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Recomendaciones para Sostener Conversación Transformadoras

  • Universidad del Emprendedor – Simón de Cirene
  • sep 25, 2020
  • 0
  • comunidadconversacionesdialogologrosorganizacionpautassesionestecnicas

Corporación Simón de Cirene
A continuación, te ofrecemos algunas sugerencias y buenas prácticas para desarrollar el arte de conversar junto
a otras personas dispuestas a escucharse, influir y dejarse influir. Una dinámica posible de realizar con cualquier
grupo de personas.

1. Equipo
Es importante contar con un equipo de personas preparadas para facilitar y sostener espacios de conversación,
cuyas habilidades interpersonales logren generar contextos de confianza y cercanía para impulsar buenas
prácticas de comunicación efectiva. Ideal que sea un equipo estable.
Puntos a considerar:
● Inducción: Es importante que los facilitadores puedan desarrollar competencias, tales como: la capacidad
de escucha, el diseño de conversaciones y gestión de espacios emocionales, con el objeto de favorecer la
conectividad entre los participantes, es decir, la capacidad de influir y dejarse influir.
● Sentido: Los facilitadores deben comprender cuál es el sentido de propósito de la conversación, es decir,
para qué nos vamos a escuchar, lo cual permitirá dar foco a la conversación a sostener.
● Inclusión: Es bueno que el equipo de facilitadores favorezca la inclusión de todos los participantes para
favorecer una conversación pluralista considerando los más diversos puntos de vista.
● Expectativas: El moderador debe ser capaz de establecer al inicio el marco sobre el cual se abordará la
conversación aclarando dudas y regulando las expectativas. Es importante que cada participante se sienta
escuchado y valorado como persona, pudiendo expresar sus ideas, intereses y preocupaciones, mientras
que los demás puedan no sólo escuchar lo que se dice, sino que también desde dónde se dice. Cada uno
de nosotros es una persona que se expresa desde sus propias experiencias e interpreta lo que le pasa desde
sus propias vivencias.

2. Preparación previa
● Mapeo de Actores y el Territorio: Es esencial dedicar tiempo previamente para identificar los actores
claves en la comunidad, las dinámicas de organización en el territorio y el contexto e historia del lugar y
las personas. De esta forma empatizar, sensibilizar y encauzar de mejor forma la conversación con mayor
probabilidad de obtener resultados positivos a partir de los anhelos, intereses y preocupaciones que
pudieran ser detectados.
● Idea Fuerza: Todos los facilitadores deben estar alineados con el objetivo comunicacional que se espera
entregar durante el proceso de conversación. Para ello, es importante considerar que todo lo que se
exprese, se muestre, se indique, etc. estará comunicando algo a los demás.
● Logística: Es importante planificar previamente todos los aspectos logísticos requeridos para una adecuada
jornada de conversación. En tal sentido, el espacio físico, la infraestructura (ej. sillas), los implementos
metodológicos, medio ambientales (ej. música ambiente) o de ser necesarios un servicio de coffee break
o catering deben ser debidamente coordinado. Es útil contar con un check list y un coordinador dentro del
equipo quien sea el responsable de velar porque todo funcione de acuerdo con lo programado. La
impecabilidad en la ejecución generará en la comunidad un mayor contexto de confianza, legitimando el
nivel de competencia con la cual se lleva a cabo el proceso. De igual modo, ideal si es posible solicitar a
proveedores locales los servicios que pudieran ser requeridos en la jornada.

3. Durante la Conversación
El rol de los facilitadores en la dinámica conversacional es ser un puente de comunicación entre las partes. Si
bien se espera que mantengan una cierta neutralidad, es recomendable que en ciertos momentos puedan
realizar preguntas con el objeto de indagar y profundizar en la intervención de algún participante. Finalmente,
se espera que sea la comunidad quien vaya identificando sus problemas y diseñando posibles soluciones. A
continuación, algunas recomendaciones para lograr resultados óptimos:
● Preguntas Inspiradoras y Escucha Activa: La clave de una buena conversación nace de preguntas
inspiradoras y una escucha activa. Las preguntas son la puerta del descubrimiento, propician la creatividad
y buenas ideas. Una buena pregunta genera curiosidad, es provocativa e invita a buscar soluciones.
Mientras que la escucha activa, busca conscientemente poner atención no sólo a lo que dice una persona,
sino que además se busca interpretar por qué lo está diciendo y desde dónde lo está diciendo, es decir,
cuáles son sus criterios de validación. Además, al escuchar de manera activa estamos considerando la
emocionalidad con lo que dice lo que dice y los gestos que utiliza (corporalidad). Todo comunica.
● Contingencia: Estar al día con las noticias y lo que está pasando, puede orientar el rumbo de las
conversaciones, anticipándose ante coyunturas, evitando algún sesgo o manteniendo cierta neutralidad.
● Reaccionar Rápida y Oportunamente: Si no se puede resolver es necesario, al menos, hacerse presente,
dar cuenta del interés y empatizar con la persona, es clave prepararse para acompañar y sostener
conversaciones difíciles.
● Poner Atención en la Capacidad de Influir de las Personas: A veces la persona que menos se espera, es
la que tiene mayor influencia en la comunidad. Por lo mismo, es clave tener un buen mapeo de actores.
● Capacidad de Articulación: Potenciar la capacidad de articular intereses entre los distintos actores
desplegados en el territorio con el objeto de optimizar recursos.
● Gestión por Aprendizaje: Es clave que los facilitadores en terreno estén constantemente reflexionando y
reevaluando su trabajo con las comunidades y las actividades realizadas en el territorio. Ideal si es posible
compartir toda la información relevante de la forma más instantánea posible. De igual manera, después
de cualquier espacio de conversación se deben rescatar los aprendizajes, tanto de la comunidad como del
equipo de facilitadores, en una dinámica asociada a prácticas de mejora continua.

4. Metodologías para los Espacios de Conversación
Existen múltiples formas y metodologías para encauzar buenas conversaciones con la comunidad. Algunos
ejemplos útiles son:
● Círculo de Conversación: Este método consiste en sentar a los participantes en círculo, en torno a una
intención común. Se puede fijar un centro, que funcione como el eje de una rueda, colocando objetos que
recuerden la intención del círculo. En general, cada círculo cuenta con un facilitador, quien guía el proceso
y un guardián quien se preocupa de fijar el ritmo de las conversaciones. La idea es propiciar un espacio
de conversación abierto y respetuoso, donde todos se sientan cómodos y participen activamente.
● Café Mundial (World Café): Este es un proceso en el que se reúne a las personas en un ambiente similar
al de un café y conversan sobre alguna(s) pregunta(s) fundamental(es). La idea es reunir a las personas en
mesas pequeñas, y que los participantes vayan rotando por las distintas mesas en un umbral de tiempo
determinado. Cada mesa tiene un anfitrión, quien guía la conversación en cada ronda, comparte lo visto
previamente y fortalece lo obtenido con los aportes de quienes van conformando las mesas en las
siguientes rondas.
● Técnica de Espacio Abierto (Open Space Technology): Es una manera de crear espacios de conversación
inspiradoras para cualquier tipo de persona, en cualquier tipo de organización o comunidad. Los
participantes crean y coordinan su propia agenda, son sesiones de trabajo simultáneas, alrededor de un
tema central y de importancia colectiva. Se basa en la experiencia de que tenemos la capacidad de
construir juntos el futuro. Esto se expresa de modo concreto, ya que todos los logros de las conversaciones son registrados y compartidos en un documento final, generado por los mismos participantes.

Extraído del Blog de UNIVERSIDAD DEL EMPRENDEDOR – SIMÓN DE CIRENE

 

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El “mensaje Tú” y el “mensaje Yo”: la clave para una relación feliz

  • Editorial Phronesis - www.elartedesabervivir.com
  • sep 23, 2020
  • 0
  • claridadcomunicaciondialogoemocionesjuiciomensajeparejarespeto

La comunicación juega un papel fundamental en cualquier relación de pareja, ya que de ella depende la satisfacción de los amantes. Muchos de los problemas que perjudican y sabotean la permanencia de un vínculo sentimental se deben a la incapacidad para expresar nuestros sentimientos de manera asertiva, por ello, es importante que nos esmeremos en hallar la mejor vía disponible para sentirnos cómodos hablando de lo que ocurre en nuestro interior. 

Al iniciar una relación, el principal objetivo suele ser compartir gustos, recuerdos, aspectos íntimos y expectativas a largo plazo, sin embargo, y aunque las intenciones sean positivas desde el inicio, la condición humana implica estar preparados para atravesar también momentos menos gratos y saber cómo afrontarlos. Es entonces cuando el arte de comunicarnos asertivamente cobra una importancia invaluable. 

Es común ver a personas que no saben expresar sus sentimientos, emociones, preocupaciones o deseos sin ser ofensivos o hirientes. La frustración y la impotencia a menudo interfieren en nuestra habilidad para manifestar pensamientos sin ser imperativos, lo que conduce a situaciones violentas y desagradables a través de mensajes como “eres muy torpe”, “nunca me escuchas” o “por tu culpa”. A este tipo de enunciados se le llama “mensajes Tú”. 

Un mundo de diferencia entre Tú y Yo

Los mensajes Tú se caracterizan por responsabilizar al otro de nuestros males y aniquilar su oportunidad de defenderse. Solemos utilizarlos cuando nos sentimos tremendamente enfadados, decepcionados o dolidos; es una forma de “hacer estallar” nuestra queja, no obstante, el remedio es peor que la enfermedad porque la respuesta del otro suele ser agresiva o negativa en otro aspecto, desatando sentimientos de culpa y discusiones.

A todos nos ha sucedido que nos encontramos en una situación irritante y acabamos diciendo cosas sin pensar de las que más adelante nos arrepentimos. Los mensajes Tú destruyen la dignidad del otro porque brotan de momentos de ira incontrolable. Si, además, usamos este tipo de lenguaje con recurrencia, no sería raro que terminemos ahuyentando a nuestra media naranja.

También te puede interesar: Claves para tener una relación de pareja exitosa

Para ello, existe una técnica de comunicación asertiva denominada mensajes Yo. Consiste en cambiar la manera en que formulamos palabras y frases dando prioridad al respeto y la claridad.

Los mensajes Yo nos responsabilizan de lo que decimos sin juzgar ni acorralar a nuestra pareja, ya que, como su nombre lo indica, se remiten en primera persona. Con este tipo de lenguaje estamos informando que lo que expresamos al otro es completamente nuestro: son nuestros deseos, nuestras ideas, nuestras preferencias. Así, le hacemos saber a la otra persona que no la estamos culpando por lo que sentimos, pero al mismo, también expresamos nuestro desacuerdo de manera eficaz. 

Pasos a seguir para sacar provecho a los ‘mensajes Yo’

  1. Describir la situación, eliminando cualquier tipo de juicio que pueda ser interpretado negativamente por nuestra pareja. 
  1. Describir cómo nos sentimos, explicando las emociones que nos genera un evento particular. 
  1. Proponer una alternativa con el objetivo de negociar un cambio y no dar una orden. 

Estos son ejemplos de mensajes Tú que a veces utilizamos en una relación y cómo podemos transformarlos en mensajes Yo para mejorar la comunicación:

1) Mensaje Tú: “Siempre llegas tarde, estoy cansado de esperarte. ¿Qué excusa vas a usar hoy?”.

Mensaje Yo: “Me incomoda que llegues tarde, esta situación me genera malestar. Me gustaría que pudieras informarme que no podrás estar a tiempo”.

2) Mensaje Tú: “¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta que dejes tu ropa en el sillón? ¿Yo arreglo la casa para que tú llegues a desordenarla?”.

Mensaje Yo: “Cuando veo que pones la ropa en el sillón, siento que no valoras mi esfuerzo. Me gustaría que la colocaras en el cesto de la ropa sucia”. 

¿Lo ves? Son dos formas muy distintas de expresar lo mismo, pero cultivando resultados distintos.

No es nada fácil utilizar siempre mensajes Yo, pero cuando comiences a aplicar esta técnica verás que la comunicación en pareja poco a poco irá mejorando, y te acostumbrarás a adoptar los mensajes Yo como la mejor vía posible para transmitir tus ideas y sentimientos.

Extraido de: Editorial Phronesis

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2018-06-e

Cuando el “Hola, ¿cómo estás?” no basta

  • Mundo Mujer
  • jun 22, 2020
  • 0
  • comunconocerconversacionconversardialogohorizontesprofundarelaciones sociales

Seguramente todos —alguna vez en la vida, al menos— hemos pasado el incómodo momento de tener que establecer contacto con personas nuevas en eventos sociales o laborales, y no haber sabido qué decir para hacerlo. El “Hola, ¿cómo estás?” suele ser lo primero que se nos viene a la mente, pero luego… ¿qué decir para continuar la conversación?

En un mundo en el que la comunicación verbal y no verbal (conversar cara a cara) comienza a sentir la presión de la comunicación digital (Whatsapp, Facebook, Instagram), las frases de cortesía para entablar y mantener una conversación comienzan a ser olvidadas. Hoy en día, expresiones como “Me gusta lo que has dicho”, “Te envío un abrazo” o “¡Ánimo!” están siendo reemplazadas por emoticones de un pulgar hacia arriba, una carita amarilla con dos manos pequeñitas a ambos lados o un brazo musculoso.

Si cada día aumentan nuestras relaciones virtuales y disminuyen nuestras conversaciones cara a cara, establecer contacto con alguien en reuniones sociales o de trabajo se volverá más arduo porque estaremos perdiendo la facilidad y habilidad de comunicarnos a través de la palabra hablada.

He aquí algunas preguntas para iniciar y mantener una conversación cara a cara, que ofrecen más probabilidades de encontrar diversos puntos en común con los nuevos contactos:

¿CREES QUE ESTO TIENE BUEN FUTURO? Si estamos en un evento de trabajo, esta pregunta permite escuchar la opinión sobre lo que se está viendo o tratando, además de los criterios de evaluación que permitirán intercambiar puntos de vista.

¿QUÉ ES EN LO QUE MÁS TE LLAMA LA ATENCIÓN DE LO QUE ACABAMOS DE VER? Esta es una pregunta con una amplia gama de respuestas posibles. Da a nuestro interlocutor  la posibilidad de explayarse sobre el contenido del evento, comparar con lo que ha visto en el pasado, y tal vez decantar en situaciones personales que lo lleven a hablar de algún proyecto personal o cualquier cosa que le emocione.

¿ENCONTRASTE AQUÍ LO QUE NECESITABAS? Esta pregunta, al igual que la anterior, ofrece un gran abanico de respuestas interesantes.

¿ESTUDIASTE EN ESTE PAÍS? Esta pregunta abre horizontes de conversación no solo sobre sus estudios, sino también sobre su familia, sus amigos, recuerdos agradables, y una larga lista de posibles temas de conversación y puntos en común.

¿REALIZAS ALGUNA ACTIVIDAD FUERA DEL TRABAJO? Esta pregunta —que puede colocarse un poco más adelante en la conversación— permite hablar de los hobbies, de deportes, de proyectos y emprendimientos, del tiempo dedicado a la familia.

Es muy cierto que la tecnología nos brinda una extraordinaria rapidez en la comunicación, en cualquier lugar y hora, pero nada se compara al calor humano que brinda el contacto personal en una conversación con un amigo.

Autor: Patricia León Gonzalez

Extraido de Revista Perspectiva

 

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debate

Cada vez se debate más, cada vez se dialoga menos

  • Jose Miguel Valle - Blogger EspacioSumaNoCero
  • ene 22, 2020
  • 0
  • combatirdebatedialogoescucharintercambiolucharmediacion

Compruebo con desolación que cada vez se debate más, pero cada vez se dialoga menos. Erróneamente creemos que dialogar y debatir son términos sinónimos, cuando sin embargo denotan realidades frontalmente opuestas. Como hoy 21 de enero se celebra el Día Europeo de la Mediación, quiero dedicar este artefacto textual a todas esas mediadoras y mediadores con los que la vida me ha entrelazado estos últimos años tanto en el ámbito de la docencia como fuera de ella. El mediador es un prescriptor del diálogo entre los agentes en conflicto allí donde el diálogo ha fenecido, o está a punto de morir por inanición, o es trocado por el debate y la discusión. Dialogamos porque necesitamos converger en puntos de encuentro con las personas con las que convivimos. «El hombre es un animal político por naturaleza, y quien crea no serlo o es un dios o es un idiota», ponderó Aristóteles en una sentencia que condecora al destino comunitario con la medalla de oro en el evento humano. Dialogamos porque somos animales políticos. Si la existencia fuera una experiencia insular en vez de una experiencia al unísono con otras existencias, no sería necesario. El propio término diálogo no tendría ningún sentido, o sería inconcebible. Diálogo proviene del prefijo «día» (adverbio que en griego significa que circula) y «logos» (palabra). El diálogo es la palabra que circula entre nosotros, que como he escrito infinidad de veces debería ser el gentilicio de cualquier habitante del planeta Tierra con un mínimo de inteligencia y bondad.

El prefijo dia, que da osamenta léxica a la palabra diálogo, ha desatado mucha tergiversación terminológica. Es habitual conceder consanguinidad semántica a términos como diálogo, debate, discusión, disputa. El prefijo latino dis de discutir se asemeja fonéticamente al dia de diálogo, pero son prefijos con significados desemejantes. Dis alude a la separación. El término discutir proviene del latín discutere, palabra derivada de quatere, sacudir. Discutir por tanto sería la acción en la que se sacude algo con el fin de separarlo. También significa alegar razones contra el parecer de alguien, y ese «contra» aleja por completo la discusión de la esfera del diálogo. Discutir y polemizar, que proviene de polemos, guerra en griego, son sinónimos. En el diálogo se desea lograr la convergencia, en la discusión se aspira a mantener la divergencia. Y cuando se polemiza se declara el estado de guerra discursiva.

Algo similar le ocurre al debate, cuya etimología es de una elocuencia aplastante. Proviene de battuere, golpear, derribar a golpes algo. De aquí derivan las palabras batir (derrotar al enemigo), abatir (verbi gracia, abatir los asientos del coche, léase, tumbarlos o inclinarlos), bate (palo para golpear la pelota en el béisbol, o para hacer lo propio fuera del béisbol con un cuerpo ajeno), abatido (persona a la que algo o alguien le han derruido el ánimo).  Debate también significa luchar o combatir. El ejemplo que comparte el diccionario de la Real Academia para que lo veamos claro es muy transparente: Se debate entre la vida y la muerte. Debatir rotularía la pugna en la que intentamos machacar la línea argumental del oponente en un intercambio de pareceres. Queremos batirlo. En el debate no se piensa juntos, se trata de que los participantes forcejeen con el pensamiento de su adversario y lograr la adhesión del público que asiste a la refriega.  El debate demanda contendientes en vez de interlocutores, porque en su circunscrito territorio de normas selladas se acepta que allí se librará una contienda en la que se permiten los golpes dialécticos, un espacio en el que las ideas del adversario son una presa que hay que abatir.

La bondad que el diálogo trae implícita (me refiero al diálogo práctico que analicé en el ensayo El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza –ver-) dociliza las palabras y cancela la posibilidad de que un argumento se fugue hacia el golpe y sus diferentes encarnaciones. El exabrupto, la imprecación, el dicterio, el término improcedente, las expresiones lacerantes, el maltrato verbal, el zarpazo que supone hacer escarnio con lo que una vez fue compartido bajo la promesa de la confidencia, el silencio como punición, el comentario cáustico y socarrón, la coreografía gestual infestada de animosidad, o la voz erguida hasta auparse a la estatura del grito, siempre aspiran a restar humanidad al ser humano al que van dirigidos. No tienen nada que ver con el diálogo, pero son utilería frecuente en los debates y en las discusiones. Además de tratarse de acciones maleducadas, también son contraproducentes, porque hay palabras que ensucian indefinidamente la biografía de quien las pronunció. Más todavía. Si las palabras se agreden, es muy probable que también se acaben agrediendo quienes las profieren. Sin embargo, la palabra educada y dialógica concede el estatuto de ser humano a aquel que la recibe. Ese diálogo cuajado de inteligencia y bondad permite el prodigio de vernos en el otro porque ese otro es como nosotros, aunque simultáneamente difiera. Cuando alcanzamos esta excelencia resulta sencillo tratar a ese otro con el respeto y el cuidado que reclamamos constitutivamente para nosotros. Lo trataríamos como a un amigo al que con alegría le concedemos derechos. Y con el que también alegremente contraemos deberes.

Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com

José Miguel Valle.  Escritor y filósofo

Imagen portada : Obra de Alex Katz

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CON-VIVIR, ¿Cómo comunicarnos?

  • Mundo Mujer
  • nov 25, 2019
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  • comunicaciondialogoempatía

Carmen Gloria Gorigoitía Directora de Mundo Mujer, el pasado jueves 21, se reunió en la Sala CODAR, con un grupo de vecinos de Reñaca para conversar sobre «Convivencia» y su importancia en la dinámica de una sociedad.

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Dos no se entienden si uno de los dos no quiere

  • Jose Miguel Valle - Blogger EspacioSumaNoCero
  • nov 18, 2019
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Hace años extraje de la lectura de una novela de José Saramago la reflexión de que cuanto más se mira menos se ve. Como hablar y mirar son sinónimos en un sinfín de ocasiones, es una sentencia muy adecuada para explicar esa liturgia del conflicto en la que los actores no dejan de hablar y con cada nuevo apunte enrevesan la interlocución hasta conseguir que sus aportaciones sean una apoteosis de la ininteligibilidad. Me atrevo a decir que se trata de un tropismo discursivo. Yo me he visto envuelto en esta deriva humana demasiado humana, pero me he acordado de esta cita de Saramago, la he sacado a colación y he dejado de mirar porque estaba en ese punto en el que una sobreexplotación del mirar provocaba la consecuencia dolorosa de no ver nada. Parece antitético, pero un hartazgo de hablar en vez de aclarar las cosas las puede enturbiar, ensombrecer y plagarlas de una oscuridad que las haga inasibles. Schopenhauer debía conocer muy bien esta inercia porque en su ensayo El arte de tener razón prescribía dejar hablar al oponente para que desgranase un número elevado de argumentos, y luego atacarlo refutando cualquiera de los sostenidos en último lugar. Cuando argumentamos, cada nuevo argumento aparece más debilitado que el anterior, incluso puede despeñarse en la incongruencia, así que si permitimos que nuestro rival dialéctico emplee una ringlera de ellos, será relativamente sencillo argüir alguno de los últimos, incomparablemente más frágil que cualquiera de los primeros. En un conflicto tan primordial es saber hablar (hablar mucho o poco es irrelevante frente a hablar bien y localizar con exactitud el epicentro de la controversia) como utilizar la prudencia de callar y retardar su posible resolución para otro momento, sobre todo si de tanto hablar ninguno de los concernidos ya sabe de qué se está hablando. Todo esto es fundamental para la sana articulación de un conflicto, pero es irrisorio si lo comparamos con lo que quiero contar a continuación.

En El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza escribí que igual que dos no riñen si uno no quiere, dos no se entienden si uno de ellos no está por la labor de querer entenderse. Es una obviedad olvidada, que es lo que suele ocurrirle a lo obvio: lo arrumbamos al desván de lo incuestionado y tiempo después no nos acordamos de su existencia cuando ponerlo en crisis ayuda a esclarecer y a esclarecernos. No sé si se debe a mi filosófica procedencia académica, pero recuerdo que cuando hace años comencé a estudiar la anatomía del conflicto y tuve la suerte de entrevistarme con varias autoridades en la materia, siempre les preguntaba sobre este tema, sobre la intencionalidad de los actores o, en terminología kantiana, sobre la buena voluntad. Mi bisoñez de entonces no sabía expresarlo bien, pero ahora sé que da igual que los agentes del conflicto se aprovisionen de potentes herramientas discursivas, que se manejen en la sofisticación epistémica del problema, que posean altos niveles de alfabetización en el arte de desactivar conflictos y en el de aplicar procedimientos eficaces, que conozcan los dinamismos negociadores, que se pertrechen de afiladas tácticas de persuasión y argumentación, que posean dispositivos cognitivos para relacionarse óptimamente con sus respuestas emocionales, o que desplieguen modelos predictivos para vaticinar los juegos de acción y reacción connaturales a toda fricción. Todo lo que he enumerado aquí es maquinaria operativa inútil si una de las partes no quiere entenderse con la otra. Hace unos días le explicaba este mismo argumento a un amigo, aunque agregué una vuelta de tuerca más y complejicé el escenario: «¡Imagínate qué puede ocurrir cuando son los dos los que no quieren entenderse!».

Dos personas se pueden entender si las dos desean entenderse, pero es categóricamente imposible que puedan entenderse si una de ellas, o las dos, no desea entenderse con la otra. Sé que todas estas predicaciones son tautologías, pero es que cuanto más profundo es el lugar en el que realizamos la minería humana más probable es acabar formulándolas. Afirmar que uno de los interlocutores no quiera entender para que los dos no se entiendan es una afirmación rotundamente reveladora. Desplaza la resolución de un conflicto a los territorios de la predisposición ética, no a los discursivos y comunicativos en los que hemos inventado aparataje de toda índole para poder construir evidencias comunales que permitan erguir espacios intersubjetivos. Los utillajes discursivos de la inteligencia no sirven para nada sin la acción intencional de utilizarlos, y mantienen intacta su improductividad si además no se utilizan de un modo patrocinado por la cordialidad. Cuando un interlocutor no quiere ver, da igual lo que se le muestre para que mire. Ocurrirá lo que predice Saramago, que cuanto más mire menos verá, o más subterfugios hallará para justificar la posición inamovible de la que parte, según el ardid señalado por Schopenhauer. En Ética para náufragos, José Antonio Marina define el diálogo como el uso de un pensamiento compartido, pero ese uso solo puede coronarse desde el querer usarlo. La razón cordial postulada por Adela Cortina es la disposición sentimental a pensarse en común, es decir, a utilizar el pensamiento de una manera compartida para encontrar una evidencia mejor que la anterior y que simultáneamente mejore a los interlocutores. Justo mientras redacto este texto, una amiga de Barcelona publica en las redes una reflexión extractada de la recién publicada novela El negociado del ying y el yang de Eduardo Mendoza: «La mitad de la inteligencia es entender, la otra mitad, hacerse entender». La redondez aritmética de esta frase me parece sublime, pero al leerla y meditarla me he encontrado con un severo problema geográfico. No sé en cuál de las dos mitades ubicar el deseo recíproco de querer entenderse, cuando sin ese deseo y su necesaria mutualidad las dos mitades que cita Mendoza devienen yermas. Salvo que ese deseo sea anterior a esa inteligencia y se localice fuera de ella, en un sitio que podríamos llamar bondad.

Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com

José Miguel Valle.  Escritor y filósofo

Foto portada: Pintura de Nick Lepard

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Habla para que te vea

  • Jose Miguel Valle - Blogger EspacioSumaNoCero
  • oct 2, 2019
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Tanto en cursos como en alguna charla suelo contar una anécdota atribuida a Sócrates. Muchos alumnos que han asistido a mis clases la conocen muy bien porque se me antoja muy preceptiva para el buen funcionamiento de las relaciones personales. El filósofo estaba casado con Jantipa, una mujer con un temperamento especialmente bilioso. Una vez se enzarzaron en una acalorada discusión y la irascible Jantipa agarró un cubo de agua y lo arrojó con furia a  la cara de Sócrates. A pesar del inesperado remojón, Sócrates tuvo la suficiente cintura para quitarle importancia al asunto: «Sabía muy bien que tras los truenos llegaría la lluvia». El relato no aclara si al escuchar estas palabras su mujer se encolerizaría todavía más y acabaría estampándole el cubo. Pero esta no es la anécdota que quiero compartir, sólo es un preámbulo para entender mejor el contexto. Casi siempre Jantipa, en vez de exponer verbalmente los motivos de su enojo, lo ritualizaba hacinándolo en un silencio malhumorado o depositándolo en algún que otro gruñido plagado de animosidad. Su silencio era como la aguja del sismógrafo que empieza a agitarse vaticinando la presencia de un terremoto. Como Sócrates ya estaba acostumbrado, cada vez que volvía a casa y veía a su esposa con el ceño fruncido y los labios apretados le interpelaba: «Habla para que te vea». Dicho de un modo técnico le sugería que por favor desplegara todas las herramientas que se articulan en el lenguaje hablado (léxico, sintaxis, gramática, semántica, prosodia, vocabulario gestual) para entablar un diálogo y evitar así la fosilización del enfado. Como sólo hablando se puede exorcizar el fantasma de la suposición, pero también es el único modo de tomar conciencia de  los frecuentes puntos ciegos de nuestra propia conducta, yo agregué otro posible ruego de Sócrates a su mujer: «Háblame para que yo me vea».

El año pasado conté esta anécdota en una clase del curso de experto en Mediación de la universidad Pablo de Olavide, y días después una alumna la transcribió para publicarla en una semanal columna de prensa. Su transcripción guardaba reivindicaciones feministas. Allí relataba que en esta anécdota la mujer, como siempre, se hallaba confinada en casa y Sócrates por ahí, y que probablemente Jantipa albergaba bastantes razones para estar enfadada y no apetecerle nada departir con su marido. Aquel artículo me hizo recapitular, recodificar los significados y añadir variantes a la anécdota. De repente ya no todo orbitaba en torno a la figura arbitral de Sócrates, sino que su mujer incrementaba su protagonismo, lo que otorgaba al episodio caleidoscópicos focos de observación totalmente novedosos. El inicial «habla para que te vea» podía trocarse por una interpelación en la dirección contraria y en el requerimiento de un recurso comunicativo distinto. Jantipa podría reprocharle a Sócrates: «Pregúntame para verme». Incluso si el diálogo buscaba combatir los ángulos muertos del comportamiento, Jantipa podía tomar la iniciativa e inquirirle a su marido: «Pregúntame para que te veas».

Hablar, dialogar, preguntar, negociar, pactar son verbos insertos indefectiblemente en la experiencia humana compartida. Hasta ahora no hemos encontrado una fórmula más eficaz para la opulencia comunicativa y para el arte de vivir en armonía que dialogar. El diálogo es el ecosistema en el que la palabra se despliega sobre sí misma y se enriquece con la pacífica presencia de otras palabras. Acota una territorialidad de la razón comunicativa vetada por completo a cualquier otro elemento de la comunicación. Gracias al diálogo podemos asimilar la alteridad y la divergencia canjeando argumentos. Gadamer afirma que el entendimiento mutuo nace de la fusión de horizontes, los que se trazan y expanden a medida que se va acumulando experiencia vital, pero, me permito añadir yo, esos horizontes cuajados de información y axiología sólo pueden ser absorbidos inteligiblemente por nuestro interlocutor en la estructura que facilita el diálogo. Hablando no siempre se entiende la gente, como proclama con excesivo optimismo el refranero, pero sin hablar es harto difícil que las personas podamos entendernos. La comprensión es el mayor afrodisíaco del diálogo.

Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com

José Miguel Valle.  Escritor y filósofo

Foto portada: Imagen de pasja1000 en Pixabay

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asertividad

Empatía y asertividad, ni contigo ni sin ti

  • Jose Miguel Valle - Blogger EspacioSumaNoCero
  • sep 24, 2019
  • 0
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Una de las tensiones más frecuentes que se desatan en la búsqueda de conciliación de intereses antagónicos es la que se produce entre la empatía y la asertividad. La empatía consiste en habitar en la mirada del otro y contemplar desde allí la realidad para tratar de comprender los argumentos que nuestro interlocutor deposita en nuestro intelecto. La asertividad es la habilidad de defender discursivamente nuestra postura y nuestros derechos sin agredir ni denostar los de nuestro opositor. La convivencia entre la actitud empática y la asertiva a veces se enreda y en vez de plebiscitar soluciones agrava los problemas. En un escenario de conflicto podemos pecar de ser excesivamente empáticos y desatender nuestros intereses, o a la inversa, exacerbar nuestra asertividad y mostrarnos insensibles con los intereses de nuestro homólogo, enrocarnos en la consecución de los nuestros aún a costa de perjudicar indiscriminadamente los suyos.

La empatía o la asertividad son habilidades sociales eficaces o estériles según el uso que hagamos de ellas. Pueden provocar desórdenes homeostáticos en las interacciones si se utilizan en porcentajes desequilibrados. No hay ni que elogiarlas  ni tampoco censurarlas en bloque. No sirve de nada aplaudir una conducta empática cuando la situación solicita asertividad, o entronizar la asertividad cuando el paisaje necesita colorearse inmediatamente de empatía. Hay que utilizarlas bien. A mí me gusta aclarar que normalmente entre empatía y asertividad se produce una relación de vasos comunicantes. Las personas de naturaleza empática refuerzan su asertividad, porque al contemplar la realidad desde ángulos de observación ajenos, y con argumentos poco familiares, les permite cotejar la suya con nuevos elementos y admitir su idiosincrasia y su condición de personas no estandarizadas y por tanto únicas. Del mismo modo, pero en dirección contraria, emplear la asertividad de un manera frecuente saca filo a la empatía. Velar argumentativamente por nuestros derechos es una forma de admitir la presencia de los de los demás, y por tanto erigirnos en sus aliados. Con la defensa empática de nuestros derechos indirectamente custodiamos los de los otros. Puede parecer una conclusión muy lapidaria, pero es díficil que haya asertividad sin empatía y empatía sin asertividad. Se salvaguardan mutuamente.

Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com

José Miguel Valle.  Escritor y filósofo

Foto portada: Fiesta, de Irma Gruenfof

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La escucha activa

  • Jose Miguel Valle - Blogger EspacioSumaNoCero
  • sep 2, 2019
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  • asertividadcomunicacionconflictodialogoempatíaescucharnegociaciónoir
Uno de los términos más manidos de los últimos tiempos es el de «la escucha activa». Tendemos a confundir oír con escuchar, que son dos acciones muy diferentes, y quizá por eso hemos colocado un epíteto a la acción de escuchar. Puede parecer una definición muy llana, pero escuchar es prestar atención a lo que se oye.
En el contexto de una acción comunicativa es atender a lo que nos están diciendo, anclar nuestra atención en la transferencia de información que están depositando en nosotros. Ocurre que nuestro cerebro recibe mensajes  a una velocidad de 150 palabras por minuto (no podemos hablar más deprisa), pero posee una afilada capacidad para procesar 700 palabras en el mismo tiempo. Esta gigantesca asimetría entre la llegada de información verbal y la capacidad cerebral para dar cabida a casi siete veces más provoca que muchas veces estemos pensando en otras cosas mientras alguien nos habla.
De ahí la relevancia de prestar atención, que podría definirse como el acto consciente en el que impedimos que nuestro cerebro se entretenga con todo aquello ajeno al episodio comunicativo para centrarse en las pocas palabras que le entrega nuestro interlocutor para decodificarlas. Precisamente la escucha activa trata de combatir esta propensión a rellenar el pensamiento con otra información y con otras ideas mientras se dirigen a nosotros. La escucha activa es una técnica de comunicación en la que un oyente recepciona un mensaje verbal, identifica lo expresado y después lo reformula utilizando palabras análogas a las que utilizó su interlocutor para saber si los significados interpretados y los expuestos concuerdan.
Puede parecer una contradicción léxica, pero la escucha activa no se reduce a escuchar, es sobre todo hablar de lo que acabamos de escuchar. O sea, a la escucha activa le sobre el epíteto (activa) y le falta un verbo (hablar).

Extraido de espaciosumanocero.blogspot.com

José Miguel Valle.  Escritor y filósofo

Foto portada: Obra de David Kockney

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Planificación Estratégica

  • Pilar Sordo - Psicóloga
  • nov 14, 2018
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  • amorcomunicaciondialogoemocionesestrategiasfamiliaplanificacionsentido

Para la gente que se mueve lejos del mundo empresarial , les cuento que la planificación estratégica es un evento que generalmente se hace una vez al año en toda empresa para analizar el presente y planificar el futuro que cubre a lo mínimo un año siguiente a la evaluación.

Este proceso se hace generalmente fuera de la empresa, en algún lugar agradable, donde los directivos comen rico y duermen bien pero trabajan mucho.

En el mejor de los casos, se considera en el análisis a los trabajadores y sus necesidades y en el peor se ven los costos, ganancias e inversiones presentes y futuros .

Es como que se decide, “ parar el tiempo “ para analizar cómo estamos en el presente y hacia dónde vamos .

Siempre me ha llamado la atención como hacemos tanto esfuerzo para mantener nuestros trabajos y analizamos constantemente cómo mejorarlos y no tenemos el mismo enfoque en nuestros vínculos afectivos .

¿ porqué no pensar en que una pareja sola si tiene niños chicos y con adolescentes participando a ratos realice una planificación estratégica de su pareja , familia , etc?

¿ Es muy loco pensar que una pareja una vez al año prepare individualmente una evaluación de la relación, con los pro, los contra de del último año y junto con comer rico y dormir bien en un lugar fuera de la casa, puedan compartir las evaluaciones y generar un plan emocional para el año que viene que incluya afectos, presupuesto, vacaciones, deudas y todo lo necesario para poder vivir una vida más plena y más CONSCIENTE?

Sé que muchos que están leyendo esto, se pueden estar riendo porque parece exagerado, pero considerando el fracaso de nuestras relaciones , creo que es fundamental empezar a pensar además del mundo laboral y del dinero, en el mundo de las emociones que tan olvidado lo tenemos y tan analfabetos somos en nuestra forma de relacionarnos todos los días.

Algunos recordarán en estas líneas o el algunos de los videos de You Tube, donde estamos trabajando en varios lugares el ejercicio cotidiano de expresar que cosas del día nos generan rabia, miedo, pena o tristeza y alegria. Esto para cambiar la forma rutinaria y sin contenido que tenemos para comunicarnos con nuestros hijos.

Este ejercicio es y podría ser la antesala de a planificación estratégica que las familias o las parejas puedan hacer por lo menos una vez al año y en el mejor de los casos dos, para poder detenerse un espacio de tiempo, fuera de la casa a escuchar la evaluación que tiene cada uno de los integrantes del vínculo, de la comunicación, de los gastos, planes y proyectos para que todos y cada uno se sientan partícipes y responsables de todo lo que ahí suceda puertas adentro.

Creo que sería maravilloso que así como los hoteles ofrecen espacios y tecnologías para realizar estos eventos los que además incluyen espacios de descanso y rica comida y confort, ahora los hoteles comiencen a ofrecer este mismo servicio a las familias para poder realizar una evaluación desde el alma y desde el mismo centro de la existencia. Es hacer una evaluación desde el amor y desde la búsqueda de sentido, que creo es el gran tema de este siglo.

 

 

pilar_sordoEscrito por Pilar Sordo – Psicóloga

Extraído de www.pilarsordo.cl

 

 

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Programa 2020 – Sesiones on line

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