“Aún recuerdo esa vez que me gritaste que era un bueno para nada. Todavía siento el ardor en mis entrañas al escucharte decir que no era tan bueno como tú a la hora de bailar. Lo que no sabes es que, secretamente, empecé a ir a clases de baile para que te sintieras orgullosa de compartir la pista conmigo pero cuando viste que empecé a mejorar y notaste que podría ser mejor que tú, me pediste que lo dejara.
Son tantos los momentos felices que vivimos juntos antes de que “cambiaras”. Recuerdo las tardes de películas, las noches en las que hacíamos un equipo maravilloso en la cocina y de las largas charlas que se daban bajo la influencia de unas cuantas botellas de vino. Éramos el uno para el otro pero ¡no sé qué te pasó!
Tampoco olvidaré el día que te conté que quería ser escritor y soltaste una carcajada estruendosa con un tono muy burlesco sobre mi sueño. ¿Por qué tenías que minimizar mis ideales y mis metas, asegurando que eso no daba para vivir? No sé por qué aguanté tantos abusos de tu parte.
Gracias a la vida, entendí que cuando uno ama a alguien, no debe anularse a sí mismo por el bienestar del otro. “Te quiero y me quiero, te cuido y me cuido” decía el doctor Walter Riso, hablando de la autoestima como pilar importante de una relación de pareja. ¿Hay que ponerle límites al amor? Claro que sí, porque puede que haya amor pero esa persona no te convenga.“