El inédito período de aislamiento que aún estamos viviendo, ha permitido que afloren una serie de problemáticas de índole social, ciertamente relevantes. Al mismo tiempo, sin embargo, existen varias otras que probablemente continuarán pasando desapercibidas, pues no pertenecen a la realidad de las mayorías u orbitan espacios mucho más íntimos.
Debido a la pandemia, no hemos podido disfrutar como quisiéramos del contacto directo con nuestras familias y amigos. Esto puede entristecernos en algunos momentos, a pesar de que su impacto se ve suavizado gracias al uso de la tecnología y las redes sociales. Sin embargo, existen grupos diversos de personas entre los cuales también se cuentan aquellas que son solas. En este punto deseo diferenciar la sensación de «sentirse sola», entendiéndose en medio de un grupo más numeroso, de lo que significa «ser sola», lo cual es una situación de vida que no se puede manejar o cambiar así nada más. Es, en definitiva, a esto último que quiero referirme, a personas y más concretamente a mujeres solas —en el contexto de la sociedad chilena— que no llevan una vida en pareja, sin familia propia, sin hijos. Muchas de ellas poseen redes de apoyo construidas en el mundo profesional en el que se desenvuelven y así van llenando el día a día con su trabajo y las relaciones de amistad con sus compañeros y colegas. Se han realizado estudios y numerosas entrevistas a mujeres que han decidido no ser madres y a otras que han adoptado a sus hijos. Incluso en Chile existen bonos estatales para madres solteras y en algunas circunstancias, bonificaciones por cada hijo vivo al momento de jubilar. Sin embargo, muy poco se ha dicho o hecho respecto de aquellas que no tienen o no tuvieron hijos. En estos meses de cuarentenas, algunas siguen trabajando o lo hacen desde su hogar, mientras otras han perdido su negocio o simplemente han quedado cesantes. Entonces me pregunto qué ocurre con la estabilidad emocional de dichas mujeres al disminuir tan radicalmente su contacto social. Y cómo se sentirán aquellas otras que, pasada ya su vida laboral activa, acostumbran a ir a un centro comercial a “vitrinear” y de esta forma sentirse menos solas, cuando debido a las circunstancias actuales esto es imposible.
El no tener hijos es descrito por muchos como una opción e incluso en conversaciones mundanas, como una preocupación menos en lo financiero. Pero nunca es descrito como lo que realmente es: muchas, muchísimas más horas de soledad. Y en tiempos de pandemia esto puede ser muy duro, no sólo para quienes están sufriendo estrechez económica, sino para quienes dependen solo de su entorno laboral y de relaciones de amistad para acompañarse, cuando el foco de atención se traslada naturalmente al círculo más cercano de cada familia. Así, es esperable que las mujeres solas queden relegadas fácilmente a un plano muy secundario en el ámbito social.
Es un hecho innegable que para la mujer que es madre, la sola vista de sus hijos y más tarde de sus nietos, aunque sea en una pantalla, es suficiente razón para llenar su corazón de emociones amorosas y de esta forma hacer más llevaderos los momentos difíciles y el distanciamiento actual. A diferencia de aquella que no ha vivido la maternidad y que ha debido trabajar sus fortalezas individuales en forma constante, lo cual la convierte de por sí en una mujer un tanto distinta. Ella, además de ser interrogada sobre sus hijos [inexistentes] durante toda su vida adulta y más allá, es una mujer que en general se ha esforzado más para lograr cubrir sus propias necesidades materiales y para llenar su vida con actividades que le brinden satisfacciones aunque sean de diferente índole, las cuales son justamente las que se han visto muy fragilizadas en los tiempos que corren debido al confinamiento y pausa laboral. Con la agravante de que no cuenta con la ayuda o asistencia económica de parte de su prole, pues no existe, y tampoco con una consideración especial de parte del gobierno, porque su realidad de vida la inserta en una minoría prácticamente invisible. Y al pertenecer a esta minoría no considerada, tampoco goza en tiempos normales y menos aún en su vejez, con algún tipo de apoyo estatal amparado por la ley.
Es mi opinión que se viven tiempos aciagos, durante los cuales las debilidades y falencias en nuestra sociedad que antes permanecían semi ocultas, hoy son evidentes. Hagamos visible, entonces, el espectro completo: en cuarentena y aislamiento ¿qué más evidente que la soledad?
Myriam O – Artista multidisciplinaria (conoce mas de ella aquí)
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