CONSTRUYENDO VÍNCULOS PROTECTORES

Nuestros hijos adolescentes se ven expuestos hoy,  a una realidad de riesgos distinta a la nuestra, una realidad de la que sin duda necesitamos hacernos cargo como padres.  Hoy mi invitación es a pensar cómo hacerlo y descubrir qué es lo que podemos hacer como familia para protegerlos, guiarlos y acompañarlos en este camino hacia la adultez. Camino que cada día se torna más difuso y del que pareciera ser que nuestros adolescentes quisieran escapar.

Soy una convencida de que no existe la familia perfecta, y al mismo tiempo creo y trabajo día a día para que cada familia pueda detenerse a mirar, buscar y en definitiva encontrar su mejor versión con sus luces y sombras. Mi desafío hoy es a que nos detengamos a mirar qué factores protectores estamos desarrollando como familia. ¿A qué le estamos dando espacio? ¿Cómo hemos logrado modificar la relación de padres que teníamos con un niño que hoy es adulto?

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Está comprobado que la relación que construimos con nuestros hijos, es ÉL factor protector por excelencia. No porque sí, en Finlandia una de las políticas públicas creadas para disminuir el consumo de alcohol y drogas en adolescentes, tuvo que ver con aumentar las instancias familiares, generar más espacios de encuentro y buscar fortalecer vínculos. La realidad es que nuestros hijos adolescentes están más protegidos si nosotros logramos acercarnos a ellos y acompañarlos en el camino que implica crecer.

Voy a ser clara: el ir a buscar a fiestas, estar presente en los carretes en nuestras casas para ver qué está pasando, saludarlos cuando llegan para ver si están curados, normar horarios, saber con quién se devuelve, dónde está y con quién se está juntando, preguntar sobre la fiesta y hablar sobre el consumo de alcohol… para mí es el DESDE. Necesitamos ir mucho más allá para realmente protegerlos de los riesgos. Necesitamos hacer una transformación profunda en nuestras familias, cambiar patrones y realmente generar espacios de encuentro real, donde estemos conectados en el aquí y en el ahora para ellos. Sin celular, sin televisión, sin compañía externa…todos en familia. Es más, si lográramos instalar al menos una vez al día una instancia familiar de comer o tomar desayuno todos juntos, ya estaríamos logrando un gran cambio.

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¿Suena fácil cierto?, la realidad es que cuando planteo esto a amigos, familia o pacientes, tiendo a escuchar lo mismo “es que los horarios no calzan” “es que mi marido llega tarde” “es que los niños tienen distintas edades”, en fin…excusas y más excusas para dejar de hacer algo que nos fortalece como familia, que nos conecta y que nos hace detenernos en  este mundo que nos invita a vivir con el acelerador a fondo. Si solo lográramos darnos este tiempo podríamos trabajar miles de factores que protegen a nuestra familia.

¿Cuáles son esos factores que nos acercan como familia y que podemos buscar desarrollar para proteger a nuestros niños y adolescentes?

La conexión familiar, es el núcleo que alimenta todo el resto de aquello que buscaremos desarrollar, porque nos habla de vínculos, es decir, nos habla del más puro AMOR. Porque es en esa conexión emocional y vínculo con el otro, cuando realmente logro que mis hijos se sientan amados incondicionalmente y aceptados como personas únicas e irrepetibles. ¿Cuánto la logramos? ¿nos damos el tiempo de sentarnos y compartir en familia? ¿Cuánto salimos en el uno a uno con cada uno de nuestros hijos? La conexión es una invitación que podemos regalarle a ellos diariamente o tomar la que ellos nos hacen inconscientemente día a día “papá quédate un ratito acá” “mamá estudia conmigo” “¿mamá vamos a comprarnos ropa?” “¿papá juguemos cartas?”. Identifiquemos esas invitaciones y tomémoslas, o intentemos hacernos cargo de nosotros invitarlos a ellos a CONECTAR al menos por unos minutos al día.

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¿Somos un equipo como familia?, la cohesión familiar nos habla de la importancia de configurarnos como equipo. Sentirnos todos en el mismo barco y remando en la misma dirección. ¿Cuál es nuestra dirección? ¿tenemos clara nuestra flor de los cuatro vientos y hacia dónde queremos navegar? Necesitamos fortalecer los valores que nos identificarán como familia. ¿Humildad, generosidad, perseverancia, responsabilidad, honestidad, respeto, sencillez, empatía, solidaridad, justicia? Son miles las opciones, detengámonos en nuestra familia, elijamos tres y conversémoslo con nuestros hijos. Necesitamos tener nuestro mapa de navegación claro, porque al final estamos todos juntos en esta travesía y no mirarlo de esa manera nos aleja y a ellos los hace naufragar.

¿Cómo nos comunicamos día a día en nuestra familia?, la efectividad en la comunicación solo se logra cuando podemos eliminar palabras como “tú siempre” o “tú nunca”, cuando dejamos de quejarnos y aprendemos a pedir, cuando dejamos de juzgar y criticar los errores, y aprendemos a resolverlos y cultivar enseñanzas de ellos. Si lográramos abrir espacios de conversaciones, en la que invito al otro a la reflexión y a mirar las cosas desde distintas perspectivas, nuestros diálogos con nuestros hijos dejarían de ser unidireccionales y quizás comenzaríamos a escucharlos hablar más. Generemos instancias de conversaciones sin críticas y sin quejas, preguntando y abriendo la oportunidad de pedir lo que necesito y aprender también de la respuesta de nuestros hijos, sin juicios.

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Ser modelo, ¿somos realmente?, sé que esto suena obvio, incluso quizás no debería ni ponerlo… pero ¿realmente estamos siendo modelos a seguir para nuestros hijos? ¿dejo de mirar el celular cuando me habla, yo que le pido que use menos pantalla? ¿No bebo en asados familiares, yo que le pido que se regule con el consumo de alcohol? ¿No le grito cuando estoy enojado, yo que le pido buen trato? ¿Qué estamos dispuestos a transar nosotros para ser modelos? Solo les dejo esas preguntas, suena obvio,¿pero es realmente obvio lo que estamos haciendo?

¿Logramos respetar a nuestros hijos en lo que son diferentes a nosotros? La mayoría de las veces, miramos en ellos nuestros sueños inconclusos o les exigimos ser lo que nosotros somos o no fuimos. Las expectativas de lo que creemos que los hace felices los destruye y desprovee de sus propios sueños. Necesitamos comprender que nuestros hijos son distintos a nosotros, que tienen sus propios sueños y distintas habilidades. Necesitamos respetar su individualidad porque eso los hace ser personas únicas y amadas por ser lo que son… simplemente ELLOS.

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Entonces no nos aburramos de decirles cuanto los amamos, porque esa es la manera más simple y básica de sentirnos queridos. ¿Cuántas veces nos detenemos en esas dos palabras? ¿Cuánto los abrazamos? La expresión afectiva, que parece irse perdiendo en la medida que crecen, es algo que hace crecer las relaciones y que nos hace sin duda sentirnos amados. Y aunque pareciera ser que en la adolescencia se vuelven lejanos y esquivos, aún no conozco adolescente que no se sienta feliz, alegre o querido cuando lo abrazan, le dicen te quiero y lo llenan a besos. ¡¡¡Simplemente necesitamos hacerlo más!!! Cada te quiero es un cariño al corazón, es un paso más para acercarse a ellos.

Muchas veces, insertos en un mundo de exigencias, tendemos a ver lo que nuestros hijos no están haciendo y lo que les falta por mejorar. ¿Cuánto realmente valoramos sus cambios, sus esfuerzos y lo que si hacen? Basta de ver el vaso vacío, miremos sus recursos, valoremos sus esfuerzos, solo así ellos podrán tener la mirada en lo que si tienen. Nosotros más que nadie necesitamos tener la mirada puesta en sus conquistas diarias para poder celebrarlas.

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¿Cuánto confía mi hijo en mí? ¿me cuenta sus conflictos? El clima de confianza se forja cuando hemos logrado trasmitirles a nuestros hijos que todos somos humanos y nos equivocamos y que cuando ellos se equivoquen estaremos ahí para ellos. El clima de confianza se logra cuando hemos creado espacios de conexión e instancias de acercamiento, cuando somos un equipo donde todos nos ayudamos. La confianza la hemos logrado cuando dejamos de juzgar para poder abrazar los errores del otro y cuando hemos aceptado a nuestros hijos en su individualidad. Cuando valoramos sus esfuerzos y han escuchado un “te quiero” una y mil veces. Será esta confianza ganada la que nos permitirá proteger a nuestros hijos, porque solo si sabemos lo que les pasa podremos ayudarlos.

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Y finalmente normar, dejemos de mirar que normar es simplemente sancionar o imponer una conducta. Normar va mucho más allá. Normar es guiar, acompañar, proteger y prevenir a nuestros hijos. Normas basadas en vínculos profundos, valores familiares y confianza mutua.

Entonces: el control parental es el DESDE. Dejemos solo de controlar… ¡necesitamos ir mucho más allá! Intentemos construir vínculos realmente PROTECTORES, no necesitamos cumplir cada uno de estos factores, pero sí necesitamos decidir a cuales les pondremos fuerza en la relación con cada uno de nuestros hijos.

¿Qué  estamos cultivando hoy como familia y como padres? ¿Cuántas instancias estamos creando diariamente como familia para realmente proteger a nuestros hijos pequeños o adolescentes?. Dejemos de solo hablar de lo “mal” que están nuestros jóvenes y comencemos hoy, aquí y ahora un CAMBIO.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

Instagram: @joselacamarapsicologa

 

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Si ves a una mamá sola

La próxima vez que veas a una mamá con un bebé chiquito llegar solita a ese parque al que siempre llevas a tus hijos, acércate, salúdala, háblale. Para ella todo el ambiente y el mundo de la maternidad es muy nuevo y esta llena de miedos y dudas, las mismas que tu tenias cuando tuviste a tu bebé. Quizás al ver a las otras madres que parecen tener todo bajo control le da vergüenza acercarse, quizás es tímida, tal vez esta insegura y teme que le pregunten cosas que no sabe y la juzguen. La pobre ha dormido solo un par de horas y aun con muy poca energía trato de armar su pañalera y organizar el día para poder ir al parque un ratito porque quedarse toda la mañana encerrada con su bebé le da angustia.

Ella necesita conectar con otras mamás, necesita una tribu que la acompañe, le de consejos y la apoye. Recuerda por un minuto lo sola que te sentiste cuando todo empezó, más aún porque tus amigas cercanas no tenían hijos y tu familia estaba tan lejos.  Ponte en su lugar y con mucha valentía (si, esa valentía que la maternidad te regalo) acércate y preguntale algo, cualquier cosa. Conecta. ¿Que puedes perder? Nada, solo que ella no esté interesada en hablar pero puedes ganar muchísimo, y ella más.

Cuando veas a una mamá sola en el parque y ella te regale un “buenos días” o un sonrisa, contéstale, evita juzgarla, evita ignorarla porque estas con tus amigas. Esas actitudes debemos dejarlas atrás. La maternidad nos ha enseñado que importante es hacer tirbu y que difícil se hace cuando no conoces a nadie, eres nueva en el barrio o ninguna de tus amigas de toda la vida tiene niños o tal vez ya son todos mayores.

Si eres mamá primeriza o has vuelto a ser madre después de muchos años, anímate, acepta esa invitación, no importa si llegas con los pelos revueltos, no importa si aun tu ropa favorita no te queda, acepta la invitación, te aseguro que te arrepentirás de no haber ido pero no de ir. En ese momento podrás hacer catarsis con otras mujeres que están pasando por tu misma situación y podrás contarles esas cosas que cuando le cuentas a tu pareja parece no comprender.

Si tu amiga de toda la vida que fue mamá hace muy poco ha tenido cambios de humor, parece alejada o no acepta ninguna invitación no la juzgues, no la critiques con tus otras amigas. Su vida ha cambiado por completo y ya no es ni dueña de sus horarios, ni de su cuerpo,  ni siquiera es dueña de sus emociones que la sobrepasan. Se pasea del amor inexplicable al temor profundo o al agotamiento extremo. Quizás podrías pasar una tarde por su casa y llevarle un té con una magdalena, algo que sea espontáneo y sin mucha planificación.

Yo he sido todas estas madres, la nueva del parque, la antigua que sonríe, la que no le responde a sus amigas, la que está lejos de la familia, la que trata de que el mundo crea que tienen todo bajo control aunque no lo hace. Yo he sido todas estas madres y he aprendido muchísimo de mis experiencias. Hoy puedo decir que sin las otras mamás que me han apoyado aunque no fuéramos íntimas amigas el recorrido hubiera sido mucho más pesado.

La Sororidad comienza con la empatía por las congéneres.

Por Ana Acosta Rodríguez, Mamá Minimalista

Facebook: @mamaminimalista

Fuente: mamaminimalista.net

Ana_AcostaAna Acosta Rodriguez

Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness,  Inteligencia Emocional y Crianza con apego.

www.nutrimama.com

mamaminimalista.net/

Instagram: Nutri_mama

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Hola Angustia, Chao Angustia

En este período del año, es muy común que nos acompañe, la Angustia, el comienzo del Colegio, la Universidad, los desafíos laborales, las rutinas del año, el fin del verano y el término de los períodos de descanso, todo comienza junto y requiere que nos adaptemos de manera rápida a estas nuevas situaciones que requieren de mayor rigor, disciplina y rutina.

¿Qué experimentamos cuando estamos Angustiados?

Experimentamos una sensación difusa de malestar físico, que provoca incomodidad, dolor de estómago, dolor de cabeza, mareos, dificultad para conciliar el sueño, opresión en el pecho, sensación de falta de aire, entre otros. Además a ésto se le suman pensamientos de duda respecto de quienes somos y de nuestras capacidades.  Nos creamos películas propias de si seremos aceptados o no por nuestros pares, de cuán inteligente seré, de cuán atractivo soy y de todo aquello que me imagino al enfrentar un nuevo escenario que no conozco bien y en el cual quiero o debo estar de la mejor forma posible.

La angustia es una emoción y como tal, algo puramente subjetivo, que se manifiesta con síntomas físicos observables en algunos casos. La Angustia la percibe quien la siente y, como sucede en el interior de uno, permanece oculta a los otros. Por eso se experimenta en soledad, en una soledad cruda y desamparada. Se trata de la soledad en la que me enfrento a asuntos que solamente me conciernen a mí mismo, a lo más privado, íntimo y propio de mí.

Grandes filósofos y pensadores han descrito la importancia de este sentimiento diferenciándolo del miedo y la desesperación. Desde mi punto de vista la angustia es un sentimiento que nos puede paralizar o, que abre posibilidades, si somos capaces de detenernos a reflexionar y encontrar un camino. Yo recomiendo que en estados de angustia uno se tome el tiempo para tomar un café con otro, para mi esta expresión del café, permite tener la oportunidad de ser ayudados a encontrar respuestas, a analizar, a entender, a hacernos preguntas, a compartir experiencias, a entender que no estoy sola, a sentirme querido, acompañado, contenido y seguro, a ser escuchado y a poder expresar lo que por lo general no comunico.

Cuándo uno conversa se siente como se libera esa energía angustiante y se va cambiando por otras que me hacen sentir mejor y mas seguro.

  • Si notas angustia en tus niños acompáñalos, abrázalos, que sientan tu apoyo, dale el espacio para que te cuente que le pasa. Que dibuje, que juegue, léele un cuento, toma un té de Melissa conversado con ellos, de esa forma los niños podrán elaborar y hacer que la angustia disminuya o desaparezca. Dales contexto y tiempo para adaptarse.
  • Si notas cierto grado de angustia en ti mismo, tómate un café con alguien.
  • Si alguien te comenta que esta angustiado, tómate tu tiempo e invítalo un café.

 

florencia_vargasFlorencia Vargas Schmauk

Conoce más de Florencia AQUI

Psicóloga U Andes

 

 

 

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¿Cómo acompañar al que sufre?

Artículo publicado originalmente en El Definido

¿Qué hacer con el amigo bajoneado? Mane Cárcamo nos ofrece su visión personal respecto a un incómodo pero necesario momento que ocurre en toda relación de amistad.

Nadie está libre. Alguna vez nos tocará pasarlo mal, sufrir y tener una pena. A algunos unas muy grandes, a otros en cambio la vida se les hará más fácil. Pero el dolor es algo de lo que probablemente nadie puede escapar. Y por eso es, bajo mi punto de vista, tan importante no sólo estar preparado para experimentarlo en carne propia, sino también para acompañar al que lo está pasando mal. Todo lo que escribiré acá es como siempre mi propia visión, la de una mujer totalmente común y corriente, para nada una experta, que solo le ha dado vueltas al tema un buen rato.

Hacer un Chino Ríos invertido: “estar ahí”

El acompañar a alguien que sufre es un tema delicado, porque no es fácil equilibrar el estar ahí sin invadir, con la ausencia o la aparente despreocupación. Cuando uno está complicado con cómo actuar cuando aquel que queremos está pasando una temporada en el infierno, considero que el mejor consejo es pensar en cómo nos gustaría que nos acompañaran a nosotros… lo que básicamente se reduce en ponernos en el lugar del otro. Personalmente creo que hay que aparecer y que el otro sepa que estamos ahí. Tal vez es una llamada que el otro no quiso contestar, pero que quedó registrada y que para el que lo está pasando mal es un gesto de cariño. Puede ser un audio o simplemente un emoticón con un beso que le haga saber que también abrazamos su dolor. Estar de las maneras más diversas posibles, pero jamás desaparecer por timidez, miedo o pudor.

Otras veces solo hay que ser una oreja con RUT y AFP. Nada más que una simple oreja. Sentarnos a escuchar, sin dar el más mínimo consejo y dejar que la persona querida vomite todo aquello que la tiene tan angustiada. Hay una gran tentación por caer en los clichés de “todo pasa por algo”, “Dios le manda las cosas a quien puede soportarlas” o lo que a veces es peor, pautear al otro en cómo tiene que vivir su dolor “lo que tú tienes que hace es bla bla bla”. Todas tentaciones que surgen del más infinito amor, pero que a veces en vez de ayudar provocan absolutamente todo lo contrario. Hay momentos en los que uno simplemente quiere hablar, desahogarse y por último llorar con esa amiga que su único aporte va a ser pagarte el café (gran aporte en todo caso). A veces lo único que se necesita es una oreja, para seguir adelante y pelearla.

En otras ocasiones la ayuda puede ser simplemente a través del “ejecutar”. No son necesarios ni los audios, ni los emoticones, ni los cafés y menos los consejos. A veces la ayuda más valiosa es hacerle la compra del supermercado a esa amiga que tiene al hijo enfermo, pagarle las cuentas a esa mamá que está con un bajón importante, reemplazar en el turno a esa compañera de trabajo que está en shock por que el marido se fue de la casa o pedirle la hora a ese primo que necesita ver urgente al psicólogo. Hay veces que, en silencio, solo hay que gestionar una ayuda real y dejar los mensajes Village para otro día.

La comida, las películas y los panoramas superficiales muchas veces también son una buena opción. O una buena pichanga, tal vez salir a correr como si nos estuvieran persiguiendo “Los Vengadores” (guglear la noticia) o un asado en donde el único objetivo sea reírse hasta terminar con calambres. También funciona juntarnos con amigas a pasar un momento difícil viendo por novena vez “La boda de mi mejor amigo” acompañadas de un pote de helado y eligiendo el color con el que nos pintaremos las uñas. Todo muy light. Porque algunas veces esa distracción banal es una buena aliada para pasar un momento amargo. Al menos por un rato.

Y aquí me mandaré mi opinión más personal. Algunos le dicen pensar, mandar energías o buenas vibras, yo lo llamo rezar por el otro. Creo que es una manera súper valida y reconfortante para acompañar a los que queremos en sus momentos más oscuros. La fe es un gran bálsamo para cuando de verdad queremos cerrar por fuera. Y el saber que otro reza por mí y mis preocupaciones a mí me ha ayudado mucho en la vida. Y me he sentido más acompañada que nunca.

Y tú ¿cómo acompañas a quien está pasando por un mal momento?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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