Los problemas en pareja pueden venir desde varias vías: puede ser por falta de comunicación, tomar decisiones, tener objetivos incompatibles entre sí, etc.
En esta ocasión vamos analizar con calma que se puede hacer cuando surgen problemas de pareja.
Una de las primeras observaciones que les dejo a mis pacientes a diario es que las diferencias con tú pareja no van acabarse con el fin de este problema. Siempre que nos enfrentamos a otra persona pueden aparecer roces, ideas que se oponen a las tuyas pero lejos de alarmarte hay que ser más creativos y respetar al otro antes de seguir criticándolo.
Entonces, debemos inicialmente preparar nuestra mente y buscar un espacio sano para conversar acerca de esa diferencia que tenemos. La mente así como cualquier otro musculo necesita que lo preparemos antes de una conversación.
Es importante destacar que las palabras en medio de una discusión para solucionar el problema son muy valiosas. Es necesario que tengamos mucho cuidado a la hora de expresarnos, no se trata de rebajar o menospreciar lo que opina tú pareja sino al contrario, tomar en cuenta lo que dice para poder negociar con asertividad.
Hay que ser valientes para mirar este problema que tenemos en pareja directo a la cara. No se puede seguir evadiendo porque cada vez que lo hacemos nos alejamos de la solución y posiblemente estamos sembrando la semilla del rencor.
Finalmente conversar, negociar y valorar al otro debe desencadenar en TOMAR DECISIONES. Estas serán la guía con las que podemos finalmente resolver el problema, por eso hay que ser valientes a la hora decidir y hacerlo siempre por el bien de AMBOS para que todo vuelva a la armonía.
¿Cuántas veces nos vemos enfrentados a la frustración o decepción de que nuestra amiga, pareja o hijo no hizo lo que yo esperaba? Vivimos esperando que los otros cumplan con aquello que imaginamos o con lo que necesitamos, pero que poco nos dedicamos a pedir eso que queremos, esperamos o soñamos. Es como que si por pedirlo y hacerlo explícito, el acto perdiera todo tipo de valor cuando el otro finalmente se decide a hacerlo.
Innumerables son las veces que he visto a mis adolescentes en la consulta, a sus padres o parejas, pasar una y otra vez por la decepción de que el otro no hace lo que espero. Frases como: “…pero si ellas saben que tienen que preguntarme cómo estoy si me ven mal… ¿no es obvio?“, “…pero si él sabe que tiene que portarse bien en el colegio y hacer sus tareas…”, “… sabe que necesito ayuda en la casa…no necesito decírselo“, y así podría continuar eternamente. Nos vamos transformando en seres decepcionados de las relaciones que tenemos, desilusionados de aquellos que en teoría nos quieren y enrabiados de sentir que esos que más me aman no me entregan lo que yo espero, lo que necesito, lo que “ellos saben”. pero en realidad NO lo saben. Nos vamos sumergiendo en un círculo vicioso, que nos aísla, entrampa e incomunica: con nuestra pareja, hijos o amigas. Empezamos a sentirnos poco queridos, menos entendidos, y muy solos en este mundo, en el cual sentimos que damos el máximo por el otro, pero ellos apenas dan su mínimo por mí.
¿Será realmente tan así? ¿O será que ese mínimo para mí, es el máximo del otro? ¿Quizás el otro debe poseer poderes mágicos que lo hagan adivinar lo que necesito? ¿Será realmente que no me quieren, no me ven y no me valoran? ¿Cuántas veces hacemos explícitas nuestras necesidades? Mi experiencia en la consulta, y al escuchar a la gente que quiero y me rodea, en la mayoría de los casos me encuentro con personas que no piden, no dicen y no muestran lo que necesitan, eso que las hace felices o tristes o lo que las hace sentirse queridas. Es en ese momento cuando se produce un entrampe y quiebre comunicacional que solo complejiza las relaciones, les quita profundidad y nos distancian del otro.
¿Por qué dejamos de valorar eso que el otro hace, si se lo pido explícitamente? ¿Por qué carece de valor si lo hizo, después de que ya se lo pedí? Cada vez que pedimos y recibimos es exactamente el mismo regalo que cuando no lo decimos. Quizás cuando nos sorprenden, esa acción inesperada pasa a tener una mayor carga de emoción y felicidad, pero no por eso, recibir pidiendo carece de valor. Cuando demando y soy escuchada, ya es un regalo, cuando pido y soy explícita con lo que necesito, también es un regalo para el otro, que puede conocerme y leerme en eso que me hace falta. ¿Por qué no regalarnos más transparencia en las relaciones? ¿Por qué no hacernos el regalo de pedir y ser escuchado? Cuando el otro escucha y decide darme eso que pido, es tanto o más valorado, que cuando no lo he pedido, porque esa persona se detuvo, conectó conmigo, me escuchó activamente, me entendió y me dió eso que tanto necesitaba.
No entrampemos nuestras relaciones con expectativas irreales. En esperar que el otro dé solo porque yo doy, en que dé lo mismo que yo estoy dando. La realidad es que todos somos distintos y eso que yo doy no siempre es lo que recibo, y eso que yo espero no es lo mismo que el otro puede darme. ¿Qué pasaría si aprendiéramos a ser más explícitos con nuestras necesidades? Estoy segura que desde el cariño incondicional que hay puesta en cada una de nuestras relaciones, eso que espero y pido finalmente se haría realidad.
Aprendamos a sentirnos queridos por todos esos gestos que hace el otro: mirarme, escucharme, detenerse, conectar, regalar, darme espacio y también cuando me da eso que pido. Dejemos de quejarnos por eso que el otro no hace porque no adivina y comencemos a pedir, abiertos a que el otro pueda darnos o no, eso que necesitamos…. y si decide darlo…no olvidemos que eso también posee un tremendo valor.
Solo si logramos ser más explícitos, y dispuestos a recibir pidiendo, conseguiremos sentirnos queridos y acompañados en esta vida. Seamos menos exigentes con el resto y con nosotros mismos. Si necesito que mi hijo adolescente me salude cuando llega a la casa, que mi marido me ayude más en las tareas diarias, que nuestra señora nos dé tiempo solos, o simplemente si queremos que nuestros papás nos escuchen y acepten como somos… ¡PIDAMÓSLO! abiertamente y de corazón, explicándole al otro por qué es tan importante para mí. Y si eso llega… por favor no le quitemos el mérito! Valorémoslo aún más!
Me gustaría que nos pusiéramos el desafío de empezar a esperar menos y pedir más….¿Cuánto eso nos acercaría al otro?….no somos adivinos, lo que necesitas tu es distinto de lo que necesito yo… pide más…espera menos.
«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás».
Palabras recogidas en el Discurso de Nelson Mandela como Presidente Electo de Sudáfrica (1994)
La baja autoestima y el no quererse a uno mismo es un problema de carácter global que cada día va en aumento. El hombre, por su naturaleza, se autoflagela con desprecios y críticas destructivas, se culpa de todo cuanto ocurre a su alrededor, dudando siempre de sus propias capacidades e infravalorándose hasta límites insospechados, quejándose y lamentándose continuamente de la vida que ha tocado vivir. Seguramente haya contribuido en todo esto, el haber recibido consciente o inconscientemente abusos en nuestra autoestima, sobre todo en uno de los periodo más críticos y vulnerables de la vida, como lo es la infancia. Frases que se repetían una y otra vez como «menudo burro que eres», «imbécil», «inútil», «no sirves para nada», «todo lo haces mal», «eres un fracaso», «para que lo vas a intentar si ya sabes cómo acabará», «eres demasiado torpe», etc. y la percepción con la que experimentábamos tales sucesos en el momento de producirse, nos acompañará hoy en día en nuestras reacciones, y habrá forjado nuestro carácter (con sus consiguientes creencias limitantes) de adulto. Por lo general, nos tratamos a nosotros mismos como en el pasado nuestros padres lo hicieran con nosotros, de tal forma que si por ejemplo fuimos educados como no merecedores de su amor, en el presente no nos sentiremos dignos de su amor.
Es por ello, que es fundamental aprender a querernos y valorarnos más de lo que solemos hacerlo, si bien es cierto que será una ardua tarea, debido a las múltiples maneras en las que hemos aprendido a no querernos con el paso del tiempo, está claro que aún tenemos una tarea pendiente y mucho trabajo por hacer. Tendremos que aprender a querernos en todos los aspectos posibles, en nuestras relaciones interpersonales, en nuestro entorno (familia y amigos), a la hora de elegir una profesión o realizar nuestro trabajo cotidiano, a aceptar nuestro cuerpo físico, nuestras emociones y manera de ser, incluso en la forma de cómo nos percibimos a nosotros mismos.
Aquí te proponemos unos tips para que empieces a cambiar ese estado y empieces a quererte y valorarte más cada día:
Encontrar el amor no es una tarea fácil. A lo largo de nuestras vidas vivimos diferentes experiencias que muchas veces nos dejan un sabor amargo. Cuando nos enamoramos no pensamos que nuestra pareja tarde o temprano pueda hacernos daño. Idealizamos a la persona y pensamos que estaremos con ella el resto de nuestras vidas.
El amor y el valor de los sentimientos no siempre forman parte de una relación. A pesar de que, en la mayoría de los casos, aparecen ciertas señales que nos indican que las cosas no marchan bien.
Actitudes, palabras y acciones que demuestran que esa persona con la que estamos no nos valora y probablemente jamás lo hará. Queda de nuestra parte prestar atención a lo que es evidente. Cegarse por amor, al final puede resultar muy doloroso. En las siguientes líneas te presentamos 5 señales que te permitirán saber si tu pareja no te valora ¡Presta mucha atención y toma nota!
1. Nunca está cuando le necesitas…
En una relación buscamos apoyo. Además de la sexualidad que se experimenta, lo más importante es el amor, el compañerismo y la amistad única que existe entre esas dos personas que han decidido compartir su vida. Por lo tanto, es el apoyo más inmediato e importante que buscamos al necesitarlo.
Si estás con una persona que nunca está para ti cuando la necesitas, entonces, tienes un problema. Si resulta que, esa persona está siempre presta a ayudar y a apoyar a los demás, pero no a ti. Es evidente que, algo anda mal. Pero, ¿cómo saber si tu pareja te toma en serio? Es bastante sencillo. Primero, pregúntate si mereces tal abandono y si es justo que estando con alguien te sientas así. Después, analiza si tu pareja te conviene o no.
2. Siempre eres el plan B…
Aunque nos moleste y nos duela debemos aceptar que no siempre somos la prioridad de esa persona que tanto nos importa. Si estás en una relación, en la cual tu pareja no te considera lo más importante es momento de que te plantees dejarla ir. Esto, no significa que deba estar a tu lado las 24 horas del día.Simplemente se trata de que tu presencia sea necesaria en su vida. De que te incluya en sus planes sin que lo tengas que pedir. Y, sobre todo, de que piense en ti antes que en alguien más.
Si te busca solo cuando sus amigos le han cancelado un plan o cuando no tiene nada más o mejor que hacer. Entonces, debes apartarte. No permitas ser el plan B de nadie. Si esa persona te ama te incluirá en su vida y lo hará a la medida de ambos.
3. No corresponde a tus muestras de afecto…
Cuando existe amor es imposible de ocultar. Es un sentimiento que aflora desde lo más profundo. Es auténtico y sobre todo espontáneo. Muchas veces, damos más de lo que recibimos. Es un error esperar que tu pareja se comporte de la misma manera en que lo haces tú. Que sus muestras de afecto sean tal cual son las tuyas. Debes entender que somos diferentes y que cada quién tiene su manera de experimentar el amor. En todo caso, es algo que debemos aceptar.
Sin embargo, existe un límite para todo. Si estás con una persona fría y distante. La cual, no te demuestra el más mínimo interés y cariño. A pesar de que, te desvives por mimarla y atenderla. En ese caso, debes plantearte la posibilidad de que tu pareja no sienta lo mismo que tú. Lo mejor, entonces, es asumir que esa relación no es lo que necesitas. Estar con un témpano de hielo a la larga te traerá muchas dificultades. Incluyendo conflictos internos y problemas de autoestima.
4. Te sientes excluida de su vida…
Después de un tiempo de relación aún no logras que tu pareja te haga parte de su vida. No conoces a su familia. Apenas has compartido con sus amigos. Su vida parece casi un misterio que cada día te esfuerzas en descifrar. ¿Te sientes excluida de su vida? Entonces, ha llegado la hora de preguntarte si valdría la pena terminar. Puesto que, es muy probable que no tenga futuro y te esté haciendo perder el tiempo.
5. ¡No eres feliz!
Es la señal mas determinante de todas. Si estás en una relación que no te llena y te hace sentir mal, pues no es la relación para ti. Debes alejarte lo antes posible. La felicidad es el tesoro más preciado que todos tenemos. Nadie merece el sacrificio de perderla. Quedarse con una persona que no te brinda felicidad es masoquismo. Si es tu caso, toma la decisión de alejarte y apuesta por tu bienestar. Recuerda que, debes amar cuando estés listo no cuando te sientas solo.
“No puedes construir relaciones sanas con otro si primero no la tienes contigo misma…”
Esa frase, con más o menos palabras, intenta ser un mantra en mi vida diaria. Ahora bien, ¿cómo llego a ello? ¿Para qué me sirve? ¿Cuáles son las consecuencias de ello?
Resulta que en muy pocos ámbitos nos enseñan a valorarnos y querernos a nosotras mismas.
¿Cómo me preparo para una relación de pareja si y no me valido? ¿Para qué buscar en otras lo que creemos que nosotras no tenemos? ¿Por qué siento que necesito completarme con otro?
Muchas hemos aprendido que el otro es primero, mejor o más importante. Pero entonces… ¿cómo amar/validar/aprobar a otro si no lo hago conmigo primero?
¿Qué nos pasó en el trayecto entre que de bebés nos mirábamos sonriendo en el espejo, y hoy sólo lo hacemos para buscar nuestros defectos?
¿Qué barreras debes derribar para quererte? ¿Cómo mejorar mi relación conmigo misma?
Y luego de reflexionar… ¿cómo tomo acción?
Vamos pues, a algunas preguntas HACER: ¿qué actividad te gustaría retomar o comenzar? ¿Cuánto tiempo real le dedicarás a ti misma? ¿Cuándo invertirás en tu imagen exterior? ¿Qué lugar te gustaría conocer? ¿Qué libro te gustaría leer? ¿Qué día de la semana te regalarás una copa de vino sólo para ti?
Paso a paso, momento a momento, día a día.
Cuando te revalorizas, renuevas tu estima. Cuando aprendes a perdonarte, entenderte y amarte, te acercas más a vos.
Si primero eres tú, tus relaciones mejorarán. Sobre todo con la persona más importante: TÚ.
Cuando alguien le preguntó a Carol, (no es su nombre real) “¿Has comido perro alguna vez?”, se sintió profundamente ofendida. Pero al expresar sus sentimientos sintió que su interlocutor les restaba toda importancia. ¿Qué son y cómo podemos detener este tipo de microagresiones que impregnan nuestras organizaciones y la sociedad? Aquí comparto algunos tips que te pueden servir.
La mujer de mi ejemplo es una asiática neozelandesa que vive en Nueva Zelanda, un país donde el 74% de la población es de ascendencia europea, el 14.9% de ascendencia maorí, el 11.8% de ascendencia asiática y el 7.4% isleña no maorí. Sin embargo este tipo de microagresiones basadas en diferencias culturales y, aquí planteo que también ocurren basadas en las diferencias de poder, suceden todo el tiempo en todo el mundo.
¿Qué son las microagresiones?
Los comentarios, preguntas y comportamientos como el que experimentó Carol se conocen comúnmente como microagresiones. Este es un término acuñado en los años 70 por el psiquiatra Dr. Chester Pierce y tomado prestado más recientemente por Derald Wing Sue, PhD, psicólogo de Teachers College, Columbia University.
Esta es la definición del Dr. Sue: “Las microagresiones son los desaires o insultos verbales, no verbales y ambientales cotidianos, ya sean intencionales o no, que comunican mensajes hostiles, peyorativos o negativos a las personas target basándose únicamente en su pertenencia a un grupo marginado”.
Con frecuencia, cuando ciertas personas se enfrentan a algún tipo de diferencia que no comprenden claramente (o que no quieren o pueden admitir), pueden perpetrar microagresiones. Y aunque las microagresiones son a menudo involuntarias, este hecho no minimiza su impacto negativo.
Hoy en día hay un gran número de personas que sufren microagresiones a diario en su lugar de trabajo. Puede ser como resultado de su género, orientación sexual, raza, etnia, discapacidad o cualquier otro aspecto que los haga diferentes a la mayoría.
En la mayoría de las situaciones de microagresión, hay al menos dos fuerzas en juego:
1El agresor es alguien que está en una etapa etnocéntrica de sensibilidad intercultural. Te sugiero leer mi artículo, ¿What Is Cultural Sensitivity? para tener una visión más completa de la teoría de sensibilidad intercultural de Milton Bennett. Y aunque la teoría de Bennett se refiere en particular a la sensibilidad intercultural, creo que las etapas que describe se aplican igualmente a la sensibilidad hacia el género, la orientación sexual, y otros aspectos que nos distinguen.
Estar en una etapa etnocéntrica significa estar en una de las siguientes instancias:
Negación: el individuo no reconoce las diferencias y experiencias culturales de distintas personas.
Posición defensiva: la persona reconoce algunas diferencias, pero las ve como negativas porque supone que su propia cultura es la más evolucionada, la mejor. Del mismo modo, propongo aquí, pueden sentir que su género o su orientación sexual es superior.
Minimización: la persona en esta etapa de sensibilidad cultural no es consciente de que está proyectando sus propios valores culturales. Ve sus propios valores como superiores. Piensa que la mera conciencia de las diferencias culturales es suficiente. Que con eso “cumplió”.
2En el contexto de la microagresión, el agresor tiene más poder que la persona que recibe la agresión. Y en esto es en lo que me gustaría centrarme aquí, ya que considero que muchas microagresiones experimentadas por las mujeres se deben a su bajo poder en las organizaciones y en la sociedad.
Desequilibrio de poder y microagresiones
Como ha demostrado la investigación del psicólogo social Adam Galinsky, cuando se trata de mujeres, muchas de las diferencias en el rendimiento atribuidas al género se pueden rastrear a diferencias de poder.
En la mayoría de nuestras sociedades, la mujer tiene menos poder que el hombre. Y, tal como se espera de las personas con menos poder, también de las mujeres se espera que se comporten de una cierta manera. Por ejemplo que sean afectuosas, conciliadoras, sumisas, etc. Por lo tanto cuando las mujeres muestran ambición, asertividad, confianza, competitividad suelen ser penalizadas. (Y esto sucede a pesar de los esfuerzos actuales por lograr que más mujeres ocupen roles de liderazgo). En otras palabras, la mujer está sujeta a un doble vínculo. (El doble vínculo, o dobleconstreñimiento, es un fenómeno que la persona experimenta cuando recibe un mensaje contradictorio, que apunta a dos demandas opuestas o mutuamente excluyentes.)
Lo que estoy planteando aquí es que probablemente muchas de las microagresiones dirigidas contra las mujeres en el lugar de trabajo no provengan del hecho de que sean mujeres sino del hecho de que tienen menos poder en la empresa. Lo mismo puede decirse de todos los demás grupos no mayoritarios. Es muy probable que el agresor tenga mayor poder (ya sea real o percibido) que el agredido. Siempre ha sido más fácil atacar a los miembros más débiles de la sociedad, ¿verdad?
Microagresiones dirigidas a personas con menos poder
Veamos un par de ejemplos.
Estás en una reunión de equipo con 10 personas, 8 hombres y 2 mujeres. Julia, una gerente y la persona con menos jerarquía en la empresa, expresa su oposición a una nueva estrategia. Mientras lo hace se ve interrumpida varias veces.
Cuando dos de sus colegas hombres hablan, todos escuchan atentamente, aunque se toman mucho más tiempo que Julia para explicar sus puntos de vista. Estas interrupciones son el tipo de microagresiones que personas como Julia experimentan a diario. Ahora, mi pregunta es, ¿La interrumpieron a Julia porque era una mujer o porque tenía menos poder que el resto y por lo tanto se sentían con derecho a interrumpirla? ¿La hubieran interrumpido tanto si Julia hubiera sido la jefa de todos en esa reunión?
Otro ejemplo. En América Latina, las mujeres dicen que si buscan patrocinadores de carrera (sponsors), en su compañía se las percibe como si estuvieran buscando favores especiales. (Y muy a menudo se comenta sobre las mujeres en alta posición: “¿Con quién se habrá acostado para llegar a ese puesto?”) Sin embargo, los hombres no tienen el mismo problema con la búsqueda de patrocinadores. ¿La percepción negativa está conectada con las mujeres debido al hecho de que son mujeres o porque tienen menos poder y menos conexiones en la organización? Entonces, si una mujer (alguien con bajo poder y menos conexiones que un hombre) es patrocinada para pasar a un nivel de liderazgo debe ser porque busca favores especiales o porque hace favores a quien puede patrocinarla?
¿Cómo ayudar a tu equipo a alejarse de las microagresiones y abrazar una cultura más inclusiva?
Hay dos buenas maneras de detener las microagresiones.
1Educar a los miembros de tu equipo para ayudarlos a pasar a una etapa étnica relativa de sensibilidad cultural. Estas son las tres instancias:
Aceptación: las personas en esta etapa pueden cambiar de perspectiva para comprender que un mismo comportamiento (por simple que sea) puede tener diferentes significados en diferentes culturas. Pueden identificar cómo las experiencias se ven influenciadas por la cultura, el origen y el género.
Adaptación: las personas se vuelven más competentes en su capacidad para comunicarse con personas que son diferentes.
Integración: las personas pueden cambiar fácilmente de un marco de referencia a otro. Desarrollan empatía por las personas que son diferentes.
2Tener un equipo de liderazgo diverso e inclusivo. Uno que se componga de partes similares de hombres, mujeres, personas de diversos orígenes étnicos y raciales, con diferentes niveles de habilidad, que provienen de una variedad de escuelas de pensamiento, antecedentes socioeconómicos, etc.
Cuando todos se sienten representados, el lugar de trabajo se vuelve más acogedor y abierto a las diferencias. A medida que las personas se interesan más en los demás, la amenaza de lo desconocido comienza a desaparecer y también lo hacen las microagresiones. La mejor parte es que tu talento se siente valorado, lo que a su vez ayuda a mejorar el compromiso, la retención y la promoción. Un ganar-ganar para todos. ¿Listo para probarlo?
Mariela Dabbah es escritora, conferencista y coach. Como Coach por más de 20 años ha apoyado el desarrollo de carrera de hombres y mujeres latinos en USA , Mariela como integrante de la Red de Profesionales de Mundo Mujercomparte en esta web un material muy interesante para ti, todo basado en su experiencia.