En el inconsciente no sólo guardamos información que nos llega del mundo externo, sino también de nuestro interior. Las emociones son inconscientes, por eso a veces nos podemos sentir tristes, ansiosos, malhumorados… sin darnos cuenta o sin saber por qué.
El inconsciente es, según el Psicoanálisis, el conjunto de pulsiones y pensamientos que todavía no son conscientes (permanecen latentes en nuestra psique).
Las emociones son fenómenos psicofisiológicos que representan modos de adaptación a ciertos estímulos ambientales o de uno mismo.
El primer paso para desarrollar una buena Inteligencia Emocional radica en conocer nuestras emociones que están en nuestro inconsciente para canalizarlos y conocernos a nosotros mismos. Conocer más sobre este mecanismo nos permite entender porque nuestras emociones son un aliado en el camino del autoconocimiento.
Las emociones tienen su raíz en la conexión entre cuerpo-mente, a través de los sistemas rhínico, límbico o supra límbico. Estos sistemas controlan todo lo que pasa en el cuerpo: Respiración, temperatura, flujos de sangre, oxígeno, linfa, hormonas, digestión y los movimientos autonómicos dentro del cuerpo. La totalidad de estas actividades ocurre en el cuerpo a pesar de nuestro deseo, intención o sentir; es decir, toda la información contenida en cada instante vivido viene procesada por el inconsciente. Para evitar que volvamos a inventar los procesos con cada llegada de información, la materia gris del cerebro (corteza) empieza a conectar las neuronas para crear patrones del “Yo”, “otros” y el “mundo”, entre otros. De esta manera se crean atajos para ahorrar tiempo y energía liberando la atención para la exploración de nuevos aspectos. Las experiencias vividas crean “autovías neuronales” que inconscientemente se convierten en parte integrante de la persona.
La personalidad e historia de cada uno se va “concretando” en el cuerpo-mente: Las conexiones neuronales en distintos lugares del cuerpo y en la adquisición de determinadas “posturas” físicas y mentales.
Cuando uno o varios elementos piden la atención total del cuerpo-mente hacia una acción global, este movimiento interno inconsciente se convierte en emoción. Es un puente entre lo interno y externo que nos permite canalizar nuestra atención, conciencia y nuestras acciones. Las emociones disponen al individuo para la acción en base a tres sistemas de respuesta: Cognitivo/subjetivo, conductual/expresivo y fisiológico/adaptativo. Además de una función adaptativa, las emociones presentan una función social-relacional y una motivacional.
Los cambios de rostro, postura corporal, gestos, tono de voz, olor, imágenes y pensamientos que acompañan la emoción están dirigidos a entender, comunicar y movilizar nuestra atención y la del otro en busca de aliados en la satisfacción de necesidades. A veces no entendemos las respuestas emocionales ajenas o propias, eso se debe a que la forma en la que recibimos la información, la evaluamos y respondemos son característicos de cada persona.
Psicológicamente las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas en la jerarquía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes a la memoria.
Conductalmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, impulsándonos hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y alejándonos de otras. También actúan como depósito de influencias innatas y aprendidas, con ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas.
A lo largo del día percibimos una gran cantidad de información emocional, que a menudo se procesa sin darnos cuenta.
Estas palabras subliminales afectan a la forma de expresarse y de tomar decisiones, según una investigación llevada a cabo por el Centro Mixto UCM-ISC III de Evolución y Comportamientos Humanos:
“Gran parte de la información emocional procesada de forma inconsciente y afecta a nuestra manera de pensar. La razón y la emoción se combinan en nuestra vida cotidiana, sin que seamos conscientes de ello” explica Manuel Martín Loeches, profesor de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Quizás también te interese: Qué dice tu lenguaje corporal sobre ti
Redacción Instituto Draco
www.institutodraco.com
www.facebook.com/InstitutoDraco
Extraido de www.institutodraco.com
Read moreA mi consulta me llegan muchos pacientes que son papás y están angustiados con actitudes de sus niños. La típica frase es “Juanito es muy enojón, salió a su papá”, “Matilda es ansiosa igual que su abuela”, “desde guagua que mi hijo era malo para comer y mañoso igual que sus hermanos”, etc.
Ahí de inmediato detecto el primer y gran error, buscar siempre al “culpable” de la conducta. Esto es lo peor que podemos hacer, pues cada persona es un ser único y con circunstancias individuales, por lo que dejemos un rato de investigar “de dónde sacó la actitud” y aboquémonos a trabajar en aquello que crees le hará la vida más difícil a tu hijo.
Lo segundo es la generalización, como un niño va a ser siempre mal genio, ansioso, enojón o mañoso. Empecemos a definir en qué situaciones es así y en cuales, es más bien amoroso, simpático y bueno para comer. Ahí junto con sacarle el cartel de que siempre es así, podemos ayudarle a mostrarle, verbalmente, las veces que se comporta de la otra manera, de la deseada, que es entretenido pasarlo bien, disfrutar, etc. ¿Vistes Juanito que feliz estabas compartiendo con tus amigos?
Una herramienta mágica para ayudarlos también es la técnica hipnopedia. Esta consiste en hablarle al niño durante 21 días seguidos, mientras duerme (ojalá cuando ya esté en el sueño MOR, que se logra aproximadamente 2 horas después de que se ha dormido) con un tono suave, el propósito que deseas que tu hijo logre y siempre terminar la frase, con una palabra cariñosa, con un te quiero o un te amo.
Por ejemplo, si quieres que tu hijo no sea agresivo ni peleador con sus amiguitos, cada noche te acercas a él y mientras duerme le susurras, “mi amor, mañana jugarás feliz, te divertirás compartiendo con tus compañeros, te quiero mucho”
Sin querer muchas veces hacemos justo lo contrario. El pequeño se duerme y los padres comenzamos a “pelarlo” jejeje, esto es típico. Empezamos a decir “hoy estuvo insoportable, lo hubiese matado cuando lloraba sin parar, etc.” Por favor, eso nunca más lo hagamos!
Cuando el niño está durmiendo, las palabras van directo al inconsciente, el cual escucha 1.000 veces más que el consciente. El beneficio terapéutico es espectacular. Ayuda a equilibrar la energía emocional, espiritual y física. Con esta herramienta podemos ayudarlos a que sean niños más seguros, felices y que se sientan tremendamente amados por sus padres o cuidadores. Les dejo esta tarea para las vacaciones y verán los cambios maravillosos que se generan.
Paula Eugenia Fischer Levancini
Coach en Programación Neurolingúística
Read more