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- ¿Es posible prevenir el bullying?
Al iniciarse el año escolar muchos padres, niños y adolescentes sienten preocupación porque significa volver a estar expuestos al maltrato y acoso escolar.
Es natural esta preocupación dadas las altas cifras de violencia escolar en Chile, tanto en los índices de percepción como en los índices de reporte de víctimas y victimarios. Según un estudio de los Ministerios del Interior y Educación, en alumnos de séptimo a cuarto medio un 44,7% declara haber sido víctima de algún tipo de violencia en el colegio. La violencia psicológica es la más común (42,6%) seguida por las agresiones físicas (29,7%). (http://www.seguridadpublica.gov.cl)
Existen algunas confusiones, mitos e ideas equivocadas en torno al bullying o acoso escolar.
En primer lugar, aclarar que los conflictos, peleas o discusiones, así como las bromas o juegos pesados, no son bullying. En el caso de los conflictos, sin minimizarlos, son oportunidades para enseñar habilidades de resolución de conflictos, y por lo tanto prevenir escaladas de maltrato que pueden llegar a constituirse como acoso escolar. Respecto de las bromas y juegos que podrían dañar o herir a alguien, como adultos tenemos que averiguar qué sienten cada uno de los involucrados para poner límites o frenar una conducta.
El bullying es el maltrato reiterado de una persona que está en una situación de superioridad sobre otra, que no tiene la capacidad de defenderse. Esto es evidente en ciertas situaciones tales, como cuando un alumno mayor acosa a uno más chico, cuando se agrede a un alumno nuevo o cuando existe una evidente diferencia en la capacidad física. Pero hay desequilibrios de poder que no son tan evidentes, y por eso los adultos tenemos que estar atentos a las dinámicas de curso o de grupo.
Segundo, está la creencia generalizada de que tanto víctimas como victimarios son “niños con problemas”, que vienen de familias disfuncionales, que han sido víctimas de abuso en otras ocasiones o que tienen muy baja autoestima. Si bien se ha visto una correlación con estos factores, las cifras demuestran que cualquier niño puede convertirse en agresor o víctima bajo ciertas circunstancias. Muchas veces se pasan por alto situaciones de abuso porque no es creíble que tales o cuales niños sean capaces de acciones de maltrato, ya sea porque en sus casas se portan adecuadamente y de forma pacífica, o porque son considerados muy buenos alumnos, por su liderazgo, notas, etc.
Tercero, el mito que cuestiona el título de esta columna: el bullying ha existido y existirá siempre. Este creencia es probablemente la más perniciosa para prevenir el maltrato y promover la bondad, puesto que subyacen dos ideas: que las víctimas deben aprender a defenderse mejor y que lo que hacen los victimarios no es tan terrible en realidad. Muchas veces escuchamos adultos con frases como “así son los hombres”, “son típicas cosas de las niñitas”, “no hagas caso”, “si te pegan pega”, etc. Corolario de este mito que queremos desterrar. El bulliying puede tener consecuencias muy profundas en víctimas y agresores, y no sólo en ellos, también en los observadores pasivos. Está estudiada la correlación que existe entre rendimiento académico y clima escolar, porque sin duda el aprendizaje es puesto en jaque cuando los alumnos sienten temor, por la posibilidad de convertirse en víctima, o angustia, por verse obligados a consentir en acciones que van contra su conciencia.
Que haya existido siempre, no significa que no podamos cambiar. De hecho, los seres humanos hemos ido superando muchísimas situaciones de violencia y abusos de larga data, tales como la esclavitud, las desigualdades que afectaban a las mujeres, la discriminación a discapacitados, etc. Pero que sea posible no significa que sea fácil.
Es muy alentador que en nuestro país ya exista una ley de violencia escolar que exige a los colegios, públicos y privados:
1. Tener un encargado de Conviviencia Escolar
2. Tener reglamento interno que regule las relaciones entre los distintos actores, con medidas preventivas y pedagógicas
3. Crear protocolos de actuación ante situaciones concretas de maltrato o bullying.
4. Definir qué acciones constituyen faltas a la buena convivencia, graduándolas según su gravedad.
5. Que esto sea conocido por toda la comunidad.
Pero esta ley nunca será suficiente si no hay una educación (a niños y adultos) en habilidades socioemocionales muy específicas, orientadas al fomento de la compasión, la asertividad y el aprecio, no sólo en los colegios, sino especialmente en nuestras familias. Aún cuando nuestros hijos no estén involucrados directamente en situaciones de maltrato y acoso escolar, ellos sí pueden hacer la diferencia si se atreven a defender a un compañero, o a pedir ayuda sin temor a las represalias y a generar un ambiente que no sólo condene la violencia sino que promueva un estilo de relacionarnos más sano y positivo.
Como padres cumplimos un rol modelador de este tipo de habilidades, que es casi insustituible, lo que nos presenta el desafío de evaluar cómo vivimos nosotros el buen trato en los diferentes ámbitos y relaciones interpersonales. Algunas habilidades fundamentales que debemos desarrollar son: la capacidad de reconocer emociones en mí y en otros, saber escuchar activamente, hablar desde el yo, reconocer conductas de buen trato y mal trato, saber pedir ayuda, entre otras.
Algunos consejos para empezar a cambiar una cultura, desde la familia hacia el colegio:
1. Hablar de los eventos del día desde los sentimientos. No quedarse en el “¿qué hiciste?”, “¿con quién jugaste?” O “¿Qué traes de tarea?”. Preguntar “¿cómo te sentiste?”, “¿qué te entusiasmó?”, “¿hay algo que te preocupe?”, etc.
2. Escuchar sus ideas, opiniones y sentimientos sobre el maltrato en su colegio o en la casa. Sin escandalizarse, pero tampoco minimizando.
3. Cuando hayan discusiones o peleas en la casa, tratar de intervenir para enseñar a resolver, no para parar la discusión ni para evitar el conflicto. Pedir más calma, respirar, establecer turnos para hablar y para escuchar, hacer lluvia de ideas, etc.
3. Ser muy claro en poner límite a acciones evidentemente de maltrato. No podemos aceptar golpes, insultos, sobrenombres hirientes, etc. El hecho de que seamos familia no nos da derecho a tratarnos mal.
4. Tener una mente abierta para aceptar la posibilidad de que un hijo puede ser víctima o agresor en algún momento, y eso no significa que hayas hecho algo mal. Podemos intervenir muy a tiempo, haciendo ver los daños o el dolor que provocan ciertas acciones.
Prevenir el bullying si es posible, e incluso es insuficiente, porque lo que queremos es crear comunidades de colaboración, respetuosas donde todos se sientan valiosos.
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