Las lamentables noticias que se están difundiendo sobre trágicos eventos en distintas comunidades escolares del país nos pueden provocar sentimientos de horror, desesperanza y ansiedad. ¿Cómo no lamentar el suicidio de dos adolescentes? ¿O la violencia que sufren niños, niñas, adolescentes y docentes? ¿Cómo no preocuparnos por el retroceso en habilidades cognitivas y socioemocionales fundamentales para el desarrollo.
Hay mucho por hacer para la tan ansiada recuperación escolar, y una clave podría estar en la activación de emociones positivas en la escuela.
Barbara Fredrickson, una investigadora de la Universidad de Carolina del Norte, se ha dedicado a estudiar el impacto de las emociones positivas en la capacidad de resiliencia y el bienestar, con interesantes hallazgos que pueden iluminar sobre el tipo de acciones que necesitamos para recuperarnos de dos años traumáticos en el sistema escolar. A través de sus estudios, Fredrickson ha podido observar que las personas resilientes no sufren menos estrés que aquellas menos resilientes, es decir, frente a un evento negativo, el dolor, la rabia, la incertidumbre, nos golpean a todas las personas por igual. Sin embargo, algunas logran recomponerse emocionalmente y volver a funcionar óptimamente más rápido. La clave estaría en la capacidad de poder activar emociones positivas, a pesar de las emociones negativas que están sintiendo. Al hacerlo, las emociones positivas cumplen una doble función para la recuperación. Por una parte, parecen revertir los efectos de las emociones negativas, que activan nuestro sistema nervioso simpático elevando el cortisol, acelerando el corazón, disminuyendo nuestro sistema inmune entre otras reacciones, que en la medida en que se van acumulando nos pueden producir un enorme daño a nuestra salud física. Al mismo tiempo, las emociones positivas, permiten al cerebro aumentar su capacidad de concentración y aprendizaje, la flexibilidad, mejora la memoria y la creatividad, todo lo cual nos ayuda a ir construyendo recursos cognitivos y sociales que sirven para afrontar los desafíos de la vida.
Cuando hablamos de activar emociones positivas nos estamos refiriendo a un amplio repertorio de eventos psicológicos que van mucho más allá de la realización de actividades placenteras o lúdicas. Pensamos no sólo en la alegría, sino también en la calma, la compasión, el altruismo, la esperanza, la gratitud, la curiosidad, la satisfacción, etc.
Hay muchas formas de activar o propiciar emociones positivas en una escuela. Acá te dejamos algunas ideas:
– Establece prácticas de celebración creativas, donde se reflexione sobre todo los positivo que ha ocurrido en una clase, en una semana, en un semestre. Ya el hecho de volver a la presencialidad es un gran evento para celebrar.
– Establece prácticas de gratitud, que lleven a estudiantes, docentes y funcionarios, a conectarse con lo bueno que han recibido de parte de otros, y que tengan el espacio para expresarlo.
– Establece prácticas de recuperación de la calma, cuando haya estrés. Se puede hacer a través de sencillas rutinas de respiración, o asegurando un lugar físico en que habrá alguien que te puede contener. No esperar hasta que la situación se hace incontrolable, la práctica constante de la recuperación, facilita que nuestro sistema nervioso autónomo se regule con mayor flexibilidad.
– Establece prácticas de bondad. Hablamos mucho de ser generosos, del buen trato y de la empatía, pero a veces faltan oportunidades de practicar. Piensa en formas de incentivar actos de bondad pequeños pero constantes al interior de la comunidad. Ayuda mutua entre compañeros para aprender, colaboración en la mantención del cuidado de la escuela, sentido de comunidad cuando alguien lo está pasando mal, y sobre todo, conversar sobre cómo nos sentimos cuando ayudamos a otros.
– Establece prácticas de escucha. Cuando estudiantes y docentes se sienten vistos e importantes, se activa la motivación. Si tienes un rol directivo pregunta ¿qué piensas de esta decisión? ¿cómo te sientes al respecto?. Si eres docente, guarda momentos en tus clases donde los estudiantes puedan expresar si el contenido les parece entretenido o aburrido, fácil o difícil.
– Establece prácticas de movimiento y juego. Atrévete a planificar actividades de aprendizaje activo, en que las y los estudiantes tengan que moverse y/o jugar. Lo mismo con los adultos, a quienes a veces nos cuesta más conectarnos con lo lúdico.
Es importante acoger y darle un espacio justo a las emociones negativas, pero no olvidemos que para favorecer la resiliencia es igualmente importante aprender a activar nuestras emociones positivas.
Foto de Nathan Dumlao en Unsplash
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¿Qué no se debe hacer en una relación para ser feliz y lograr ser una pareja estable? Para ser feliz con la persona que has elegido para que esté a tu lado sólo tienes que conocerla, identificar sus puntos débiles y sus fortalezas.
¡Evita estos errores!
De acuerdo con el psicólogo John M. Grohol, fundador del blog Psych Central, es importante identificar a tiempo algunos errores que arruinan la relación de pareja como los siguientes:
- Dar por hecho las cosas. Asumir que tu pareja estará siempre a tu lado para hacer todas las cosas que quieres o simplemente como compañía, es un error. Lo mejor es reconocer todos los esfuerzos que hace cada día con algún cumplido o agradecimiento.
- Falta de comunicación. Una relación de pareja termina cuando los dos parecen dos extraños, es decir, no cruzan una palabra para expresar sus sentimientos y emociones. Es importante recordar todo aquello que hablaban en un inicio.
- Dejar de escuchar. Además de ser una falta de respeto, esto ocasiona fuertes problemas, porque no sabes qué necesita tu pareja o cómo solucionar los retos que se presentan todos los días.
- Falta de diversión. Cuando la alegría, la actitud positiva y la diversión se alejan de ustedes, es un pésimo síntoma y el indicio de que algo anda mal en la relación. Recuerda las cosas que causaban una gran sonrisa o una carcajada de sorpresa.
- Dejar de expresar los sentimientos. Dejar de decir palabras cariñosas como un “te amo†es una señal de que tienes que poner todo de tu parte para recuperar la felicidad y el interés en la relación.
- Amenazas. Si tú o tu pareja tratan de arreglar alguna situación con amenazas, debes parar y analizar la situación. Esta actitud no se presenta en una relación sana.
- Ignorar. Esta es unas de las peores acciones que puedes hacer. Una persona no se siente valorada ni amada con este tipo de actitudes. Si te molesta algo, háblalo directamente.
Si identificas alguno de estos errores, es momento que actúes y salves tu relación de pareja. Trata de conectarte con la persona que más amas y hazla sentir como la más especial. Y tú, ¿cómo mantienes el interés en tu relación?
Fuente: www.bienestar.salud180.com
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Hace unas semanas escribí que somos los autores de nuestros propósitos, pero somos los coautores de la mayor parte de nuestros resultados. Esta afirmación deja entrever que en la construcción de nuestra biografía concurren muchos agentes. Sin embargo, tendemos a marginarlos en las auditorias íntimas en las que vamos evaluando nuestra instalación en el mundo. La contemporaneidad ha impuesto un macrorrelato que ha despolitizado por completo la reflexión sobre el acontecimiento de existir. Puede resultar decepcionante que en algo tan privativo como nuestra biografía exista la coautoría, pero gracias a ella nuestra existencia está atravesada de fines y no solo de necesidades. En las necesidades no hay fines, y si no hay fines no hay autonomía. Las necesidades afilaron nuestra racionalidad y nos convirtieron en animales políticos, en animales que hablan, en animales sentimentales que estratifican qué sería bueno sentir y qué sería bueno no sentir. Vivir agrupados es un hito evolutivo de primerísimo nivel. Podemos elegir qué queremos para nosotros gracias a que estructuramos marcos de convivencia en los que nuestra existencia borbotea al lado de otras existencias. Podemos optar independientemente merced a que somos interdependientes. Convertimos la convivencia en un juego de suma no cero en el que adoptamos estrategias para que todas las partes satisfagan parcialmente sus necesidades respectivas. En Elogio de la infelicidad Emilio Lledó lo explica con abrumadora claridad: «La carencia de completa autarquía es la expresión suprema de la necesidad de convivir, de ser en otros y con los otros».
Las necesidades primarias las podemos cubrir gracias a la cohabitación con otras existencias en un entorno intersubjetivo orquestado para ese cometido. Siempre que hablo con alguien de las necesidades a las que estamos uncidos como seres vivos mi interlocutor me interpela afirmando que habría que matizar qué entendemos por necesidades. La respuesta es muy sencilla. Entiendo por necesidad aquello en lo que cualquier persona piensa de manera monotemática a partir de un lapso de tiempo de padecer su ausencia ante el miedo de que su vida se desbarate irreversiblemente o llegue incluso a expirar. Aristóteles definía como necesario «aquello sin lo cual no se puede vivir, por ejemplo, el respirar o la alimentación». Yo lo defino con una mirada más panorámica y más contemporánea: «Una necesidad es aquello cuya satisfacción es tan rutinariamente urgente que si no está estructuralmente colmada impide que un sujeto pueda establecer planes de vida». «La escasez es el origen de la ciudad», escribió Platón. En terminología de Lledó, el carácter menesteroso de nuestra biología fue lo que nos inspiró a «la empresa de construir lo humano». El ser humano que somos cada uno de nosotros es una existencia quebradiza, precaria, frágil, muy muy vulnerable. Humano proviene de humus, tierra, y significa pequeño, insignificante. En esta explicación descansa por qué los griegos daban mayor prelación a la condición de ciudadano que a la de persona. Era imposible llegar a ser persona (la individualidad que elige qué fines quiere para su vida y que se va desplegando en el conjunto de acciones encaminadas a colmarnos) lejos de la polis. Ser persona sólo era posible desde la condición de ciudadano. De aquí el drama que supone, y que Josep Ramoneda explica con su habitual maestría en Contra la indiferencia, que hayamos perdido paulatinamente la c de ciudadanos en favor de las tres ces que nos señalan como clientes, contribuyentes y comparsas. La conclusión es triste. Cuanto más nos desintegramos como ciudadanos, mayor dificultad para ser personas.
Lo contrario de la libertad es la necesidad. Donde hay necesidad no hay elección, y donde no hay elección no hay autonomía, que es la vitrina de nuestra dignidad. Ser autónomo es elegir por uno mismo con qué fines quiere uno conducir su propia vida. Somos dignos porque podemos elegir, y podemos elegir porque tenemos más o menos satisfechas nuestras necesidades primarias. De aquí se colige algo que los redactores de los Derechos Humanos subrayaron en la redacción de la Carta Magna. Sin la garantía de unos mínimos es imposible que nadie pueda aspirar a unos máximos. Esos mínimos son los treinta artículos de los Derechos Humanos. Los máximos son los contenidos individuales con los que cada uno rellena el contenido de su felicidad, los fines con los que da sentido a su existencia en el mundo de la vida, con los que va convirtiéndose en una expresión de particularidad, una mismidad diferente a todas las demás. Somos una existencia singularizada que limita por todos lados con todas las existencias también singularizadas porque las necesitamos para acceder a una vida digna. Por eso más que ser existencias adyacentes yo prefiero utilizar la expresión existencias al unísono (así se titula la trilogía a cuya redacción me he dedicado estos últimos años –ver-). Al ser al unísono queda enfatizada la vinculación afectiva y política irrenunciables para existir. Nuestra existencia tal y como es o cómo nos gustaría que fuese sería inaccesible desde la insularidad o desde la soledad. El yo no puede expatriarse de los dominios interconectados de la convivencia. La política debería ser una mirada reflexiva y bondadosa sobre cómo articular la organización de las existencias al unísono con el objeto de que todos satisfagamos nuestras necesidades y podamos dedicarnos de este modo a aquellos fines elegidos desde la autonomía. Ser animales políticos es lo que nos permite ser animales éticos.
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Tengo emociones confusas al escribir esta columna… Y además es segunda vez que intento escribirla… Son tantas las emociones, que no sé como hacer para no traspasarlas al que lee sin caer en malas interpretaciones. Hace ya dos semanas tengo ganas de escribir sobre inclusión. Esto desde que varias mamás de niños con necesidades especiales comenzaron a levantar la voz. En este último tiempo se creó el movimiento #unaescuelaparatodos el cual apoyé explícitamente a través de un vídeo en Instagram. ¿Por qué sigo escribiendo de esto si ya hice un vídeo? Bueno, porque siempre he dicho que creo que escribo mucho mejor de lo que hablo, y entonces plasmar mis ideas en un papel es poder decirlas para mi en voz alta.
¿Por qué hablar de inclusión me genera tantas emociones? ¿Qué pasa conmigo cuando este tema entra en mi cabeza? Podría decir que mi primera emoción es miedo a hablar, temor a tomar la voz de madres con hijos con necesidades especiales, cuando yo no soy una de ellas. Miedo a hablar sin saber, a intentar plasmar ideas sin haber recorrido ese camino. ¿Por qué me atrevo ahora a hablar? Porque me di cuenta que no quiero usar la voz de esas mamás, porque ellas tienen su propia voz para gritar y mostrar lo que sienten. Hoy decido tomar mi propia voz y hablar de mis hijos y de lo que ellos, yo y nosotros como familia necesitamos.
Soy una convencida, que tener un niño con necesidades especiales en la sala de clase los hará personas diferentes, los hará crecer y mirar el mundo desde otra vereda. Tengo una prima con necesidades especiales, tiene 29 años a pesar que dijeron que no llegaría a los 9 años. Quiero contarles la reacción de mi hijo cuando la conoció. Primero me hizo muchas preguntas sobre lo que le había pasado, por qué estaba así, qué podía hacer y qué no. Después me dijo que le daba mucha pena porque no podía hacer las cosas que a él le gustaban. Entonces le expliqué que ella disfrutaba de otras cosas que también la hacían feliz. Quedó muy afectado luego de conocerla.
El camino de mi tía ha sido duro, pero hoy quiero hablar de lo difícil que fue para mí aceptar o entender la reacción de mi hijo. ¿Por qué no pudo interactuar más con ella? ¿por qué no se acercó a abrazarla? ¿qué pasó que sólo le dio pena y no pudo conectar también con las alegrías de mi prima?. Después de varios meses, en una conversación de él con un amiguito en mi auto, le contaba que lo más triste que le había tocado era conocer a la Maca, así se llama mi prima, así le relató que ella no podía caminar, hablar, jugar y que eso le daba mucha pena. Yo escuchaba enternecida por un lado, porque mi hijo era capaz de empatizar con el dolor del otro, y con mucha pena por otro lado de pensar que este había sido su único acercamiento a la diferencia en sus 9 años de edad. ¿Por qué nunca había visto esta realidad? ¿qué pasa que el colegio finalmente se transforma en una burbuja de niños y vidas “normales”? ¿por qué nunca pudo acercarse a otras realidades y esta fue la primera? ¿Cómo le habría enseñado a interactuar distinto si hubiera estado cerca de la diferencia desde pequeño?.
Hoy decido escribir, porque creo que mis hijos necesitan inclusión, ellos necesitan vivir y tocar otras realidades que no sea sólo la suya, por cuanto soy una convencida que mirar al otro en sus necesidades y poder empatizar con ellas te hace una persona más humilde, generosa, asertiva y empática. De mis hijos no espero grandes profesionales, con buenas notas y muchos diplomas, de mis hijos por sobre todo espero sean buenas personas… y hoy creo, sus colegios no les están enseñando eso. Porque el que es diferente, o se porta mal o tiene necesidades especiales no tiene un espacio ahí. ¿Por qué? Porque simplemente no cumple con los estándares de lo “esperado”. No puedo dejar de recordar a un querido paciente de tan sólo 10 años, que al comenzar a mostrar conductas más disruptivas en el colegio, dado su diagnóstico de trastorno del desarrollo cancelaron su matrícula. El colegio no estaba “preparado para recibirlo” y lo que es peor, todos sus compañeros entendieron que estaba “bien” que se fuera porque él era “diferente” y necesitaba “otro tipo de colegio”. Pena, frustración, rabia.
Solo puedo darme cuenta que este sistema algo perverso, le está enseñando a mis hijos que si eres distinto no hay espacio para ti en este mundo, que esa persona diferente está en los rincones, en sus piezas, en “otros colegios”… segregados… lejos mío, lejos tuyo, lejos de nuestra realidad. ¿Y entonces cómo le enseño a mi hijo de respeto, humildad, generosidad, empatía, asertividad y diversidad si todos son “iguales” y sólo están preocupados de sacarse los ojos por ser los mejores?.
Mientras escribo, del miedo paso a la rabia y el enojo que me produce que un sistema y un país avale esto. ¿Por qué seguimos hablando de inclusión cuando en realidad esto no debería ser un tema? ¿por qué seguir peleando por algo que es un derecho?. Creo que no sólo le estamos quitando el derecho de educación a los niños con necesidades especiales, sino también le estamos quitando el derecho a nuestros hijos de aprender de ellos y con ellos. La vida es diversidad, todos tenemos distintas capacidades y habilidades, y todas ellas brillan en el contacto con el otro….¿Cuánto nos estamos perdiendo al desconectar a todos estos niños de nuestros hijos? Para mi son infinitas las posibilidades y oportunidades perdidas, y entonces me parece injusto desde donde se le mire.
Y es aquí donde me viene la pena y frustración, pena de estar escribiendo esto y tener que visibilizar algo que no deberíamos estar siquiera mostrando. Como escuché alguna vez por ahí, de la inclusión no se habla, se vive y se hace.
Soy una convencida que el sistema educacional tiene que cambiar, la experiencia de la diversidad hay que vivirla, sentirla, abrazarla para poder hacer algo distinto. Si nuestros hijos no pueden siquiera ver esa realidad en sus salas de clases o en sus compañeros de colegio, entonces obligan a todos esos niños con necesidades especiales a quedar invisibles frente al mundo….¿y cómo aprenden mis niños a abrazar y amar a alguien con necesidades especiales si no están? ¿cómo mis hijos aprenderán a no sentir pena por ese niño “distinto” si no lo han visto reír en sus salas, aprender o si no se han sentado jamás a conversar o conectar con ellos? ¿cómo lograrán mirar que también son felices, tienen penas, rabias y miedos igual que ellos?. Difícil tarea enseñarles a nuestros hijos sin la posibilidad de la cercanía a esa realidad, es como querer aprender a hablar inglés en un país donde no existe el idioma.
Miedo, rabia, frustración y pena, todo eso me provoca escribir estas líneas, también esperanza y fe de que ésto puede cambiar alzando nuestras voces. Me encantaría tener un país más inclusivo, donde ésto no fuera tema, en el que todos pudieran ir al colegio y eso se diera como un derecho real, no solo en el papel. Me encantaría vivir en un país donde no existieran los cupos de integración, sino que las puertas estuvieran abiertas a la diferencia, porque de la diversidad también aprendemos. Nuestros hijos no sólo necesitan aprender matemáticas, castellano, historia y arte… Nuestros hijos necesitan tocar la vida, y con mucha pena me doy cuenta y creo que sólo están tocando una parte de ella…esperanzada espero que esto cambie…y la toquen por completo.
Insisto: la inclusión la necesitamos todos, mis hijos, tus hijos, nosotros como papás y nuestra sociedad. Y ojalá ya no hablemos más de inclusión y empecemos a hacer algo por ella y podamos empezar a hablar de sana convivencia, de VIDA.
María José Lacámara – Conoce más AQUI
joselacamara@gmail.com
Instagram: @joselacamarapsicologa
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Vivimos en una sociedad compleja qué duda cabe. Al parecer la excesiva especialización disciplinaria, el conocimiento acumulado y la proliferación de diversos estilos de vida con valores, conductas y comportamientos diferentes, hacen que en ocasiones sea difícil entendernos entre nosotros mismos. Personas de una misma nacionalidad, una misma cultura un mismo origen social y un mismo rango etáreo pueden tener visiones muy diferentes en múltiples aspectos de la vida. Para que decir si nos topamos con inmigrantes, de distinta educación y con religiones variadas por dar un ejemplo. Acá las posibilidades de no entenderse o no estar de acuerdo van a ser mayores. Esto hace que la convivencia sea cada vez más difícil.
Si bien nunca la convivencia social ha sido fácil, no es menos cierto que hoy el problema se ha agudizado. Las razones son muchas y variadas; hoy tenemos acceso a toda la información, el nivel de la educación ha aumentado, los medios se han hecho cada vez más masivos y accesibles y la posibilidad de las personas de movilizarse tanto física como socialmente ha crecido. Estas experiencias individuales y sociales van generando una especie de mapa que cada uno construye para interpretar la realidad de acuerdo a lo aprendido y lo experimentado. Este mapa sin embargo, no siempre admite la existencia y validez de otros mapas, lo que naturalmente dificulta la buena convivencia
El problema es que la construcción de una sociedad se basa precisamente en la buena convivencia. Nosotros los ciudadanos tenemos que aprender a vivir en un espacio social y para ello debemos ejercer la tolerancia, aprender a ceder y encontrarnos en el terreno de los acuerdos el que, idealmente debe ser más grande que el de los conflictos. De eso se trata ser ciudadano y construir una cultura común.
Si no logramos esto, será fácil caer en el terreno de la descalificación a través del juicio fácil basado generalmente en un cliché, es decir un lugar común generalmente asociado a estereotipos. El cliché si bien nos da una explicación rápida y sencilla del porqué de los desacuerdos, no nos otorga un espacio de convivencia y aceptación. Al contrario agranda el conflicto y dificulta el diálogo ya que cada uno defiende lo que cree es su verdad a través de su modelo o mapa de la realidad el que muchas veces no se encuentra con el otro mapa.
¿Cuál podría ser el camino? No tengo la receta pero propongo agrandar el mapa. Leer más, escuchar más, viajar más, (de modo real o virtual), disfrutar de todos los espacios culturales que se nos ofrecen, creo yo es una buena forma de agrandar nuestro mapa.
Foto portada: Designed by Freepik
Macarena Urenda Salamanca – Comunicadora Social
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Al iniciarse el año escolar muchos padres, niños y adolescentes sienten preocupación porque significa volver a estar expuestos al maltrato y acoso escolar.
Es natural esta preocupación dadas las altas cifras de violencia escolar en Chile, tanto en los índices de percepción como en los índices de reporte de víctimas y victimarios. Según un estudio de los Ministerios del Interior y Educación, en alumnos de séptimo a cuarto medio un 44,7% declara haber sido víctima de algún tipo de violencia en el colegio. La violencia psicológica es la más común (42,6%) seguida por las agresiones físicas (29,7%). (http://www.seguridadpublica.gov.cl)
Existen algunas confusiones, mitos e ideas equivocadas en torno al bullying o acoso escolar.
En primer lugar, aclarar que los conflictos, peleas o discusiones, así como las bromas o juegos pesados, no son bullying. En el caso de los conflictos, sin minimizarlos, son oportunidades para enseñar habilidades de resolución de conflictos, y por lo tanto prevenir escaladas de maltrato que pueden llegar a constituirse como acoso escolar. Respecto de las bromas y juegos que podrían dañar o herir a alguien, como adultos tenemos que averiguar qué sienten cada uno de los involucrados para poner límites o frenar una conducta.
El bullying es el maltrato reiterado de una persona que está en una situación de superioridad sobre otra, que no tiene la capacidad de defenderse. Esto es evidente en ciertas situaciones tales, como cuando un alumno mayor acosa a uno más chico, cuando se agrede a un alumno nuevo o cuando existe una evidente diferencia en la capacidad física. Pero hay desequilibrios de poder que no son tan evidentes, y por eso los adultos tenemos que estar atentos a las dinámicas de curso o de grupo.
Segundo, está la creencia generalizada de que tanto víctimas como victimarios son “niños con problemas”, que vienen de familias disfuncionales, que han sido víctimas de abuso en otras ocasiones o que tienen muy baja autoestima. Si bien se ha visto una correlación con estos factores, las cifras demuestran que cualquier niño puede convertirse en agresor o víctima bajo ciertas circunstancias. Muchas veces se pasan por alto situaciones de abuso porque no es creíble que tales o cuales niños sean capaces de acciones de maltrato, ya sea porque en sus casas se portan adecuadamente y de forma pacífica, o porque son considerados muy buenos alumnos, por su liderazgo, notas, etc.
Tercero, el mito que cuestiona el título de esta columna: el bullying ha existido y existirá siempre. Este creencia es probablemente la más perniciosa para prevenir el maltrato y promover la bondad, puesto que subyacen dos ideas: que las víctimas deben aprender a defenderse mejor y que lo que hacen los victimarios no es tan terrible en realidad. Muchas veces escuchamos adultos con frases como “así son los hombres”, “son típicas cosas de las niñitas”, “no hagas caso”, “si te pegan pega”, etc. Corolario de este mito que queremos desterrar. El bulliying puede tener consecuencias muy profundas en víctimas y agresores, y no sólo en ellos, también en los observadores pasivos. Está estudiada la correlación que existe entre rendimiento académico y clima escolar, porque sin duda el aprendizaje es puesto en jaque cuando los alumnos sienten temor, por la posibilidad de convertirse en víctima, o angustia, por verse obligados a consentir en acciones que van contra su conciencia.
Que haya existido siempre, no significa que no podamos cambiar. De hecho, los seres humanos hemos ido superando muchísimas situaciones de violencia y abusos de larga data, tales como la esclavitud, las desigualdades que afectaban a las mujeres, la discriminación a discapacitados, etc. Pero que sea posible no significa que sea fácil.
Es muy alentador que en nuestro país ya exista una ley de violencia escolar que exige a los colegios, públicos y privados:
1. Tener un encargado de Conviviencia Escolar
2. Tener reglamento interno que regule las relaciones entre los distintos actores, con medidas preventivas y pedagógicas
3. Crear protocolos de actuación ante situaciones concretas de maltrato o bullying.
4. Definir qué acciones constituyen faltas a la buena convivencia, graduándolas según su gravedad.
5. Que esto sea conocido por toda la comunidad.
Pero esta ley nunca será suficiente si no hay una educación (a niños y adultos) en habilidades socioemocionales muy específicas, orientadas al fomento de la compasión, la asertividad y el aprecio, no sólo en los colegios, sino especialmente en nuestras familias. Aún cuando nuestros hijos no estén involucrados directamente en situaciones de maltrato y acoso escolar, ellos sí pueden hacer la diferencia si se atreven a defender a un compañero, o a pedir ayuda sin temor a las represalias y a generar un ambiente que no sólo condene la violencia sino que promueva un estilo de relacionarnos más sano y positivo.
Como padres cumplimos un rol modelador de este tipo de habilidades, que es casi insustituible, lo que nos presenta el desafío de evaluar cómo vivimos nosotros el buen trato en los diferentes ámbitos y relaciones interpersonales. Algunas habilidades fundamentales que debemos desarrollar son: la capacidad de reconocer emociones en mí y en otros, saber escuchar activamente, hablar desde el yo, reconocer conductas de buen trato y mal trato, saber pedir ayuda, entre otras.
Algunos consejos para empezar a cambiar una cultura, desde la familia hacia el colegio:
1. Hablar de los eventos del día desde los sentimientos. No quedarse en el “¿qué hiciste?”, “¿con quién jugaste?” O “¿Qué traes de tarea?”. Preguntar “¿cómo te sentiste?”, “¿qué te entusiasmó?”, “¿hay algo que te preocupe?”, etc.
2. Escuchar sus ideas, opiniones y sentimientos sobre el maltrato en su colegio o en la casa. Sin escandalizarse, pero tampoco minimizando.
3. Cuando hayan discusiones o peleas en la casa, tratar de intervenir para enseñar a resolver, no para parar la discusión ni para evitar el conflicto. Pedir más calma, respirar, establecer turnos para hablar y para escuchar, hacer lluvia de ideas, etc.
3. Ser muy claro en poner límite a acciones evidentemente de maltrato. No podemos aceptar golpes, insultos, sobrenombres hirientes, etc. El hecho de que seamos familia no nos da derecho a tratarnos mal.
4. Tener una mente abierta para aceptar la posibilidad de que un hijo puede ser víctima o agresor en algún momento, y eso no significa que hayas hecho algo mal. Podemos intervenir muy a tiempo, haciendo ver los daños o el dolor que provocan ciertas acciones.
Prevenir el bullying si es posible, e incluso es insuficiente, porque lo que queremos es crear comunidades de colaboración, respetuosas donde todos se sientan valiosos.
AMA ofrece un completo programa de desarrollo de habilidades socioemocionales para la promoción del buen trato a los colegios. Conéctate por el Buen Trato trabaja con alumnos, profesores, directivos y padres, desde pre kinder a cuarto medio. Abarcando a todos los estamentos podemos alinear a la comunidad y producir cambios desde las familias.
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Todos quienes hayan tenido alguna relación duradera en su vida, ya sea convivencia o matrimonio, saben que en todas las relaciones uno pasa por etapas críticas en las que le gustaría mandar todo a la punta del cerro. Momentos en los que el miedo te invade y te haces miles de preguntas por segundo para lograr responderte si es que debes seguir con esa persona o no.
Lo cierto es que en el amor hay que saber vivir siempre con la incertidumbre, ya que nunca sabrás si existe alguien mejor. Sería ideal que existiera una especie de “test del enamoramiento” tal como el test de embarazo, donde uno pueda poner un poco de saliva y te indique si estás o no enamorada. Nos ahorraríamos un montón de problemas por el simple hecho de que un aparato marcó positivo en el test de amor.
Pero como no existe porque no se puede medir el amor, tenemos que hacer un trabajo un poco más profundo y conectarnos con nuestro ser esencial. Poder atravesar la barrera mental y conectarnos con el corazón para poder escuchar qué nos dice el cuerpo. Poder ser tú misma, sentirse bien, feliz, amada, respetada y reconocida la mayor parte del tiempo, independiente de los problemas, son algunos de las preguntas que debes hacerte a ti misma para saber si lo que sientes es amor real y del bueno.
Este es el camino consciente del cual no muchos se hacen cargo porque hay un fenómeno bien raro cuando elegimos a nuestras parejas. Resulta que al principio todo es adrenalina y oxitocina al cuadrado. Recibes un mensaje y todas las hormonas de tu cuerpo están bailando. Te llaman y tus mejillas se tornan de color rojo automáticamente. Lo ves (o vas a un lugar donde sabes que va a estar) y los niveles de endorfina en el cuerpo aumentan. Y no lo digo por decirlo, en Estados Unidos se han realizado estudios donde se ha demostrado que el período de enamoramiento (en términos biológicos, es decir mayor producción y liberación de las hormonas mencionadas) dura sólo 100 días (3 meses y medio aproximadamente).
Luego todo va volviendo a la normalidad lentamente hasta que llega un período de estancamiento donde vienen las primeras peleas, porque lo que antes no nos molestaba (porque nuestro cuerpo estaba invadido de amor) ahora nos molesta. Acá por lo general vienen los primeros enfrentamientos y se activan los patrones relacionales en torno a las discusiones: cómo discutimos, cómo nos comunicamos, cómo escuchamos, subimos el tono, gritamos, nos insultamos, etc.
Y acá comienza la prueba de fuego para todas las parejas porque sin saberlo se activan nuestros mecanismos de defensa que hemos ido incorporando a lo largo de nuestras vidas y todas las alternativas son posibles. Evitar el conflicto, reprimirlo, disociarnos (desde mi punto de vista creo que acá entra la infidelidad), proyectarlo en el otro, racionalizarlo, etc.
Poder ir superando estas crisis desde el amor, la conversación, la paciencia (PAZ y CIENCIA), respetar los tiempos y entender que el otro procesa de distinta manera, permitirle su espacio y exigir el tuyo, poder decantar, no hablar con rabia, no herir para alimentar el ego, sino que habitar un espacio de vulnerabilidad donde abro mi corazón y desde ahí acepto mis errores y puedo plantear mi molestia con dulzura. Suena utópico, sí. Pero se puede. Para mí acá reside la clave de todas las parejas, aprender a pelear bonito para crecer y brillar luego de cada tormenta.
Si esto no te nace, si sientes que haces o te hacen más daño del amor que te entregan, si no logras conectar, si dejas de ser tú y te ves convertida en una persona que no te gusta ser, creo que hay que hacerse nuevamente las preguntas.
Es tan delgada la línea entre comodidad, enamoramiento, calentura y obsesión que cuesta diferenciar en cual de esos 4 estados uno se encuentra. Si ese es tu caso, no dudes en conversar con tus amigas o pedir hora a un terapeuta. Tenemos que abrirnos a la cultura de la terapia, entender que no hay que esperar a estar mal, herida, decepcionada o deprimida para pedir ayuda de un profesional. A veces puedes ir unas cuantas sesiones si estas confundida y luego seguir caminando sola. O ir con tu pareja cuando sientan que no logran llegar a acuerdo respecto de un tema en particular, no significa que están mal como pareja, simplemente decidieron exponerse ante otro que actúa como traductor del síntoma de la pareja y el malestar de cada uno.
No es fácil estar en pareja. No es fácil atravesar crisis. No es fácil diferenciar cuando una relación te hace daño. No, no es fácil y es por esto mismo que debemos perderle el miedo a la terapia, y abrirnos a la posibilidad de que un tercero nos ayude a entender en el lugar en el que estamos y los caminos que tenemos por delante.
(*) Juego de palabras original de Alfonso Casas
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Redacción Editorial Phrònesis – www.elartedesabervivir.com
Es claro que las relaciones de pareja deben estar basadas en la tolerancia, la comunicación asertiva, la admiración y el respeto. Esto no resulta sencillo ya que dos personas con experiencias, hábitos y modos de crianza diferentes habitando un mismo espacio, pueden convertirse en algo denso de manejar. Sin embargo, se debe hacer un gran esfuerzo para aprender a convivir en pareja si se desea hacer de la relación algo positivo.
Para lograr una convivencia en pareja emocionalmente inteligente, se deben desarrollar hábitos que alimenten y fortalezcan el amor que sienten el uno hacia el otro. Esto, para poder lograr superar las dificultades y consolidar así la convivencia en una relación duradera y feliz.
Además, se deben establecer consensos en pareja antes de convivir. Para Cecilia Martín y Marina García, expertas en terapia de pareja: “Antes de iniciar la convivencia, hay que aclarar de forma explícita las reglas de funcionamiento. La pareja tiene que pasar con un proceso de comunicación donde quede claro cómo se gestionarán a nivel económico, tareas domésticas, reparto de responsabilidades, invitados, `las manías´en casa que tiene cada uno, el tiempo libre o espacio individual que cada uno necesitará, etc. Cuanta más comunicación y pactos previos se realicen más fácil es prevenir conflictos futuros”.
Muchas parejas, en teoría toman la “decisión apresurada” de empezar a vivir con su pareja. Esta, porque no alcanzan a concebir los cambios que han de producirse en el momento de materializar dicha decisión. Un gran número de relaciones no superan los primeros meses de convivencia y creen que es porque nunca estuvieron enamorados o sencillamente porque se acabó el amor.
Se debe aclarar que no necesariamente es por las razones anteriormente mencionadas. En realidad se debe a la incapacidad de asumir los cambios que han de producirse en cada una de las vidas de quienes deciden irse a vivir en pareja. Este, es el primer paso, entender con claridad lo que significa vivir juntos.
John Gottman, profesor emérito de psicología en la Universidad de Washinton (EE.UU) y uno de los mayores expertos de terapia familiar y de pareja, en uno de sus muchos estudios observó y analizó el comportamiento de más de 3.000 parejas y de este trabajo destacó cuatro elementos que son particularmente nocivos en una relación de pareja: una actitud defensiva, bloquear, criticar y especialmente despreciar al otro.
Además, puede ocurrir que con la convivencia descubras aspectos de tu pareja que te resultan intolerables. En la mayoría de los casos, el drama de la convivencia es una simple falta de comprensión, de tolerancia y de respeto hacia el otro.
Pero, ¿cuáles son esos elementos fundamentales para lograr una convivencia en pareja? En Phrónesis queremos compartir contigo algunas claves para que te sea mucho más fácil lograrlo.
Claves para lograr una convivencia en pareja emocionalmente inteligente:
- Tratar a nuestra pareja con el respeto y la tolerancia que nosotros esperamos recibir, especialmente delante de otras personas.
- Dejarle su espacio y libertad de acción para su autorrealización y animarle a buscarla.
- Jamás exponer diferencias ni criticarle delante de otras personas. Elegir ser su cómplice, no su verdugo.
- Magnificar los temas en los que se está de acuerdo y sacar provecho deliberado para incrementar el bienestar conyugal. Disfrutar de los gustos compartidos.
- Evitar abordar puntos de conflictos que no son realmente importantes o trascendentales para la convivencia de la pareja. Prestar atención a las diferencias, los aleja de su fin de convivir sanamente.
- Convivir desde las similitudes, “eso que nos enamoró” más allá de la atracción física. Alimentar la química del carácter, de la personalidad.
- Recordar que en un principio es la atracción física, después las cualidades, los valores y virtudes. Le corresponde a cada uno elegir la virtud, de forma deliberada, para hacer feliz al otro.
- Agradecer, apreciar los esfuerzos de mi pareja para la convivencia.
Recuerda:
Tolerar se refiere precisamente a soportar, admitir o permitir una cosa que no gusta o no se aprueba del todo, pero que tampoco nos daña ni moral ni físicamente. Sin tolerancia nadie podría convivir en pareja.
Y tú, ¿crees que no sabes convivir en pareja?
Referencias:
El Mundo
Escrito por: Editorial Phronesis
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Desde su experiencia personal, Mane Cárcamo saca lecciones cuando se trata de pasar las preciadas y escasas vacaciones con tus personas más queridas. ¿Qué hacer y qué no?
Se acerca un momento muy triste y desolador… ya se termina el verano, que personalmente se me hizo más corto que la carrera de político de DJ Méndez. Y muchos de ustedes, al igual que yo, se deben haber ido de vacaciones con amigos. Una experiencia que vengo repitiendo hace cuatro años y de la que era bastante reacia por los posibles conflictos, prejuicios a veces con razón, y un espíritu independentista que se negaba a sumarse a las normas de un grupo establecido.
Porque mal que mal, las vacaciones son días muy importantes para estar con atados y porque son demasiadas las cuotas que están en juego para más encima pasarlo mal. Entonces, ¿por qué vencí mi temor y después de 4 años sigo repitiendo la experiencia? Porque al igual que casi todo en la vida, una buena elección, consiente, informada y con una comunicación previa y honesta, minimiza el riesgo de fracasar en el descanso y acabar saliéndose en mala de un grupo de wasap.
Aquí algunos de mis consejos para que las vacaciones en grupo sean gloriosas.
Número acotado
Aquí tal vez la opinión (como toda) es muy personal, pero sugiero que el grupo no supere los seis miembros. A todo reventar ocho. Eso permite que las cosas no sean ni taaaan intensas, ni tan disgregadas que parezca viaje de estudio. Que en algún momento se puedan armar subgrupos para diversificar los panoramas, pero que todos quepamos en la mesa a la hora de arreglar el mundo con algún trago, tirar la talla o en el caso ñoño jugar mímica.
Cuando hablamos de parejas también hay que tener cuidado cuando se sale solo con una más. Típico que una de las parejas se pelea y ahí está uno con cara de Winona Ryder en los premios SAG o lo peor… uno también termina con una batalla campal porque tomamos partido y el caos es total. Todos peleados y drama real.
Presupuesto Monetario Similar (PMS)
Este es un punto FUNDAMENTAL, tanto que son una sigla inventada por mí. Viajar con alguien con votos de pobreza puede ser tan terrorífico como hacerlos con los hijos de Donald Trump. Entonces aquí cada uno debe ser cabeza fría y decidir muy bien con quien compartirá los 15 días dedicados al descanso. No es lo mismo pasarlo bien en un asado con una amiga que tiene los gustos de las Kardashian que irse al Sudeste Asiático con ella. Entonces la decisión se debe tomar con mucha inteligencia.
Hay algunos que no transan en el nivel del vino y otros que se gozan el que viene en caja con unos buenos duraznos, otras que somos felices con las nutellas marca supermercado y algunos que preferimos hacer una huelga de hambre antes de desayunar con mortadela. Hay muchos que quieren y pueden salir a comer todas las noches a finos restaurantes y otros que tienen que armarse un creativo menú casero varios días para no caer presos. Todos esos aparentes pequeños detalles a la hora de tomar decisiones en conjunto pueden terminar con unas vacaciones dramáticas y amistades de años. Así es que ojo. Con tus amigos… y tu cupo en la tarjeta.
LIBERTAD (la palabra más importante)
¡Otro ítem clave! No falta el que viaja con un grupo muy buena onda, pero que en el que uno de los amigos se cree monitor de resort, guía turístico y profesor jefe al mismo tiempo, y no hace más que dar órdenes u organizar actividades tipo gymkanas y alianzas escolares. POR FAVOR. ¡Amigo si usted es hiperactivo y quiere conocer hasta el RUT del alcalde de la ciudad, bien por usted, pero que cada uno sea libre de hacer lo que realmente quiera!
Evidentemente que aquí vuelvo a que si uno se va de viaje con Hermógenes Pérez de Arce no puede pretender ir a dar la vida a la discoteque hasta las 5 de la mañana o si armas un viaje con la Erika Olivera no te podrás instalar cual morsa en la reposera de por vida. Pero aún así es importante que cada uno de los amigos sepa respetar los ritmos, actividades y horas de sueño de los otros. Porque tampoco falta el latero/a que cuando estás carreteando y ya te dio sueño no te deja ir a dormir: ¿¿¿Cómo te vas a ir a dormir ahora??? ¡No seas anciana! ¡¡¡No puedes ser tan fome!!! Y ahí una, elaborando todo tipo de estrategias de bombas de humo para poder descansar en paz. ¿Lema de las vacaciones por siempre? LIBERTAD.
Bonus track para grupos con niños
Acá es muy importante que las familias compartan un nivel de relajo o TOC parecidos.
Porque si te vas con niños y a ti te da lo mismo que tus hijos coman salchichas por tres semanas seguidas, lo pasarás muy mal con la mamá que exige la betarraga de entrada y el brócoli semanal. O bien si son de esas familia flexibles en las que no les importa que los niños se acuesten más tarde, probablemente esa amiga sargento a la que SÍ le resultan los horarios, te mirará con rayos laser cuando tus cabros estén dando vuelta a las 11 de la noche por la cabaña.
Y otra cosa muyyyyyy importante es que cada uno reta y educa a sus hijos. Porque no falta la que quiere “enderezar” o “chasconear” a los hijos ajenos y eso, créanme, puede terminar MUY MAL. Ya cuesta ponerse de acuerdo con el marido en las normas con los hijos, como para que venga una amiga a dirigir la orquesta y decidir qué puede comer o no mi manada. Los límites son fundamentales y el estilo de crianza a la hora de descansar, más aún.
Por suerte, con mis amigos todo está muy claro, y esa ha sido la clave para que queramos cada año seguir repitiendo la experiencia de manera muy feliz (Maca síguenos invitando a Curicó plis). Porque a estas alturas del partido, lo único que me parece interesante perder en la vida son kilos… para tener rollos y atados con amigos, está séptimo básico. Y ese curso hace rato que lo pasé.
¿Qué lecciones has sacado de tus vacaciones con amigos?
Magdalena Cárcamo – Periodista
Fuente: www.eldefinido.cl
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