Las consecuencias son castigos disfrazados

En los últimos años son cada vez más las familias que se deciden por la crianza respetuosa. Esta filosofía está en contra de los castigos.

Para ser coherentes con este estilo de crianza los papás buscan alternativas a la hora de disciplinar o poner límites a sus retoños y una de las que habitualmente se sugiere es la de las “consecuencias”.

Sin embargo, la mayoría de las veces que la he visto en práctica he notado que son solo castigos disfrazados por lo que debemos tener en cuenta algunos puntos importantes si vamos a utilizarlas en casa.

Decirle al niño “si no haces lo que te digo tendrás una consecuencia” sin aclarar primero cuál será la misma, no es más que una amenaza. De igual manera la supuesta consecuencia que se dice en el momento pero que nada tiene que ver con la acción (causa/efecto) es simplemente un castigo. Por otro lado si la consecuencia es ambigua o temporalmente alejada es muy complicado que el niño pueda dimensionar su alcance.

Algunos ejemplos de Consecuencias verdaderas podrían ser:

  • Si te sacas el cinturón de seguridad no podremos ir a la fiesta de cumpleaños porque puedes lastimarte muy fuerte y porque es ilegal.
  • Si sigues tirando tus galletas al agua te dará hambre luego y no he traído más comida ni dinero para comprar.
  • Si sigues sacando tierra de la maceta no podremos ir a jugar al parque como querías hasta que no hayas recogido lo que has ensuciado.

7D35AE13-79FD-4E13-BEF5-6F7899A147CFTampoco es cuestión de dejar que se lastimen fuerte o lastimen a otros para que aprendan las consecuencias. En estas situaciones yo les digo por ejemplo: “Si sigues corriendo fuera del parque nos regresamos a la casa porque no voy a dejar que te atropelle un auto”. No es un castigo velar por su integridad.

Es altamente probable que los niños respondan de manera positiva cuando les explicamos las consecuencias reales porque las entenderán como lo que en realidad son, el resultado de determinada acción y no como un castigo para herirlos por no hacer lo que nosotros queremos que hagan. De esta forma podrán con el tiempo ser responsables de sus acciones porque comprenderán los efectos de las mismas y no por miedo a ser castigados. De igual forma no sentirán una lucha de poderes o una minimización de sus deseos y elecciones, sentimientos a flor de piel en la edad preescolar.

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Fuente: mamaminimalista.net

Ana_AcostaAna Acosta Rodriguez

Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness,  Inteligencia Emocional y Crianza con apego.

www.nutrimama.com

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PREDICA CON EL EJEMPLO

A veces me pregunto si estaremos haciendo bien al ir contra la corriente, sin castigos ni presiones, apostando al desarrollo de la inteligencia emocional, de la toma de decisiones conscientes, resiliencia, empatía.

Como toda mamá, me cuestiono, me hago preguntas. Luego veo a mi hijo tratando a un perro que recién conoce con tanto amor, empatía, respeto. Y veo a mi hija de 21 meses caminando por el puerto ofreciéndole su comida a la gente que pasa y me maravillo.

Pero cuando analizo caigo en la cuenta de que, minutos antes, yo les lleve a unos abuelos que estaban sentados cerca nuestro unos bizcochos que había comprado. Me doy cuenta que más allá de los detalles cotidianos, los encuentros, desencuentros, confusiones y a veces los conflictos, nuestros hijos nos ven y nos tienen como parámetro.

Hoy más que nunca, mamá o papá, trabaja en ti mismo, en tu ego, en tu paciencia, en tu tolerancia con los demás, porque tus hijos te están viendo.

Si tu hijo responde con amor, empatía, generosidad, tolerancia, date una palmada en la espalda: lo estás haciendo bien.

Pero también observa cómo maneja sus emociones y pregúntate: ¿cómo reaccionas con las tuyas?, ¿Atacas o discutes fuerte con tu pareja delante de tus hijos?, ¿Gritas cuando estás enojada?, ¿insultas a otras personas en su presencia?, ¿te burlas de otros?, ¿criticas a los demás mientras tus hijos escuchan? Si lo haces, no te castigues pero toma consciencia, aun no es tarde.

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Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness,  Inteligencia Emocional y Crianza con apego.

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Hijos adolescentes y castigos: ¿lo estamos haciendo bien?

Artículo publicado originalmente en El Definido

Para ningún padre es fácil lidiar con la adolescencia, sobre todo cuando de imponer límites se trata. Aquí una guía para entender por qué muchos castigos no funcionan.

No tengo hijos adolescentes, pero estoy básicamente a 5 minutos de convertirme en la mamá de uno. El tema de conjugar libertad, confianza y control en una edad en la que ya no le apagas la luz cuando quieres que se duerman, no le quitas el celular para que estudie o tampoco le prohíbes salir a jugar afuera, no es nada de fácil. ¿Qué se hace cuando el púber de tu casa no te pesca ni por si acaso? ¿Cómo logras hacerlos entender que se están equivocando y MAL? ¿Hay que castigarlos? ¿Funcionan los castigos? ¿Cuáles hay que aplicar?

La polémica autoridad

Debemos partir por analizar el concepto de autoridad y si efectivamente somos una para los jóvenes que nos rodean. La palabra autoridad no goza de buena fama, se asocia a rigidez y mala onda. Es lamentable, porque bien entendida puede ser la clave del éxito para la educación y los vínculosAdemás personalmente considero que sin ella, es prácticamente imposible llegar a buen puerto.

Por otra parte pretender transformarnos en voces respetables y con peso frente a nuestros hijos cuando el cabro ya tiene 15 años, es tan difícil como que Rodrigo Valdés se gane el título del empleado del mes. A esas alturas, estamos llegando más tarde que ENEL a resolver los problemas de sus clientes. Pero volvamos al concepto.

José Ramón Ayllón, licenciado español en Filosofía y Letras, en su libro 10 claves de la educación afirma que “en su esencia la autoridad no consiste en mandar, etimológicamente la palabra proviene de un verbo latino que significa algo así como ‘ayudar a crecer’”.

Bonita definición, porque escapa de ese papá tenebroso al que no se le puede discutir y nos acerca a esos padres amorosos que a veces tomarán decisiones difíciles para ayudarte a crecer de la mejor manera posible. Todo muy bonito, pero fíjate querida columnista que en este minuto tengo al adolescente condicional porque lo pillaron copiando en el colegio. Entonces ¿qué hago?

Reconsiderar el castigo

¿Por qué no funcionan? ¿Por qué no me hacen caso si fui severo? María José León, sicóloga de la Universidad Adolfo Ibáñez y magister en psicoterapia integrativa nos recalca que la palabra castigo no tiene mucho sentido con el adolescente.

“La idea es que las personas aprendan a hacerse cargo de sus propios actos y las consecuencias que tienen estos. Y es por esto que la palabra castigo no contribuye mucho con ese objetivo, porque la figura parental se transforma en un carabinero o sargento, que lo que hace es imponer algo por ley, porque sí, lo que no invita al desarrollo de la autorregulación, característica fundamental para unas relaciones sociales sanas y productivas”.

Para entrar en un diálogo en donde a los jóvenes entiendan que sus actos tienen consecuencias y que deben asumirlas, lo fundamental es que los padres hayan ejercido un rol de autoridad desde que el niño era chico y que ante todo, ese papá o mamá tenga una vida coherente con lo que predica. Sería raro que el papá castigue al cabro porque llegó borracho, cuando el fin de semana el mismo papá subió gateando las escaleras de la casa. La coherencia es una virtud que no pasa de moda y ante la cual los jóvenes están siempre atentos.

¿Y si ya quedó la embarrada?

Ahora cuando ya estamos frente a una situación complicada y los padres deben tomar medidas de todas formas (no podemos hacernos los locos) hay que tener ojo con qué tipo de castigos que imponemos.

Según nos dice Pilar Montero, sicóloga clínica de la Universidad Católica, “el típico error es la desproporción, los castigos tienen que ser proporcionales a la falta, no es lo mismo llegar 10 minutos tarde que haber sido sorprendido robando algo en un supermercado. Muchas veces los papás castigan todo con lo mismo y eso le quita peso a una conducta que evidentemente es más grave que otra”.

Otro error común en el que coinciden ambas profesionales, es en castigar con cosas que no se pueden cumplir: “te castigo 3 meses sin celular”, “Fregaste, no verás a tu polola en todo el verano”, “No podrás salir a carretear ningún fin de semana en el semestre”. Amenazas menos creíbles que el amor entre Trump y Melania. Lo más probable es que los papás no puedan efectuar lo anunciado, porque a esa altura ya no se acuerdan por qué el hijo estuvo castigado; y que el adolescente, cuando vea que sus papás no cumplen lo que dicen, la imagen de autoridad que tienen de ellos se verá desvanecida y con bajísima credibilidad.

El tema del castigo “justo” es clave. Primero, porque si no es de esa manera, el joven sí o sí va mentir por considerar que la pena aplicada no se condice con la falta y por ende no la cumplirá. Montero afirma que “los adolescentes tienen una capacidad de enjuiciar mucho más desarrollada que los niños pequeños y por supuesto que están pasando todo lo impuesto por el cedazo de la razón. Por ende, si lo perciben como injusto van a ir con seguridad al conflicto. Por el contrario, si los papás aplican sanciones proporcionales y especificas el adolescente considerará que sus padres son flexibles, que tienen los límites claros, pero que no son rígidos y finalmente confiarán mucho más en ellos”.

Castigar prohibiendo las “cosas buenas” también es una equivocación común según María José León. “Si te sigues sacando rojos no te dejaré más ir a la selección de fútbol” o “Juanita, si continúas siendo insolente no podrás ir al cumpleaños de tu mejor amiga”, no son medidas que aporten a mejorar la conducta. ¿Por qué?

“El castigo no está relacionado con el hecho. Es como que uno se equivocara en el trabajo presupuestando una actividad y como sanción nos impidieran ir al paseo de fin de año. El castigo debe ir orientado a reparar la falta y hacerse cargo de esa consecuencia. Además prohibirle al hijo instancias positivas como hacer deporte o ser un buen amigo, es contraproducente con valores que todas las familias debieran inculcar”, dice León.

Castigos más, castigos menos, ¿con qué me quedo?

Con que querer ganarnos la confianza de los hijos en la adolescencia, si cuando eran chicos no les dedicaste tiempo, oreja y una vida coherente con lo que exiges es francamente imposible (o requiere muchísimo trabajo especializado y con ayuda constante).

Con que las familias deben diseñar un proyecto en común en donde se establecen los límites y el ideario que las orienta. Dejar que todo fluya y esperar la tormenta sin un paraguas nunca ha sido una buena idea.

Con que todos fuimos jóvenes alguna vez y a veces nos olvidamos de eso, exigiéndole a los nuestros que nunca se equivoquen y se comporten como jubilados (con respeto a los jubilados).

Y con que conocer a nuestros hijos, a cada uno de ellos, es la gran pega para surfear la adolescencia sin morir en el intento. Porque aunque pongamos todos los esfuerzos y el amor posible, los padres tenemos que entender que es una temporada que no nos podemos saltar y que como dijo Shakespeare: “La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo”.

¿Te identificas con esta dificultad con tus hijos adolescentes? ¿Qué recomendarías?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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