Durante el último tiempo con bastante frecuencia columnistas, políticos y comentaristas, para criticar a la Convención Constituyente, al Congreso o a los Partidos Políticos, los comparan con un consejo de curso o asamblea escolar.
Basta ya de mirar tan despectivamente a los niños, niñas y adolescentes.
Los consejos de curso son espacios para que estudiantes practiquen progresivamente algunas competencias fundamentales para el ejercicio de una ciudadanía responsable. En muchas comunidades escolares, las y los estudiantes demuestran ser capaces de organizarse eficientemente para fines altruistas, debatir ideas y resolver sus conflictos de manera pacífica. Que estas instancias funcionen bien o mal, depende en gran medida del acompañamiento que reciban de parte de los adultos que están a cargo.
El nivel de maltrato, violencia verbal y carencia de habilidades de resolución de conflictos, que se observa entre nuestros políticos actualmente, y entre adultos, como se puede ver en diferentes redes sociales, es igual o peor a comportamientos similares entre escolares.
Somos los adultos quienes estamos modelando y fijando los estándares de lo que es un debate democrático, inclusivo y respetuoso, para nuestros niños, niñas y adolescentes.
¿Cómo estaríamos como país si los adultos practicáramos más la toma de perspectiva de otros, la escucha activa, el mostrar aprecio y valoración por la diferencia?
Las escuelas proveen de un ambiente especialmente valioso para la práctica de estas competencias y otras más, que conforman la ciudadanía responsable. El que se logren los resultados esperados depende de cómo los adultos guien el proceso y en especial en cómo modelan estas mismas habilidades.
¿Cómo nos comunicamos los adultos en la comunidad? ¿Cómo resolvemos nuestras diferencias? ¿Cuánto se toma la perspectiva de otros en la toma de decisiones? ¿Qué tantos espacios de participación existen? ¿Cuánto manifestamos el aprecio?
Luego, podemos revisar si esos estándares de convivencia respetuosa se están transmitiendo hacia los estudiantes.
Con nuestro barómetro socioemocional puedes medir diversos factores del ambiente escolar, como la calidad de los vínculos, el liderazgo, el feedback que se recibe, la autonomía, el sentido de pertenencia, entre otros. Tendrás un reporte online con todos los resultados y un reporte escrito con sugerencias para la acción.
Estamos viviendo momentos complejos como sociedad. Se percibe desconfianza en las instituciones, malestar, violencia en muchas ocasiones y división. Las escuelas pueden ayudar a recuperar el sentido de comunidad, educando en las competencias para una ciudadanía involucrada y generando esa sensación de seguridad y pertenencia que tienen los grupos sociales positivos. Que nuestros niños, niñas y adolescentes vivan en su comunidad escolar una experiencia de inclusión y participación que les prepare para contribuir a este país y a este mundo con todas sus fortalezas.
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Una persona con discapacidad es aquella que teniendo una o más deficiencias físicas, mentales, sea por causa psíquica, intelectual, sensorial, de carácter temporal o permanente, al interactuar con diversas barreras presentes en el entorno ve impedida o restringida su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con las demás, según la Ley 20.422.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , más de mil millones de personas en el mundo tienen alguna discapacidad. De ellas, casi 200 millones viven con dificultades significativas en su funcionamiento cotidiano observándose un aumento en la prevalencia de discapacidad a nivel mundial de un 15%.
Chile no está al margen de esta realidad. Según cifras del Estudio Nacional de la Discapacidad, personas con discapacidad son 2.606.914 equivalente al 20% del total de habitantes del país. De ellas un 8,3% presenta discapacidad severa (dificultad extrema o imposibilidad para realizar actividades de la vida diaria o que reciben ayuda con alta frecuencia).
Estos datos nos hacen reflexionar e impulsan a pensar en cómo construir un mundo más inclusivo en el que todos tengamos una vida digna y de calidad. Más aun considerando, según datos de la OMS, la discapacidad será un motivo de mayor preocupación para la sociedad.
Cabe destacar que las personas con discapacidad tienen una menor participación en la actividad económica. Por ello, las tasas de pobreza son más altas que las personas sin discapacidad. Estas dificultades se exacerban en las comunidades menos favorecidas.
Frente a este desafío de promover una plena inclusión y diversidad en nuestro país es indispensable la creación de políticas y programas eficientes que mejoren las vidas de las personas con discapacidades y faciliten la aplicación de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
En esta oportunidad queremos dar unos simples, y a la vez complejos consejos, para avanzar hacia una sociedad más inclusiva. Tenemos la convicción que para transformarnos en una sociedad inclusiva es necesario comenzar por uno, tal como lo dice la frase de Mahatma Gandhi. “Si quieres cambiar el mundo cámbiate a ti mismo”.
Estos consejos dicen relación con el uso del lenguaje a utilizar para promover la inclusión, ya que nuestras palabras y nuestra forma de hablar son fundamentales para representar lo que somos, lo que queremos y lo que creemos, así como para educar y crear un entorno de mayor justicia.
También queremos compartir el video cómo a referirse a una persona con discapacidad y otro video cómo tratar a personas con discapacidad.
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En este mes de la diversidad que termina, no puedo dejar de plasmar algunas palabras, primero porque es un tema que me toca el corazón y segundo porque necesitamos levantar la voz todos aquellos que creemos y confiamos en construir un mundo más respetuoso de las diferencias. He tenido pacientes queridas y queridos, con historias de sufrimiento, lucha y valentía, pero por sobretodo tengo un hermano que amo incondicionalmente y que admiro enormemente por quererse, encontrarse y luchar por él y su felicidad.
No es fácil salir de lo estipulado por la sociedad y de lo que pareciera ser lo “normal”. Y lo pongo entre comillas porque soy una convencida que la “normalidad” no existe, sino que solo se crea a partir de constructos o ideas, tan pero tan, subjetivas. ¿Quién dijo que el amor se construye solo desde la “normalidad”? ¿Por qué no podemos ver como “normal” todos los tipos de amor? ¿Qué nos detiene a respetar y amar la diferencia?.
A ratos, me canso de una sociedad que sigue juzgando a aquél que ama a alguien del mismo sexo. Esta lucha comenzó hace décadas, pero incluso en la actualidad necesitamos seguir marchando en este mes, para que una vez más podamos decir a viva voz que en el amor no hay juicio, no hay verdades absolutas y que es simplemente eso: AMOR. ¿Por qué pasa a ser un detonante de nuestra sanidad mental el no poder aceptar que existen tantos amores como realidades hay?.
Necesitamos convencernos que la persona que ama a alguien de su mismo sexo, no lo eligió, no es “moda” y no quiso tomar ese camino porque era el “más fácil”. Aquel que ama a alguien del mismo sexo, posee una profunda convicción de que su bienestar emocional va de la mano de aceptarse a sí mismo en su totalidad, sin caretas ni máscaras. Ellos y ellas, pasan a elegirse, por sobre lo que la sociedad o sus padres creen que es mejor para ellos. Se construyen en torno a la sinceridad de conocerse y mirarse en sus necesidades, que claramente, son distintas en cada ser humano.
Siempre he pensado que aquel que decide luchar por ese amor, es más valiente que cualquiera que opte por esconderlo. Porque se requiere de valentía para luchar por eso que llamamos minoría, se necesita garra para aceptar lo que somos y vencer la barrera del miedo a ser juzgados. Aquellos que decidieron no vivir en la oscuridad, han decidido lamentablemente, también luchar contra el mundo. Un mundo que se cierra a la diferencia y que critica todo aquello que salga de “lo esperado”. El amor es amor, en todas sus formas y en todos sus colores. ¿Qué pasará el día que nuestros hijos nos digan que decidieron ser sinceros con ellos mismos y luchar por sus diferencias? ¿Lograremos mirarlo como un acto de tremenda valentía y no como un acto de rebeldía contra el mundo o una moda?
Vengo de una familia conservadora, pero que ha logrado construir un camino hacia aceptar la diversidad, hacia querernos tal y como somos y apoyarnos en nuestras diferencias, nos tocó de cerca y por eso asumimos y abrazamos con amor esta realidad. Agradezco a diario que no seamos “normales” y luchemos como familia por una mayor inclusión y aceptación hacia lo diferente.
Yo a mis hijos les he enseñado que existen distintos tipos de amor, diferentes tipos de familia, y que aunque lo que más vemos es el amor entre hombre y mujer, no podemos dejar de aceptar, valorar y querer a personas que se aman y son del mismo sexo. Me he encargado de transmitirles que este amor no es un insulto o una enfermedad, sino algo lindo como todos los amores. Y que nunca tendremos el derecho o la voz para juzgar y degradar a otros con palabras hirientes, aunque pensemos distinto.
Hace unos días mi hijo de tercero básico llegó triste porque le habían dicho “gay”. Mi pena más profunda no fue que él lo escuchara, sino que esta palabra aún se utilice como un insulto. Dentro de mi rabia, solo pude decirle “si fueras gay llévalo con orgullo, porque no te hace más o menos persona, existen tantos tipos de amor como personas hay en el mundo y eso no se juzga ni se insulta”. Maravilloso fue escuchar al amigo de mi hijo cuando en su reflexión comento “ser gay no es un insulto, lo peor de todo es que solo degradan a aquellas personas que aman, igual como amaríamos nosotros”.
Formemos a nuestros hijos en la diversidad y en el respeto. No tengamos miedo a que por hablar de igualdad vamos a influenciar en sus decisiones futuras, no tengamos susto a “normalizar” algo distinto. La realidad es que necesitamos mirar la diversidad como universos en que coexistimos, para que el día que uno de nuestros hijos esté sufriendo por ser distinto pueda llegar a nosotros a pedirnos ayuda y no a esconderse ante nuestros ojos por miedo a ser juzgado o por terror a decepcionarnos. Seamos una familia acogedora y que habla de lo distinto y lo diverso. Necesitamos criar una generación que deje de insultarse frente a las diferencias y que logre apreciar la ganancia y riqueza que existe en la diversidad. Si yo respeto, acepto y abrazo esas realidades, podremos vivir en un mundo mucho más cariñoso y respetuoso del ser humano, sin importar la condición distinta en la que esté el otro.
Ser homosexual no es una enfermedad, no es moda, no es algo malo… es simplemente vida… AMOR y creo que nuestros hijos necesitan interiorizarlo de esa manera. Quizás soy muy abierta, hippie o poco conservadora, o quizás no estarán de acuerdo conmigo y es que al final de eso se trata el mundo. Todos convivimos con distintas creencias y vivencias, no nos aplastemos en ellas… convivamos, respetemos y amemos.
Gracias doy hoy, porque la vida me puso en mi camino una historia de vida y de familia distinta, que me ha enseñado no solo a respetar la diversidad, sino abrazarla y admirarla. A todos esos valientes que luchan por su amor y por ser ellos mismos, solo les digo una cosa: “acá estoy yo para ayudarlos a llevar su bandera, porque su bandera es también la mía: AMOR”.
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Tengo emociones confusas al escribir esta columna… Y además es segunda vez que intento escribirla… Son tantas las emociones, que no sé como hacer para no traspasarlas al que lee sin caer en malas interpretaciones. Hace ya dos semanas tengo ganas de escribir sobre inclusión. Esto desde que varias mamás de niños con necesidades especiales comenzaron a levantar la voz. En este último tiempo se creó el movimiento #unaescuelaparatodos el cual apoyé explícitamente a través de un vídeo en Instagram. ¿Por qué sigo escribiendo de esto si ya hice un vídeo? Bueno, porque siempre he dicho que creo que escribo mucho mejor de lo que hablo, y entonces plasmar mis ideas en un papel es poder decirlas para mi en voz alta.
¿Por qué hablar de inclusión me genera tantas emociones? ¿Qué pasa conmigo cuando este tema entra en mi cabeza? Podría decir que mi primera emoción es miedo a hablar, temor a tomar la voz de madres con hijos con necesidades especiales, cuando yo no soy una de ellas. Miedo a hablar sin saber, a intentar plasmar ideas sin haber recorrido ese camino. ¿Por qué me atrevo ahora a hablar? Porque me di cuenta que no quiero usar la voz de esas mamás, porque ellas tienen su propia voz para gritar y mostrar lo que sienten. Hoy decido tomar mi propia voz y hablar de mis hijos y de lo que ellos, yo y nosotros como familia necesitamos.
Soy una convencida, que tener un niño con necesidades especiales en la sala de clase los hará personas diferentes, los hará crecer y mirar el mundo desde otra vereda. Tengo una prima con necesidades especiales, tiene 29 años a pesar que dijeron que no llegaría a los 9 años. Quiero contarles la reacción de mi hijo cuando la conoció. Primero me hizo muchas preguntas sobre lo que le había pasado, por qué estaba así, qué podía hacer y qué no. Después me dijo que le daba mucha pena porque no podía hacer las cosas que a él le gustaban. Entonces le expliqué que ella disfrutaba de otras cosas que también la hacían feliz. Quedó muy afectado luego de conocerla.
El camino de mi tía ha sido duro, pero hoy quiero hablar de lo difícil que fue para mí aceptar o entender la reacción de mi hijo. ¿Por qué no pudo interactuar más con ella? ¿por qué no se acercó a abrazarla? ¿qué pasó que sólo le dio pena y no pudo conectar también con las alegrías de mi prima?. Después de varios meses, en una conversación de él con un amiguito en mi auto, le contaba que lo más triste que le había tocado era conocer a la Maca, así se llama mi prima, así le relató que ella no podía caminar, hablar, jugar y que eso le daba mucha pena. Yo escuchaba enternecida por un lado, porque mi hijo era capaz de empatizar con el dolor del otro, y con mucha pena por otro lado de pensar que este había sido su único acercamiento a la diferencia en sus 9 años de edad. ¿Por qué nunca había visto esta realidad? ¿qué pasa que el colegio finalmente se transforma en una burbuja de niños y vidas “normales”? ¿por qué nunca pudo acercarse a otras realidades y esta fue la primera? ¿Cómo le habría enseñado a interactuar distinto si hubiera estado cerca de la diferencia desde pequeño?.
Hoy decido escribir, porque creo que mis hijos necesitan inclusión, ellos necesitan vivir y tocar otras realidades que no sea sólo la suya, por cuanto soy una convencida que mirar al otro en sus necesidades y poder empatizar con ellas te hace una persona más humilde, generosa, asertiva y empática. De mis hijos no espero grandes profesionales, con buenas notas y muchos diplomas, de mis hijos por sobre todo espero sean buenas personas… y hoy creo, sus colegios no les están enseñando eso. Porque el que es diferente, o se porta mal o tiene necesidades especiales no tiene un espacio ahí. ¿Por qué? Porque simplemente no cumple con los estándares de lo “esperado”. No puedo dejar de recordar a un querido paciente de tan sólo 10 años, que al comenzar a mostrar conductas más disruptivas en el colegio, dado su diagnóstico de trastorno del desarrollo cancelaron su matrícula. El colegio no estaba “preparado para recibirlo” y lo que es peor, todos sus compañeros entendieron que estaba “bien” que se fuera porque él era “diferente” y necesitaba “otro tipo de colegio”. Pena, frustración, rabia.
Solo puedo darme cuenta que este sistema algo perverso, le está enseñando a mis hijos que si eres distinto no hay espacio para ti en este mundo, que esa persona diferente está en los rincones, en sus piezas, en “otros colegios”… segregados… lejos mío, lejos tuyo, lejos de nuestra realidad. ¿Y entonces cómo le enseño a mi hijo de respeto, humildad, generosidad, empatía, asertividad y diversidad si todos son “iguales” y sólo están preocupados de sacarse los ojos por ser los mejores?.
Mientras escribo, del miedo paso a la rabia y el enojo que me produce que un sistema y un país avale esto. ¿Por qué seguimos hablando de inclusión cuando en realidad esto no debería ser un tema? ¿por qué seguir peleando por algo que es un derecho?. Creo que no sólo le estamos quitando el derecho de educación a los niños con necesidades especiales, sino también le estamos quitando el derecho a nuestros hijos de aprender de ellos y con ellos. La vida es diversidad, todos tenemos distintas capacidades y habilidades, y todas ellas brillan en el contacto con el otro….¿Cuánto nos estamos perdiendo al desconectar a todos estos niños de nuestros hijos? Para mi son infinitas las posibilidades y oportunidades perdidas, y entonces me parece injusto desde donde se le mire.
Y es aquí donde me viene la pena y frustración, pena de estar escribiendo esto y tener que visibilizar algo que no deberíamos estar siquiera mostrando. Como escuché alguna vez por ahí, de la inclusión no se habla, se vive y se hace.
Soy una convencida que el sistema educacional tiene que cambiar, la experiencia de la diversidad hay que vivirla, sentirla, abrazarla para poder hacer algo distinto. Si nuestros hijos no pueden siquiera ver esa realidad en sus salas de clases o en sus compañeros de colegio, entonces obligan a todos esos niños con necesidades especiales a quedar invisibles frente al mundo….¿y cómo aprenden mis niños a abrazar y amar a alguien con necesidades especiales si no están? ¿cómo mis hijos aprenderán a no sentir pena por ese niño “distinto” si no lo han visto reír en sus salas, aprender o si no se han sentado jamás a conversar o conectar con ellos? ¿cómo lograrán mirar que también son felices, tienen penas, rabias y miedos igual que ellos?. Difícil tarea enseñarles a nuestros hijos sin la posibilidad de la cercanía a esa realidad, es como querer aprender a hablar inglés en un país donde no existe el idioma.
Miedo, rabia, frustración y pena, todo eso me provoca escribir estas líneas, también esperanza y fe de que ésto puede cambiar alzando nuestras voces. Me encantaría tener un país más inclusivo, donde ésto no fuera tema, en el que todos pudieran ir al colegio y eso se diera como un derecho real, no solo en el papel. Me encantaría vivir en un país donde no existieran los cupos de integración, sino que las puertas estuvieran abiertas a la diferencia, porque de la diversidad también aprendemos. Nuestros hijos no sólo necesitan aprender matemáticas, castellano, historia y arte… Nuestros hijos necesitan tocar la vida, y con mucha pena me doy cuenta y creo que sólo están tocando una parte de ella…esperanzada espero que esto cambie…y la toquen por completo.
Insisto: la inclusión la necesitamos todos, mis hijos, tus hijos, nosotros como papás y nuestra sociedad. Y ojalá ya no hablemos más de inclusión y empecemos a hacer algo por ella y podamos empezar a hablar de sana convivencia, de VIDA.
María José Lacámara – Conoce más AQUI
joselacamara@gmail.com
Instagram: @joselacamarapsicologa
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Jóvenes con necesidades especiales que ven en el deporte una opción para poder mostrar sus capacidades.
Las Olimpiadas Especiales seleccionan a los mejores atletas para poder representar a nuestro país.
Un relato en el que solo hay ganadores en el reportaje elaborado por el periodista Carlos Chávez de ChileVision Noticias ;
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