Antes de ser mamá tenía muy claro que primero sería mujer y luego madre, que no quería que la maternidad me absorbiera dejando de ser Ana para ser “la mamá de…”. Luego entendí que las cosas son mucho más profunda y están enraizadas y entrelazadas de una manera tan fuerte que era imposible seguir siendo simplemente Ana.
Ya no podía elegir entre ser mujer o madre porque ya era mujer-madre, todo junto. La maternidad es intrínseca, es tan parte de una que no se puede separar, es como querer separar un brazo del cuerpo.
La maternidad implica reformular prioridades, reinventarse y redefinirse como mujer-madre, lo que NO quiere decir que las mamás no tengamos vida propia, sueños propios o que hayamos perdido parte de nuestra esencia, por el contrario quiere decir que hemos sumado y ganado, que la bella oruga ahora tiene alas que la acompañarán hasta el día de su muerte y más allá.
Quiere decir que no importa lo que pase, de ahora en adelante siempre seremos un nuevo ser, aún cuando los hijos ya no estén físicamente nunca podemos volver a ser lo que fuimos porque la metamorfosis fue tan grande y el caos tan bello que siempre serán parte de nuestra historia, de nuestro ser y estar.
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Fuente: mamaminimalista.net
Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness, Inteligencia Emocional y Crianza con apego.
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Aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo. -Friedrich Nietzsche.
Una de las características de la posmodernidad de la cual son víctimas los “millennials”, es la pérdida del sentido de la vida, como producto del vacío Existencial, el cual comienza a desarrollarse desde la niñez. Y son nuestros niños sobreestimulados, llenos de juguetes, que no se conforman con nada, que no se divierten con nada y a los que no les damos la oportunidad de aburrirse, quienes muchas veces no desarrollarán esta resiliencia qué vemos en el niño de la foto y con el correr de los años comenzarán a experimentar un sinsentido de la vida. Los estamos condenando, aunque sea de manera inconsciente, a la desesperanza de los millennials.
Pareciera que a los padres actuales nos da pánico que nuestros hijos se aburran, es como si los quisiéramos dopar, porque si se aburre se quejan, si se quejan probablemente lloren, griten o demanden atención y estamos tan ocupados que mejor tratamos de apaciguar su ímpetu con estímulos que los entretengan (juguetes, Ipod) y de paso los vecinos no creerán que somos malos padres. Lo que no tenemos en cuenta es que frente a estas actitudes los niños podrían sentirse ignorados, afectando su autoestima y debilitando el vínculo con nosotros, los padres. Y no solo podrían desarrollar una sensación de vacío, muchas veces experimentarán ira, rabia, bronca. No es de extrañar que el bulling y las matanzas colectivas en las escuelas sean un mal de esta época. Es evidente que estamos fallando no solo en la educación escolarizada sino también en la crianza en el hogar.
Esto no es un juicio de valor, ser padre es difícil y sobre todo en este tiempo de lo instantáneo, en el que hay tanta competencia, tanto ego, tanta despersonalización de las relaciones. Un tiempo en el que el sistema educativo está obsoleto tratando de educar trabajadores de fábricas como en la revolución industrial. Una época en la que los compromisos en las relaciones son muy frágiles, un tiempo en el que la jornada laboral es de hasta 12 horas con un franco semanal. Hay padres que malcrían porque creen que el poseer es sinónimo de felicidad y éxito (porque eso nos vendió la televisión) y otros que malcrían porque simplemente no-crían, porque están ausentes, cegados por su propia vida individualista del placer instantáneo, porque tienen hijos floreros. Hay de todo en la viña del señor.
En este sentido quiero citar a la Profesora e Investigadora de la Facultad de Filosofía de la FUNLAM Paula Grialdo, la cual menciona que para el individuo posmoderno la idea de felicidad y realización personal se traduce en términos del goce y el disfrute del momento presente y en el anhelo de poseer ayudado aquí por los medios de comunicación. En esta idea de felicidad y al prevalecer los valores individualistas del consumo y del placer se ve muy afectada la dimensión relacional de las personas quedando subordinados los valores de la convivencia, el respeto mutuo y la solidaridad, entre otros. El efecto es el vacío existencial que, según el neurólogo Viktor Frankl, se definiría como “la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa”, y ha dejado e ser significativa al perder todo referente de humanidad, es decir, la relación con los otros y con el otro.
¿Qué podemos hacer los papás para cortar este ciclo? Debemos trabajar en facilitar y fomentar la resiliencia, la empatía, la gratitud y la amabilidad en nuestros hijos para que los niños puedan aprender a ser felices diariamente en las pequeñas cosas y no llenar sus vidas con la pseudo felicidad del poseer. Aqui les dejo 3 claves que pueden ayudarnos a lograrlo:
Practicar la Gratitud y los Actos aleatorios de Bondad diariamente:
Cuando somos agradecidos y practicamos actos aleatorios de bondad obtendremos como resultados una mayor calma interior, claridad de pensamiento, un corazón lleno de amor y felicidad. Les aseguro que si lo practican una semana seguida todos en la familia sentirán más felicidad y plenitud. Pero esto no es locura mía, la ciencia me respalda: Una investigación comprobó que las personas amables experimentan más felicidad y tienen más recuerdos felices. Simplemente al recordar los actos de bondad realizados durante una semana, las personas parecieron volverse más felices, más amables y más agradecidas. En este mismo estudio se citan tres investigaciones (Emmons and Crumpler, 2000; McCullough et al., 2002; Peterson and Seligman, 2004) que han demostrado que la Gratitud es una fortaleza humana muy importante la cual contribuye a la felicidad subjetiva.
En mi artículo “5 SECRETOS PARA CRIAR NIÑOS BUENOS Y FELICES” menciono varios tips para practicar la gratitud. Con respecto a los actos aleatorios de amabilidad (random act of kindness) serían, a grandes rasgos, realizar todos los días algún gesto amable o bondadoso con alguien al azar. Esto no tiene que ser algo excepcional, puede ser muy simple y se dice que son “aleatorios” porque no los planificamos con anticipación, sino que surgen espontáneamente durante el transcurso del día. Algunos ejemplos: sostenerle las bolsas del super a una persona mientras abre el auto, llevarle comida a alguien en situación de calle, sentarse a hablar con un abuelo en la plaza, ceder el lugar en la fila a una persona que parezca muy apurada. Para facilitar y fomentar la amabilidad en los niños no hay nada mejor ni más efectivo que Predicar con el Ejemplo.
Ser Minimalistas con Nuestro Tiempo:
Y aquí lo que quiero decir es dejar de presionarnos por ser padres “pulpos”, priorizar actividades y dejar de tratar de hacer tantas cosas por día. Es necesario enfocarnos en lo que realmente importa y es crucial: crear y mantener un vínculo con nuestros hijos, sobre todo en la primera infancia y el principio de la adolescencia. Creo que es más importante una hora de juegos en el parque con papá/mamá que una hora en la clase de fútbol mientras papá/mamá hace magia para coordinar, la salida de la oficina, las compras y el tráfico. Y aquí también la ciencia me respalda: Según un estudio publicado por la Academia Americana de Pediatría, el tiempo con los padres es un factor significativo en la salud y el desarrollo de los niños. Las actividades compartidas promueven relaciones estrechas y caritativas que son críticas para el ajuste psicológico y conductual de los jóvenes y su capacidad para desarrollar relaciones. Yo sé que las largas jornadas laborales, las exigencias y el estrés de la vida diaria, sumado a la falta de políticas públicas y laborales que favorezcan el cuidado de las relaciones en el seno de la familia, son factores que limitan el tiempo que uno le dedica a los hijos, pero siempre podemos mejorar un poco, podemos elegir aun entre limitadas opciones. Quizás un par menos de horas extras por semana retrasarán la compra del auto nuevo pero le darán la oportunidad a papá/mamá de salir a andar en bicicleta al parque con los chicos.
Dejar de darles tantos Juguetes (Y menos horas en la pantalla):
Para que nuestros hijos construyan o reconstruyan el significado de felicidad, alejándose de la idea de que “poseer” es “ser feliz”, debemos dejar de echar leña al fuego, es decir, dejar de comprarles tantos juguetes. Aquí no hago referencia a ningún estudio sino mi experiencia propia: ¿No les has pasado de regalarle algo al niño y que a los diez minutos quiera otro juguete nuevo?. Poseer no nos hace felices, nos da placer, y este se evapora muy fácilmente cuando pasa la novedad. Según el exitoso psicólogo y autor Oliver James, los peques no necesitan muchos juguetes ya que “La mayoría de los niños solo necesita un objeto de transición, por ejemplo, su primer oso de peluche que llevan a todas partes, pero todo lo demás es una necesidad socialmente construida”. En general los MASS Media son los generadores de necesidades inventadas por excelencia. Pero no darles demasiados juguetes no significa dejar de jugar, por el contrario, las criaturas deben jugar imaginativamente y para ello basta y sobra con los juguetes que tienen o con objetos, lo importante es dejarlos liberar su imaginación. A nosotros nos ha resultado mucho dejarles a mano o presentarles una caja de cartón, cintas, sogas, ganchos de la ropa, utensilios de la cocina, armar tiendas de campaña con sábanas y almohadas. En este artículo EL PELIGRO DE TENER DEMASIADOS JUGUETES comparto varias recomendaciones.
Todos estos consejos y tips que comparto los implementamos en mi casa y mientras algunos han surgido de mi propia lectura y análisis muchísimos han sido sugeridos por mi mejor amigo que es a la vez mi marido. Él ha cambiado radicalmente mi idea de crianza y me ha orientado en el Minimalismo. Es una inspiración, lo admiro no solo como padre sino como ser humano y le dedico este artículo.
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Fuente: mamaminimalista.net
Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness, Inteligencia Emocional y Crianza con apego.