Pataletas – parte 2 de 2

En mi libro “Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años” propongo un diagrama de regulación que consta de 7 pasos.

  1. Regularse uno
  2. Sintonizar con el estado mental del niño
  3. Reflejo del estado mental
  4. Favorecer/permitir la expresión adaptativa
  5.  Calmar
  6. Reflexión guiada
  7. Reforzar

Martín tiene 3 años recién cumplidos. Ayer por la tarde estaban invitados a comer a la casa de los abuelos. Camino al ascensor, su hermano mayor se adelanto y apretó primero el botón. Acto seguido, Martín se puso a llorar y comenzó hacer una pataleta. Como podrán imaginar, él quería apretarlo y ahora ya no podía.

Su madre, que ya iba estresada con la hora, pensó en silencio ¡Lo único que me faltaba!. Respiró profundamente (regularse uno) y se agachó para ayudarlo a calmarse. Se dio el siguiente diálogo:

Mamá: ¿Querías apretar el botón? (sintonización)
Martín: Siiii
Mamá: Y te da rabia que tu hermano lo haya apretado primero ¿Cierto? (sintonización/reflejo).
Martín: Siiii
Mamá: Te entiendo.
Martín siguió llorando y se acercó a su hermano para pegarle. La mamá entonces lo frenó y le dijo “Sé que tienes mucha rabia, pero no por eso le vas a pegar a tu hermano” (expresión adaptativa). Lo dejó llorar un poco y le dijo “ya mi amor, trata de calmarte para que conversemos” y lo abrazó (estrategia de regulación: abrazo). En el auto, ya más tranquilo, lo ayudó aprender de la situación (reflexión guiada).
Mamá: Martín, no estuvo bien que le pegaras a tu hermano. Sé que te dio mucha rabia lo que pasó, pero no por eso le vas a pegar.
Martín: Si sé…
Mamá: ¿Me prometes que la próxima vez que algo te de rabia vas a tratar de controlarte?
Martín: si… pero yo quería apretar el botón.
Mamá: Si sé mi amor… pero él no sabia. Cuando quieres algo tienes que decirlo (reflexión guiada).
Martín: Ya mamá.
Mamá: Te felicito por haberte calmado. Sé que no es fácil y pudiste hacerlo (refuerzo).

……………………………………………………………………………

Agustina tiene 3 años y medio. Sus padres están separados hace ya un tiempo, pero este verano se fue de vacaciones por primera vez con su papá. Lo pasó muy bien y llegó muy contenta de vuelta con mamá. Pero en el transcurso de las horas, se puso un tanto irritable.

En la tarde, estaba tratando de ponerse una polera. Y como no podía la mamá la ayudo. Como quería ponerla sola, se puso a llorar y comenzó a hacer una pataleta.

Al verla llorar con tanta intensidad, la mamá se dio cuenta que podía haber una razón de fondo (sintonización), porque en general no llora por esas cosas. Que quizás era por las vacaciones. Entonces le dijo “Amor, ¿fue muy difícil para ti estar sin mamá estos días?” (reflejo). Agustina asintió con su cabeza. Su mamá entonces la abrazó y le dijo despacito al oído “si se mi amor… (pausa)… si tienes penita llora todo lo que tengas que llorar” (expresión adaptativa). Cuando Agustina había liberado gran parte de su estrés, su mamá le dijo “ahora vamos a respirar para calmarnos y poder hablar”.

Ya tranquila, se dio el siguiente diálogo:

Agustina: Es que te eché de menos mamá…
Mamá: Si sé mi amor, yo también. Sé lo difícil que puede ser tener vacaciones con mamá y con papá por separado.
Agustina nuevamente asintió con la cabeza.
Mamá: Que a pesar de que lo pases muy bien, echas de menos al que no está. Te entiendo.

La mamá la abrazó  y le dijo que cuando uno echa de menos a alguien, además de pensar en esa persona o llamarla, puede hacerle un dibujo. Y se prometieron que la próxima vez que se echaran de menos, se harían dibujos (reflexión guiada).

Les quise poner dos ejemplos de pataletas completamente distintas. La primera es clásica: Martín está cansado, no puede hacer lo que quiere y se pone a llorar. Yo creo que todos hemos pasado al menos alguna vez por una situación así. La segunda es menos común. Si bien Agustina se pone a llorar porque quería ponerse la polera sin ayuda, la verdadera razón de su baja tolerancia a la frustración es emocional.

Independiente de cual sea la causa, de cuán intensa sea la emoción o de las características y necesidades idiosincráticas de cada niño, el diagrama de regulación nos entrega una pauta a seguir. No siempre se siguen los pasos en el orden propuesto. A veces incluso no todos los pasos son necesarios. Pero cuando uno los conoce y entiende el sentido de lo que se está haciendo, se vuelven una gran herramientas para ayudar a nuestro hijo a recuperar la calma.

Lo último que me gustaría transmitirles, es la importancia de estar conectados y sintonizados a nuestros niños. Por su desarrollo lingüístico, la mayoría de las veces nuestros pequeños expresan lo que les pasa de manera no verbal y es importante estar atentos a sus señales. ¿Se imaginan lo triste que hubiese sido retar o mandar a Agustina a la pieza tras su pataleta, cuando lo único que necesitaba en ese momento era la contención de su mamá?

Regular no es nada de fácil. Pero vale la pena intentarlo. Espero que les haya servido.

Extraído de www.andreacardemil.cl

Mamá de 3
Psicóloga Infanto-Juvenil
Magíster en Psicoterapia Integrativa
Diploma en Terapia de Juego
Diploma en Manejo Interdisciplonario de las dificultades del Escolar
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Pataletas – parte 1 de 2

En la etapa preescolar, los niños tienen que aprender que no pueden hacer ni tener todo lo que quieren. Esto les genera mucha rabia y frustración. En plena conquista del lenguaje y movimiento, quieren y necesitan mostrarle al mundo (especialmente a sus padres) que están grandes, que son distintos a ellos y que pueden tomar decisiones por sí mismos.

Debido a que las estructuras cerebrales encargadas de la regulación emocional a esta edad están recién desarrollándose, este malestar lo sienten de manera muy intensa y les cuesta mucho tranquilizarse. Por esta razón, tienden a externalizar lo que sienten, expresándolo de manera corporal y descontrolada: lo que conocemos como pataleta o berrinche.

Por lo general, los niños comienzan a hacer pataletas alrededor del año y medio y dejan de hacerlas como a los 6 años, con un pick entre los 2 y los 3 años. El tiempo que dura el período de pataletas puede variar en función de factores biológicos (como el temperamento), situacionales (como la llegada de un hermano) y de crianza (estilo de apego y forma en que los padres manejan las pataletas).

Las pataletas se consideran parte del desarrollo vital de un niño. Esto quiere decir que son normales y necesarias. Cuando el manejo adecuado, la etapa de las pataletas permite que los niños conquisten poco a poco su independencia, iniciativa y seguridad, sin que ello signifique pasar a llevar al resto o que siempre se haga lo que ellos quieren.

¿Cuándo el manejo es adecuado?

Hoy en día el criterio más importante para determinar cuán adecuado es el manejo parental, no es la efectividad, sino la promoción de desarrollo socio emocional sano. Por ejemplo, meter a la ducha fría a un niño cada vez que hace pataletas puede ser efectivo, pero no por eso adecuado. Efectivo porque el niño va a dejar de hacerlas, pero inadecuado porque además de ser un acto violento, daña la relación que tiene con su cuidador y no le enseña a regular sus emociones.

En función de esto, se considera como adecuado, no sólo buscar que el niño deje de hacer pataletas, sino que aprenda a regular sus emociones y formas más adaptativas de expresarse y resolver conflictos.

Para cumplir con este propósito, lo mejor es manejarlas desde los principios de apego seguro. Les explico porqué.

La pataleta se considera una situación de estrés intensa. Aunque no lo crean, el niño no lo pasa bien haciendo una pataleta. Todo lo contrario, su cuerpo libera mucho cortisol (hormona del estrés), le resulta tremendamente angustiante sentir emociones tan fuertes y la sensación interna de descontrol y desorganización.

Es importante entender, que los niños no hacen pataletas para manipular o para molestar, sino simplemente porque se encuentran desbordados y no saben qué hacer. Como en cualquier otra situación de estrés, en ese momento lo que el niño necesita es tenernos cerca y que lo ayudemos a recuperar la calma.

Dado que el apego es necesidad de contención ante el estrés, ayudar a nuestro hijo a calmarse es el principio más importante para promover una relación de apego seguro.

Gracias a los avances de las neurociencias, se ha visto que cada vez que ayudamos a nuestros hijos a calmarse, además de promover apego seguro, les enseñamos estrategias de regulación emocional y estimulamos el desarrollo de las estructuras cerebrales encargadas de la regulación emocional.

Esto que suena muy complejo, es más simple de lo que pensamos. Veamos un ejemplo: Cuando un niño siente rabia y lo ayudamos a calmarse respirando, estamos generando el circuito neuronal rabia-respiración-calma. Cuando estas experiencias son reiterativas, estas conexiones se van fortaleciendo y formando estructuras más complejas. Y cuando el niño sea grande y siente rabia, serán estos circuitos los que se le activarán, aunque no estamos a su lado.

Aclaro que ayudar un niño a calmarse, no significa darle en el gusto. Si el niño está llorando porque le dijimos que no le vamos a comprar un juguete, calmarlo no significa comprarle el juguete, sino ayudarlo a recuperar su equilibrio basal y ayudarlo a entender que no siempre puede tener todo lo que el quiere.

¿Cómo hacerlo?

 En mi libro “Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años” propongo un diagrama de regulación que consta de 7 pasos.

1. Regularse uno

Este es no de los pasos más importantes para manejar de manera adecuada una pataleta. Si el niño está haciendo una pataleta, es porque se encuentra emocionalmente desbordado. Requiere que estemos muy tranquilos para que lo ayudemos a regularse y recuperar la calma. El problema de esto es que cuando el niño está haciendo una pataleta, con frecuencia nosotros también nos encontramos alterados. Por lo que antes de hacer cualquier cosa, es preciso dar un paso atrás, respirar hondo y calmarnos.

Sé que esto no es fácil de hacer, menos cuando hemos dormido poco, estamos cansadas o tenemos alguna otra preocupación. Pero es necesario hacerlo para poder seguir los otros pasos  y poder transmitirle a nuestro hijo la calma (verbal y no verbal) que necesita en ese momento.

 2. Sintonizar con el estado mental del niño

Sintonizar significa conectarnos con nuestro hijo para ver que le pasa y lo que necesita en ese momento. ¿Es rabia? ¿Es sueño? ¿Estará celoso? La mayoría de las veces el niño no expresa el motivo real de lo que le pasa. Entonces hace una pataleta porque no quiere comer, pero en verdad no es que no quiera comer, sino que está triste porque echa de menos a su papá.  Y si queremos ayudarlo a calmarse, es preciso saber lo que le pasa.

3. Reflejo del estado mental

Reflejar consiste en decirle verbalmente al niño lo que le pasa en ese momento (lo que siente, lo que necesita, lo que quiere). Por ejemplo: “Te dio rabia que se te cayera la torre” “Sientes rabia porque nos vamos de la plaza” “Te frustraste porque no te prestó el balde”. Se ha comprobado que esto tiene importantes beneficios educativos (el niño aprende que eso que está sintiendo se llama “rabia”), genera calma (la palabra contiene la sensación de descontrol) y conecta ambos hemisferios cerebrales (el desborde viene del hemisferio derecho y al hacer uso del lenguaje activamos el izquierdo).

Dado que cuando un niño está haciendo una pataleta está desbordado, la mayoría de las veces no quiere que hablemos. Si esto ocurre, debemos reflejarle lo que le pasa de manera muy escueta y quedarnos en silencio cerca suyo.

4. Favorecer/permitir la expresión adaptativa

Expresar es mejor que no expresar. Por lo que se le debe permitir al niño expresar su malestar. Pero si al hacerlo hace algo inadecuado (como pegarse, patear sus juguetes, decirnos palabras feas, etc.) es necesario establecer límites.

El límite siempre se establece después del reflejo. Es muy importante que al niño le quede claro que el problema no es lo que siente, sino la forma en que lo está expresando. “Sé que tienes rabia (reflejo), pero no por eso vas a tirar tus juguetes (límite)”, “no porque tengas rabia (reflejo), me vas a pegar (límite)”.

5. Calmar

Este paso consiste en ayudar al niño a calmarse a través del uso de alguna estrategia de regulación. Esto no es nada de fácil, porque cuando un niño está haciendo una pataleta, está emocionalmente desbordado. Calmar a un niño intenso podría demorar incluso 30 minutos. Pero es muy importante que lo hagamos.

Cada vez que ayudamos a un niño a calmarse, le transmitimos que no importa cuán intensa sea la emoción, porque después viene la calma. Que no importa cuán desagradable sea su emoción, estaremos a su lado.

En mi libro propongo las siguientes estrategias: cambiar foco de atención; cariños; respiración; ejercicio o movimientos repetitivos; nivelación de estimulación ambiental; cambio de ambiente; pensamiento mágico y contención física.

Es probable que muchos padres en este momento estén pensando: “No ha visto las pataletas que hace mi hijo, si le hablo o lo llego a abrazar es peor, ¡más rabia le da!”. Y tienen toda la razón. A veces los niños necesitan un espacio para calmarse antes de que no acerquemos mucho a ellos.

Cuando esto ocurre, debemos quedarnos cerca, en silencio y esperar que la intensidad de la emoción baje un poco. La idea es que sepa que estamos ahí, que no han perdido la sintonía con nosotros por estar frustrados, todo lo contrario, que estamos tan conectados con ellos, que sabemos que necesitan un espacio.

6. Reflexión guiada

Una vez que el niño está lo suficientemente tranquilo como para hablar, se le debe ayudar (a través de preguntas, explicaciones o reflejos) a reflexionar sobre lo que pasó y enseñarle formas más adaptativas de expresarse y resolver conflictos.

La reflexión guiada sirve para que el niño se conozca a sí mismo (“Sé que te frustras mucho cuando alguien cambia los planes”), aprenda a resolver conflictos (“¿Qué podrías hacer la próxima vez que tu hermano no te quiera prestar un juguete?”), aprenda a satisfacer una necesidad (“La próxima vez que necesites que te ayude, dímelo”), aprenda de lo sucedido (“no es bueno romper juguetes cuando tenemos rabia”) y/o aprenda una estrategia de regulación (“¿Cómo podrías descargar tu rabia la próxima vez sin dañar a nadie?”).

7. Reforzar

Este es uno de los pasos más simples. Consiste en reforzar cualquier conducta positiva que hayamos detectado durante el proceso de regulación. Por ejemplo: “Qué bueno que pudiste tranquilizarte para que podamos hablar y resolver lo que pasó”; “Qué bueno que me contaste cómo te sentías, porque, si no, no habríamos podido resolverlo”.

El objetivo de este paso no es solo reforzar que el niño logró calmarse, sino que tome consciencia de que es capaz de hacerlo. La idea es empoderarlo en sus capacidades.
Ejemplo del diagrama de regulación emocional en acción

En el siguiente artículo, 2 ejemplos de aplicación del diagrama de regulación emocional en acción

Extraído de www.andreacardemil.cl

Andrea Cardemil Ricke
Mamá de 3
Psicóloga Infanto-Juvenil
Magíster en Psicoterapia Integrativa
Diploma en Terapia de Juego
Diploma en Manejo Interdisciplonario de las dificultades del Escolar
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Hacerte las uñas no sirve. El verdadero ingrediente del autocuidado

¿Se han dado cuenta que cuando uno le cuenta a otros que está estresada el único consejo que te dan es que te regales tiempo para hacer algo que te guste o relaje (y la mayoría de las veces te dan como ejemplo ir a la peluquería o tomarse un café con una amiga)?

Si bien salir de la rutina y hacer algo que nos gusta hace bien, es solo una solución parche. Porque nos genera calma en el momento, pero al llegar a casa nos esperan las mismas cosas que nos tenían estresadas al salir. Y las pilas que cargaste, tarde o temprano se vuelven a desgastar.

Si lo vemos desde este prisma, la solución no está en hacer una actividad pasajera, sino en nuestro interior. Un cambio en nuestro estilo de vida. Especialmente en la forma en que enfrentamos los estresores y desafíos del día a día.

A mi parecer, la clave está en el autocuidado y amor propio. Si nos queremos, sabremos buscar la forma de satisfacer nuestras necesidades. Sabremos cuándo postergarnos y cuando ponernos como prioridad. Sabremos ponernos límites. Y lo más importante, sabremos ser compasivas con nosotras mismas. Nuestra voz interna nos acompaña en todo momento y depende de nosotras que nos hable y contenga como lo haría nuestra mejor amiga, o que nos devalué y agobie como lo haría nuestra peor enemiga.

A continuación te voy a dar cinco consejos para que practiques el autocuidado y la autocompasión:

  1. Sé descriptiva y usa adjetivos neutros cuando te hables a ti misma de ti misma: No es lo mismo decir «soy agresiva», que «siento la rabia muy intensa y a veces me cuesta mantener el control». El primero ataca y merma nuestra autoestima, mientras que el segundo nos invita y motiva al cambio y al crecimiento.

Cuando te equivocas, no es lo mismo decirte «eres la peor madre del mundo», que «te equivocaste, no estuvo bien cómo actuaste, tranquilízate y pide perdón».

Juzgarse y autodevaluarse no sirve de nada. Mírate con cariño y compasión, trata de entender de dónde vienen tus dificultades y qué podrías hacer para manejarlas mejor.

  1. Aprende a manejar la culpa: Todas las emociones son postitivas en tanto tienen un propósito adaptativo: comunicarte lo que te pasa y qué necesitas. La culpa tiene la importante misión de mostrarte que te equivocaste, ayudarte a aprender del error y motivarte a reparar cuando es necesario.

 

Al igual que todas las otras emociones, una vez que cumple con la misión para la cual fue creada, debes dejarla ir. Quedarte pegada criticándote a ti misma no sirve de nada. Cuando haces eso la culpa se vuelve patológica. No hay aprendizaje ni reparación.

 

  1. Esfuérzate por estar consciente de tus sensaciones, emociones y necesidades: El cuerpo es el primero en darse cuenta que algo nos pasa. Por lo mismo, es muy importante prestarle atención cuando nos habla y tratar de decifrar qué es lo que nos quiere decir. Te doy un ejemplo. Yo me doy cuenta que me estoy empezando a estresar cuando empiezo a respirar profundo, o que me siento pasada a llevar cuando se me aprieta el estómago. Al darme cuenta de esto, me pregunto qué me pasa y qué necesito.

 

  1. Dale importancia a tus necesidades: Además de estar atenta a tus sensaciones, emociones y necesidades, es importante que te preocupes de <<atenderte>> de manera oportuna. Es como cuando vas manejando y se prende el aviso de que queda poca bencina. Si no le haces caso, tarde o temprano te quedas en pana.

 

  1. Pregúntate qué hay detrás de tus autoexigencias: No sirve bajar nuestros niveles de exigencia si no trabajamos la fuente que los sube. Si eres muy crítica contigo misma, quizás sería bueno que te preguntes porqué eres así. ¿Será que sustentas tu valor como madre en el éxito y por tanto al equivocarte te sientes la peor madre del mundo? ¿Será que detrás de esta autoexigencia hay pensamientos irracionales como «tengo que ser perfecta» o «si me equivoco voy a dañar a mi hijo»? ¿Será que eres dura contigo misma porque te falta trabajar el amor propio? (Cardemil, 2019).

 

Para terminar, recuerda que el autocuidado y el amor propio es algo que se trabaja todos los días. Y de ahora en adelante, cuando te sientas agobiada, la solución no está en ir a hacerte las uñas, sino en ser tu mejor amiga.

 

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto Juvenil

Autora de <<Apego Seguro: cómo relacionarte con tu hijo a partir de los dos años >> y <<Separarse con niños pequeños: cómo seguir nutriendo tras la ruptura>>

Instagram: @andreacardemil

 

 

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¿Es bueno o no hacer tareas?

La noticia de que la ONU pide prohibir las tareas escolares en todo el mundo ha generado bastante polémica.

Los que están a favor de las tareas plantean que son necesarias para que los niños refuercen lo aprendido en clases, desarrollen hábitos de estudio y sentido de responsabilidad. Junto con esto refieren que las tareas permiten que los padres participen de manera activa del aprendizaje de sus hijos.

Por su parte, los que están en contra plantean que las tareas estresan a los niños, deterioran las relaciones familiares, generan rechazo hacia el aprendizaje y restan horas de juego y descanso necesarias para estar el desarrollo y bienestar.

Lo anterior cobra especial relevancia en Chile, que es uno de los países con mayores índices de estrés y depresión infantil.

Ante la duda si es bueno o no hacer tareas, revisé un par de investigaciones y papers. Les cuento lo que encontré.

Harris Cooper es un académico de la Universidad de Duke que lleva años estudiando los beneficios y costos de hacer tareas. A nivel mundial es reconocido como gurú en el tema. Para sus estudios ha revisado investigaciones que datan desde 1987 a la fecha.

Cooper plantea que el beneficio de hacer tareas depende de la edad del niño. En pre-básica no tiene valor alguno. Entre primero y cuarto básico pequeñas cantidades de tareas podrían ayudar a los niños a construir hábitos de estudio. Entre quinto y  octavo básico las tareas dejan de tener beneficios después de los 90 minutos, mientras que en enseñanza media después de 2 horas de estudio (Cooper, 1989; Cooper, Robinson, & Patall, 2006).

Es importante aclarar que los beneficios encontrados no son significativos. Comienzan recién a ser moderados al llegar a la enseñanza media. Esto significa que el beneficio de hacer tareas en los años escolares es bajo y poco claro.

Junto con esto, Cooper plantea que el tipo de tarea también influye. Se ha visto que la lectura es una de las actividades que más enriquecen el aprendizaje y que las actividades prácticas mejoran los resultados en las evaluaciones.

Finalmente Cooper refiere que cuando las tareas son excesivas o se dan a edades inadecuadas, no sólo pierden sus beneficios, sino que pueden generar resultados adversos, como estrés y actitud negativa hacia el colegio y el aprendizaje.

Es importante aclarar que los resultados de sus estudios están basados en colegios que no tienen jornada extendida. Por lo que los beneficios encontrados en las investigaciones, que ya son pobres, en niños con jornada extendida se perderían por completo.

Otros autores destacados plantean que las tareas se deberían suprimir por completo. Etta Kralovec, profesora de la Universidad  de Arizona y coautora de «The End of Homework: How Homework Disrupts Families, Overburdens Children, and Limits Learning» es uno de ellos.

En función de los resultados podríamos concluir que los niños con jornada completa no deberían tener tareas, solo se les debería fomentar la lectura. Por su parte, los niños con jornada normal podrían tener pocas tareas en función de su edad y curso. Y que para que realmente se respeten los tiempos adecuados, sería preciso que los profesores se organicen tanto en las tareas como en las fechas de las pruebas. Suspender tareas para cuidar el tiempo del niño no sirve de nada si le ponen pruebas seguidas o más de una prueba el mismo día.

Por otra parte a ningún niño se le debería privar el derecho a descansar, jugar y compartir con sus seres queridos, como tampoco el derecho a que les guste saber y aprender (que como ya vimos, se pierde cuando se les exige en desmedida). Esta más que comprobado que los niños necesitan horas de juego activo y descanso para estar bien y desarrollarse en plenitud.

Finalmente hablar del desarrollo de responsabilidad y hábitos de estudio. Para que un niño desarrolle el sentido de responsabilidad es importante que se le pidan cosas que puede hacer. Cuando las exigencias son superiores a la capacidad del niño, los padres son los que terminan haciendo lo que el niño no es capaz de hacer por si mismo. Cuando esto ocurre, el niño aprende justamente lo contrario a lo que buscamos: que no es capaz de ser responsable y que por tanto necesita de la ayuda de otros. Por otra parte, la responsabilidad se puede desarrollar a través de otras actividades, como tareas domésticas (hacer la cama, darle de comida al perro, etc.).

Algo similar ocurre con el desarrollo de hábitos de estudios. Cuando la exigencia es desmedida, al niño le cuesta sentarse a estudiar y por tanto adquirir el hábito. No lo hace a gusto, todo lo contrario. Lo hace con protesta, llanto y/o desgano.

Por todo lo anterior me atrevo a decir que se deberían eliminar las tareas a los niños que están con horario extendido. Que se debería fomentar la lectura y el amor por el aprendizaje. Y que de la mano de este cambio revolucionario haya un aumento real de las horas de juego y conexión con nuestros niños. ¡Que volvamos a lo esencial! 

Andrea Cardemil Ricke

Mamá de 3

Psicóloga Infanto-Juvenil

Magíster en Psicoterapia Integrativa

Diploma en Terapia de Juego

Diploma en Manejo Interdisciplonario de las dificultades del Escolar

Autora del libro “Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo después de los dos años”  y“Separarse con niños pequeños: cómo seguir nutriendo tras la ruptura” de (Ediciones B).

 

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Consejos para nutrir rutina de sueño de tu hijo

La hora de irse a dormir (que en muchas casas es un eterno drama!) puede convertirse en un momento importante de calidad con tu hijo si tienes una rutina adecuada. No solo porque facilita que tu hijo se acueste y se quede dormido, sino también porque te permite conectarte a él. A continuación te doy 7 consejos para nutrir la rutina del sueño.

1. Predictibilidad: Los niños hasta alrededor de los 6 años no entienden bien ni la hora ni los tiempos. Tener horarios y actividades estables les permite predecir qué va a pasar. Quizás no saben qué hora es, pero saben que después de comer viene el baño y que después del baño llega papá. Esto los contiene, les da tranquilidad y sensación de control[1]. Junto con esto, la predictibilidad también permite regular los ritmos biológicos del niño (por ejemplo, que le de sueño siempre a la misma hora).

2. Señales ambientales: Para potenciar la predictibilidad de las rutinas, los niños necesitan señales ambientales claras y estables que marquen y comuniquen el paso de una actividad a otra. Ya mencionamos que los niños a esta edad no se manejan bien con los tiempos, menos con los horarios. Por lo que si queremos que la rutina les resulte predecible, más que horarios, necesitamos señales. Para un niño de cuatro años, es mucho más fácil entender que tiene que acostarse cuando termina La casa de Mickey Mouse, que entender que debe hacerlo a las 20:30. Ahora, esto no significa que no haya que tener horarios. Todo lo contrario. Pero los horarios son para nosotros[2]. 

Las señales ambientales también ayudan para ordenar las conductas de los niños. Por ejemplo, después del baño las luces comienzan apagarse y ya no es hora de sacar juguetes y desordenar la pieza, sino hora de regalonear. Si tu hijo por temperamento es irregular en sus horas de sueño (lo has intentado todo y aun así nunca se duerme a la misma hora), las señales ambientales serán tu mejor aliado.

3. Cuento: Independiente de los beneficios en el desarrollo de la creatividad y fomento de la lectura, contar un cuento hace que irse acostar sea atractivo. Para muchos niños, dormir es fome porque significa perder tiempo de juego y regaloneo. Por lo que contarles un cuento es una excelente forma de cambiar esta percecpción. Irse acostar significa seguir pasándolo bien y haciendo cosas con mamá/papá. El cuento además es una actividad de transición entre estar activo-despierto y relajarse-quedarse dormido.

4. Preguntas de conexión: Este es uno de mis consejos favoritos. Muchos niños al irse acostar se muestran más dispuestos a conversar, a contarnos sus cosas y hacernos preguntas. Estos momentos de conexión hay que potenciarlos y aprovecharlos al máximo. Pueden preguntarles que fue lo que más le gusto del día y lo que menos les gusto. Algo que los hizo reír, algo que los hizo enojar. Algo que hayan aprendido. Yo lo empecé hacer hace poco con mis hijas y les encanta. Me dicen “mamá nuestra conversación”. 

Hacerles preguntas de este tipo, no sólo favorece la comunicación y la relación, sino también el desarrollo de las funciones ejecutivas. 

5. Demostraciones afectivas: Dentro de las actividades que conforman la rutina es importante que incluyas demostraciones de cariños. Yo por ejemplo a mis hijas todas las noches les doy un súper beso que las protege de tener pesadillas y las ayuda a dormir mejor. Estas demostraciones, al ser estables y predecibles, se convierten en rituales que enriquecen enormemente la relación.

6. Reconectar antes de dormir: Si por alguna razón te enojaste con tu hijo o el contigo, no dejes que se vaya a dormir sin antes volver a conectarte a él. Por lo mismo, nunca utilices irse a dormir como un castigo. No es bueno para la relación, para su descanso y para su desarrollo cerebral.

 7. Actividades de relajación: Para facilitar que el niño se acueste y preparar su cuerpo para dormir, lo ideal es que después del baño (o la comida en caso que se bañe antes) no haga nada que lo active. Evita juegos bruscos, electrónicos o que impliquen algún tipo de actividad física como correr o saltar. Trata de hacer actividades que lo relajen y vayan calmando de apoco su energia (por ejemplo masajes, leer, ver televisión abrazados, jugar con los legos, etc). 

Para ver qué actividades activan o relajan a tu hijo, debes estar atenta y observarlo. Hay niños por ejemplo, que se activan con el baño en vez de relajarse. Cuando esto ocurre, conviene bañarlos más temprano y cuando se acerca la hora de dormir hacer activiades que realmente lo calmen.

Espero que te haya gustado y servido. Si se te ocurre alguna idea, no dudes en compartirla! La idea es que entre tod@s nos apoyemos.

Andrea Cardemil Ricke

Mamá de 3

Psicóloga Infanto-Juvenil

Magíster en Psicoterapia Integrativa

Diploma en Terapia de Juego

Diploma en Manejo Interdisciplonario de las dificultades del Escolar

Autora del libro «Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo después de los dos años»  y «Separarse con niños pequeños: cómo seguir nutriendo tras la ruptura» de (Ediciones B).

1 y 2: Extraído del libro “Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo después de los dos años”. Andrea Cardemil, Ediciones B.

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Me cuido porque me quiero

Cada día me llegan más niños más pequeños con problemas alimenticios y temor a engordar. Hace poco vi a una niña de 9 años recién cumplidos que sabía más tips para bajar de peso que yo. En sus juegos los personajes salían a correr después de comer y tomaban té para ir al baño. Terrible.

Me pregunté porqué niños de esa edad pueden tener ese tipo de preocupaciones y conocimientos. Sin duda los medios de comunicación y los actuales estándares de belleza influyen. Pero creo que más importante que eso, es nuestro ejemplo y los mensajes que les transmitimos de manera directa (cuando hablamos con ellos) e indirecta (cuando hablamos con otras personas o hacemos comentarios en relación a nosotros mismos). Si contamos calorías delante de ellos, no esperemos que ellos no lo hagan. Si nos miramos en el espejo y nos tocamos la guata, no esperamos que ellos no lo hagan.

No se trata de dejarlos comer lo que quieran y cuánto quieran. Los niños necesitan límites y aprender a comer sano. Lo importante es cómo lo hacemos y el mensaje que les entregamos. Comer sano no es sinónimo de no engordar. Comer sano significa nutrir y cuidar nuestro cuerpo. Independiente del peso que uno tenga.

Enséñales que mucha azúcar, sal y grasa le hacen mal al cuerpo. Que el cuerpo necesita vitaminas y minerales para crecer, estar bien y combatir enfermedades. Enséñales que comer sano es cuidar nuestro cuerpo. Que comer sano es amar nuestro cuerpo.

Evita comentarios del tipo “no comas eso que engorda” o “vas a engordar si sigues comiendo eso”. Cámbialos por “eso tienen mucha azúcar, trata de no comer mucho que le hace mal a tu cuerpo” “sé que quieres una galleta, pero no has comido fruta en todo el día, alimenta tu cuerpo”. Si te preguntan porqué compras productos light, no digas “porque no engordan”, diles “porque tienen menos grasa y mucha grasa le hace mal al cuerpo”.

Lo mismo para el deporte. Evita comentarios del tipo “voy a salir a correr para quemar el pedazo de torta que me comí ayer” o “voy al gimnasio para no engordar”. Di “voy a salir a correr porque me gusta” “voy a salir a correr porque le hace bien a mi cuerpo”. Enséñales que hacer deporte es entretenido y le hace bien a nuestro cuerpo, especialmente a nuestro corazón. 

Si ya le has enseñado a tu hijo a comer sano y hacer deporte “porque hace bien”, agrégale el factor “porque me quiero”. Aunque no lo creas esto marca una diferencia importante. Instala el concepto de autocuidado y le agrega un valor afectivo especial. 

Incluso te ayudará a fomentar una buena alimentación. A mis hijas les cuesta comer sano. De colación, siempre prefieren comer cereales que fruta. Pero cuando les pregunto «¿Amas tu cuerpo?» y me responden que sí, les digo «entonces come fruta que le hace bien». Cuando hago esto, aceptan comer fruta.  

El concepto “me cuido porque me quiero” permite además enseñarles a los niños a cuidarse de otras cosas nocivas. Como por ejemplo no permitir ser mal tratados o que les hagan o digan cosas que no les gustan. Este es aprendizaje es esencial para evitar bullying y abuso sexual.

Así que ya sabes. El mensaje es “me cuido porque me quiero”.

Andrea Cardemil Ricke

Mamá de 3

Psicóloga Infanto Juvenil

Magíster en Psicoterapia Integrativa

Diplomado en Terapia de Juego

Diplomado en Manejo Interdisciplinario de las Dificultades del Escolar

Autora del libro «Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años»«Separarse con niños pequeños: cómo seguir nutriendo tras la ruptuta» de Ediciones B.

 

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Importancia de las tradiciones familiares

Siempre me han gustado las tradiciones y los rituales familiares. Pero cuando supe que promueven desarrollo socioemocional, les presté mayor atención y comencé averiguar un poco más acerca de su valor.

Desde 1950 se han hecho muchas investigaciones y todas apuntan a que tanto las tradiciones como los rituales familiares enriquecen las relaciones entre los miembros, generan sentido de pertenencia y fortalecen la identidad de grupo. ¡Incluso se ha visto que promueven competencia parental y satisfacción marital!

Personalmente, creo que el poder de las tradiciones y rituales familiares reside en que hacen que un momento cotidiano y ordinario se cargue de afecto y se transforme en un momento único, especial y esperado por todos. Un momento en el que se comparte, se disfruta y se afianzan los vínculos.

Las tradiciones no tienen que ser necesariamente grandes cosas. Pueden ser algo tan simple como regalar flores el primer día de clases, despertar al cumpleañero con un rico desayuno o armar el árbol de pascua en familia. Lo importante es que marquen la diferencia en el día a día, se repitan año a año y se traspasen de generación a generación.

El problema es que hoy en día, por la falta de tiempo y la gran oferta de servicios y productos, muchos rituales y tradiciones familiares se han ido quedando en el pasado. Ya no hay tiempo para hacer galletas de navidad o la torta de la abuela para el cumpleaños. Es más fácil comprarlas.

Tengamos cuidado con perder nuestras raíces e identidad familiar. Cuidado con perder importantes momentos para compartir y conectarnos unos con otros.

Si aún no tienes tradiciones las puedes inventar. Nunca es tarde para hacerlo. Piensa en qué es importante para ti y como quieres que tus hijos te recuerden. El día que no estés, será a través de éstas que te mantendrán presentes en sus vidas y en las de sus hijos.

Vuelve a lo simple, vuelve a lo importante!

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

Autora del libro «Apego Seguro: Cómo relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años» «Separarse con niños pequeños: cómo seguir nutriendo tras la ruptuta» de Ediciones B.

 

 

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Los inagotables beneficios del juego

En el mes del niño les quiero hablar acerca de uno de los derechos más importantes de la infancia: el derecho a jugar. Elegí hablarles de este tema, porque muchas veces por desconocer sus beneficios el “tiempo para jugar” se utiliza en “cosas más importantes” como estudiar, hacer tareas o asistir a talleres extraprogramáticos.

 

Existe evidencia de sobra que demuestra que jugar es vital en el desarrollo sano de un niño. Se ha visto que promueve desarrollo físico, cognitivo, emocional, social y cerebral. Por esta razón la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas 1990 lo reconoció como un derecho en la infancia.

 

Niños JugandoCuando los niños juegan, no sólo se divierten y hacen uso de su imaginación, sino que aprenden importantes habilidades socioemocionales. Aprenden a compartir, negociar, respetar turnos, expresar ideas e intereses, entender y considerar la perspectiva de otros, empatizar,  resolver conflictos, sincronizar intereses, etc. El mejor juego para desarrollar estas habilidades es el juego social. Es decir, el juego con uno o más niños. Por lo mismo, preocúpate de que tu hijo vaya a la plaza, invite o vaya casa de amigos (especialmente si es hijo único o tiene mucha diferencia de edad con los otros hermanos).

 

Se ha visto que jugar con otros también estimula otras habilidades cognitivas y académicas como el pensamiento abstracto y el desarrollo de las funciones ejecutivas.

 

El juego es un excelente medio para fortalecer el vínculo con los niños. El juego nos permite pasarlo bien y conectarnos con nuestros pequeños desde lo que a ellos les hace sentido. Esto es clave en el desarrollo de lazos afectivos y relaciones de apego. La Academia Americana de Pediatría propone que el mejor juego para vincular es el juego centrado en el niño. En palabras simples, el juego centrado en el niño consiste en dejar que el niño sea quien guíe el juego.

 

También se ha visto que el juego promueve desarrollo cerebral sano. Estimula el desarrollo de la creatividad, de las funciones ejecutivas, conecta ambos hemisferios y favorece la adaptabilidad entre otras cosas.

 

Y como si fuera poco, el juego le otorga al niño un espacio terapéutico en el cual puede expresar, descargar y procesar sus vivencias emocionales de manera segura y controlada. Esto es vital en para el desarrollo y estabilidad emocional de un niño.

 

Como pueden ver, el juego tiene miles de beneficios importantes por lo que nunca se le debería reemplazar por actividades que contribuyen poco y nada en el desarrollo y bienestar infantil.

 

Así que ya sabes. Preocúpate que tu hijo juegue. Hazte el tiempo para llevarlo a la plaza o invitarle amigos a la casa. Atrévete a restringir los juegos de pantallas y las horas de televisión. Hazte el ánimo de tirarte al suelo a jugar. El juego es y será una de las mejores fuentes de aprendizaje y vinculación en la infancia.

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

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Deporte, atención y aprendizaje

 

Siempre se ha sabido que hacer deporte hace bien. Pero en los últimos años, gracias a los avances en las neurociencias, se ha visto que genera efectos positivos en el funcionamiento de nuestro cerebro.

La imagen superior compara la actividad cerebral de un grupo de niños que participó en un programa de ejercicio con la de un grupo de niños que no participó. Los resultados hablan por sí solos: los niños que hicieron deporte, mejoraron sus procesos de atencionales, su memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva.

Lo más sorprendente de estas investigaciones, es que se ha visto que el ejercicio beneficia especialmente a los niños que tienen Déficit Atencional. Esto se debe a que la actividad física, por suave que sea, estimula la liberación de dos neurotrasmisores que mejoran el ánimo y el desempeño cognitivo: la  dopamina y serotonina. Este es el mismo efecto que generan la mayoría de los fármacos que se usan para tratar el TDA. Esto ha llevado a expertos a plantear que el deporte podría llegar a reemplazar el uso de medicamentos.

Los datos dejan en evidencia lo importante que es que los niños practiquen algún deporte y cuenten con recreos lo suficientemente largos como para hacer ejercicio y de esta forma preparar su cerebro para la clase que sigue. Lo preocupante, es que los recreos son cada vez más cortos y los espacios cada vez más reducidos.

Por lo mismo, sugiero que motiven a sus hijos a practicar un deporte y/o hacer ejercicio de manera sistemática. No caigamos en la trampa de privarlos de estas actividades con el objetivo de tener más tiempo para estudiar. Es cosa de ver las imágenes superiores. Horas extras no es igual a mejor rendimiento.

En casa, si notan que su hijo está muy cansado de estudiar, frustrado o pegado en un tema, podría ser útil que salga a correr o andar en bicicleta un ratito, más que sentarse a jugar Wii o ver televisión. El niño no solo necesita despejar su mente, sino reestablecer las funciones ejecutivas, especialmente los procesos atencionales.

 

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

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Actividad para fomentar desarrollo emocional basada en la película Intensamente

 

Al igual que en otros procesos, los niños van aprendiendo a manejar sus emociones de manera paulatina y progresiva.

Si bien las principales fuentes de aprendizaje son nuestro ejemplo (como nosotros manejamos nuestras emociones) y la regulación del estrés (lo que hacemos o dejamos de hacer cuando nuestro hijo tiene alguna emoción en curso), el aprendizaje también se puede potenciar a través de ciertas actividades, como la lectura de cuentos, el juego, el teatro y el dibujo (por nombrar algunas).

A continuación les dejamos una actividad (haz click aquí para descargarla) basada en los personajes de la última película de Pixar, Intensamente. La idea es que debajo de cada personaje ayuden a sus hijos a:

1. Conocer la emoción: Cada una de las emociones tiene un fin adaptativo y conocerlo ayuda aceptar la emoción y aprender a regularla.

Temor te cuida del peligro y te prepara para enfrentarlo. Desagrado te ayuda a rechazar elementos que pueden ser dañinos, desde un alimento a malos tratos. Furia te hace ver lo que no te gusta y te incita a hacer algo al respecto. Alegría te ayuda a ver, a darte cuenta y a disfrutar las cosas que te gustan y te hacen bien, junto con darte la energía necesaria para moverte y enfrentar dificultades. Tristeza te ayuda a procesar pérdidas y experiencias dolorosas. Te ayuda aprender de lo vivido, a pedir ayuda, a darte cuenta de lo que quieres y necesitas para estar bien.

2. Tomar consciencia de lo que me pasa cuando la siento: Siguiendo con el ejemplo de Furia, podría ser “me pongo rojo, me dan ganas de gritar o no me gusta que me toquen”, mientras que en tristeza “lloro y me gusta que me abracen”. Este paso es muy importante, especialmente con niños menores de 6 años, porque al ser concretos, les hace mucho sentido conectar la emoción con su cuerpo. Por lo mismo, para potenciar el aprendizaje, sirve mucho ir actuándoles lo que les pasa (por ejemplo decirles “Cuando te enojas ¿te pones así?” y fruncir el ceño) y/o pedirles que lo hagan ellos (por ejemplo decirles “Muéstrame como es tu carita de miedo”).

3. Identificar situaciones o cosas que los hacen sentir así: Ayuden a sus hijos a identificar situaciones del día a día, no tienen que ser complejas ni elaboradas, ojalá lo más simples posibles. Por ejemplo, en Furia podría ser “que un amigo no me preste un juguete, perder o que me digan que no”, mientras que Alegría “un abrazo de mamá”.

4. A aprender a manejar la emoción: Esto lo pueden hacer contándoles qué cosas pueden hacer (por ejemplo “cuando uno está asustado sirve mucho tranquilizar el cuerpo”), contándoles lo que hacen ustedes (por ejemplo “cuando me siento mucha rabia me gusta estar sola un ratito”) y/o mostrándoles cosas que han hecho y que les han servido (por ejemplo “he visto que cuando estás triste te tranquiliza mucho un abrazo”).

Lo otro que puedes hacer es preguntarle con qué personaje se identifica y por qué, con emoción le cuesta más manejar y que emoción le cuesta menos.

Para potenciar la experiencia de aprendizaje y el momento de conexión con sus hijos, lo ideal es que ustedes también hagan la actividad y la compartan con ellos.

 

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

Magíster en Psicoterapia Integrativa

Diploma en Terapia de Juego

Diploma en Manejo Interdisciplinario de las dificultades del Escolar

Autora del libro «Apego Seguro: Como relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años» (Ediciones B).

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