La extraña moda de ser pesado y por qué hay que funarla

¿Qué le dio a la gente por ser pesada? ¿Acaso es signo de autoridad e inteligencia? Mane reflexiona sobre los variados estilos de la pesadez y alza su defensa de la buena onda. Lean y opinen.

Hay algo muy raro que viene pasando hace bastante tiempo. Ser una persona pesada se ha puesto de moda. Es una característica de las que muchos se vanaglorian, otros admiran y varios la entrenan como parte de un supuesto un atractivo o herramienta de poder.

Gente que justifica sus comentarios insoportables con un “Es que soy súper directa”, como si eso entregara inmunidad para decir o hacer lo que primero se nos cruza por la cabeza. Una cosa es ser sincera, otra muy distinta es decir: “Por Dios que es llorona tu guagua. Te admiro”. La franqueza se ha confundido con el descriterio y no tener filtros está lejos de ser considerado un problema.

Otro ejemplo. Cumpleaños en donde solo hay personas grandes, independientes, que trabajan hace años, tienen AFP y les preocupa el colesterol. En el fondo, adultos con todas su letras. Llega un invitado que saluda solo a los que conoce, no sale de su zona de confort y hacerlo entrar en una conversación, es tan difícil como saber dónde está carreteando Rafael Garay. No interactúa, parece estar sufriendo una verdadera tortura y si tratas de socializar con él, el festival de monosílabos con el que contesta es desolador. Sus amigos que tratan de salvarlo dicen casi con compasión “es que es súper corto de genio” o “es muy tímido, pero es súper simpático”, como un gran “boli” que lo exculpa de su tremenda insoportabilidad (perdonen pero esa palabra merece ser inventada para explicar mi punto). ¿De verdad lo consideran argumento para entender que un MOAI se muestre más expresivo?

A ver, no estoy pidiendo que baile arriba de las mesas y se presente a candidato concejal, sólo que se comporte como un adulto mínimamente educado. Los adultos equilibrados pueden conversar con todos de cualquier tema y saben adaptarse a los ambientes nuevos. Una cosa es ser piola, otra muy distinta tener menos calidez que frigorífico de Puerto Natales.

En la pega, lo mismo. Muchos jefes confunden autoridad con pesadez. Es más, cuando se trata de disminuir la imagen de la Presidenta Michelle Bachelet, es frecuente escuchar el “es solo una señora simpática”, como si catalogarla así fuera sinónimo de debilidad. El jefe que reta en público, el que logra que la oficina completa tirite cuando lo sienten llegar, al que nadie se atreve discutirle ni una coma, al que no se le conocen los dientes porque jamás sonríe, el que deja llorando a las mujeres en los pasillos y ridiculiza a los hombres en las reuniones, es la construcción del “ideal de líder” que muchas veces nos han presentado. Sólo hay que recordar a Margaret Thatcher, Mr. Burns, el Señor Zañartu o Marcelo Bielsa (Bielsistas no se lo tomen a la personal porfa, son solo ejemplos). He tenido hartos jefes y soy una convencida de que aquello/as con los que he terminado formando una relación de amistad, confianza (y no por eso menos respeto) son los que lejos han sacado lo mejor de mí tanto profesional como personalmente. Con los encargados de liderar a grupos humanos muchas veces uno pasa más tiempo que con la propia familia, vive momentos de alta tensión, se alcanzan logros maravillosos y me parece realmente rarísimo que se piense que es recomendable que uno los relacione con un rottweiler hambriento. Los jefes mala onda y distantes están tan pasados de moda como el cassette.

Hay otro tipo de pesadez, que es menos evidente pero igual de detestable: el infaltable sabelotodo. Ese que en una conversación sabe más del IPC que el economista, más de la epidural que el ginecólogo que está invitado a comer, le discute sobre los terremotos y sus causas a Marcelo Lagos y le dan tips de belleza a la Pin Montané. Además obviamente sus cuentos son siempre los más impresionantes, porque obviamente les ha pasado TODO. Si uno cuenta que se quebró las piernas, ellos las piernas y las costillas, si alguien osa a contar que estuvo cerca de la muerte, ellos no sólo estuvieron ahí, obviamente murieron, vieron el túnel y resucitaron, porque como lo dije antes todo lo imaginable les ha sucedido. AGOTADORES.

Como ya me estoy poniendo pesada con tanta crítica, rectificaré el tono de la columna y alzaré con pasión mi bandera: la defensa de la simpatía. Una virtud que no solo esta subvalorada sino que además desprestigiada. Me encanta la gente que es simpática y si hay algo que me gustaría que mis hijos fueran, es eso: simpáticos. La vida con un simpático es mucho más feliz. El simpático siempre mira lo positivo de la vida y no sólo lo piensa, sino que además lo comenta, algo importante porque eso hace que su buena onda sea contagiosa.

Al simpático le da lo mismo donde los sientan en un matrimonio, porque puede hablar con el mismo interés con un monje budista que con un cantante punk. El simpático es capaz de decirte que el informe que te pidió es el peor que ha visto en su vida, pero como lo dice con respeto, cariño y discreción, en vez de querer tirarte al puente, esos gestos sutiles te hacen ir corriendo a arreglarlo solo por no defraudarlo. El simpático puede ser el rey de la fiesta, sacar carcajadas hasta perder el control de esfínter o ser absolutamente piola, pero tener ese «no se qué» que lo hace tan agradable como un pisco sour en una terraza veraniega (ya, le puse color).

Aplaudamos la simpatía, premiemos la buena onda y partamos nosotros viviendo con flexibilidad y optimismo. Funemos la pesadez, porque aunque es tal vez atractiva en la etapa de conquista o descubrimiento, cuando ya se instala en cualquier tipo de relación estable, les aseguro que el sicólogo y los sicotrópicos están incluidos en el presupuesto como gastos fijos. Y la vida está muy cara para gastarla en un mala onda.

¿Están de acuerdo con esta visión? ¿Creen que la mala onda tiene más protagonismo hoy?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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6 hábitos que confirman que hay dos tipos de personas, ¿cuál eres?

La rutina tiene sus pequeños hábitos que son obvios para uno, pero que al compartirlos con otros, pueden generar desde una carcajada burlona hasta una entretenida guerra verbal. ¿Con cuál de ellos te identificas?

Hace unos días en una sobremesa larga y tendida surgió este tema que prendió con agua. Es un tema tan intrascendental como entretenido: los hábitos del día a día que se toman como normas de vida. Despierta pasiones, defensores de cada hábito y risas abundantes. Porque en una misma familia hay distintas maneras de vivir lo cotidiano y cada uno lo vive como si fuera una pasión futbolera. Acá un pequeño resumen de lo que surgió en esa divertida conversación.

La amada y costosa palta

El consumo de palta es tan variado como la lista de candidatos a concejales. Hay quienes la muelen para comerla al desayuno, otros simplemente la cortan, hay quienes le echan aceite (como si careciera de él), jugo de limón, pero lo que es un hábito absolutamente inexplicable para mí, es quienes aman la palta con mantequilla. Queridos columnistas, la palta y la mantequilla son como Pampita y la China Suárez. Podrán encontrarse en el mismo lugar, pero NUNCA ir juntas. O el pan lleva palta o lleva mantequilla. ¿Ambas? Antes podré entender la gramática coreana que esa rareza, que además mi marido defiende a brazo partido.

El lavado de dientes

Aquí hay varias propuestas también. Están los que le echan la pasta directamente al cepillo y se lo lavan normalmente en el lavatorio. También existe esa comunidad que necesita mojar la escobilla antes de echarle la pasta de dientes ( ¿no lo lavaron inmediatamente después de usarlo? Me asalta esa duda) y también está un tercer grupo al que miro con cariño y asombro al mismo tiempo y en el que cada día veo más adeptos: los que se lavan los dientes en la ducha. Onda mientras tienen el bálsamo en el pelo, vamos con la higiene bucal, ¡y con agua caliente más encima! No lo entiendo, pero respetable igual.

Los esperados huevos de chocolate

Esta categoría la tuve muy clara desde chica. Estábamos los que recibíamos los dulces del conejito y a las 21:00 horas del domingo de Resurrección teníamos una torsión intestinal y nada de colación para el lunes, porque OBVIAMENTE la ansiedad era inmanejable y ya nos habíamos comido los 50 huevitos, conejitos y zanahorias de chocolate que habíamos recibido, como si tuviésemos un decreto garantizando que el mundo se acababa ese mismo día. Y todos los años igual. Sin embargo, un día cualquiera, visitabas la casa de una amiga en septiembre y ¿qué veías? Un canastito tímidamente guardado entre los polerones con varios huevos que le quedaban desde la Pascua y que al abrirlos, era tanta su vejez que estaban blancos. Esa gente rara es la que hoy NO TIENE QUE ESTAR HACIENDO DIETA COMO YO. Gente medida y equilibrada, les llaman también.

La verborrea matutina

Me adelantaré al bulliyng de mis amigos y en este punto declararé públicamente que hablo mucho. Pero en mi defensa, no al despertar o en las primeras horas de la mañana. Hay gente que se saluda con el marido a las 7:00 AM como si el susodicho volviera del viaje de La Esmeralda. Es un gesto bonito y educado, pero aquí milito en el partido de los que en silencio hacemos las cosas y tipo 9:30 comenzamos a activar esa parte del cerebro dedicada al lenguaje que en mi caso NO PARA MÁS. Muchas veces este silencio matutino, los que son verborreicos, lo interpretan como mala onda. Aquí los más radicales fueron enfáticos en manifestar que no es así y que la explicación es solo que el motor de partida se demora un poco más en prender. Así es que gente sensible, no se persiga.

El calcetinismo

Los calcetines son un verdadero tema. Hay gente que no concibe que existan humanos que en la noche necesitemos los calcetines como un elemento de la canasta familiar. Pueden vivir en Alaska, sin calefacción y aun así se meterán a sus gélidas camas totalmente descalzos. Es una ley inquebrantable.

Y, por otro lado, ¿qué me dicen de las “papas”? ¿Eres de los que tiene un mínimo hoyito en su calcetín y lo manda directo al tacho de la basura? O ¿perteneces a los que puede andar con un colador en el pie y resistir con una pobreza franciscana? Dejo abierto este trascendental debate. No es un tema menor.

El amor a las boletas

A los que pertenecen a esta categoría entre los admiro-odio-envidio-detesto. ¿Se han fijado en esa gente que tiene guardada la boleta de cuando se compró sus últimos jeans nevados o su laca Dúo? Es gente ordenada y metódica, no lo niego. Pero algo de frikerío hay también. En buena, la garantía ya no aplica y esa boleta podría ser parte de una donación para un museo. Pero los envidio cuando el producto no les quedó bien y no pierden ningún peso por haber guardado ese pequeño papel amarillento, que en mi caso se perdió en la cartera a los 14 segundos que hice la compra.

También quiero incluir acá a los fanáticos de los manuales. Los conozco de cerca (vivo con uno) y me despiertan más curiosidad que conocer la receta de la Coca Cola. Los guardan en lugares importantes y lo que es más raro ¡¡¡los leen en sus momentos de descanso!!! Se defienden de ese extraño hábito con el argumento de cómo sacarle más provecho al exprimidor de jugos. Esa gente es sabia y rentabiliza sus inversiones, pero creo que antes de leer un manual prefiero aprenderme la tabla periódica en libanés.

Espero sus aportes queridos lectores. Personalmente creo que las mini vacaciones que se vienen son para pasarlo bien, comer cosas ricas, descansar y reírse con la familia y amigos de tonteras como estas. Aunque no lo crean son un buen paso para pasar de lo que los ingleses llaman “small talk” a buenas conversas profundas y enriquecedoras.´

¿Cuáles son tus hábitos que nadie comprende? ¿Cuáles no puedes llegar a entender de los demás?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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Guía fácil para que un hombre saque de quicio a una mujer maniática

Porque la toalla en el piso puede ser el inicio de un día de histeria, aquí una lista entre real y humorística de los «TOC» que tienen muchas mujeres y de cómo los hombres se encargan de hacerlas enfurecer sin tener absolutamente ninguna idea.

Si hay una etapa entretenida en el inicio de una relación amorosa es la conquista. Tan entretenida como marketera. Porque es impactante como mostramos nuestro lado más amable, cariñoso, dócil y dispuesto. La verdadera historia es cuando ya logramos nuestro objetivo y nuestras manías comienzan a desplegarse sin pudor alguno.

Parto diciendo: ¡¡que difíciles somos las mujeres!! Esa misma dificultad que muchas veces hace que el mundo funcione de manera ordena y prolija, es todo un idioma críptico que los hombres deben aprender sin el más mínimo curso introductorio.

Sutilmente y casi con timidez, pregunté en algunos grupos femeninosqué actitudes cotidianas del sexo opuesto podrían llevarlas a la camisa de fuerza y recibí más comentarios que columna de Hermógenes Perez de Arce en Emol. Un verdadero tsunami de desahogo, acompañado de risas, asombro por darse cuenta de lo jodidas que somos y lo más misterioso, mucho amor. Porque aún cuando manifestaban con una verborrea casi incontrolable lo que les irritaba de quien comparte la vida con ellas, la mayoría cerró la conversación diciendo “con todo eso y más, lo adoro igual”.

¿Qué las saca de las casillas? ¿Y les despierta la verdadera bruja que hay adentro? Aquí algunos ejemplos comunes que me hicieron pensar que la gran mayoría deberíamos tomar un curso express de Flexibilidad y Relajo .

1. Dejar las puertas de los closet abiertas cuando se duerme. Ya es irritante en la mañana, pero la gran mayoría de las mujeres manifestó no poder concebir cómo los hombres pueden caer en los brazos de Morfeo con las puertas abiertas de par en par como si fueran una vitrina de retail. ¿Y lo más raro? Que las encuentren maniáticas por alegar frente a dicha actitud.

2. No dejar el confort en el porta confort. Más clásico que “La Odisea”. Ser capaces de ver el rollo de confort vacío durante meses y conformarse con dejar el nuevo arriba del lavamanos. Personalmente me rendiría frente a esa batalla.

3. Poner el papel higiénico con la caída para afuera (el confort es un tema crítico como verán). Si no entienden el concepto, entren aquí. En este caso, igual encuentro que las chiquillas se van un poco al porcino, de alto calibre. Esa exigencia tal vez nos debería cuestionarnos si necesitamos medicación. ¿No será mucho?

4. Dejar la ropa sucia en el lugar que caiga de la pieza y no en el canasto que queda a medio metro ESPECIALMENTE pensado para esa función.

5. Comer algo directamente desde el refrigerador. Entiéndase que llegó de la pega, abre la puerta del refrigerador y con un cuchillo saca la mermelada directamente desde donde está guardada , la echa en el pan y se lo come parado con la puerta abierta. Toda una experiencia culinaria.

6. El ABSOLUTO desinterés por ocupar un posavasos cuando el hombre en cuestión se está tomando una cerveza más fría que celebración de Bielsa.

7. El mal de Diógenes. Ese afán del hombre nostálgico (también aplica para las mujeres) de guardar el envase del primer yogurt que se comió en kínder, la fotocopia del libro de anatomía que le prestó su profesor en 1993, el jeans nevado con el que fue por primera vez a una fiesta, la colonia (a estas alturas pachulí) que le regaló su madrina cuando celebró sus 15 años, etc., etc., etc. Amado mío… en buena, NO ME DEDICO AL BODEGAJE.

8. El que se cree Gastón Acurio. Es decir, que cocina espectacular como el chef peruano, pero no limpia ni por casualidad algunos de los 97654 artículos que utilizó. Abrió la mayonesa y vamos dejando el pitutito para cerrarla arriba del microonda, uso el sartén con una preparación bieeeeeen pegote y ahí quedó arriba de la cocina, hasta los cepillos de dientes de los niños en el segundo piso quedaron con harina después de hacer la masa de la pizza y las cáscaras de los 43 huevos que ocupó para hacer los omelettes figuran al lado del basurero cual instalación artística. Si se las quiere dar de Master Chef, perfecto, perohagamos la pega completa.

9. El gimnasta olímpico. Un TOC casi transversal a toda mujer es ese afán de que las camas queden bien hechas y tan estiradas como la cara de la difunta Joan Rivers. Hicimos esa tarea con total perfección y el caballero, ¿qué hace? Se tira en la cama con más impulso que la Simone Biles a leer el diario, arruinando nuestra maravillosa cama de hotel 5 estrellas. Aquí apoyo a mis amigas… marcharía por esa causa. Mención aparte reciben las migas en la cama y que el marido después de haber andado TODO el sábado sin zapatos ose a meterse a la cama con esos “piececitos de niño”. Llamen al SESMA por favor.

10. No abrir las ventanas de baño después de la ducha y cuando entramos a buscar algo sentir como si se ingresara a un baño turco. También bañarse y tirar la toalla mojada al suelo sin ningún mínimo sentimiento de incomodidad. Querido, existe una barra para colgar ese artículo de aseo y realmente sirve.

11. Ese extraño afán de pensar que el living es un tipo locker común del hogar. Aquí algunos ejemplos con el estereotipo de hombre clásico: Llega del trabajo= computador en el living. Llega del futbol = bolso en el comedor + toalla mojada. Llega de la ferretería= herramientas en la mesa de centro. DRAMA REAL.

12. La miopía crónica es también una queja recurrente. Según varias cuando le pides que saque el atún de la despensa, los calcetines del cajón de los niños, la libreta de notas de la mochila NUNCA LA ENCUENTRA. “¿Dónde está?” es la frase que sentimos a los lejos y que sabemos, mientras subimos iracundas las escaleras, que apenas lleguemos al lugar en cuestión LO ENCONTRAREMOS. Al parecer tienen una capacidad de búsqueda selectiva porque cuando se trata del control remoto son más eficaces que la PDI.

Cuantas manías tenemos las mujeres. Compadecí a los hombres después de escribir esta columna. Es cierto, está claro que esto es una generalización, no se pongan tan quisquillosos estimados lectores, pero bastante tiene de verdad. Y en todo caso, muchas veces es al revés y el rol de ultra maniático lo cumple el hombre, que colapsa ante este tipo de detalles.

Como siempre el llamado es al equilibrio. Porque qué lata que dejemos ser esas entretenidas compañeras que conocieron en los inicios del amor para transformarnos en verdaderas inspectoras de Colegio (corre para ambos lados la recomendación). Y también compadecí a las mujeres. Que día a día hacen malabares para conciliar la gran cantidad de responsabilidades a las que se enfrentan y muchas veces se sienten educando a un hijo más. Y por qué no decirlo, en varias ocasiones el más rebelde de la casa. ¿Mi propuesta? Trabajo en equipo, flexibilidad, pensar en el otro y ante todo mucho, mucho amor.

¿Cuáles otras manías crees que comparten las mujeres? ¿Y las de los hombres cuáles son?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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Niños, guerra y Siria: lo que hay detrás de la foto que todos compartieron

Mane reflexiona sobre el impacto la guerra en los niños sirios y nuestra esporádica preocupación influida por las redes sociales y las imágenes virales. ¿Qué está causando estas guerra? ¿Cómo partir cambiando las cosas por casa?

La semana pasada vi un video en Facebook que me dejó paralizada. Un silencio vacío me dominó y el horror llegó a inundarlo todo. Lo mismo les pasó a mis amigos en todas las redes sociales (y de seguro a gran parte de ustedes también). Espanto, rabia, la tristeza más profunda… Omran, un niño sirio de 4 años, cubierto por el polvo y ensangrentado era captado por una cámara, después de sobrevivir a un atentado en el que, días después, moriría su hermano de 10 años. Omran no lloraba y tampoco nadie lo consolaba. No había una mamá que lo abrazara, una abuela que le intentara limpiar las heridas, una mano cálida que le tomara la suya. Un niño que debería estar viendo Peppa, cantando canciones en su colegio, durmiendo en calma en su cama, o escribiéndole una carta al Viejito Pascuero, se transformó en la cara visible de esa guerra de la que sólo nos acordamos cuando algún fotógrafo registra una imagen tan fuerte como la de Omran. Porque hoy ya no es portada de diarios, ni tendric topic en internet. El mundo ya olvidó a Omran.

Tampoco nos acordamos de Aylan. Ese niño sirio de tres años que dio la vuelta al mundo por la dramática imagen de su cuerpecito sin vida en la orilla de una playa. Fue hace menos de un año y ya lo olvidamos. Olvidamos que su hermano de 5 años tampoco sobrevivió, que su madre tampoco resistió el naufragio, que su padre en medio del mar fracasó tratando de manera desesperada de salvar a su familia y que las últimas palabras de Aylan fueron “Papi no te mueras”.

Son sólo dos niños de los 6 millones que según datos de la UNICEF padecen los mismos horrores que Omran y Aylan. 6 millones. Pienso en un número que resulta desesperanzador y que es aún más duro cuando caemos en la cuenta de que más que una cifra, son 6 millones de vidas que experimentan los pavores de la guerra de manera tan única, tan personal, tan intransferible.

Según datos de Médicos Sin Fronteras solo a la semana se reciben alrededor de 900 heridos que son mujeres y niños. Y esos son los que alcanzaron a llegar a ser asistidos en un hospital. Hablamos de dolor físico, de heridas visibles, de llagas abiertas.

¿Y qué pasa con esos dolores que no vemos, los traumas, los miedos y las imágenes de las que son víctimas los niños que nacieron el mismo año que tus hijos y los míos? Según evaluaciones psicológicas realizadas a niños y adolescentes sirios refugiados, un 26% de ellos se siente “tan desesperado que no quiere seguir viviendo” y se enfrentan a responsabilidades que ningún niño del mundo merece vivir:

“Los niños sirios que reciben servicios en el Centro para las Víctimas de Tortura (CVT), habitualmente expresan un enorme sentido de responsabilidad personal para ayudar y proteger a sus familiares, incluidos los padres. Algunos describen “cuidar” a sus familias como quedarse vigilando en la puerta, o preocuparse por la mejor manera de consolar a sus padres cuando están angustiados. Los niños también pueden proteger a sus padres absteniéndose de revelar sus propias experiencias traumáticas y los síntomas relacionados”, asegura la revista de Migraciones Forzadas de la Universidad de Oxford y el Centro de Estudios de Refugiados.

Otro dato escalofriante. El 20% de los niños refugiados que han solicitado asilo en Europa lo hacen solos. Sin un adulto responsable de ellos y luego de haber pasado los peligros más grandes que a los que un niño vulnerable puede estar expuesto. Gran cantidad de ellos son menores de 14 años. ¿Te imaginas a tus hijos llegando desamparados a un país en donde no conocen a nadie, batiéndoselas por sí mismo, sin ni siquiera entender el idioma?

Lo único que pido al escribir esta columna es que la información entregada acá no la lean como una estadística más. Como si les contara sobre la última CEP o la encuesta CADEM. Que en 5 minutos imaginen al niño que más quieren y lo pongan en ese escenario. Y que pasemos de la empatía, el posteo en Facebook, el retweet a hacer algo concreto desde las capacidades y posibilidades que cada uno tenga. El Director Ejecutivo de la Unicef, Anthony Lake dijo una frase sin anestesia después del impacto que generó la imagen de Omran, y que es para cada uno de nosotros: “La empatía no es suficiente. La indignación no es suficiente. La empatía y la indignación deben ir acompañadas de la acción. Y la acción parte en las cosas más pequeñas. Además de colaborar con organizaciones que están ayudando en terreno, comienza en esos cotidianos gestos que nadie ve, pero que pueden iniciar una guerra de manera sutil o sembrar la paz en nuestro entorno. ¿Cómo parte una guerra?

Lo he pensado mucho después de ver los rostros de esos niños inocentes que padecen las divisiones de los adultos.

Las guerras parten cuando nos reímos de otros por considerarlos “chulos”, “flaites”, “aspiracionales”, “cuicos”, o el adjetivo que se te ocurra, cuando ignoramos a la compañera nueva solo por el hecho de ser distinta y no seguir nuestros patrones, cuando usamos la palabra “judío” como adjetivo calificativo, cuando vemos a una persona peruana o boliviana con desprecio por el solo hecho de hablar con otro acento, cuando no le pagamos lo justo a las personas que trabajan a menos de 2 metros de distancia, cuando a nuestros hijos les enseñamos que el hombre que pide en la esquina “es pobre porque es flojo”, cuando vivimos pensando que si una cara desconocida llega a cruzar por nuestra vereda, es un delincuente que quiere entrar a robar a nuestras casas, cuando en definitiva confiamos más en la denuncia de Facebook que en el encuentro cara a cara con aquel que se nos aparece en los caminos que la vida nos hace recorrer. Las guerras no parten en un escritorio de la nada. Las guerras se comienzan a tejer de manera silenciosa con la manera que elegimos para tratar a todo ese que no es mi amigo, mi familia, mi zona de confort.

Paul Valery dijo hace algunos años “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen, pero que no se masacran”. Cuánta razón tenía el escritor.

Más allá de todos estos dramáticos testimonios y cifras, el pesimismo y la desolación no pueden ser los sentimientos dominantes cuando nos enfrentamos a estas realidades. Todo lo contrario. ¿Qué sacamos solamente lamentándonos? Personalmente me motiva pensar que cada uno en su mundo puede generar grandes cambios sociales. Que también en el día a día se dan grande batallas en contra de los prejuicios, la deshumanización, la sospecha, la división. No todas se ganan, pero al menos muchos las están dando. Y si hay una frase potente que me anima y me interpela, es esa reflexión esperanzadora de Eduardo Galeano “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

¿Qué opinas tú de este conflicto? ¿Que soluciones o resguardo para los niños propones?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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¿Cómo resolver un conflicto amoroso? Ideas simples y freaks que funcionan

Porque no hay ser humano que se libre de la discusión, pelea o guerra con la pareja, aquí algunos consejos para bajar las tensiones y enfriar el ambiente (para que luego se vuelva a encender).

¿Tuviste un fin de semana belicoso y con tu marido/señora/pololo/polola? ¿Terminaste más peleado que la Democracia Cristiana con el Partido Comunista? ¿Le diriges miradas con más odio que Tomás Gonzalez a los jueces olímpicos? ¿Tienen menos onda que Javiera Blanco con la diputada Sabat?

Ya es miércoles y ha llegado la hora de levantar la bandera blanca… porque ¿se ha visto algo más agotador que una pelea amorosa? Les juro que prefiero escaparme con la billetera de Usain Bolt por la mitad de la calle, que mantener un drama por más de una hora.

Y cual candidata a Miss Chile (no es necesario que me hagan bullying en esta parte del texto) les quiero dar algunas recomendaciones para que se abuenen con su compañero de isapre y vuelvan a ver la vida como una gran postal de tarjeta Village. Acá algunas ideas:

Punto de partida: discreción con los demás

Si quieres arreglarte, en serio lo primero que tienes que hacer es cerrar la boca. Nada le echa más fuego a un conflicto que comentarlo y peor aún, que la contraparte se entere. Una pelea crece cuando se comenta (con esto no quiero decir que esté prohibido pedir consejos) pero en serio, poner en el wasap de curso que estás cotizando a un sicario no es una buena idea.

Primero, porque siempre eso da para cahuines innecesarios y segundo porque el otro SIEMPRE sabrá que lo contaste lo que genera una verdadera guerra civil. ¿Y si estás muy desesperada por hablar? Llama a esa compañera que tuviste en kínder en Cauquenes y que no ves hace 35 años pero que según tú igual es atinada y pídele ayuda. Pero amiga, llamar a la señora del colega del marido para pedirle consejos, te juro que no es buena idea.

Shock emocional

Aquí los orgullosos no juegan… en verdad en ninguna de las ideas que voy a proponer, porque el orgullo hay que metérselo al bolsillo para resolver problemas. Si queremos trabajar en una economía real del conflicto (¿para qué estar peleado dos días si se puede estar 3 horas?) es importante actuar con rapidez y creatividad. El factor sorpresa que descoloca funciona muy bien. La idea es regalarle algo que JAMÁS esperaría de ti… una comida romántica preparada con tus lindas manos considerando que se te quema hasta la sal, una entrada a un concierto de Arjona cuando eres el presidente del fans club de MEGADETH, una caminata al Manquehue tomando en cuenta que un cajero automático es más activo que tú. En definitiva cumplir “Su sueño por un día” y decirle con eso que tal vez es cierto que estuviste a punto de cometer un asesinato el fin de semana, pero que en verdad es tanto el amor que puedes transar tus gustos y hasta corear “Señora de las 4 décadas” con el guatemalteco.

Chulerías públicas

Aquí hasta el más pudoroso se derrite como mantequilla. Porque a todos, incluso a José Piñera, nos gustan las demostraciones de cariño frente a los demás. Se fue con un portazo, te puede hasta haber bloqueado en todas las redes sociales, pero si subes una foto juntos a Facebook y escribes algo como: “Este fue uno de los días más bacanes de mi vida. ¿Cómo no? Si me puse a pololear con el hombre más inteligente, protector, creativo, divertido y guapo (siempre es importante ese ítem) de toda esta angosta faja de tierra”. Lo etiquetas y dale 1 hora… ese gatito volverá. Idem al revés o como sea la pareja. Esto, hasta te ayudará a ti mismo a recordarte lo bueno de la relación y del otro, cuando estás creyendo que es más obstinado que Paris Hilton o Justin Bieber.

Obviamente lo normal es que estas cosas se compartan en un momento bello de la relación, pero mírenlo al revés, también es una buena herramienta para bajar las tensiones. Puede que algunos vomiten con esta recomendación, válido. Y si es tan así, no la apliquen, pero de que funciona, funciona.

Humor (con audios musicales incluidos)

El humor es un gran bálsamo para los encontrones. Si el otro se ríe, ¡la hiciste! Entonces es fundamental apelar al ridículo para evitar caer en Tinder. Ideas hay miles de millones, y queremos que aporten con las suyas, pero algo entretenido podría ser escribir una canción muy freak, dedicada al susodicho/a, cantarla y mandársela por audio de wasap. Un ejemplo podría ser (lo siguiente cántese con entonación Guatón Salinas):

“Necesito que estés conectadooo,

para poder volver a tu ladoooo,

Ojala veas este mensajeee,

porque si no me iré a un largo viajeee

Me dedicaré a llorar por los barrios,

Hasta por tu culpa ser portada de diariooos

Seré famosa,

Y tú habrás perdido a la mujer más hermosaaaaa

No te convieneee oh oh”

Se la canté a mi marido. FUNCIONA. Clínicamente Comprobado.

Decir «ESA» palabra

Esta recomendación es fome. Cliché, difícil, básica y cero freak, pero creo en ella a pies juntillas.

Si nos equivocamos, decirla sin anestesia, con hidalguía, cariño y humildad. Y si pensamos que el otro se equivocó tratar de hacer una autocrítica y pronunciarla por lo que nos corresponda. No sucumbir a ella deja mucho que desear y seguir enfrascado en la rabia después de escucharla… no ayuda. La palabra perdón bien dicha y desde lo profundo del alma es mágica y, sobre todo, hace bien usarla y aceptarla con amor.

Aquí mis recomendaciones para promover más parejas juntas, felices y que sean capaces de resolver sus diferencias con ingenio, alegría y creatividad. Aporte ideas querido lector, porque hay una realidad matemática que dijo el pacifista sudafricano Desmond Tutu y que nos afecta a todos: “El perdón es una necesidad absoluta para la continuación de la existencia humana”.

¿Qué técnicas usas tú para resolver un conflicto amoroso?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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El llamado activista del Papa: ¿Es Francisco un hombre exigente?

Sean católicos, judíos, musulmanes o ateos, este aclamado líder hace un fuerte llamado a las nuevas generaciones. Mane Cárcamo comparte su visión personal del Papa Francisco, recalcando que busca un cambio social importante.

El primer Papa latinoamericano, y el primer pontífice jesuita, Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote argentino conocido por su sencillez, su pasión futbolera, por sus diferencias con el Kichnerismo, por su apertura y su afán de hacer que la Iglesia Católica salga de sus periferias “no solo geográficas si no también espirituales”, además de ser un líder que arrastra, también en su tono afable y pedagógico es un Papa exigente.

Hace pocos días terminó la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia que reunió a más de 1 millón y medio de peregrinos de 187 países y más de 6.000 periodistas acreditados. Voy a caricaturizar, pero lo imagino como un gran Lollapalloza de la Fe. Algo impensado para muchos.

Esta no es una columna católica, pero sí está escrita por una mujer que lo es. Sin embargo, acá sólo quiero poner el foco en lo que Bergoglio les dice a los jóvenes y en el cómo se los dice. Es un líder carismático, ¿qué duda cabe? Quizá más que cualquier otro Papa. Sus palabras se viralizan con la velocidad de la luz y es innegable sabe sintonizar de un modo talentoso y eficaz con las nuevas audiencias. Con esas audiencias desencantadas por los escándalos de la Iglesia e incluso con aquellas que no profesan ninguna fe o religión en particular. Inadvertido no pasa.

Llama la atención que en un mundo cruzado por la desconfianza en el otro, la desesperanza, la división, el enfrentamiento y el individualismo, un caballero de 79 años sea capaz de reunir y movilizar a tantos jóvenes como lo haría una estrella de rock mundial. Y lo más llamativo, es que los reúne para moverlos de su zona de confort e invitarlos a ir más allá.

Es atractivo el permanente interés que tiene el Pontífice en sacar a los jóvenes de las pantallas, casi en paralelo con el frenético éxito de Pokemon Go, y llamarlos a hacerse cargo de su futuro no solo de una manera individual, sino que también mirando lo que pasa afuera de su propio tablet.

Los interpela en su cotidianidad, los hace revisar sus modos de vivir y por ende busca que algo de ese letargo en el que se han instalado con total naturalidad, los empiece a inquietar. Y de pasada sin siquiera decirlo, hace una crítica a nosotros, los padres que agotados por las exigencias del mundo moderno y reventados por las cuotas de los créditos, estamos entregando a nuestros hijos en bandeja al desinterés, la falta de entusiasmo, la carencia de toda pasión movilizadora y el secuestro de lo más propio de la juventud: las ganas de cambiar el mundo.

En Cracovia, Francisco no perdió la oportunidad de visibilizar lo que probablemente más le preocupa respecto a la juventud y que es una constante en cada uno de los encuentros que tiene con ellos. Sus palabras aun están dando vueltas. Del famoso “Quiero que hagan lío” de Río 2013 hace menos de 15 días, Francisco los sigue llamado a un cambio profundo:

“Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde ‘felicidad’ con un ‘sofá’. Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora. Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. El ‘sofá-felicidad’, es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, ya que poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón. Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a ‘vegetar’.»

Su llamado no es únicamente sobrenatural. Claramente lo leemos así los que seguimos las enseñanzas de la religión católica, pero estas palabras también son una agitación en términos políticos, y sociales. Porque hoy los jóvenes han regalado su capacidad de decidir, de levantar la voz, de dar una pelea, ya que puede traer una perdida de popularidad, likes en Instagram u otras redes sociales (no es precisamente lo que está de moda). Y el fenómeno más claro es la alta exposición que generan líderes como Giorgio Jackson, Gabriel Boric o Camila Vallejo. La prensa los busca con afán por el interés mediático que provocan, aparecen en las encuestas muy bien posicionados a pesar de una corta trayectoria en política y convocan- nos gusten sus ideas o no- con pasión. Ellos también son bastante atacados en las redes, como cualquier figura pública. ¿Lo loco? Hoy ser joven y trabajar por un ideal es raro. Merece portadas en los diarios, minutos en los noticiarios centrales de la TV y los más variados análisis políticos. “La bancada joven” llama la atención como un marciano almorzando en el San Cristóbal.

Y Francisco vuelve a removerlos, a pedirles que se olviden de sí mismos por un rato y que si se desconectan podrán ver que probablemente más cerca de lo que piensan hay una persona que necesita ayuda, una acogida real, protección o simplemente que alguien los escuche.

“Hoy la humanidad necesita hombres y mujeres, y en especial jóvenes como vosotros, que no quieran vivir sus vidas ‘a medias’, jóvenes dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles…”, dijo el Papa este julio en Bolonia.

Me dirán que no son exigentes las palabras de Bergoglio. Que son obvias. Y el mínimo para el líder de la Iglesia Católica que debería y debe ser ejemplo de respeto y amor hacia los demás. Es cierto, pero no es excluyente considerar que el llamado del Papa es mucho mas difícil de cumplir de lo que parece. Con cariño, con ese “qué se yo” argentino, con cierto viento latinoamericano que lo hace algo más informal que sus predecesores, nos pega en chileno “la media pará de carro” y nos obliga a repensar en cómo los que son jóvenes están cambiando el mundo desde donde sea que les toque vivirlo y a los que somos padres si estamos contribuyendo, a través de la forma con la que miramos el mundo a formar hijos más audaces, arrojados por el bien de los demás, valientes y jugados. Y eso exige medidas concretas que en el día a día personalmente no me parecen tan fáciles como se leen: más tiempo real y menos virtual, más trabajo por los demás, más ejemplo de padres que levantan la mano cuando algo les parece injusto, les piden perdón a los hijos si es que se equivocan, están atentos y vigilantes con las necesidades de quienes trabajan con ellos… en resumen más familias que viven como piensan y dan testimonios de coherencia.

Para mí, el Papa es exigente. Y me parece bien.

¿Crees que los jóvenes de hoy están «dormidos»? ¿Qué opinas tú del papa Francisco?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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Manifiesto materno: así fuimos, son y serán la mayoría de las madres primerizas

La llegada del primer hijo es un período extraño y bien lo saben quienes lo han vivido. Mane revive los clásicos momentos iniciales de una madre primeriza. ¿Cuáles te identifican mejor?

Ser mamá primeriza es toda una aventura. Cercano a un reality extremo incluso. Aparecen actitudes que jamás habríamos pensado y miedos que no sabíamos que podríamos llegar a sentir. Es una mezcla entre una felicidad inexplicable, una locura temporal, a veces una sensación de encierro, con rasgos sicópatas que hacen que durante ese periodo todo sea infinitamente extraño, amoroso y angustiante. O sea como verán, mil emociones a la vez.

Mientras se está con la guagua recién nacida en la clínica, la maternidad parece perfecta y el primogénito ídem. La verdadera historia parte el día del alta.

Primero, a la pobre criatura se le abriga como si fuese siberiano, importando cero que haya nacido en pleno verano. Vamos poniéndole mantas, chalcitos y tutos arriba del famoso “huevito” haciendo de ese clima a lo más parecido a un sauna infantil. Al llegar a la casa como madre novata, pero no por eso menos dominante, exigimos que hasta el poste de la luz esté desinfectado y que todo aquel que ose a entrar a nuestra “casa-estudio” debe sanitizar su humanidad como si fuese a ingresar a un pabellón quirúrgico. Esa medida, y después de cuatro partos, la apoyo hasta el día de hoy. Porque la persona que nos tacha de exageradas, después no va a estar sentada en el hospital con los ojos cuadrados rezando rosarios completos para ganarle al sincicial. Así es que cabras sigan aleonadas en ese ítem #todassomosprimerizas.

Ya se fue la abuela, el padrino y la vecina que con ansiedad fueron a ver a la novedad de 60 centímetros y 3 kilos de peso. Les diste torta, convidaste jugo, entremedio sacaste chanchitos, diste papa, te tupiste con el pilucho, pensaste que le habrías quebrado un brazo a la guagua, te tiró un chorrito de pipí a la cara mientras lo mudaste y rápidamente comienza a acercarse lo más temido para una primeriza: LA NOCHE.

Empieza a oscurecer y uno mira al techo para ver si te están filmando porque realmente crees que es una cámara indiscreta. La guagua ya no se porta TAN bien como en la clínica y uno piensa: “¿Este niñito podrá sobrevivirme a mí, que con suerte me puedo hacer cargo de mi misma?”

Y ahí vamos. Pásate la guagua de un lado para otro con el marido. Vamos recordando “La Cuncuna Amarilla”, el “Caballito Blanco” y todas esas canciones que escuchamos hace promedio 20 años atrás. Caminamos por el living, andamos a saltitos por el pasillo para ver si concilia el sueño, nos balanceamos en la mecedora y cuando al fin lo logramos… ¡¡queda media hora para la siguiente papa!! Se vuelve a dormir, pero nosotras sicopateadas por este cargo en el que somos debutantes le ponemos un dedo frente a la nariz sólo para confirmar que respira. Es verdad ese cliché que recién ahí uno viene a entender a las propias madres.

Al día siguiente, hasta el Negro Piñera un 1 de enero se ve mejor que nosotras. El marido por primera vez sale corriendo a la pega y nosotras no nos metemos a la ducha hasta que certificamos frente a notario que una persona no va a pestañear mirándolo/a mientras nos lavamos el pelo. Y descubrimos que es ahí por primera vez que estamos solas, y dejamos que el agua corra sin ningún sentido ecológico, por el sólo hecho de ser nuestro recreo maternal. Despejamos la cabeza, lloramos un poco de cansancio y nos reseteamos para seguir adelante.

Otro ítem que surge en esta etapa es la gran cantidad de accesorios infantiles que comenzamos a usar como verdaderos imprescindibles. Monitores con cámara, hervidores de mamaderas, calentador de la misma, peritas saca mocos, vitaminas calmadoras de llantos, saca leche con mas motor que un 4×4, termómetros digitales ultra modernos, cojines de lactancia, cepillos limpia chupetes, cremas curativas y tantos otros artículos que hacen de nuestra casa una verdadera sala cuna. Y aun así, sentimos que la guagua nunca estará lo suficientemente segura, resguardada y cómoda. Ir a un almuerzo por el día parece una verdadera mudanza en la que casi hay que conseguir un salvoconducto para poder transitar por las calles.

¿Y qué hacemos con las fotos? Parecemos verdaderos orientales registrando CADA momento e hito del hijo en cuestión. Peor aún con los smartphones y los chats de whatsapp. Foto del primer baño, del ombligo caído, del primer corte de uñas, del primer viaje en auto, de la primera sonrisa, del primer grito, de la siesta de la tarde y de la mañana, etc., etc., etc. CERO CAPACIDAD DE EDICIÓN… así es este primer amor.

Y ni hablar de la ida al pediatra al control del mes… eso es como ir a Disney. Una ansiedad incontrolable. Saber cuánto subió de peso y los centímetros que creció nos interesa más que si alguien nos diera los números ganadores del Kino. Queremos que el doctor nos dedique ojalá 2 horas seguidas para hablar de los avances de nuestro hijo y cuando por simpatía nos dice que lo encuentra súper “vivaracho” lo damos por seguro: CONFIRMADO… SOY LA MADRE DEL NUEVO ALBERT EINSTEIN DE ESTE SIGLO. Y le contamos a nuestra familia y amigos esa información con más emoción que el día que nos titulamos.

Así fuimos, son y serán la mayoría de las madres primerizas. Eso es un dato matemático. Y cuando miramos para atrás y nos damos cuenta de todas esas locuras que hicimos por amor, nos reímos, avergonzamos y admiramos de lo que somos capaces por ese niño que nos mira como el burrito de Shrek.

En un mundo donde todo está normado, donde nos encanta juzgar la manera de criar, de enseñar y de mirar la vida, hay una frase de la escritora norteamericana Jill Churchill que me encanta y dejo para cerrar: “No hay manera de ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre”.

¿Cómo fue tu experiencia de madre primeriza, o de amiga o pareja de una de ellas?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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5 consejos breves y simples para ejercitar la fuerza de voluntad

Nos cuesta llevarle la contra a nuestras ganas: con la comida, con el sueño y con muchas otras cosas más. Mane cuenta su propia experiencia y recomienda las mejores técnicas para salir de hoyo de esta debilidad.

Lo primero que quiero aclarar es que esta columna es sobre un tema en el que he fracasado la mayor parte de mi vida: la fuerza de voluntad. A continuación un test ultra científicamente probado por mí, para ver si tienes el mismo problema que yo.

– ¿Eres de los que parte con una cucharada de nutella y a los quince minutos el frasco está vacío y tan trasparente que pareciese que nunca hubiese tenido nada adentro?

– ¿Apenas suena la alarma del celular pones postergar unas cinco veces y sacarte de la cama es más difícil que un abrazo entre Kim y Taylor? (viejos no traten de entender esta frase, a mi me costó como 3 días)

– ¿Partes dietas todos los lunes y a las 12:00 te estás comiendo un Súper 8, justificándote por lo estresante que ha estado la mañana?

– ¿Pagas el gimnasio tres meses como para obligarte a ir y apenas hay un día lluvioso te quedas pegada en Netflix jurando que irás la mañana siguiente? (Y, obvio, al final solo fuiste una semana después de invertir la plata que no tenías, en la tenida deportiva ad hoc que ahora vegeta en tu closet junto con tu jumper escolar)

– ¿Te obsesionas con una serie y puedes ver 15 capítulos seguidos dejando de hacer cosas básicamente fundamentales como preparar el almuerzo, ir a reembolsar a la isapre el día del plazo fatal o comparar la leche que falta?

Confieso que me pasan muchas de estas lamentables situaciones. Y que admiro/envidio a esa gente que tiene una férrea educación de su voluntad para alcanzar con rigor lo que se propone. Pero así como asumo públicamente que en mi velador, un chocolate dura menos que la buena onda entre RN y la UDI, también creo firmemente que todos los días es una buena oportunidad para recomenzar. Y por ahí, en nuestro queridísimo buscador virtual (bien, Google), estuve leyendo algunos consejos que me parecieron interesantes para lograr vencer nuestro jaleísmo y empezar a dominar nuestras debilidades.

1. Decidir cambiar

Esto es fundamental. Porque si uno está resignado a ser una verdadera bosta, la batalla ya está perdida. Debe existir al menos una incomodidad con no poder cumplir nuestras metas para poder mejorar y vencernos. Y esa necesaria lucidez para decir: basta, voy a cambiar. (Me siento muy Coelho con este párrafo pero así creo que es la cosa. Igual todos llevamos un poco de Paulo adentro).

2. Ponernos metas alcanzables y realistas

Decir “¡YA! A partir de mañana correré 20 km, sólo me alimentaré de frutas y verduras, me levantaré a las 5:45, me demoraré 45 segundos en la ducha, aspiraré el auto día por medio, mandaré mail a mis 287 clientes y cocinaré gomitas saludables para mis niños”, es básicamente un sueño de Disney.

O sea INALCANZABLE, y por lo tanto un pasaje gratis y sin retorno a ese pueblo que todos hemos visitado y que se llama “Frustración”. Lo ideal es plantearse tres propósitos, chicos y practicables, pero que se hagan con constancia por lo menos durante un par de semanas y así ejercitar nuestra voluntad. Ejemplos como: «Saltaré de la cama apenas suene el despertador»,” no fumaré ningún cigarro en la mañana” y “solo comeré algo dulce los miércoles y los viernes” son tres luchas muy concretas. Parecen cosas fáciles, pero los invito a entrenarlas con constancia. Les prometo que a veces siento más posible salir elegida Reina de Playas y Piscinas que lograr algunos de estos propósitos.

3. Buenas obras

Acá me pude académica. Kurt Gray de la Universidad de Harvard,plantea que si uno asocia vencer una tentación con una acción noble, las posibilidades de triunfar son mayores. Pensar por ejemplo: “No me comeré la hamburguesa triple con queso, tocino y papas fritas que cuesta 4 lucas y esa plata se la donaré al mendigo de la esquina”, puede ser una buena y linda motivación. O hasta comprarle un regalo a un ser querido diferente cada mes.

Me hizo harto sentido porque yo siempre recurría (sin éxito obvio) a dejar de comer algo ocupando el método de imaginarme en la playa rodeada de todas mis amigas flacas jugando paletas en traje baño, mientras yo envuelta en un pareo cual humita veraniega, me niego a bañarme en el mar con la pésima chiva: “No… si no tengo calor”. Esa técnica claramente no me ha funcionado, tal vez es un buen momento con ocupar la bondad.

4. La representación visual del progreso

Esta idea la encontré buenísima, porque permite que uno vea de manera concreta que tan power o debilucha es a la hora de cumplir con las metas personales. Sabemos que no es un sabio milenario, pero reconozcamos que es útil: en Wikihow hay un reportaje ligado al tema y promueve la representación visual como una manera de auto motivarse. Cual niño de 7 años.

“Si quieres ahorra dinero, podrías hacer un dibujo que se parezca a un termómetro y colorear el nivel de dinero que has ahorrado. Cuando llegues a la cima significa que habrás alcanzado tu meta”. A sacar los lápices de colores mércale.

5. El azúcar… ¡a veces ayuda!

Aquí, entre que casi me caigo de espaldas, y me alegré interiormente.Según la American Phsycological Association (que internacional suena esta columna), el consumo de glucosa también afecta en el fortalecimiento de nuestra voluntad. “Comer frecuentemente para mantener los niveles de azúcar del cerebro también pueden ayudar a recargar las reservas de fuerza de voluntad». Alto impacto.

Aunque sigue: «(Pero no debemos dejar que el término “azúcar” nos engañe. Según los expertos,las comidas saludables sin azúcar refinada de hecho son mejores que los dulces a la hora de mantener los niveles de azúcar equilibrados). Las personas que están a dieta y cuyo objetivo es mantener la fuerza de voluntad y recortar su consumo de calorías a lo mejor pueden obtener mejores resultados al comer porciones pequeñas y más frecuentes durante el día en lugar de saltarse el desayuno o el almuerzo”.

¡Un chocolatito en su justa medida está permitido, gente! Así es que vamos por ese trencito para partir nuestro desafío.

¿Qué es lo que más te cuesta hacer a diario? ¿Qué otras técnicas para ejercitar tu voluntad tienes?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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Qué hacer estas vacaciones de invierno con tus hijos

Se acercan las esperadas y a la vez temidas vacaciones de invierno escolares. Mane propone vivir este tiempo de libertad infantil de una manera completamente diferente: sin estrés para los padres y con importantes lecciones para los niños.

Estamos a 120 horas de que parta uno de los momentos que más ansiedad, ilusión, stress, alegría, agotamiento y un sinfín de cataratas de emociones conocidas por los que ya somos padres: las vacaciones de invierno.

En algunas columnas he deslizado sutilmente mi visión acerca de la locura que genera esta época del año. Y como mamá siempre estoy planteándome y cuestionando el tema. ¿Soy una insensible si no les hago NINGÚN panorama? ¿Está mal si me parece que los niños no deben hacer mucho más que levantarse tarde, jugar hasta la noche afuera y saltarse una ducha semanal? Abro un debate que genera tantas pasiones como la renuncia (ya arrepentida) de Messi o la ruptura entre Vicuña y Pampita.

Hace unos días cayó en mis manos el libro Educar en el Asombro de Catherine L´Ecuyer. No suscribo 100% en lo que propone ahí, pero algunos planteamientos de esta abogada canadiense dedicada actualmente a los temas educativos, son muy reveladores.

«La naturaleza del niño no ha cambiado, los niños son niños y seguirán siéndolo siempre. Es el entorno en el que se encuentra el niño lo que ha cambiado, que los somete a unos estímulos que le impiden disfrutar de una película lenta», dice L ‘Ecuyer.

Y vaya que tiene razón. Hace unos meses les mostré a mis hijos la película Querida encogí a los niños (público joven de El Definido acérquese a Google) y si bien les terminó encantando hubo que hacer un trabajo importante para que se metieran en el ritmo (alucinante para mis tiernos 10 años), más lento que cascada de manjar para los mismos tiernos años de mi hijo.

Entonces, ¿cuál es el desafío? ¿Cómo hacemos para que nuestros cabros no sean niños con aburrimiento y desidia crónica?

Creo humildemente (porque claro está que cada uno cría como quiera) que volver a lo simple nos permitirá formar personas capaces de maravillarse con la naturaleza, una canción bonita, hacer preguntas freaks como: «¿Qué pasa si todo el mundo sopla al mismo tiempo para el cielo… se moverán las nubes?»; y disfrutar un panorama no como un derecho obligatorio, si no como una gran trozo de chocolate después de varios días sin azúcar. Háblenme de felicidad.

“Las vacaciones, los días de fiesta, los fines de semana son un buen momento para observar a nuestros hijos en entornos en que no hay actividades estructuradas, ni sobreestímulos externos. Dejémoslo jugar libremente unas 2 horas con sus hermanos, sin juguetes, sin colchonetas, sin cromos, sin pantallas, sin bicicletas, en espacios abiertos en la naturaleza y observemos como se desenvuelven. ¿Se entretienen solos, tranquilamente imaginándose juegos o bien se aburren y experimentan ansiedad e hiperactividad?”, comenta la abogada. Este es un “Prueba de Aburrimiento” que plantea la autora del libro y mi voz interior me acaba de decir: “¡CHAAAAN! Mane Cárcamo, ahí tienes desafío”.

Ese párrafo suena y parece muy fácil, pero tengo claro que no lo es. Y por lo mismo creo que estos días que se avecinan son una gran oportunidad para generar cambios en cómo queremos que nuestros niños se entretengan y vivan. Aquí les dejo algunas ideas para inspirar la creatividad. Qué tal si estás vacaciones…

1. Les proponemos hacer una carrera de caracoles

2. Tienen que armar una pista automovilística en la tierra (mamás aprensivas: no piensen en la humedad ni en la limpieza de la ropa, plis)

3. Relanzamos la siempre bien ponderada y adrenalínica “Pieza oscura” (siempre termina con llanto, pero es entretenida igual)

4. Los animamos a organizar un Festival de las Vacaciones en donde el mejor espectáculo se gana algo rico para comer (que estará etiquetado con hexágonos, obvio)

5. Arman un club con mantas, sábanas y muchos recovecos misteriosos

6. Les enseñamos a jugar bachillerato. EL MEJOR JUEGO DE LA HISTORIA

7. Hacen algún emprendimiento y se lo ofrecen a los vecinos (la limonada es un hit en mi sector)

8. Preparan un campeonato de chistes cortos tipo:

– Aló Cirujano

– Si

– ¡No me corte!

(Suena platillo de batería)

Queridos lectores asuman quelos chistes cortos son tan fomes que eso lo hace profundamente divertidos.

9. Se aprenden a hacer la invertida apoyando las piernas en la puerta

10. ¿O simplemente miran el techo y se imaginan figuras?

Diez actividades simples que cuestan cero peso y no implican salir de la casa, pelearse por estacionamientos con viejas winners, hacer filas de cuatro horas, ni terminar con camisa de fuerza en agosto. Porque el cliché de “menos es más” en este caso calza a la perfección. Y porque al final podemos transitar por un camino más piola, sin tantas luces, ni bocinas estruendosas, ni exigencias frenéticas. De verdad, creo que se puede.

Ustedes, ¿qué opinan y qué recomiendan?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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5 presiones sociales cotidianas de las que todos hemos sido víctimas

Son cosas simples, pero tan arraigadas en nuestra cultura chilensis que ni nos damos cuenta que no tienen mucho sentido y si vas contracorriente, más de alguno bromeará con tu rebeldía. Esta es mi lista de los clásicos.

¿Se han dado cuenta que hay demasiadas presiones sociales de las que somos víctimas? Pero hoy no hablaré de casarse a cierta edad, tener “la parejita” de hijos o ese tipo de presiones más macros o estructurales. Mi columna de hoy abordará esas presiones cotidianas, medio subterráneas, pero que igual cansan y agotan. Y enojan muchas veces. A ver cuántas de estas han sufrido (y si se les ocurren más espero sus aportes):

1. Carretear sí o sí en Año Nuevo

Hace mucho tiempo que declaré que tengo cero onda con esta fecha. Vivo en Viña, entonces probablemente lo asocio con el PEOR día del año de esta gloriosa ciudad. Los fuegos artificiales me provocan menos emoción que el canal de la hípica y cuando he anunciado que no voy a hacer nada, viene la debacle masiva de mis amigos y familiares. “¿Pero cómo no vas a hacer nada?”, “Te vas a deprimir, lo firmo”, “Tienes que partir el año con buenas vibras…” y bla, bla, bla. Mientras en mi mente pongo la cara de este emoticón, diciéndome a mi misma que esos 4 años que me acosté a las 9.00 pm. y vi los programas grabados de los canales nacionales fui muy feliz y no tuve ninguna crisis existencial.

¿Cuál es el afán de administrar los carretes de los otros? Odio cuando estás en un matrimonio, tipo 3:30 de la mañana, ya bailaste todos los hits del momento y visualizas tu cama como un oasis en medio del desierto más árido del mundo. Te empiezas a despedir y todos parten: “Pero como te vai tan temprano?”, “ No seas fomeeee”, “¿Un trago más y se van?”… GRRRRR. La solución: aplicar una bomba de humo y desaparecer como el gran mago David Copperfield. No hay otra.

2. El amor al futbol en los hijos hombres

Tengo tres hijos hombres y una niñita. A ellos, el futbol les interesa menos que lo que me puede interesar a mí la aeronáutica malaya. Más de alguna vez me he topado con una mamá que se asusta y te lanza comentarios del tipo: “Los niños tienen que jugar futbol si no son apartados del curso y nadie los pesca”, “¿Qué va a hacer en los cumpleaños que se celebren con pichangas?”.

Y debo reconocer que en la primera infancia de mi cabrerío, igual sucumbí algo a la presión futbolera, pero luego me pegué el alcachofazo que hay hartas cosas en las que puedo y debo obligar a mis hijos ( lavarse los dientes, pedir perdón cuando han sido poco respetuosos, cumplir con sus responsabilidades, etc.), pero no los puedo obligar a que tengan un hobby simplemente porque la sociedad así lo exige. Así es que cual Gloria Trevi me liberé de eso y es más, promuevo que los niños en su tiempo libre sean capaces de descubrir sin presiones que es lo que verdaderamente les apasiona. Tienen hartos amigos y me di cuenta que si para uno no es tema, para ellos tampoco. 7-0.

3. Teñirse las canas (las mujeres)

Aquí me di una vuelta de carnero más grande que las que se han dados varios políticos en los últimos días (inserte su lista aquí). Yo era de las que criticaban y casi andaba con el Color Touch en la cartera para regalárselo a la que osaba a no tinturar su cabeza. Hasta que leí una entrevista a la maquilladora Minata Rodríguez acerca de su volón con las canas, la edad y comencé a ver a varias amigas de mi mamá que se veían muy estilosas y cambié de opinión. Al final el tema de las canas no puede ser un dogma. Simplemente hay gente que se ve bien y otra que no. Y bueno hay gente a la que le quedan mal a los 35, pero si se siente cómoda… ¿Quien me movió la jaula a mí para opinar?

4. El stress de los panoramas en vacaciones de invierno

Esta presión es relativamente nueva, ósea está vigente hace como 15 años según mi Estudio de Mercado de la empresa Carcamo’s Enterprise Inversions. Porque cuando nosotros éramos chicos, ¿qué hacíamos en las vacaciones de invierno? NADA. Nos levantamos más tarde, jugábamos más horas, veíamos más tele en la mañana y ya está. Y nuestras madres no estaban agotadas inventándonos 900 panoramas para evitar culpas. Hoy es un verdadero tema que los niños “se aburran”. Vamos pidiendo un crédito de consumo para el Zoo, el Parque no sé cuánto y la película taquilla del Cine. De vacaciones, nada. Al final es una montaña rusa de actividades que termina con toda la familia reventada y desfinanciada. Vamos mejor por el team Dominó, Carioca y películas en Netflix. Buena causa para marchar.

5. La carne para el 18

Esta presión social es básicamente masculina, pero al tercer día de asado en esos fines de semanas dieciocheros solo quiero abrir una ventana y gritar: ¡UNA PAELLA PARFAVAAARRRRR! ¿Cuál es el TOC con comer asados absolutamente todos los días? Y cuando osas a hacer un rico ceviche o una pizza te miran con tanta cara de hereje que incluso te hace mirar la bandera con cierto cargo de conciencia. ¿Soy la única loca a la que le agota la carne asada? ¿O somos más en esta cruzada intrascendente? Para verle un lado positivo, lo lindo de esa maratón carnívora es elajiaco del primer día hábil post celebración, que disfruto con verdadera alegría y placer.

Hay muchas de estas presiones intrascendentes a las que simplemente cedemos por cultura, poco espíritu crítico o personalidad. A veces es bueno analizar nuestras costumbres, maneras de vivir y ver si realmente son coherentes con nuestro proyecto de vida y/o nos resultan cómodas. Y con toda la honestidad del mundo, comenzar a definir el camino que libremente queremos recorrer. Sin presiones.

¿Qué otras presiones sociales cotidianas sientes?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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