íntegros y sacar a la luz lo propio, lo ingenuo, lo sano – y «teñir» el mundo externo con los dones guardados en la intimidad, para muchos va más allá de lo posible. Pero es nuestra obligación el intentarlo hasta algún día, realizarlo – sin preguntas, dudas o reclamos. Si queremos ser sanos, digo yo…

El anhelo de sentirse libre, por ejemplo, está arraigado profundamente en la biología de todos los seres vivientes, y reprimir su vivencia de seguro que tiene un efecto pernicioso sobre la vitalidad. Al igual el anhelo de sentirse sano, de sentir alegría, de sentirse conectado a la vida. Esta información (tengo el anhelo de – ) llega a la conciencia, y ahora es responsabilidad de nosotros el sacarla adelante y darle la validez existencial que le corresponde. Aunque el entorno externo no lo facilite, o lo dificulte, e incluso si estuviésemos en un campo de concentración…

Pero ¿a quién de nosotros nos enseñaron en casa o en la escuela el término «asertividad emotiva»?, ¿el cómo respetar, cuidar y nutrir nuestra biología, el cómo ser autónomos? Por el contrario, nos enseñaron (en contra de toda rebeldía) el ser obedientes, sumisos, depender del afuera, ser reactivos a este afuera – y olvidarnos de lo propio.

Una vitalidad reprimida, incoherente o devastada es la antesala de toda enfermedad: lo enseña con toda claridad la medicina china – y en laboratorios occidentales, la biología moderna. Está en nosotros sacar las conclusiones particulares, las que te atañen a ti, las que me atañen a mí, y hacer lo que corresponde. (Además: algún día quizás este respetar emociones, sentimientos e intuiciones lleve a cambios de prioridades a nivel social y cultural, y dejemos atrás soluciones intelectuales rápidas y fáciles, muchas veces perversas, desprovistas de arraigue existencial, de significado y naturalidad: ¿por qué no?)

En una pequeña tarjeta delante de mí, cercano al teclado, tengo anotados los anhelos de esta mujer citada arriba, y lo miro a menudo – como recordatorio de lo que es importante también en mi vida, como un estímulo, como una buena seña:

«libertad, salud, alegría, conexión»

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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Esto no se vende

Durante una discusión televisada años atrás en Estados Unidos una mujer, cansada de los argumentos del en aquel entonces candidato presidencial Ronald Reagan, le dijo, usted conoce el precio de todas las cosas pero no sabe el valor de ninguna de ellas. Lo mismo podemos decir aquí en Chile sobre una larga lista de personas con puestos de autoridad, alta y media, pasada y presente.  De hecho, hemos tenido toda una moda que ha durado varias décadas. Pero hay signos de esperanza.

 

Porque reprimir o posponer el valor – que uno siente que tiene algo – hace mal para la salud, todos lo sabemos. Reprimir este sentido de valor, imponer una idea, un concepto, sobre algo que es valioso para el corazón, frena la vitalidad, la hace replegarse, bloquearse, y esto lleva a una larga serie de disfunciones y síntomas. Refrenar a veces aquí o allá este anhelo, esta ambición, es parte de un vivir sano, flexible, criterioso y equilibrado, pero estar sujeto a una continua imposición, a una permanente demanda que lo propio no vale, es otra cosa. Las personas nos enfermamos por aplastar nuestra asertividad, la validez de lo propio.

 

Hace poco supe de una persona lo siguiente. Es dueño de un terreno de unas tantas hectáreas que ha sabido trabajar durante más de 50 años para resaltar la belleza de su naturaleza y para compartir la vivencia de esta belleza con el público. Se le ocurrió recientemente vender el terreno para retirarse a descansar, y le ofrecieron una cantidad enorme de dinero, algo así como mil millones de pesos, suficiente como para vivir muchísimos años (¿una vida entera?) sin problemas. Pero retiró la iniciativa. Pensó ¿qué hago con ese dinero, fuera de estresarme? Mejor me quedo con esta «tierra bendita» y se la dejo de herencia a mis hijos y a mis nietos. En el lenguaje de la mujer citada arriba comparó precio y valor de su propiedad, y tomó una decisión a favor de su valor.

 

Una seña de entereza, de asertividad, y de independencia contra la presión, contra la moda imperante hoy en día. Una decisión que abre el pecho, que invita a vivir y a compartir. Ya nada más bello, ya nada más sano.

 

Esta semana asiste de nuevo a una sesión de consultoría conmigo una mujer joven, fotógrafa, intérprete de música clásica, escritora. Está buscando su camino. Como a muchas personas dotadas de más sensibilidad, inteligencia y profundidad que la mayoría, este buscar el propio camino puede resultar a veces difícil. En un momento dado de la conversación pensé que era oportuno contarle de esta persona que terminó no vendiendo su terreno.

 

Una vez que finalicé el relato pasó algo en su intimidad, según pude intuir, algún compromiso consigo misma, una reflexión, no sé. Parpadeó, respiró, se inclinó hacia adelante, y con voz un poco ronca, dijo – como para sí misma – esto no se vende.

 

Sí, le contesté lentamente, como un eco, esto no se vende.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

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