4 frases que usas a menudo y deberías eliminar para siempre

Artículo publicado originalmente en El Definido

Las repetimos en muchas situaciones de nuestra vida, pero sin darnos cuenta están influyendo nuestra manera de ver las cosas para mal. ¿Cuáles son? Aquí el ranking de Mane Cárcamo.

Ese cliché que dice que los hombres somos animales de costumbre tiene mucho de cierto. Nos acostumbramos a casi todo y podemos perder la capacidad de asombro y análisis sin mucho esfuerzo. Por lo mismo, creo que debemos ser lateros y cada cierto tiempo mirarnos con autocrítica y revisar cómo vivimos y qué decimos.

Porque hay frases que están tan instaladas que ya no nos hacen ni cosquillas, pero que poco a poco van haciendo daño y normalizando visiones de vida que no nos hacen para nada mejores como sociedad. Las repetimos como loros, las integramos en nuestras conversas y así sutilmente las vamos transformando en realidades.

Aquí algunas que humildemente considero que deberíamos revisar:

No es mamá, por lo tanto no puede opinar

Como varios han leído, tengo 4 hijos y no comparto para nada esta frase que deja fuera a toda mujer que no sea mamá de hablar libremente de lo que se le cante. ¡Viva la posibilidad de opinar sobre todo! La frase anterior es solo un ejemplo que se aplica para muchos temas de conversación y/o reflexión. ¿Solo se puede opinar de algo que hemos vivido? ¿Para hablar de lo devastadora de la guerra tengo que haber pasado una temporada en Siria? ¿Para criticar una dictadura tengo que haberla sufrido en carne propia? Personalmente pienso que no. Creo que todos podemos opinar de todo mientras tengamos argumentos serios y fundados para hacerlo.

No hay nada que me enerve más, que una chiquilla no pueda opinar de temas de maternidad porque no tienen que sonar mocos, pagar matriculas o llevar a alguien al pediatra. Es más, creo que su visión con cierta distancia puede enriquecer mucho el debate y la mirada de las cosas. O lo mismo en el tema del aborto, ¿por qué un hombre no puede levantar la voz? ¿Quiénes somos nosotros para autorizar quién sí o quién no puede dar su punto de vista? Hay que dominar el pequeño censor autoritario que llevamos dentro y darnos cuenta que invalidar sin anestesia la opinión de otro/a, es la manera más básica de terminar con ese fascinante acto que nos enaltece y nos abre la mente: la posibilidad de dialogar de verdad.

Soy así y no voy a cambiar

Esta frase es LA definición de soberbia. Onda me tienen que aguantar así y punto. Está bien que nos aceptemos con nuestros defectos y virtudes, pero otra cosa muy distinta es creer que somos el último durazno del tarro y que el resto nos tiene que padecer sin chistar. Creo firmemente que todos podemos cambiar, es más creo que tenemos la obligación de hacerlo.

Asumir que el resto tiene que acostumbrarse a mi mala onda en la mañana, obligar a mis vecinos a experimentar mis arranques de ira en el chat del barrio, torturar a tu pareja con el desorden personal y no pretender hacer nada a cambio, está tan pasado de moda como el ICQ y los mensajes de texto juntos.

¿Pagan?

Aquí seré cuidadosa para no morir a trolleos y ser acusada de explotadora o winner. Entiéndanme bien, claro que considero que hay muchas pegas que uno hace y que deben ser pagadas con un monto digno y justo. Pero también me parece que hoy, cada gesto que realizamos por el otro se ha transformado en una transacción y se espera que siempre recibamos algo a cambio.

Los niños quieren que les paguemos cuando les pedimos que ordenen su pieza, los voluntariados son cada días más escasos y si alguien pide un simple favor la pregunta refleja es “¿pagan?”. “¿Me ayudas a cambiarme de casa? = ¿pagan?”, “¿Me revisas un texto? = ¿pagan?”, “¿Me puedes traer los jueves a Juanito? = ¿pagan?” Son lógicas cada vez más frecuentes entre AMIGOS. Esto no quiere decir que pretendamos que las personas con las que tenemos lazos de afecto no nos cobren por su trabajo, pero querer recibir lucas por todo me parece mucho y desolador. Hay acciones que se hacen por simple cariño. Punto final.

No es mi problema

Está quedando la hecatombe en la casa colindante, echaron a tu partner de la pega por una injusticia, al compañero de tu hijo no lo invitan a ningún cumpleaños, fuiste testigo de un acto deshonesto en tu grupo de amigos y la tendencia natural es pensar “para que me voy a meter si no es mi problema”, y rápidamente correr hasta Tierra del Fuego sin siquiera parar a hacer pipí.

Eso es lo que nos nace de la guata, el primer instinto. Pero, ¿qué pasaría si todos los seres humanos pensaran así? Claramente habría que cerrar por fuera y decir “hasta la vista baby”. Pero como soy una convencida que siempre hay más gente buena que mala, y que los pequeños gestos que cambian la vida de los otros se hacen de manera piola y sin fuegos artificiales, tengo mucha fe. Fe en que hay más que quieren asumir el problema de otro como propio, empatizar con lo que sufre el que está sentado a 30 centímetros mío y levantar la mano para decir que lo que está sucediendo no es correcto. Hay mucha gente dispuesta a meterse en problemas (en el buen sentido de la palabra, no a lo Pablo Escobar), a salir de su acogedor y cómodo metro cuadrado, a jugársela por lo que cree y piensa. Y te aseguro que si piensas en la gente que te ha marcado en la vida te darás cuenta que pertenecen a ese grupo de valientes que son capaces con pequeños actos hacer de este mundo un lugar mejor.

¿Estás de acuerdo? ¿Qué frases te gustaría que se dejaran de usar?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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5 frases que nunca deberíamos decirle a nuestros hijos

Artículo publicado originalmente en El Definido

Estamos acostumbrados a ciertas frases y conceptos, que si pensamos más de una vez, son bastante incoherentes con el mundo que queremos, o que al menos predicamos. ¿Cuáles son? Mane Cárcamo nos presenta su selección.

Educar sin embarrarla no es una tarea fácil. Más aún cuando el vertiginoso mundo en el que vivimos, entre tacos, colegios, pega, redes sociales, exigencias económicas y mil pendientes, nos lleva muchas veces a decir cosas sin pensar, como si fueran leyes o decretos establecidos. Muchas veces hay frases en el ambiente que ya son parte de nuestra cultura popular y que se han transformado en un hábito al que no le metemos mucha cabeza. Un mal hábito.

No soy sicóloga ni experta en educación. Solo me baso en mi instinto maternal y en el modo que quiero (junto a mi marido) que mis niños perciban el mundo. Acá solo plantearé bajo mi total subjetividad algunas frases que considero desafortunadas cuando nos vinculamos con nuestros hijos. Detractores, los invito a plantear todos su puntos de vista con total libertad. Y a los que les haga sentido esta columna, también los invito a aportar.

“Los tontos se aburren”

Me acuso públicamente de haberlo dicho. Y hace un tiempo me pareció que era una frase muy poco empática. Uno, ¿no podemos darles el espacio a los niños para que se aburran? ¿Tienen que siempre estar en una montaña rusa de emociones? Del aburrimiento han nacido grandes genialidades, pensamientos y obras de arte. Tal vez deberíamos liderar una campaña pro respeto del aburrimiento y en vez de promover escaparnos de él, deberíamos hacernos cargo, abrazarlo y esperar que pase… como una ola. Además eso de los tontos me hace ruido. ¿O deberíamos pensar que Einstein, Mozart, Bill Gates y los más grande genios de la historia nunca se aburrieron?

Soy una convencida que esos estados, como la pena o el aburrimiento, no deben desesperar a nuestros niños. Ni deben sentirse alérgicos a ellos. Para mi es parte de la vida humana y por ende debemos aprender a convivir en armonía con aprender a mirar el techo… en un perfecto estado de aburrimiento.

“Cuélate en la fila”

Alguna vez escribí acerca de la cultura “winner” y como esos pequeños gestos son la primera semilla de la corrupción. Más de alguna vez vi a un adulto usando a un niño para saltarse la fila del supermercado y ahorrar tiempo. U otro papá quebrándose delante de sus hijos, porque están colgados al cable del vecino o celebrando porque alguien olvido cobrarles una cuota. Ya es muy detestable que nuestros niños nos vean “winneando”, muchísimo peor es que los incitemos a ellos a hacerlo por el beneficio propio. Dudo que alguien acá piense distinto. O eso espero.

“No prestes la peineta”

Esto probablemente se reduce al mundo femenino. Como ustedes saben, tengo un TOC con los piojos porque en algún minuto me faltó meterlos en mi plan de isapre e incluirlos en la libreta de familia. Pero aun así creo que la generosidad está por sobre el contagio de esos bicharracos. Cuando era chica a varias amigas mías les tenían prohibido prestar la peineta por miedo a pegarse los piojos. Yo, aunque he sufrido ese flagelo multiplicado por cuatro cabros, defiendo a morir la solidaridad entre los amigos. Dar hasta que duela… en este caso hasta que pique. Porque si los amigos no estamos para prestarnos las cosas, ¿quiénes estarán para eso entonces?

“No seas niñita”

Cuando un niño llora, manifiesta sus sentimientos, penas o temores la manera de abordar esa situación puede ser muy variada. En mi inconsciente está la imagen de un papá (o incluso mamá) diciéndole a su hijo “ayyy relájate, no seas niñita”. Y aunque me acusen de exagerada encuentro que es bien fuerte. Primero, porque se asocia los sentimientos con algo netamente femenino y que además tiene un carácter negativo.

En definitiva le estamos diciendo a los niños que mostrar sus sentimientos “es de niñita” y por ende se está comportando como un “afeminado”, como débil, y por eso carece de respeto o es un exagerado. Como si sentirse poco querido, considerado o nostálgico fuese solo permitido para nosotras. Ridiculizar las emociones de los hijos es tal vez una de esas actitudes que pueden marcar tristemente para toda la vida a una persona. Eso de “el lenguaje construye realidades “es una verdad tan cierta como seria.

“Si te pega, pégale de vuelta”

Cuando uno de nuestros cabros se transforma en el pushing ball de otro, la ira de nosotros, los padres, comienza a surgir como una lava explosiva que sería capaz de arrasar con todo. Más de alguna vez me he visto en una plaza, picada al nivel de un preescolar con un cabro que se pasea con un tuto y chupete, porque ha sido matón con algunos de mis cachorros. Ese sentimiento nadie lo puede negar. Pero el tan utilizado “si te pega, pégale de vuelta” me parece poco coherente con un mundo en el que los padres supuestamente no debemos promover la violencia.

Le decimos a los niños que la guerra no es buena, que no debe jugar juegos violentos, que el diálogo todo lo puede, hasta que… se llegan a meter con uno de los nuestros. Porque ahí aparece el Terminator que llevamos dentro y los lindos discursos que dijimos solo están para decorar nuestro muro de Facebook. Soy una convencida que se puede recorrer un camino más largo, en donde se promueva la conversa, el pedir ayuda a los adultos y el poder ganarse el respeto sin tener que mandar un combo. Es ahí justamente donde podemos comenzar a cambiar el mundo. Aunque parezca inocente y mínimo, lo creo de verdad.

Pero si todos nos alineáramos por cambiar el discurso del ojo por ojo, estoy segura que podríamos construir una sociedad más conciliadora y amorosa.

¿Están de acuerdo? ¿Qué otras frases agregarían?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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