Una de las tensiones más frecuentes que se desatan en la búsqueda de conciliación de intereses antagónicos es la que se produce entre la empatía y la asertividad. La empatía consiste en habitar en la mirada del otro y contemplar desde allí la realidad para tratar de comprender los argumentos que nuestro interlocutor deposita en nuestro intelecto. La asertividad es la habilidad de defender discursivamente nuestra postura y nuestros derechos sin agredir ni denostar los de nuestro opositor. La convivencia entre la actitud empática y la asertiva a veces se enreda y en vez de plebiscitar soluciones agrava los problemas. En un escenario de conflicto podemos pecar de ser excesivamente empáticos y desatender nuestros intereses, o a la inversa, exacerbar nuestra asertividad y mostrarnos insensibles con los intereses de nuestro homólogo, enrocarnos en la consecución de los nuestros aún a costa de perjudicar indiscriminadamente los suyos.
La empatía o la asertividad son habilidades sociales eficaces o estériles según el uso que hagamos de ellas. Pueden provocar desórdenes homeostáticos en las interacciones si se utilizan en porcentajes desequilibrados. No hay ni que elogiarlas ni tampoco censurarlas en bloque. No sirve de nada aplaudir una conducta empática cuando la situación solicita asertividad, o entronizar la asertividad cuando el paisaje necesita colorearse inmediatamente de empatía. Hay que utilizarlas bien. A mí me gusta aclarar que normalmente entre empatía y asertividad se produce una relación de vasos comunicantes. Las personas de naturaleza empática refuerzan su asertividad, porque al contemplar la realidad desde ángulos de observación ajenos, y con argumentos poco familiares, les permite cotejar la suya con nuevos elementos y admitir su idiosincrasia y su condición de personas no estandarizadas y por tanto únicas. Del mismo modo, pero en dirección contraria, emplear la asertividad de un manera frecuente saca filo a la empatía. Velar argumentativamente por nuestros derechos es una forma de admitir la presencia de los de los demás, y por tanto erigirnos en sus aliados. Con la defensa empática de nuestros derechos indirectamente custodiamos los de los otros. Puede parecer una conclusión muy lapidaria, pero es díficil que haya asertividad sin empatía y empatía sin asertividad. Se salvaguardan mutuamente.
Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com
José Miguel Valle. Escritor y filósofo
Foto portada: Fiesta, de Irma Gruenfof
Read moreEn el último tiempo mis reflexiones giran en torno al pertenecer a un grupo, una familia, un equipo de trabajo, un deporte, siempre queremos ser parte de algo, algo donde seamos aceptados, valorados y donde se pueda ser uno mismo y se puedan desplegar nuestros talentos. ¡Qué mejor sensación que esa!
Creo que sentirse parte de algo esta en la naturaleza humana, el desarrollo del hombre y su civilización se funda en el desarrollo de su comunidad, sentirse parte es necesario y da un sentido a la vida.
Es necesario entender que sólo el tiempo te da la posibilidad de conocer a fondo el grupo donde estamos. Ser parte de algo dónde me siento cómodo es el reflejo de un grupo de personas donde compartimos intereses comunes, valores parecidos, una misión conjunta, un desafío, significa aceptar normas, reglas, deberes, derechos, dar, recibir, conocer límites, compartir, conocer personas, aceptar defectos, virtudes, sentirnos protegidos y tantas otras cosas que nos da ser parte de un grupo. Mi recomendación no es sólo ser parte, sino ser parte activa en un grupo, crear lazos, aportar, estar presente, esas son las cosas que marcan la diferencia. Estar presentes hace que crezcamos, aportemos a los demás, mejoremos de manera continua, enseñemos y nos desafiemos.
Ahora el tema está en que seamos capaces de reconocer la finalidad de la agrupación a la que pertenecemos. Cuándo el fin es bueno en sí, termina siendo bueno para todos, pero cuándo el fin atenta contra nosotros mismos o es bueno sólo para unos pocos, sería importante reflexionar al respecto. Esto no es nada fácil ya que muchas veces nos confundimos en reconocer lo que es bueno para nosotros. Como buenos seres de costumbre que somos, por un poco de afecto o protección o sentirse parte, somos capaces de dejar de ver lo que es bueno en sí y la historia así nos lo ha demostrado en diferentes ocasiones.
Elige ser parte!!! Súmate a ser parte de algo que te de un sentido a ti y a los tuyos, de algo grande, dedícale tiempo y ten paciencia, muchas veces los frutos no son inmediatos, pero llegan. Piensa lo difícil que puede ser no pertenecer a nada y lo trascendental que puede ser incluir a otros a ser parte de algo, puedes cambiar la vida de muchas personas invitándolas a que sean parte de tu mundo.
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Psicóloga U Andes
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