Beneficios de la Terapia de Ventosas

Puede parecer sorprendente pero cuando veas los beneficios de la terapia con ventosas para mejorar tu salud es muy posible que te animes a practicarla.

La terapia con ventosas es una práctica ancestral que se basa en la acupresión  de la Medicina China. Esta terapia tiene efectos terapéuticos comprobados científicamente. En este post te mostramos los beneficios de las ventosas.

La terapia con ventosas húmedas implica pequeños cortes en la superficie de la piel además de la succión que se crea mediante las ventosas secas. Ambos tipos de ventosas son válidas para mejorar tu salud pero la mayoría de las investigaciones se han centrado en la terapia de ventosas húmedas.

Su uso consiste en la aplicación de succión en la superficie de la piel para crear una presión negativa. Esto sirve para tratar varios problemas de salud física y mental tales como el resfriado, gripe, depresión, artritis, ansiedad, ciática, problemas digestivos, dolor muscular además de celulitis.

 

Desde la asociación de terapia con ventosas comentan los siguientes beneficios:

1-Estimulación del tejido profundo

2-Alivio de la inflamación

3-Promueve el flujo del líquido linfático que estimula el sistema inmunológico

4-Fomenta la circulación de la sangre

5-Estira los músculos y el tejido conectivo

 

Estos son los beneficios comprobados científicamente de la terapia con ventosas:

1-Aumenta la función del sistema inmunitario:

Investigadores egipcios y saudíes comentan que el tratamiento con esa terapia aumenta la inmunidad del organismo potenciando los efectos farmacológicos de los medicamentos, además de limpiar la sangre de sustancias patológicas que están relacionadas con muchas enfermedades.

La investigación mostró que la terapia con ventosas aumentó la inmunidad en un 156% cuando se le añadió al tratamiento farmacológico. Sin los medicamentos la terapia con ventosas aumentó en un 133% la respuesta del sistema inmune.

 

2-Reduce el dolor crónico:

El estudio mostró que la intensidad del dolor  crónico se redujo con la terapia con ventosas. Los pacientes informaron que el dolor se redujo un 34% después de un mes de tratamiento, y un 59% después de 3 meses de terapia

 

3-Mejora en las enfermedades virales y bacterianas:

Enfermedades como el herpes, la gripe, la hepatitis viral pueden mejorar con la terapia con ventosas. Durante la terapia se liberan neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y las endorfinas. El sistema inmunológico se activa y aumenta el flujo del líquido linfático.

 

4-Disminuye la incidencia de enfermedades cardiovasculares:

La hipertensión, la insuficiencia cardíaca, la isquemia y arritmia se redujeron mediante el uso de la terapia con ventosas según la investigación conjunta de Egipto y Arabia Saudí.

 

5-Disminución de los dolores de cabeza:

Los dolores de cabeza y las migrañas afectan a gran parte de la población. Para las personas que desean una alternativa a la medicación que muchas veces tienen efectos secundarios la terapia con ventosas es la solución.

Un estudio conjunto de la universidad de  Kermanshah en Irán y de la universidad de
Alabama en Estados Unidos reveló que pacientes que padecían dolores de cabeza vieron reducidos el dolor en un 66% después de realizar la terapia de ventosas por un periodo de 28 días con una frecuencia de 3 veces a la semana.

 

Ahora que ya conoces los beneficios de la terapia de ventosas ¿te animas a probarla ?

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Redacción Instituto Draco

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 Extraido de www.institutodraco.com

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Apego y Amor: Diferencias

Vivimos en un mundo donde la palabra apego parece sonar por todos lados: “Tienes apego” “Tú eres una persona apegada” “El apego te tiene destruida la relación” Pero realmente ¿Qué es el apego?

Es en esencia un mecanismo de defensa que busca controlar al amor. Por su misma naturaleza independiente, el amor no sabemos qué lo causa y determinamos muy tarde el motivo por el que se acaba. Entonces, surge el apego como una manera “ilusoria” de controlarlo, creyendo que si nuestra pareja no sale a la calle, por ejemplo, entonces tendremos menos posibilidades que nos abandone.

Resulta que lejos de crear unas condiciones saludables para que florezca el amor, cuando manifestamos apego lo que hacemos es marchitar esa hermosa flor que representa el amor. Es de vital importancia que entendamos rápidamente esto: Para que surja y se mantenga el amor hacen falta CONDICIONES.

Y seguramente te preguntarás ¿Cuál es la diferencia entre condiciones y apego? Es más sencillo de responder de lo que parece, resulta que cuando creamos condiciones tomamos en cuenta a la otra persona, nos interesa saber qué está dispuesta a ceder para que nos sintamos más seguro y las exigencias que tendrá contigo.

Es en este punto que te planteo varias ideas sobre cómo detectar el apego:

1. El apego intenta controlar

2. No toma en cuenta el criterio de la persona amada

3. Cree que en cualquier momento lo van abandonar

4. Considera en todo lo que hace a solas la pareja hay una amenaza.

Ante este panorama lo primero es acudir a terapia. Probablemente tu pareja esté atravesando por una crisis y es importante que la tratemos a tiempo. El amor requiere condiciones pues vamos a ser claros con cada una de esas exigencias y negociemos antes de imponerlas, lo cual es el fundamento del apego.

Relaciones sanas es la meta, para ello el camino pasa por: Respetar el criterio del otro aún cuando no lo comparta, comunicarme con la persona, crear una sensación de estabilidad y armonía entre ambos por medio de DECISIONES CONCRETAS.

 

Fray Martínez

Psicólogo, Autor y Conferencista

http://psiqueactiva.blogspot.com.es/

 

Extraido de www.institutodraco.com

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Chequeo Sexual

Siempre me he preguntado qué pasaría si las parejas que están en planes de casarse pasaran por unas charlas de sexualidad. Así como van a las charlas matrimoniales de las iglesias, puedan asistir con una psicóloga sexóloga a charlas que se enfoquen única y exclusivamente en la vida sexual de ambos.

Y no es que se me ocurra porque sí, sino que porque con el tiempo uno empieza a ver que el anhelo de toda pareja es volver a tener la vida sexual que tuvieron los primeros meses de la relación. Pero la realidad es que con el tiempo y la costumbre de estar con el otro, la novedad se va perdiendo y con ella el deseo sexual.

Y este es el primer punto crítico, que si pudiera decir un número estimado les pasa al 90% de las parejas alrededor del sexto mes de estar viviendo juntos. Los primeros meses quedan con el efecto de la luna de miel que se prolonga por un tiempo antes de que afloren problemas que muchas veces venían arrastrando hace un tiempo pero que nadie quiso mencionarlos.

Lo mejor que nos puede pasar a los terapeutas de pareja es que llegue la pareja en este punto, porque recibimos a dos personas que se aman, que no han perdido el tacto, que quieren solucionar algo pero no saben cómo hacerlo y han pedido ayuda a un tercero que pueda guiarlos. Este tipo de parejas no está más de 10 sesiones para lograr entender lo que está pasando y comenzar hacer algo para cambiar la situación. Por lo general ambos colaboran tanto en la interpretación como en la reflexión del problema y tienen sus egos relativamente controlados.

Otras veces (lamentablemente la mayoría) nos enfrentamos a parejas que llevan años en crisis, parejas que no han logrado enfrentar la situación con las herramientas que cada uno tiene. Mujeres y hombres que se defienden detrás de un poderoso ego, que cada vez parece menos penetrable, que defiende con uñas y dientes a su amo. Son parejas que llevan mucho tiempo de discusiones y peleas sin resolución, personas muy dañadas, desilusionadas, frustradas, que muchas veces están enamoradas pero el conflicto es tan potente que se rinden y ceden fácilmente a las discusiones.

Acá es donde uno como terapeuta se agarra la cabeza y nos preguntamos “¿por qué no vinieron antes?”. Porque hay que esperar a estar críticos para pedir ayuda a un tercero, sobre todo en la salud mental. A veces pasa que nos duele un diente y no hacemos nada hasta que el dolor no me deja respirar tranquila, ahí recién pido hora al dentista y es demasiado tarde, hay que sacar el diente y hacer un implante. Otras veces tenemos síntomas físicos que no son tan molestos por lo que hacemos oídos sordos, y llega el minuto en que también es demasiado tarde y nos descubren un cáncer.

No quiero ser trágica pero es la realidad a la que nos enfrentamos. Y un problema de pareja muchas veces puede ser como un cáncer que arrastramos para todas partes. Y tal como en la enfermedad, no sufre sólo quien lo padece sino que el entorno completo. Es por esto que aprender a hacernos cargos de nuestras dificultades como pareja debería ser una de nuestras prioridades. Tener la suficiente madurez y altura de mira para decir “mi amor, esto nos está superando” es lo más sano. Porque de lo contrario ocurren eventos que ponen en riesgo un compromiso mayor, y estoy hablando de las infidelidades.

Algo pasa con los seres humanos que no somos capaces de enfrentar los problemas en su momento y al hacernos los locos, no nos damos cuenta que estamos mirando para otro lado, porque no queremos ver el problema. Y mi marido o mi señora son los representantes de ese problema, por eso es que evito verlo/a y poco a poco me empiezo a desconectar de la única persona con la que debería estar más conectado. Si en este tiempo aparece un tercero, que escucha, contiene, es cercano y además atractivo físicamente, las posibilidades de ser infiel son cada vez más grandes.

Y esto es lo que a mí me gustaría evitar, no sólo como terapeuta y mujer, sino que como sociedad. Porque uno de los sufrimientos más grandes que puede atravesar una pareja (después de la muerte de un hijo) es la desilusión del matrimonio. La impotencia de que el otro nunca dijo algo, de que yo nunca lo vi venir, de que la relación aparentemente estaba bien, pero en la profundidad ocurrían desencuentros que no eran hablados, sobretodo relacionados a la sexualidad.

Como una abanderada del amor, de las buenas relaciones y el buen sexo propongo que toda pareja que esté tomando la decisión de tener un hijo, casarse o convivir, pueda y se atreva a pasar por un terapeuta de pareja con manejo en sexología. Hablar de lo que nadie te habla, atreverse a preguntar y decir lo que siento respecto de la sexualidad en general, no estoy hablando sólo del sexo propiamente tal, sino que me refiero a la intimidad de una pareja.

Porque no hay nada más rico en la vida que tener una buena relación, amar y sentirse amado, excitarse, querer tener relaciones, querer dar y recibir sexo oral, querer trabajar en mi relación cada día de la vida, porque nada es para siempre. Firmar un papel, tener un hijo en común, ser socios en una empresa, nada te garantiza el amor. Como siempre digo, la pareja y la familia son la empresa más importante,  a las que le deberías dedicar tiempo de calidad y un cheque anual por lo menos.

Si vives en otra ciudad y necesitas que te recomiende un psicólogo de pareja me puedes buscar en mi Instagram @hoymetoca ahí salen todos mis datos o nos escribes por la página web de Centro Al Alma.

 

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Ser pareja hoy en día…

La revolución femenina de los últimos años ha impactado en múltiples ámbitos de la vida, en Chile (y en otras partes del mundo también) hubo una presidenta mujer, más mujeres en el parlamento, mujeres convocando marchas por sus derechos, por nuevas leyes que las protejan, etc. Poco a poco la mujer ha tomado un rol más activo en la sociedad y dentro de todos los ámbitos que podemos apreciar, la pareja es uno de ellos.

Aunque nunca me tocó vivir en la era donde la mujer sólo daba el amén y funcionaba para los niños y su marido, creo que soy de la generación de transición, que abarca probablemente desde los años 70 a la fecha, donde se pueden ver cada vez más mujeres emprendiendo, ocupando altos cargos de empresas, viajando con  sus amigas, teniendo una vida independiente de su vida como pareja y como mamá, lo cual me parece muy sano siempre y cuando todas las áreas puedan estar equilibradas.

Como dije anteriormente, una de las áreas más afectadas con este rol más activo es en la pareja, donde probablemente el hombre aún no ha encontrado la forma de posicionarse en este nuevo rol. Cada día recibo a más pacientes hombres en la consulta con bajo deseo sexual o con alguna disfunción sexual como la eyaculación precoz o la disfunción eréctil que se según ellos se generaron de un minuto a otro, sin motivos aparentes.

Mi teoría es que no han sabido sostener una relación con mujeres empoderadas, se sienten castrados real y simbólicamente, cada vez que ellos se sienten que no son capaces. Al mismo tiempo las mujeres empoderadas fácilmente cruzan el límite y se transforman en mujeres controladoras nivel extremo. Esta dinámica, tan típica en nuestra sociedad, pocas veces es consciente para la pareja. Nuestro trabajo como terapeutas es poder ponerla sobre la mesa para ir reparando en ciertos patrones que se van repitiendo hace meses, los cuales me imagino que han sido el ingrediente perfecto para mantener una relación lo menos erótica posible.

El excesivo control de las mujeres y la excesiva pasividad o poca proactividad en los hombres es lo anti afrodisíaco para una relación.

Y comienzan los problemas de deseo sexual, en hombres y mujeres. Porque la verdad es que nadie se excita si tiene a una “mamá” al lado, dando instrucciones una y otra vez. Y por el otro lado, a ninguna mujer le gusta tener que repetir las cosas 200 veces para que su pareja lo almacene y ejecute lo antes posible. Y rápidamente se empieza a establecer este círculo vicioso de “dar órdenes, porque si no, no hace nada” y la contraparte “no recibe órdenes (menos de una mujer) por lo tanto no hará nada”. Este mecanismo a veces es muy inconsciente, y nos toma un par de sesiones poder verlo y entenderlo.

Pienso que en esta sociedad machista en la cual nos ha tocado a todos crecer, el hombre está muy acostumbrado a que le hagan las cosas, desde la comida hasta sus trámites personales como pedir hora al doctor. Es cosa de ver a nuestras abuelas con nuestros padres y tíos, o en algunos casos a nuestras mamás con nuestros hermanos.

Tengo varios pacientes que me cuentan que ellos nunca hicieron nada en la casa, que eran sus hermanas y mamás quienes servían, hacían las camas, llevaban la ropa sucia a la lavadora, le hacían el almuerzo y colación para el colegio, etc. Nunca jamás tuvo que hacer nada, hasta que decidió casarse y al momento de vivir con su señora, no entendía nada (y ella menos). “Nunca hice nada en mi casa, entonces no sé qué cosas hay que hacer, le pido a mi señora que me explique o que me haga una lista y ella se niega, dice que yo averigüe pero que empieza ya, antes de que sea demasiado tarde”. Por su parte la señora dice “No puedo creer que no entienda que las cosas no se hacen por obra del espíritu santo en la casa. La ropa sucia no se va sola del suelo al canasto y del canasto a la lavadora. Tampoco se lava sola. El refrigerador no se llena solo todos los lunes, hay que pensar en un menú semanal además de ir al supermercado y comprar, y así sucesivamente”.

Estos son ejemplos muy concretos de lo que les estoy tratando de transmitir respecto del equilibrio, de empoderarse, de no tomar todo el control, de confiar en el otro, de respetar sus tiempos y sus formas, y que no porque las cosas no se hagan perfectamente como uno las hace, significa que se hacen mal.

Sí, algunas mujeres les toca lidiar con hombres menos proactivos que realmente no saben qué hacer, y no porque no quieran sino porque nunca nadie les enseñó ni tampoco ellos quisieron aprender. Estas son las parejas con las cuales uno parte con tareas básicas en la terapia y en muy poco tiempo se ven los cambios tanto en la dinámica relacional como en la vida sexual.

Se preguntarán por qué y solo puedo decirles que todo está relacionado. Cuando trabajamos las disfunciones sexuales tanto en mujeres como en hombres, pocas veces nos quedamos hablando solo de la vida sexual. Podemos ampliar la mirada y ver que lo que pasa en el día a día nos da pistas de lo que pasa en la cama. Podemos entender por qué les pasa ahora si la verdad es que nunca antes habían tenido ese problema, y la pareja logra ver que la manera en la que funcionaban, no era lo mejor para ellos.

El típico “nunca dije nada para no tener problemas” es el famoso Pan de hoy y hambre de mañana. Me cuesta entender la dificultad que tienen las parejas para hablar de los problemitas y los problemones, sé que no es fácil, sé que en muchas ocasiones algunos no logran escuchar o entender lo que el otro quiere decir, o sencillamente el golpe al ego es tan fuerte que entran en modo defensa y ataque. Cualquiera de los mecanismos es tremendamente dañino para cada uno y para la pareja.

Creo que si hay algo en lo que no están logrando ponerse de acuerdo puedan consultar con un profesional que los ayude a entenderse y les de herramientas para el manejo de situaciones complejas a futuro. Porque lo que se guarden, muchas veces se acumula y termina saliendo por otro lado, y si son problemas de pareja ese otro lado muchas veces son las disfunciones sexuales.

Veo lo mal que lo pasan las parejas, veo el dolor que hay en ambos por lo lograr una relación sexual placentera y natural y veo que a veces es tan poco lo que hay que hacer pero tanto lo que les cuesta pedir ayuda que los problemas se acentúan y la pareja a veces llega tarde. ¿Para qué seguir pasándolo mal si hay especialistas que te pueden ayudar a pasarlo bien y disfrutar? No le tengan miedo a la terapia de pareja, no es más que una ayuda para resolver ciertos temas que ambos no han logrado a ser por cuenta propia.

Foto portada:Imagen de Free-Photos en Pixabay

Michelle_PollmannMichelle Pollmann Román

Directora de Centro Al Alma

Psicóloga Clínica
Postítulo Psicoterapia Psicoanalítica
Terapeuta de Pareja
Sexóloga en formación

 

 

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MI HIJO ESTÁ DISTINTO: ¿QUÉ HAGO?

Muchas veces, como padres sabemos que las cosas no andan bien, sentimos que no vamos por el buen camino y algo nos va indicando que deberíamos desviarnos para llegar a puerto seguro. Muchísimas veces nos sentimos perdidos en lo que le pasa a nuestros hijos. No sabemos leerlos, nos preocupan y no tenemos idea cómo llegar a ellos. Tenemos la imagen de que algo no camina, pero no sabemos por dónde partir para descubrir qué podemos hacer distinto. Vamos intentando distintas soluciones, dando palos de ciegos, los cuales en reiteradas oportunidades nos vuelven más inconsistentes como padres, lo que inevitablemente impacta en nuestros hijos, muchas veces, empeorando la situación. Porque con la inconsistencia de las soluciones intentadas ineficaces, viene la incertidumbre. No sabemos qué esperar y perdidos, intentamos de todo para ayudar a nuestros hijos. Este proceso de incertidumbre para nosotros como padres, solo va angustiando aún más a nuestros niños en sus emociones, haciéndoles casi imposible leer lo que les pasa y descubrir el camino que los llevará a estar mejor.

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En un mundo que nos exige tener hijos perfectos y ser padres perfectos, tendemos a escuchar los pedidos desesperados de profesores, amigos o pares, de que por favor alguien ayude a nuestro hijo. Y entonces nos sale natural preguntarnos ¿podré ayudarlo yo? ¿necesitará ayuda profesional? ¿cuándo realmente se hace necesario consultar?. La mayoría de las veces el mundo nos dirá que nos queda grande el problema y que tenemos que pedir ayuda a un profesional. Sin embargo, vale la pena poder detenerse y mirar el problema con perspectiva, ¿qué nos entrampa?  ¿qué nos hace a nosotros como padres y a ellos como hijos, estar paralizados frente a una situación?.

Bajo mi mirada, la mayoría de las veces buscamos distintas soluciones, pero que finalmente terminan siendo más de lo mismo y esto empeora el problema. Entonces me encuentro en la consulta con padres que me dicen “lo hemos intentado todo” “ya no sabemos que hacer” “nada de lo que hago resulta como espero“, y la verdad es que sin darnos cuenta estamos haciendo todo el tiempo más de eso que complica la situación. Mi hijo tuvo un año difícil el año pasado, empezó a tener conductas que no eran propias de él, estaba irritable, sensible, agresivo. Con mi marido sabíamos que algo no andaba bien, y nos perdimos en un sin fin de intentos que solo llegaron a empeorar la situación. Algunos días lo conteníamos, otros lo retábamos y también lo reforzábamos….solo inconsistencia. Fue necesario para nosotros como papás detenernos y darnos cuenta que necesitábamos ayuda. Una nueva mirada de lo que estaba pasando y una manera distinta de hacer las cosas por parte de nosotros como padres.

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Siempre el cambio en nosotros, repercute directamente en nuestros hijos, la vida es interacción y los problemas muchas veces se alimentan de esta interacción. Basta con que podamos mirar el problema y ver qué podemos hacer distinto para que se rompa ese círculo vicioso. ¿Cómo darnos cuenta? Lo primero es poder sentarnos y descubrir qué es lo que esta pasando con ellos, no basta con saber que algo anda mal. Averigüemos, conversemos con ellos, observémoslos con sus pares, miremos cómo se mueve en el mundo adulto y por sobre todo intentemos pensar qué es lo que me está queriendo transmitir con sus conductas, ¿qué es eso que esta necesitando y yo no estoy pudiendo entregarle?. Para mí, mi hijo estaba en un grito de ayuda desesperado a que algo en su vida tenía que cambiar y para eso tuvimos que tomar decisiones más radicales, el tema es que uno tiene que tener la entereza de mirar eso y hacerse cargo como papás, con o sin ayuda. La decisión de pedir ayuda depende del camino que ustedes como padres decidan recorrer. Nosotros decidimos pedir ayuda porque ya nos sentíamos demasiado perdidos en los intentos por ayudar a nuestro hijo, y nada estaba dando resultado para que él estuviera mejor.

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Somos como padres, el espejo de nuestros hijos, y muchas veces el cambio en nosotros se verá reflejado en ellos. Mirémonos en nuestros defectos, en eso que me hace ruido de mí misma y tratemos de pensar cómo eso se relaciona con cómo estoy viendo o relacionándome con mi hijo. Si cargo con miedos, exigencias y el perfeccionismo, no puedo pensar que eso no impacta en su manera de ser. De alguna manera lo veremos reflejado, quizás en niños autoexigentes, críticos, o cautelosos. Todo lo que somos los impacta, todo lo que trasmitimos de nosotros mismos los afecta y todo aquello que yo puedo cambiar es por lejos lo que más los ayuda al cambio.

¿Cuándo pido ayuda? Cuando veo sufrimiento en mi hijo, cuando me siento entrampada en mis soluciones como mamá  o papá, cuando necesito una mirada distinta que me haga reflexionar. Pero estemos claros, para consultar tenemos que estar dispuestos como padres a mirarnos, descubrirnos y por sobre todo a cambiar. Si no estamos dispuestos, nada de lo que hagamos, ni siquiera con ayuda, dará resultado. Porque finalmente nosotros somos los portadores del cambio, nosotros somos los que vamos construyendo camino y acompañando a nuestros hijos en construirse y descubrirse. Ojo!! Nunca, pero nunca lleven a sus hijos obligados a pedir ayuda, eso no sirve, eso solo les hace sentir incapaces y enojados frente al no entendimiento. Para poder pedir ayudar, es fundamental poder crear con ellos algo que los motive al cambio, y esa primera tarea es totalmente nuestra como padres. Si ellos no quieren recibir ayuda, no habrá ningún profesional que pueda lograrlo, nunca olviden que ustedes son los primeros actores del cambio en sus hijos y toda solución que encuentren debe ser co-construida con ellos.

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Muchas veces las decisiones más difíciles son las que darán más fruto y ese fue mi caso. Tenemos que atrevernos como papás y como personas a mirar la realidad desde un lado más flexible, porque solo esa actitud se nos abrirá la posibilidad de intentar algo distinto. Todos tenemos problemas, varios de nuestros hijos presentarán síntomas alguna vez en sus vidas, el tema está en poder tomar las decisiones necesarias y abrirse a las distintas posibilidades. Me encanta una frase que dice “el cambio nunca es doloroso, solo la resistencia al cambio lo es“…. ¿cómo podemos abrirnos al cambio?. Si necesitan ayuda, pídanla, siempre con la mente abierta a intentar cosas nuevas, ayudando a nuestros hijos a lograr su bienestar y abiertos siempre a que el cambio parte por nosotros….sobretodo por nosotros.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

Instagram: @joselacamarapsicologa

 

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El arte del buen amor en las familias. Las Constelaciones Familiares.

En tiempos en los que las coordenadas sociales y religiosas no definen claramente como debemos vivir, nos sentimos más libres, y por tanto podemos escribir el guión de nuestros pasos con la pluma soberana, pero también inestable, de nuestra propia mano. Gozamos de muchas opciones pero esto también nos causa mayor inseguridad. Ante este panorama, somos muchos los que buscamos alforjas, mentores, apoyos, vislumbres y, en fin, sabiduría para encarar las angustias e incertidumbres del vivir y, con suerte, acertar en el blanco de nuestra realización personal y de una vida que nos sea digna de ser vivida. Puesto que no elegimos las cartas que nos tocan, sí podremos al menos jugarlas a nuestra creativa manera.

Es en este contexto donde encuentran espacio y sentido las terapias y enfoques profesionales de ayuda, métodos de asesoramiento filosófico o existencial capaces de reconectarnos con un centro interior, a menudo olvidado por la espesura de nuestra cotidianidad. Es decir, técnicas que satisfacen la necesidad de sentirnos centrados, congruentes, reales, dignos, respetuosos con nosotros y con los demás y con la vida, orientados y con sentido, en lugar de perdidos en la velocidad y lo volátil de la modernidad, con su sequedad afectiva. Son técnicas también eficaces a la hora de desmadejar las enredadas tramas de nuestros afectos —el nudo gordiano de nuestras vidas— para que nos volvamos más alegres, más amorosos, más humanos y más íntegros, lo que no significa volvernos más débiles. Nietzsche, que fue un gran defensor de lo dionisiaco, habló de liberarnos del estadio del camello, con su joroba llena de obligaciones impuestas por valores ajenos, ya sean sociales o familiares, para pasar al estadio del león, en el cual podemos comenzar a hablar con nuestra verdadera voz y afirmar nuestra genuina voluntad, para desembocar luego en el bienaventurado estadio de niños, en el que recuperamos por fin la inocencia y la dulzura del corazón, y nos reencontramos con el placer de cooperar —nuestro verdadero paraíso perdido—.

Entre estas técnicas, Las Constelaciones Familiares han destacado e impactado fuertemente en la cultura y la praxis de la ayuda terapéutica, en esta última década, por su misterio, intensidad y eficacia. Como abordaje se enmarca en principios sistémicos, transgeneracionales y existenciales.

Joan Garriga
www.joangarriga.com/

www.facebook.com/joangarrigabacardi

Extraido de www.joangarriga.com

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«Hay que asumir que la vida duele a veces, que no hay nada perfecto»

El concepto «constelaciones familiares» suena un poco extraño. «A estrellas, a universo, a ese tipo de cosas», dice Joan Garriga. Él, que es un experto en la materia, explica que todo viene de una mala traducción. «Yo habría elegido otra palabra. En vez de constelaciones, hablaría de confguraciones familiares», dice. Sea como fuere, Garriga está en Vilagarcía para impartir un seminario al que acuden tanto profesionales que quieren conocer más sobre una terapia «que forma parte de una tradición muy seria», como personas que buscan «revisar sus asuntos».

– ¿Qué son las constelaciones familiares? ¿Las tensiones más o menos invisibles que hay alrededor de una mesa durante la comida familiar del domingo?

-Esa escena de comida de domingo sería la superfcie de las cosas. Las constelaciones familiares van a la hondura para comprender la dinámica de cosas que a veces no son visibles. Una constelación es una representación de aquellos miembros de la familia o de aquellos vínculos que guardan una relación con un problema que uno tiene y con la solución que necesita. Desde esta perspectiva, lo más importante es qué hechos ha habido en el sistema familiar que no han sido aceptados, integrados, reconocidos, solucionados. Constelaciones es una herramienta que saca a la luz asuntos claves y permite abordarlos, comprenderlos, encararlos y solucionarlos, de manera que algunas dinámicas no tengan que repetirse. Trabaja mucho con los órdenes del amor.

-¿Los órdenes del amor?

-El amor se da, pero no siempre basta. Se necesita que vaya en la dirección del buen amor. Que en la familia no haya personas excluidas, un abuelo que se fue, alguien que mató a otra persona, un aborto… Hechos dolorosos que hacen que se excluya a una persona. Pero la realidad no puede ser burlada. Y los miembros que han sido excluidos, misteriosamente, vuelven, y su papel es representado por otras personas. Además de no excluir a nadie, en la familia es necesario que cada uno esté en el lugar que le corresponde. Que el hijo sea el hijo y el padre sea el padre. Que en la pareja estén el uno al lado del otro.

-¿Ante una situación traumática, qué hay que hacer?

-Hay que reconocer lo que ha pasado, llorar, hacer el proceso emocional necesario para al fnal poder aceptarla e integrarla. La clave de toda cura y de todo bienestar es la aceptación. Y la clave de todo malestar es el rechazo. Si aceptamos, estamos más libres. Si no, estamos atados y va a tener consecuencias: como una vez me ocurrió algo malo, voy a vivir siempre una vida de mierda. Hay demasiada gente atrapada en eso. El buen amor conduce a la vida, el mal amor mira al pasado y pivota sobre el pasado. Demasiados confictos no resueltos con los padres se llevan a la pareja, a los hijos.

-¿Una cosa pequeña enterrada sin haberla asumido bien puede acarrear problemas?

-Las cosas dependen de la actitud con la que se vivan. Una vez tuve una paciente que decía que cuando tenía 13 años le había pasado algo terrible. Al fnal era que había pasado un año en un internado. Tengo la sensación de que estaba promoviéndose como víctima, y que si no fuese el internado hubiese sido otra cosa. Hay heridas y heridas. He visto gente con heridas graves que salen bien y se desarrollan bien. Las cosas pequeñas… Creo que hay que retirar de los hijos la idea de que todo debería ser perfecto. Hay que asumir que la vida duele a veces, que nada es perfecto. A fn de cuentas, si dependiera de los padres, todos los hijos estaríamos muy bien.

-Pero a lo mejor no estamos dando a los niños los modelos que necesitan.

-Yo introduciría en el modelo educativo una educación para los afectos, para los sentimientos, para los vínculos. Sería algo más que educación emocional. Podemos decir que un niño tiene derecho a tener rabia, que es una emoción legítima. Y es verdad. Pero a lo mejor ese niño siente rabia porque sus padres no se sujetan bien en la vida. Y es más importante hacer que los padres se sujeten bien en la vida porque la rabia, si se cronifca, acaba siendo disfuncional. Sí que hay que permitir las emociones, pero hay que entender a dónde se dirigen. Y si se repiten mucho, hay que estar atentos, buscar cuál es su origen, cuál es su función, cuál es su sentido.

-Ahora está de moda el concepto «gente tóxica», pero más que la gente, lo tóxico serían algunas relaciones…

-Si nos ponemos a hablar en este lenguaje, que levante la mano quien no tenga toxicidad. Dicho esto, a mi no me gusta pensar en personas buenas y malas. Sí es cierto que hay personas más benefciosas y otras más problemáticas. Evitar a las personas tóxicas es un buen consejo, pero habría que preguntarse qué es lo que hace que a uno le atraigan este tipo de personas. Yendo más allá, las personas que tienen a generar relaciones turbulentas, seguramente son corazones heridos. No me parece interesante ir condenando a la gente. En un mundo que perpetúa la idea de buenos y malos, la sola idea ya es violencia. Yo no veo claro eso de decir este al cielo, este al inferno. Eso que lo haga Donald Trump, que lo hace muy bien. Este hombre vive con la idea de que hay enemigos, y si eso es así es porque la agresión está dentro de él. Habría que hacer un buen análisis psicológico de los políticos. Habría unos cuantos que saldrían muy bien parados, por su vocación de servicio, pero la política está sembrada de narcisistas y psicópatas.

 

Joan Garriga
www.joangarriga.com/

www.facebook.com/joangarrigabacardi

 

Extraido de www.joangarriga.com

Entrevista a Joan Garriga en la Voz de Galicia – por Rosa Estevez (2017).

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¿Qué son las constelaciones familiares?

Las constelaciones familiares son una de las más recientes y originales aportaciones al mundo de la ayuda y la terapia. Se enmarcan dentro del ámbito de las terapias sistémicas, humanistas y fenomenológicas. Trabajan con una metodología escénica a veces difícil de explicar y de comprender. Se escenifican familias y vínculos y se observa que las personas que representan a otras personas (padres, hijos, parejas, socios, colaboradores, etcétera, del cliente, que ha planteado su problema y busca soluciones) que no conocen, son capaces de acceder y captar, sentir y experimentar sus vivencias y sentimientos más profundos, con lo cual una constelación ayuda a revelar y comprender nítidamente las dinámicas afectivas, ya sean familiares o profesionales, que determinan los problemas, y reorientarlas hacia soluciones. La hipótesis de trabajo es que no estamos solos, que en cada persona viven muchos y que nuestra conexión y lugar con las personas que queremos y nos relacionamos, influye grandemente en como nos va y nuestros guiones de vida.

Una constelación es capaz también de generar movimientos emocionales, de reubicar personas en lugares distintos, de modo que podamos interiorizar una imagen o unos movimientos de solución que nos permitan caminar hacia el objetivo que tenemos o hacia lo que deseamos.

Se trata de una metodología muy visual, y ya que una imagen vale más que mis palabras, y se pueden trabajar temas muy complejos de una forma muy simple. Se accede de manera fácil a un campo inconsciente, donde se ponen en evidencia los movimientos ocultos más difíciles que existen en las vidas de las personas. Por ejemplo, cuando hay movimientos de vida o de muerte, o cuando hay sentimientos complicados y ocultos, o dinámicas de sacrificios o lealtades escondidas, potencialmente pueden salir a la luz para poderlos manejar con más conciencia y atención. Como decía Rilke, el desarrollo personal consiste en «aguzar el oído», lo que en Terapia Gestalt llamamos el darse cuenta, tener una intuición o una comprensión clara de cómo son las cosas. Lo cual permite reorientar las cosas en la dirección de un mayor bienestar, y a menudo este bienestar se logra ordenando nuestros vínculos y asumiendo el lugar que nos corresponde en ellos.

¿Qué tipo de trastornos se trabajan?

Cualquier problemática se puede abordar a través de las Constelaciones Familiares. Por ejemplo, ahora estoy llegando de Valencia, donde he desarrollado de manera novedosa un taller de Constelaciones para temas de nuevas maternidades y paternidades y asuntos de reproducción asistida. Pero podríamos decir que en el trasfondo de los problemas casi siempre encontramos tres tipos de trastornos. Un porcentaje muy alto de trastornos son trastornos de lugar, es decir cuando no estamos en el lugar que nos corresponde, por ejemplo, cuando tú, siendo hijo te elevas por encima de tu madre, en un intento heroico de ayudarla porque por ejemplo perdió a su padre cuando era pequeña, entonces has perdido tu lugar de hijo. O cuando en la pareja uno toma el rol de padre o de madre, en lugar de compañero o compañera. O por ejemplo, cuando una madre está más en sintonía con la muerte porque perdió a una hermana en la infancia, y siente el movimiento profundo de ir con la hermana, y se desubica internamente respecto a su lugar de madre y está poco sujeta en la vida. O sea que muchos de los trastornos tienen que ver con no estar en el lugar que nos corresponde, y lo que hacen las constelaciones es detectar donde están estos trastornos y generar recursos para que cada persona asuma su lugar y rol, por ejemplo que esta madre pueda interiorizar a esta hermana que murió y resistir este movimiento sutil, a veces oculto e inconsciente, de ir con su hermana a la muerte. De este modo podrá encontrar su lugar de madre y podrá hacer que la hija o el hijo puedan experimentar: “hijos, yo estoy aquí en la vida con vosotros”, y también retomar su lugar claramente al lado del marido. Resumiendo: las constelaciones trabajan mucho con esta idea de los trastornos de lugar.

En segundo lugar encontramos los trastornos de sentido, lo cual viene a ser una desconexión del sentido vital, del principio creativo de la existencia. Sería como una especie de enfermedad espiritual en la que nos desconectamos de la fuente, y de una fuerza mayor que nos trasciende. En el plano humano esta fuente está simbolizada, plasmada y expresada por los padres. Los padres plasman el principio vital que actúo a través de ellos para dar vida y por tanto simbolizan la vida. Por eso es tan importante la conexión con los padres porque a través de los padres podemos sentir la conexión con la vida, la conexión con las raíces de la existencia, y de este modo sentir la conexión con la confianza en que la vida vale la pena y el principio vital y trascendente que la sostiene. Padecemos una cierta depresión espiritual, por la fragilidad actual de las raíces, la perdida del sentido de comunidad y la desconexión de la naturaleza.

Cuando estamos en sintonía con la madre y el padre y la fuerza creativa que los junto para darnos la vida, y lo sentimos en el cuerpo y está integrado, no hay trastornos del sentido, o los trastornos que hay son mucho más leves y poco duraderos.

Un trastorno de sentido sano también nos incentiva a una aspiración a buscar mas allá de lo humano, porque buscamos el principio vital del ser, la esencia o la conciencia. Y nos estimula a aceptar e integrar la muerte.

En tercer lugar encontramos los trastornos de la necesidad o del deseo. Esto se ve más en términos gestálticos, cuando por ejemplo nos mentimos a nosotros mismos, o cuando tenemos dificultades para generar la atención suficiente para reconocer aquello que necesitamos, o bien nos cuesta generar la energía necesaria para lograrlo.

En mi libro «La Llave de la buena vida. Saber ganar y saber perder», explico que en la vida hay tres grandes errores de los que conviene no abusar. El primero es: no darle a la vida lo que tenemos. Cedemos a la cobardía y al miedo en lugar de desarrollar audacia para ser movidos por lo que nos mueve y somos y tenemos para entregar. ¿Podríamos imaginar a un Mozart que por miedo no hubiera compuesto su música? ¿Cuánto desperdicio de talentos y dones se habrá producido por cobardía? ¿Cuánto con potencial de ser se habrá quedado como potencialidad?.

El segundo es: pretender darle a la vida lo que no tenemos. Es un error de falsedad y pretensión, por estar identificados con un personaje idealizado, imaginando que a través de este personaje la vida nos irá mejor. Pero si vivimos demasiado tiempo alejados de nuestra verdad ya sea en nuestra pareja o en nuestro trabajo o en lo que sea, lo acabamos pagando, enfermando incluso. Necesitamos ser honestos y verdaderos. Atrevernos a ser lo que somos, a cada momento.

Y el tercer error es el de la falta de atención, la falta de darse cuenta, de no tomarse el trabajo de distinguir bien lo que sí tenemos de lo que no tenemos, lo que si somos de lo que no somos. Es decir, atención, atención, y atención. O si se prefiere, escucha interior atenta.

En definitiva las constelaciones familiares es una metodología escénica representacional, que permite en muy poco tiempo clarificar dinámicas complicadas que viven en nuestro corazón y en nuestros vínculos y reorientarlas en la dirección del bienestar y la vida y la audacia de vivir.

La parte creativa y al mismo tiempo, como decía, un tanto inexplicable por ahora, es: ¿qué hace que algunas personas que no conocen a otras, sean capaces de representarles y mostrar sus sentimientos?. Para esto yo no tengo respuesta clara. Nadie la tiene. Se aproxima la idea de los campos mórficos del biólogo inglés Rupert Sheldrake, el cual afirma que la memoria está en «campos de resonancia». También está la idea de la física cuántica que determina un universo subatómico donde todo está conectado con todo en un campo energético, o la idea de los fractales, pero ninguna de estas ideas complace todavía lo que mi hijo menor, estudiante de Física, llamaría los fundamentos adecuadamente científicos del asunto.

Pero bueno, tampoco yo me vería capaz de explicarle a mi tatarabuelo, si fuera posible, que estoy hablando por Skype con alguien de Australia. Simplemente no lo entendería. Yo creo que el futuro nos va a brindar explicaciones de cómo la información está en el campo y salta a las personas, y esto tiene mucho que ver con lo que tratáis en este número que es la intuición, porque hay fenómenos perceptivos que son inexplicables si nos reducimos a la transmisión verbal y a nuestra percepción cognitiva. Dicho esto, la falta de explicación de porque algo ocurre no invalida que ocurra y, en este caso, pueda ser útil. Y las constelaciones suelen ayudar y mucho.

Volviendo al tema de la información me gusta decir que el gran tabú de nuestra sociedad y cultura, es el tabú perceptivo. Por ejemplo, un niño pequeño o bebé vive en un campo perceptivo que es energético, osmótico, corporal y emocional; no es un campo perceptivo reducido a los parámetros de los modelos mentales. Sin embargo, a medida que crecemos la percepción se va reduciendo para encajar en aquello que está permitido y consensuado percibir. La percepción tiene algo de social. No somos libres ni siquiera en aquello que podemos percibir. Sesgamos el conocimiento. En otro sentido, estrechar el campo perceptivo nos facilita la vida, porque si lo percibiéramos todo estaríamos abrumados y sufriríamos mucho más. Miraríamos a la señora que está ahí y veríamos mucho más de lo que la cultura nos aconseja ver, probablemente veríamos toda su historia, todo su sufrimiento, toda su alegría, dónde están sus frustraciones, lo que consiguió y lo que no consiguió, todo nos saltaría a la vista y sería abrumador, entraríamos en un mundo psicótico. No obstante, hay espacios donde esta percepción está permitida que son los espacios de ayuda y los espacios terapéuticos donde esta percepción se puede incentivar y ampliar o favorecer porque trata de buscar soluciones a través de una comprensión más amplia de lo que nos pasa y sus trasfondos. Las constelaciones tienen la ventaja de que el propio campo, el propio marco, sugiere una percepción mucho más amplia por parte del cliente, y esto propicia que algunos fenómenos salgan a la luz y puedan ser encarados y resueltos.

Mucha gente se pregunta ¿Y esto basta para resolver un problema?

Como también decía Rilke, además de «aguzar el oído» (darse cuenta, comprender) se necesita «darle al martillo noche y día». Hay gente que tiene una idea un poco mágica sobre las constelaciones. Es decir: hago una constelación y mis males serán curados por arte de magia, pero en la práctica es más complejo. Se trata siempre de un proceso en el tiempo. Luego hay que picar piedra, estar atentos a lo cotidiano, seguir trabajando con ayuda terapéutica o sin ella. Tomar responsabilidad por los propios asuntos y despedirse del anhelo infantil de que alguien grande se hará cargo de nosotros. Tomar decisiones, asumir el dolor cuando nos visita, la culpa cuando la sentimos, asumir las frustraciones, abrirse a los sentimientos, es decir, un trabajo que es el trabajo real de la vida y que consiste en acompañarse a uno mismo en todo lo que la vida nos trae, tenga el color y la forma que tenga. Aunque a veces el color y la forma de lo que nos trae la vida tiene poco que ver con el color y la forma que nos gustaría que tuviera.

En el trasfondo filosófico del trabajo de constelaciones hay unas cuantas dialécticas, la dialéctica más importante es la dialéctica entre el yo personal y la vida. Siempre estamos dialogando con la Vida. A veces la vida complace al yo personal y le da lo que quiere, pero otras veces nos despedaza sin que logramos entender porqué, como por ejemplo con una muerte inesperada.

El gran proceso que está en el trabajo terapéutico en general y en las constelaciones, es como logramos con el tiempo asentir y sintonizarnos con aquello que la vida quiso, aunque fuera diferente de lo que nosotros hubiéramos querido. Ahí aparecen dos grandes tareas, que el yo se lance con todas sus fuerzas a la vida en la dirección de lo que quiere y que se arriesgue y no se reserve, y la otra gran tarea es saber sintonizarse para sentir e integrar aquello que la vida quiere aunque sea distinto de aquello que nosotros queremos. Porque siempre es lo mismo: detrás de todo problema (y este es el trasfondo filosófico del trabajo terapéutico de las constelaciones, tal como explico en mi libro «Vivir en el Alma»), siempre hay algún lugar donde la persona o la familia dijo: esto no debería de haber sucedido, este hijo no debería haber muerto, este hombre no debería haberme dejado, mi madre debería haber sido mas amorosa, y mil etcéteras. Todos los problemas toman la forma del debería haber sido, que es una oposición a lo que ha sido y es. Y todas las soluciones pasan por hacer el proceso de decir ¿y porqué no?, de abrir el corazón a lo que fue aunque fuera difícil, de abrir el corazón al sufrimiento, no porque el sufrimiento en sí mismo sea sanador, sino porque abrir el corazón si lo es. Se trata de integrar aquellas cosas que no fueron resueltas, y que encontramos en las constelaciones, como que una criatura abortada no fue mirada, o que un padre mujeriego no fue amado, o que la madre no se siente con fuerza en la vida porque ocultamente sigue el destino de un hermano que murió y hay que aceptar este hecho y darle un lugar.

Existe otro principio importante en las constelaciones que es el de la inclusión y el derecho a la pertenencia. El alma colectivo anhela estar completa y tolera mal las exclusiones. Se evitan mejor los trastornos del lugar, cuando todos los que forman parte tienen derecho a formar parte y están reconocidos y dignificados. Bajo un principio existencial básico: la vida, y las personas (también las cercanas y queridas especialmente) tienen derecho a ser tal y como son, y no tal y como nosotros queremos que sean. Siempre hay esta dialéctica: la mente dice mi padre no tiene derecho a mi amor porque me abandonó, o porque trataba mal a mi madre, así que lo aparto de mi corazón, pero ese apartar del corazón es un movimiento de la mente no es un movimiento de la realidad. La realidad está fabricada de la manera exacta en la que está fabricada y no puede ser burlada con las maniobras de la mente. La realidad es inclusiva y se acepta a sí misma. La realidad no dice a este no lo quiero y a este lo quiero. La vida nos acoge a todos de la manera exacta en la que somos, y un sistema familiar saludable invita a las personas a ponerse en alianza con la realidad y a retirarse de estos movimientos rechazantes de la mente, de manera tal que incluso aquellos que hicieron cosas feas o difíciles tengan un buen lugar en el corazón de las familias. Ya que, como decía, el alma familiar anhela estar completa y colmada, y cuando todos pueden tener un buen lugar entonces nos experimentamos crecidos, expansivos, fuertes y liberados. Entonces no ocurre que otros tienen que representar a los excluidos a través de sacrificios y trastornos del lugar. Cuando hay excluidos alguien se sintoniza con el excluido repitiendo su patrón de vida y su destino. Estas son cosas muy misteriosas pero suceden, y que salen a la luz en las constelaciones.

Las constelaciones nos permiten solucionar problemas que a veces nos han creado sufrimiento durante décadas.

Joan Garriga
www.joangarriga.com/

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Extraido de www.joangarriga.com

Entrevista a Joan Garriga  publicada en la Revista Kundalini (2016).

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