Es bien sabido que las mujeres estamos más preparadas y de mejor forma para estar solas que los hombres.
Toda la vida hemos retenido afectos y nuestras redes y el amor por los detalles generan que nuestro paso por la soledad no sea tan difícil como lo es para los hombres. Es por esto que cuesta encontrar hombres realmente solos que no tengan por ahí alguna compañía aunque sea esporádica.
Sin embargo hay una soledad que es muy difícil de procesar y que tiene que ver con la soledad de estar acompañada o acompañado. Esa soledad que siente al tener al otro al lado y no tener tema ni miradas en común y donde la comunicación y los proyectos funcionan como en paralelo y no en conjunto.
En la calle el otro día me paro una señora para preguntarme porque aún cuando estaba acompañada, me refiero a pareja, ella se sentía tan sola.
Esto me hizo pensar primero en muchas veces en las que yo me he sentido así y claramente es una sensación muy desagradable y hasta cierto punto difícil de codificar.
Primero creo, y ese ha sido por lo menos mi trabajo con el tema, que nos cuesta mucho asumir que somos seres solos y que los otros no tienen la responsabilidad de hacernos felices y de completarnos lo que nosotros, hemos sido incapaces de hacerlo por nosotros mismos. El apego tan característico del occidente nos genera más sufrimiento del necesario.
Por otro lado, parece ser que en más frecuencia las mujeres que los hombres necesitamos estar “conectados” emocionalmente con el otro, para no sentir esa dolorosa sensación de estar con otro y ser transparente o aunque hablemos, no se hace desde lo importante sino sólo desde lo cotidiano.
Creo que esta sensación primero hay que revisarla dentro de nosotros mismos, es un tema de expectativas, de cómo yo , dentro de mí, me invento la sensación de cómo debiera ser mi pareja. La otra pregunta, es si tengo asumido que la responsabilidad de ser feliz es mía y es una decisión, el otro viene a compartirla, pero yo tampoco me puedo hacer responsable de la de él.
Si ambas respuestas están resueltas afirmativamente, entonces lo que queda es una conversación con el otro o con la otra, ojalá fuera de la casa donde se manifieste esa sensación desde mi y no criticando al otro y responsabilizándolo de mi conflicto. Es más como invitar a la reflexión sobre un tema naturalmente humano y no enfrentarlo como una discusión de pareja.
La señora que me lo preguntó, lo hizo y le resultó, yo a veces no he tenido el mismo resultado pero creo que asertivamente es la forma más honesta de resolverlo. En todo caso, esto es un camino de vida y no algo que se cierra en algún minuto. Dependiendo de la etapa de vida se vuelve a presentar porque las necesidades cambian con los años.
Es muy importante que aprendamos a pedir lo que necesitamos, y sobre todo, aprendamos a escucharnos, para detectar aquellas necesidades que con la rapidez de la vida a veces no somos capaces de ver.
Estar solos o solas estando acompañados nos puede llevar a rupturas y a desencantos que se evitarían si habláramos cuando fuese necesario, es un factor a tomar en cuenta.
Tenemos la obligación de hacernos amigos de la soledad y de compartirla con los demás, si lo logramos estaremos ganando una batalla de la vida, de esas que tienen que ver con nosotros mismos.
Extraído de www.pilarsordo.cl