Consejos para perdonar y reconstruir la relación con padres ausentes

Muchos estudios han analizado los efectos psicológicos de tener un padre/madre ausente durante la infancia. La Revista de Psiquiatria do Rio Grande do Sul (Brasil) publicó los resultados de una investigación en 2004 que refleja el impacto a mediano y largo plazo de la ausencia paterna:

“Es evidente que la ausencia del padre tiene el potencial de generar conflictos en el desarrollo psicológico del niño. En el caso clínico descrito, el bajo rendimiento del paciente en la escuela es un rasgo formativo de su vida, tanto pasada como presente. Se le ha retenido tres años en la escuela y sigue teniendo problemas. Una hipótesis que se formó fue que, al hacerlo mal en la escuela, encontró una manera de llamar la atención de su madre”. 

 

Muchos casos conducen a muchas teorías. Una hipótesis muy difundida sugiere que la ausencia del padre en las niñas genera una sensación de inseguridad que puede terminar afectando el desenvolvimiento social en la infancia y, posteriormente, en la adultez.

Heridas profundas

Un estudio realizado por los autores del libro The Fatherless Daughter Project: Understanding Our Losses and Reclaiming Our Lives (Avery, 2016), halló que el 50% de 2,000 mujeres encuestadas de entre 15 y 80 años crecieron sin una figura paterna, ya sea por divorcio o separación (28%), ausencia emocional (26%), muerte (19%), deserción (13%), adicción (13%), abuso (12%), desconocimiento del padre (6%) o encarcelamiento (4%).

La evidencia indica que las mujeres con padres o madres ausentes experimentan niveles más bajos de bienestar, niveles más altos de depresión relacionada con la ira y dificultad emocional para establecer relaciones íntimas, así como un profundo miedo al abandono. Este último sentimiento, aunque no se considera una fobia de manera oficial, es uno de los temores más profundos y habituales entre las personas que han vivido eventos traumáticos en la infancia, como crecer en un ambiente afectado por la violencia, las drogas o la desatención.

Desde luego, una infancia con padres ausentes (y esto no implica necesariamente la orfandad o el abandono físico sino también al abandono emocional) puede marcar de por vida el corazón de una persona abriendo heridas sobre su valía como individuo, su merecimiento y su amor propio. 

Tomar la decisión de perdonar y reconstruir una relación digna con un padre/madre ausente no es fácil, pero sí fundamental para elevar nuestra calidad de vida y reconciliarnos con nuestro niño interior.

 

Pasos para elegir el camino del bienestar

1. “No es por ti, es por mí”

El primer paso para sanar las heridas de la infancia y reconstruir la relación con nuestros padres es reconocer que no estamos haciéndole un favor a ellos, sino a nosotros mismos. 

El perdón ha sido malinterpretado a lo largo de la historia. Hemos creído que es un acto de nobleza y consideración con el otro, cuando en realidad es una muestra de amor propio. Lo hacemos para que nos pese menos el corazón, para sentirnos cómodos con nuestro pasado y poder construir el futuro que soñamos.

2. “Me reconcilio con mi historia para no repetirla”

Por otro lado, cuando la ausencia de nuestros padres ha sido emocional o ha estado marcada por el abuso (físico, verbal o psicológico), tomar la decisión de perdonar y reconstruir una relación sana puede ser una forma de evitar que repitamos la historia. 

Superar el abuso o el desamor de nuestros padres y avanzar sin heredar patrones de interacción negativos y conflictos a las generaciones futuras es una buena razón para hacer lo posible por llegar a un entendimiento mutuo con nuestros padres, sin importar lo difícil que pueda parecer.

Recuerda: nadie te pide que olvides lo ocurrido o que sientas amor incondicional por tu padre/madre. Lo importante es vivir el proceso de sanación.

3. “Tomo la decisión por mi propio bien, sin esperar nada a cambio”

Uno de los principales obstáculos cuando intentamos reconstruir la relación con nuestros padres puede ser la frustración al no obtener las respuestas que esperamos. 

Debemos ser conscientes de que cada individuo sobre la tierra lleva su propio proceso de perdón, sanación y crecimiento; puede que nuestros padres ni siquiera sepan el daño que causó en nosotros su abandono, puede que no sientan remordimiento, que nieguen o aseguren no recordar lo ocurrido.

La negación es una respuesta psicológica común cuando no deseamos reconocer nuestros errores, e incluye negación de los hechos (“eso nunca sucedió”; “¡eres un mentiroso!”); negación de la conciencia (“Estaba ebrio” o “No me di cuenta”); negación de la responsabilidad (“Tú fuiste la culpable” o “Tu madre/padre tiene la culpa”) y negación de impacto (“Solo sucedió unas cuantas veces”, o “No exageres” ¡Supéralo!”).

Aunque obtengamos una respuesta de este tipo, elijamos el camino del bienestar expresando nuestros sentimientos sin agresión, dejando ir el rencor y sanando nuestra relación, incluso si es de forma unilateral.

4. “No toda cercanía es amor, y no toda distancia es olvido”

Reconstruir una relación saludable con nuestros padres no significa que debamos pasar más tiempo con ellos en contra de nuestra voluntad o mudarnos para vivir juntos. Reconstruir significa “volver a edificar bajo nuevas condiciones”, abrirnos a la posibilidad de que las cosas sean distintas esta vez.

La reconstrucción es un proceso que puede tomar meses y hasta años, porque es un ejercicio de sabiduría y humanidad. Hagámoslo con desprendimiento, libres de expectativas y con el objetivo final de fortalecer nuestro amor propio, de este modo, la ansiedad y el ego no podrán vencernos cuando las cosas parezcan ponerse difíciles.

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