POR EL BUEN TRATO

En unas pocas semanas habremos olvidado la trágica muerte de Katy Winter y quedarán guardados en la memoria de nuestros celulares los mensajes que que han circulado en redes sociales, con profundas reflexiones llamando a los padres y colegios a la acción en estos casos. Volveremos a la normalidad hasta que, por un nuevo caso trágico, se enciendan las alarmas sobre el bullying y maltrato escolar.

¿No será tiempo de ver el problema desde otra perspectiva?

No hablemos más de detener el bullying sino más bien de construir una cultura de buen trato. ¿Cómo hacerlo?

1. Creer. Tener la certeza de que sí se pueden cambiar las dinámicas o culturas que parecen tan arraigadas en las comunidades escolares. Obviamente no es fácil, pero los seres humanos estamos hechos para conectarnos, tenemos un cerebro diseñado para la empatía y el éxito de nuestro desarrollo como especie, se ha debido a la capacidad de colaborar en la búsqueda de soluciones a todos nuestros problemas. Hoy somos conscientes del daño que produce el mal trato escolar, vamos a la raíz del problema y empecemos el cambio.

2. Tolerancia cero. Nos escandalizamos cuando vemos un caso extremo de bullying, pero somos muy tolerantes con situaciones de mal trato cotidianas: insultos, empujones, burlas, sobre nombres, exclusiones, etc. Me tocó ver a la salida del colegio de mis hijos, cómo un alumno mayor le pegaba patadas en el suelo a uno bastante más chico, a vista y paciencia de un grupo de alumnos. Me acerqué para detener la situación, y el agresor me dice, “es mi hermano”, no en forma desafiante, sino con la certeza de que esa era una razón absolutamente válida para justificar su comportamiento. Asimismo, en los colegios, apoderados y profesores, minimizan algunas actitudes diciendo que “son cosas de hombres”, “las niñitas son dramáticas”, “esto siempre ha ocurrido”, etc. O lo que es peor, se busca alguna razón en la víctima, que atenúe la responsabilidad de sus agresores. “Es que igual es bien raro ese niño”, “los papás debieran llevarla a terapia porque es demasiado tímida”, “se auto excluye”, “cómo no hacen algo para que baje de peso”, “igual él molesta”, etc.

Los casos extremos de bullying no ocurren de la noche a la mañana, ni son cosa de una vez. De hecho, el bullying se constituye cuando hay un mal trato sostenido en el tiempo. Tolerancia cero no es castigar duramente a los agresores cuando descubrimos un caso de bullying. Si llegamos a ese punto, significa que pasamos por alto muchísimos actos de violencia desde que empezó el mal trato hasta la situación límite. Tolerancia cero implica estar atentos y atender de inmediato cualquier situación de violencia, discriminación o mal trato, por muy insignificante que nos parezca. Y no castigando, sino haciendo tomar conciencia del daño, del error, del significado de los propios actos, y tratando de entender qué hay detrás de estas agresiones. Debemos ser muy explícitos en cuanto a qué es mal trato y qué no.

3. Mirar a los niños y adolescentes. La serie 13 Razones, disponible en Netflix (No apta para menores de 16 años), muestra la enorme distancia qué hay entre los adultos y los adolescentes. Los adultos no son capaces de entender las dificultades que tienen sus alumnos y sus hijos, es como si ellos nunca hubiesen sido adolescentes. Recuerden el peso que tenía la opinión de los pares en esa época. Es una etapa en que los ojos están puestos afuera, buscando un lugar en el mundo. Con mirar me refiero a ir más allá de lo obvio. Padres y profesores conectados se darán cuenta de la tristeza en los ojos, la soledad del niño que se encierra en la biblioteca todos los recreos, las dinámicas de poder que se dan en un curso, la exclusión, las bromas pesadas, los sobrenombres, etc. También me refiero a mirar sin prejuicios. Existe la creencia de que tanto agresores como víctimas son niños con muchas dificultades, y aunque hay algo de cierto en esto, la evidencia muestra que bajos ciertas circunstancias cualquier niño o niña puede llegar a ser protagonista de una situación de mal trato y de bullying.

4. Trabajar con los observadores. Tenemos que enseñarles a nuestros hijos que presenciar casos de al trato y no hacer nada, equivale a ser encubridores. Para eso hay que conectarlos con la compasión, pero también que tengan las garantías de que somos adultos que podemos resguardar un ambiente seguro. Como adultos, debemos preguntarnos, por qué estos casos no se denuncian. Es por el temor a ser víctimas también, por no meterse en problemas con los alumnos que tienen el poder. Y esto es consecuencia de que toleramos prácticas de mal trato cotidianas y no miramos con detención lo que ocurre con los niños en las salas, los patios y en nuestras propias casas.

5. El paso más importante es enseñar habilidades concretas para promover la compasión, la asertividad y la capacidad de aprecio por la diversidad. Esto implica un foco en el aprendizaje socioemocional, que no sólo ayuda a prevenir el bullying, sino que permite construir una cultura de buen trato, donde las conductas compasivas y el respeto son valoradas y no son vistas como signo de debilidad.

Tenemos que aumentar el lenguaje emocional, enseñando a reconocer emociones en uno mismo y en otros. Desarrollar la capacidad de expresar emociones de manera adecuada, sin herir. Ayudarles a reconocer sus propios límites y a expresarlos con firmeza pero sin violencia. Fortalecer la confianza para poder pedir ayuda cuando sea necesario. Que sean capaces de reconocer acciones de mal trato. Enseñarles a ser compasivos consigo mismo, cuando se equivocan o fracasan. Que aprendan a escuchar, favorecer los espacios donde puedan conocer más a sus compañeros y aprecien las características que a cada uno lo hacen diferente. Que sepan reconocer los signos de una amistad verdadera.

Trabajemos para cambios profundos y de largo plazo. Si bien tener reglamentos y protocolos, puede ayudar, no cambiará la raíz del problema. Necesitamos enseñar y modelar la compasión, el aprecio y la asertividad.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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La máscara en que vives: ¿Cómo educar en una masculinidad más sana?

«La máscara en que vives» es un documental que puedes ver en Netflix, y que muestra otra perspectiva que nos permite entender las causas de las actitudes y comportamientos de los hombres en relación a las mujeres; que hoy están siendo cuestionados por movimientos feministas en nuestro país. ¿Cómo se educa a los hombres, desde que nacen? ¿Cuál es nuestra responsabilidad como padres para preparar a nuestros hijos para desarrollar relaciones más sanas con las mujeres? ¿Cómo se puede resignificar el concepto de masculinidad?

Uno de los temas centrales del documental es el rol de las emociones en los comportamientos masculinos. La máscara que oculta las emociones de muchos niños y adolescentes es la agresividad, el impulso sexual incontrolable, la fuerza, el no llorar, el estoicismo, el poder. Crecen creyendo que otro tipo de emociones como la empatía, la tristeza, la ansiedad, la angustia, el miedo…son señales de debilidad y propias del sexo opuesto. Si para ellos la consigna es reprimir su vulnerabilidad, ¿no será la raíz de la discriminación y los abusos contra las mujeres?

Ver este conflicto cultural desde esta perspectiva no significa victimizar a los hombres como presos de su educación, sino que puede ser una reflexión que nos lleve a los padres a repensar la forma en que estamos educando a nuestros hijos hombres, qué mensajes implícitos enviamos cada día y cómo podemos cambiarlos.

Los niños, necesitan saber que sus emociones son aceptables, normales, porque todos los seres humanos las sentimos, y existen maneras adecuadas de expresarlas. Ayudarlos en los momentos de dolor o soledad, y permitirles llorar en tus brazos cada vez que sea necesario.

Hoy día existe más conciencia del rol de las emociones en el comportamiento humano. A partir de la popularización del concepto de inteligencia emocional, más hombres han incorporado la idea de que las emociones son necesarias para un buen desempeño. Pero aún falta llevar estas ideas al ámbito familiar, como que esto de las emociones puede ser útil en el trabajo, pero cuesta integrarlo como una característica humana, compartida por mujeres y hombres.

Algunas ideas prácticas para incorporar la educación emocional en nuestros hijos:

1. Reconocer sentimientos. Poner atención a los signos no explícitos de sus comportamientos. Como por ejemplo, actitudes agresivas que pueden ocultar un miedo; ojos brillantes que pueden esconder tristeza y ganas de llorar; comentarios machistas que en realidad surgen de la inseguridad, etc.

2. Hablar de estos sentimientos.

3. Valorar explícitamente las muestras de empatía y sensibilidad y conductas que se pueden considerar femeninas. (tareas domésticas, cuidar a los hermanos, etc.)

Si estamos de acuerdo con que debe haber mayor igualdad de género, menos machismo en comentarios y actitudes y menos abusos de poder, no sacamos nada con instaurar protocolos y regulaciones si no se trabaja en dónde se forma la cultura, que es en los hogares.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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Libérate del perfeccionismo

Si crees que no eres perfeccionista, porque te consideras un desastre, que no te resultan las cosas como quieres o te sientes frustrada cuando miras para el lado,  sigue leyendo. Puede que te sientas así precisamente porque estás atrapada en la trampa del perfeccionismo.

Me encanta la canción de Bruno Mars “Just the way you are” (Tal como eres), especialmente la estrofa que dice: “Tu sabes que nunca te pediría que cambies. Si estás buscando la perfección, entonces quédate cómo estás.” Hoy la tengo como ring tone en mi teléfono porque me recuerda, por una parte que soy suficiente, y por otra, que mis hijos, mi marido y todas las personas a las que amo, también lo son.

Tengo más de alguna historia con el perfeccionismo. La maternidad es una de ellas. Siendo Coach y Educadora Parental al mismo tiempo que madre de siete hijos, es difícil sacarse la etiqueta de madre perfecta, o “seca”, como muchas clientas me dicen. Y yo sé, por dentro, que estoy lejos de las expectativas de la gente. Todos los días podría hacer una larga lista de errores y de inconsecuencias en la relación con mis hijos. Muchas veces, en Coaching o haciendo algún taller, me maravillo de las capacidades y habilidades de madres estupendas, y al mismo tiempo dudo de mí y me digo “iCómo yo puedo estar enseñándoles algo que no soy capaz de hacer consistentemente en mi propia vida!” Esa es la voz de mi crítico más feroz: yo misma. Pero ahora tengo otra voz dentro mío, que me dice: «no te preocupes, sigue adelante, lo que haces ayuda a muchas personas y como mamá estás genial, estás dando tu mejor esfuerzo».

El perfeccionismo tiene que ver, ante todo, con cuánto nos valoramos y nos queremos incondicionalmente. Por eso, normalmente, nuestras historias de perfeccionismo tienen origen en experiencias tempranas. Nuestro anhelo más profundo como seres humanos es ser aceptados incondicionalmente, pertenecer y sabernos valiosos. El perfeccionismo es la falsa “… creencia de que si nuestra vida es perfecta, si parecemos perfectos y si actuamos perfectamente, podemos minimizar o evitar el dolor, los reproches, la crítica y la vergüenza…es un escudo de veinte toneladas que acarreamos creyendo que nos protegerá, cuando en realidad, es LO que está, de hecho, previniendo una vida auténtica. (Bréne Brown, Los Dones de la Imperfección)

Por eso, lo opuesto del perfeccionismo no es la imperfección, el error, la falta de responsabilidad, el desorden, etc. Lo opuesto a perfeccionismo es la autenticidad, la capacidad de mostrarnos tal cual somos, nuestra originalidad, desde una posición: soy suficiente, soy digno de ser amado y me puedo equivocar mil veces, pero eso no cambia cuánto valgo. Por este motivo, para liberarnos del perfeccionismo y vivir una vida más auténtica necesitamos de los demás.

Más que relacionarse con cuán bien hacemos las cosas, se refiere a las intenciones con que las hacemos o porque las hacemos. La intención del perfeccionismo es cumplir las expectativas de otros por el miedo al rechazo. Aquí está la trampa: nuestro mayor deseo como seres humanos es ser aceptados y pertenecer, por temor a no alcanzarlo aparentamos cosas que no somos, al tratar de encajar de esa manera nunca nos sentimos realmente satisfechos porque, obviamnete, la aprobación externa es aparente. “No saben quien soy en realidad.”

¿Qué gatilla en nosotros el perfeccionismo?

Como causas ambientales o externas podemos señalar tres ilusiones de la cultura occidental contemporánea:

1. Creemos que podemos TENER todo.

En el mundo occidental la libertad es un valor fundamental, y el ejercicio de la libertad se realiza en nuestra capacidad de decidir. En una sociedad de consumo pensamos que mientras más opciones tengamos mejores serán nuestras decisiones y mayor es nuestra libertad.

¿Conocen personas que no son capaces decidir sin antes ver toooooodas las opciones?

Al parecer hay un punto en que tantas opciones nos paralizan y algo aún peor, cuando elegimos, al poco tiempo nos sentimos insatisfechos por haber dejado de lado cientos de alternativas. Hay personas que se compran el iphone 10 y cuando a los dos meses sale el 11, sienten que el suyo ya está obsoleto. Conozco a una persona que cuando se compra una blusa o zapatos o cualquier cosa, se lleva uno de cada color, porque no puede decidir sin sentir que su elección no es la mejor.

“Saber cuando algo es suficientemente bueno requiere conocerse a uno mismo y tener claro lo que es realmente importante.” (Barry Schwartz, La Paradoja de la Decisión)

¿Cómo lograr la satisfacción con las propias decisiones?

¿Cuándo algo es suficiente?

2. Creemos que podemos HACER todo. 

Para las mujeres se hace aún más difícil por los estereotipos que nos rodean. Tenemos que ser buenas madres, hijas, esposas, dueñas de casa, profesionales, mantenernos bien físicamente, y nunca mostrar nuestro cansancio. Esto lleva, a veces, a un desquiciamiento total, que nos hace correr todo el día sin parar, pasándonos a llevar. Somos el último lugar en nuestra lista de prioridades y dejamos de lado nuestro autocuidado.

El perfeccionismo nos lleva a perder los límites entre lo que somos y las expectativas de otros. Un requisito fundamental para liberarse de esta trampa es aprender a poner límites.Hasta aquí llego. Nosotras no tenemos la obligación de resolverle los problemas a otros, ni asumir responsabilidades ajenas, ni anticipar los deseos de otros. Y si alguien se enoja con nuestras decisiones, está bien. Es imposible complacer a todo el mundo.

Es imprescindible reconectarnos con nuestros sentimientos y deseos para decir que no.

Un buen paso para empezar es analizar cuánto tiempo le dedicamos a cada cosa que hacemos, y revisar qué es lo más importante En nuestra vida. Luego contrarrestar: ¿cuánto tiempo le dedico a mis verdaderas prioridades? ¿Estoy malgastando mi energía en cosas que en realidad no son las que más me motivan?

3. Creemos que podemos CONTROLAR todo.

No toleramos la incertidumbre. Existen estudios acerca de esto. En nuestra mente creemos que manejamos muchas más variables de lo que en realidad podemos, y los cambios o resultados inesperados nos generan una inmensa frustración e insatisfacción con la propia vida. Aceptar la incertidumbre es muestra de sabiduría, a veces, nos damos cuenta de ello muy tarde en la vida.

Gilda Radner, actriz, escribió antes de morir cáncer: “ Quería el final perfecto. Ahora lo he aprendido, de la manera más dura, que algunos poemas no riman y algunas historias no tienen  un claro comienzo, intermedio ni final. La vida se trata de no saber, aprovechar los momentos y hacerlo lo mejor posible, sin saber lo que pasará después. Deliciosa ambigüedad.” 

Otros gatillantes del perfeccionismo son internos, y normalmente tienen su origen en la infancia o la adolescencia gracias a experiencias dolorosas con el amor que nos hacen dudar de nuestra capacidad de ser amados. Una de las razones es que tradicionalmente se ha entendido la educación como corrección, y el método de la corrección es la crítica. La crítica permanente nos lleva a tener una visión negativa de nosotros mismos. No nos damos cuenta que poco a poco empezamos a sentir vergüenza de lo que somos.

Es algo que todos experimentamos alguna vez. A veces pensamos que la vergüenza es algo que sucede a personas que han sufrido traumas, la verdad es que todas esas historias de dolor en la niñez o adolescencia o en la adultez son pequeños traumas.

Imagina una situación de mucha vergüenza que hayas vivido alguna vez.

¿Qué sentiste y cómo se manifestó en tu cuerpo?

¿Cómo actuaste?

La vergüenza es un sentimiento de la familia del miedo y se manifiesta con síntomas de dolor. Produce el mismo estrés, hormonas y respuestas fisiológicas que cuando sentimos un dolor físico. Frecuentemente las personas responden a la vergüenza arrancando o escondiéndose, complaciendo al crítico o atacando y avergonzando a otro.

Todas estas acciones exacerban la vergüenza porque son movimientos que buscan evitar sentir y la fuerza de la vergüenza descansa en el secreto y en la negación. Creemos que haciendo todo lo posible para que aquello que nos da vergüenza no se sepa, estaremos bien, sin embargo, queda dentro el dolor y sobre todo la sensación de soledad porque pensamos que nadie soportaría nuestros secretos.

¿Cómo romper el círculo?

Primero: reconocer los síntomas físicos y el dolor emocional. Así cuando tengas un ataque de vergüenza lo primero es decir «Sí, siento vergüenza». Reconocer los mensajes y expectativas que provocaron en ti la vergüenza. Tu hijo te dijo que te odiaba y que eras una amargada. Enfrenta tu dolor. Te duele porque te recuerda que estás repitiendo un patrón de comunicación que quieres evitar.

Segundo: pensar en forma crítica. Somete estos pensamientos a una evaluación de contraste con la realidad. Soy un desastre, me olvidé completamente de la reunión del colegio. ¿Soy realmente un desastre? ¿Voy a dejar que esto me defina como mamá? ¿Soy la única persona en el mundo que ha olvidado una reunión alguna vez?

Tercero: encontrar a alguien con quien hablar de tu vergüenza, alguien que tenga el derecho a escuchar tu historia. No necesitamos el amor incondicional ni la aceptación de todo el mundo, sólo de aquellos que son nuestros más cercanos. Contar tu historia permitirá que te hagas dueña de ella y no que la vergüenza te domine a ti.

Las comparaciones también son una fuente de nuestro perfeccionismo.

La razón de por qué el perfeccionismo no tiene nada que ver con la superación personal es porque normalmente nos comparamos con iguales. De ahí el dicho el pasto del vecino siempre es más verde. Nuestro objetivo es destacar, pero no desencajar del grupo. Se castiga la originalidad y esto paraliza nuestra creatividad. Y qué tenemos a nuestro alrededor: uniformidad, casas todas iguales, hijos que estudian todos lo mismo, veraneamos en los mismos balnearios, vamos a los mismos restaurantes, etc.

Las comparaciones llevan a la competencia y la competencia nos hace esforzarnos lo necesario para ganar una carrera, nada más.

En cambio cuando ponemos nuestra mirada en personas que no son nuestros vecino, que inspiran, nos conectamos con nuestros ideales. Al inspirarnos somos más creativos, vamos buscando las formas de expresarnos de manera original. Otra forma de inspirarse es pensar en tus sueños de infancia o de adolescencia, ¿dónde quedaron?, ¿cómo se han ido cumpliendo o quedando en el camino?

Las comparaciones son fuente de amargura, la inspiración es fuente  de gozo y gratitud

Al hacernos más resilientes a la vergüenza y dejar de darle tanto valor a lo que piensan los demás y a las comparaciones nos volvemos personas más auténticas. Pero no se trata de que no nos importe nada ni de andar diciendo todo lo que pensamos, aunque a otros les duela. porque para ser auténticos necesitamos establecer vínculos afectivos sanos y satisfactorios. Para tener el valor de mostrarnos imperfectas, establecer límites y permitirnos ser vulnerables, debemos experimentar la aceptación y amor incondicional. No es fácil entregarse al amor sin resguardos, mostrando nuestro ser vulnerable, pero es la única manera de creer que somos suficientes.

La neurociencia está comprobando que estamos hechos para conectar. Nuestro cerebro está lleno de neuronas espejo que de forma innata nos permiten entender el estado mental de otras personas. A, su vez, esto permite algo que se llama la resonancia límbica. Se produce entre la madre y su guagua que sincronizan en armonía sus latidos, su angustia, su paz. Este tipo de conexión profunda, satisfactoria y de bienestar, no es posible cuando somos perfeccionistas. Encajar no es lo mismo que conectar. Cuando conectamos con otro, sentimos que pertenecemos. Cuando encajamos sentimos que no pertenecemos y estamos fingiendo que sí.

No necesitamos a muchas personas para experimentar la aceptación. A veces nos pasamos tratando de agradar a todo el mundo, menos a las personas que realmente importan.

¿Quiénes son esas personas para tí?

Muchos estudios vinculan el perfeccionismo con trastornos del sueño y alimentación, depresión, estrés, ansiedad, colon irritable, insuficiencia cardíaca, muerte precoz. La autenticidad no sólo nos hace más felices, es un factor protector para nuestra salud.

La autenticidad es el mejor regalo que podemos dar a las personas que amamos, eso es lo que importa.

Cuando estés en un dilema de autenticidad:

Usa un mantra que te ayude a mantener tu intención. (Just the way you are)

Inspírate, mira a los valientes.

Sigue, puede que tus sentimientos salgan heridos, pero nunca te avergonzarás de ser auténtica. Que tu objetivo sea ser auténtica no obtener aprobación.

El perfeccionismo no te afecta solo a tí. Arrastra a todos a tu alrededor, tus hijos, en el trabajo en las relaciones con los amigos.

EDUCAR PARA LA AUTENTICIDAD

Los hijos son en parte una proyección nuestra y son un ámbito en el cual nos cuesta un mundo aceptar la incertidumbre. Nada asegura que los hijos tendrán la vida que soñamos, pero lo único sobre lo que podemos tener control es en desarrollar un buen vínculo. No es posible si queremos hijos perfectos. ¿Son tus hijos suficientemente buenos a tus ojos?  ¿Puedes decirle quédate tal como eres? ¿Qué cualidades aprecias? ?¿Cómo podrías demostrarle tu amor incondicional y aceptación?

Evita las etiquetas, las comparaciones. Ya vimos lo que provocan.

Más interacciones positivas. Hablamos de la correlación que existe entre la crítica y el perfeccionismo. Cuando nuestros mensajes son siempre negativos los niños crecen con la sensación de estar fallados, de que son ellos un problema, de no ser aceptados. Si la mayoría de las veces, en cambio, reciben feedback positivo, un cariño, amabilidad, compasión de parte nuestra, se sentirán amados y suficientes. Valiosos.

Registra hoy en la noche cómo estuvieron las interacciones durante el día. Podrán notar si hay una tendencia hacia lo negativo o lo positivo.

Usar más tu intuición. Según algunos estudios, pareciera ser que ante un problema o dilema el cerebro toma pedazos de información que ha recibido previamente que generan esta sensación o impulso a hacer algo o a detenerse. Funciona en ambos sentidos y lo que se ha visto es que siempre es un movimiento hacia algo positivo, beneficioso o para cuidar un bien. No significa que sólo tengamos que seguir nuestra intuición, pero puede ayudar cuando recibimos infinitas cantidades de información. Nuestra necesidad de certezas y controlar todo nos lleva a desoír la intuición.

En mayo comenzaremos el taller El Poder de tu Vulnerabilidad y los Vínculos donde profundizaremos en estos temas y entregaremos herramientas concretas que te ayudarán a conectarte con tu ser más auténtico.Si estás interesada haz click.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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¿Es posible prevenir el bullying?

Al iniciarse el año escolar muchos padres, niños y adolescentes sienten preocupación porque significa volver a estar expuestos al maltrato y acoso escolar.

Es natural esta preocupación dadas las altas cifras de violencia escolar en Chile, tanto en los índices de percepción como en los índices de reporte de víctimas y victimarios. Según un estudio de los Ministerios del Interior y Educación, en alumnos de séptimo a cuarto medio un 44,7% declara haber sido víctima de algún tipo de violencia en el colegio. La violencia psicológica es la más común (42,6%) seguida por las agresiones físicas (29,7%). (http://www.seguridadpublica.gov.cl)

 Existen algunas confusiones, mitos e ideas equivocadas en torno al bullying o acoso escolar.

En primer lugar, aclarar que los conflictos, peleas o discusiones, así como las bromas o juegos pesados, no son bullying. En el caso de los conflictos, sin minimizarlos, son oportunidades para enseñar habilidades de resolución de conflictos, y por lo tanto prevenir escaladas de maltrato que pueden llegar a constituirse como acoso escolar. Respecto de las bromas y juegos que podrían dañar o herir a alguien, como adultos tenemos que averiguar qué sienten cada uno de los involucrados para poner límites o frenar una conducta.

El bullying es el maltrato reiterado de una persona que está en una situación de superioridad sobre otra, que no tiene la capacidad de defenderse. Esto es evidente en ciertas situaciones tales, como cuando un alumno mayor acosa a uno más chico, cuando se agrede a un alumno nuevo o cuando existe una evidente diferencia en la capacidad física. Pero hay desequilibrios de poder que no son tan evidentes, y por eso los adultos tenemos que estar atentos a las dinámicas de curso o de grupo.

Segundo, está la creencia generalizada de que tanto víctimas como victimarios son “niños con problemas”, que vienen de familias disfuncionales, que han sido víctimas de abuso en otras ocasiones o que tienen muy baja autoestima. Si bien se ha visto una correlación con estos factores, las cifras demuestran que cualquier niño puede convertirse en agresor o víctima bajo ciertas circunstancias. Muchas veces se pasan por alto situaciones de abuso porque no es creíble que tales o cuales niños sean capaces de acciones de maltrato, ya sea porque en sus casas se portan adecuadamente y de forma pacífica, o porque son considerados muy buenos alumnos, por su liderazgo, notas, etc.

Tercero, el mito que cuestiona el título de esta columna: el bullying ha existido y existirá siempre. Este creencia es probablemente la más perniciosa para prevenir el maltrato y promover la bondad, puesto que subyacen dos ideas: que las víctimas deben aprender a defenderse mejor y que lo que hacen los victimarios no es tan terrible en realidad. Muchas veces escuchamos adultos con frases como “así son los hombres”, “son típicas cosas de las niñitas”, “no hagas caso”, “si te pegan pega”, etc. Corolario de este mito que queremos desterrar. El bulliying puede tener consecuencias muy profundas en víctimas y agresores, y no sólo en ellos, también en los observadores pasivos. Está estudiada la correlación que existe entre rendimiento académico y clima escolar, porque sin duda el aprendizaje es puesto en jaque cuando los alumnos sienten temor, por la posibilidad de convertirse en víctima, o angustia, por verse obligados a consentir en acciones que van contra su conciencia.

Que haya existido siempre, no significa que no podamos cambiar. De hecho, los seres humanos hemos ido superando muchísimas situaciones de violencia y abusos de larga data, tales como la esclavitud, las desigualdades que afectaban a las mujeres, la discriminación a discapacitados, etc. Pero que sea posible no significa que sea fácil.

Es muy alentador que en nuestro país ya exista una ley de violencia escolar que exige a los colegios, públicos y privados:

1. Tener un encargado de Conviviencia Escolar

2. Tener reglamento interno que regule las relaciones entre los distintos actores, con medidas preventivas y pedagógicas

3. Crear protocolos de actuación ante situaciones concretas de maltrato o bullying.

4.  Definir qué acciones constituyen faltas a la buena convivencia, graduándolas según su gravedad.

5. Que esto sea conocido por toda la comunidad.

Pero esta ley nunca será suficiente si no hay una educación (a niños y adultos) en habilidades socioemocionales muy específicas, orientadas al fomento de la compasión, la asertividad y el aprecio, no sólo en los colegios, sino especialmente en nuestras familias. Aún cuando nuestros hijos no estén involucrados directamente en situaciones de maltrato y acoso escolar, ellos sí pueden hacer la diferencia si se atreven a defender a un compañero, o a pedir ayuda sin temor a las represalias y a generar un ambiente que no sólo condene la violencia sino que promueva un estilo de relacionarnos más sano y positivo.

Como padres cumplimos un rol modelador de este tipo de habilidades, que es casi insustituible, lo que nos presenta el desafío de evaluar  cómo vivimos nosotros el buen trato en los diferentes ámbitos y relaciones interpersonales. Algunas habilidades fundamentales que debemos desarrollar son: la capacidad de reconocer emociones en mí y en otros, saber escuchar activamente, hablar desde el yo, reconocer conductas de buen trato y mal trato, saber pedir ayuda, entre otras.

Algunos consejos para empezar a cambiar una cultura, desde la familia hacia el colegio:

1. Hablar de los eventos del día desde los sentimientos. No quedarse en el “¿qué hiciste?”,  “¿con quién jugaste?” O “¿Qué traes de tarea?”. Preguntar “¿cómo te sentiste?”, “¿qué te entusiasmó?”, “¿hay algo que te preocupe?”, etc.

2. Escuchar sus ideas, opiniones y sentimientos sobre el maltrato en su colegio o en la casa. Sin escandalizarse, pero tampoco minimizando.

3. Cuando hayan discusiones o peleas en la casa, tratar de intervenir para enseñar a resolver, no para parar la discusión ni para evitar el conflicto. Pedir más calma, respirar, establecer turnos para hablar y para escuchar, hacer lluvia de ideas, etc.

3. Ser muy claro en poner límite a acciones evidentemente de maltrato. No podemos aceptar golpes, insultos, sobrenombres hirientes, etc. El hecho de que seamos familia no nos da derecho a tratarnos mal.

4. Tener una mente abierta para aceptar la posibilidad de que un hijo puede ser víctima o agresor en algún momento, y eso no significa que hayas hecho algo mal. Podemos intervenir muy a tiempo, haciendo ver los daños o el dolor que provocan ciertas acciones.

Prevenir el bullying si es posible, e incluso es insuficiente, porque lo que queremos es crear comunidades de colaboración, respetuosas donde todos se sientan valiosos.

AMA ofrece un completo programa de desarrollo de habilidades socioemocionales para la promoción del buen trato a los colegios. Conéctate por el Buen Trato trabaja con alumnos, profesores, directivos y padres, desde pre kinder a cuarto medio. Abarcando a todos los estamentos podemos alinear a la comunidad y producir cambios desde las familias.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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La Vuelta a Clases

Marzo comenzó y con ello el desafío de la vuelta a clases y la vuelta a la rutina de nuestros hijos. Nuestra tarea como padres será en esta etapa ayudarlos a reordenarse para que puedan vivir este tiempo con alegría y gusto, para que puedan seguir creciendo sanamente en todos los aspectos de su vida y logrando progresivamente su madurez.

¿Cómo hacer para definir la rutina que deben seguir?

Siempre definirla uno como adulto. Los padres sabemos lo que es bueno para nuestros hijos, lo que ellos necesitan; y al mismo tiempo conocemos nuestras necesidades y límites. Cruzado estas dos dimensiones podemos definirla con bastante asertividad. Otra variable que es bueno incluir en la ecuación son los deseos de nuestros hijos y eso podemos hacerlo preguntándoles a ellos cómo y cuáles les gustaría que fueran algunas reglas familiares. Nosotros escuchar, acoger y analizar. OJO: No todo deseo debe ser ejecutado, pero sí escuchado. En esa misma conversación será la oportunidad de dar a conocer nuestras necesidades y valores y ellos tienen prioridad.

¿Qué considerar para definir la rutina?

la hora de acostada

La recomendación de la NSF (National Sleep Foundation) es que duerman todas las horas que su organismo necesita para poder descansar, liberar toxinas y crecer. El mínimo de horas que los niños necesitan es 8 horas, sin embargo otros requieren 10 y hasta 13. Esto varía entre hermanos y según las edades. Una idea para saber cuánto necesita dormir cada uno de tus hijos es recordar cuánto dormían en vacaciones sin que tú los despertaras y ese sería el número ideal de horas a resguardar para su descanso.

las pantallas

Por el impacto que las pantallas tiene en el cerebro de los niños, lo recomendable es que este estímulo se termine al menos 1 hora antes de acostarse. Por «pantalla» entendemos televisión, celular, tablet, computador y video juego.

En cuanto a la cantidad de exposición a este estímulo, la American Academy of Pediatrics recomienda lo siguiente:

de 0 a 3 años: nada

de 3 a 7 años: 30 minutos diarios

de 7 a 21 años:1 hora diaria

de 12 a 15 años: 1,5 horas diarias

más de 15 años: 2 tras diarias

Conociendo esta información y dándosela a conocer a nuestros hijos, podemos ayudarlos a elegir en qué usarán ese tiempo cada día.

la actividad física

Los niños tienen actividad física en el colegio, pero en algunas ocasiones esta es insuficiente para la cantidad de energía que algunos tienen. Si ves que están irritables, o inquietos o que están muy propensos a las pantallas, planifica alguna actividad extra. Esta puede ser formal, como participar de alguna academia o actividad extraprogramática en el mismo colegio, o bien algo informal como salir a caminar, andar en bicicleta, ir a la plaza, saltar en la cama saltarina, etc.

Lo importante a saber es que la actividad física libera toxinas, tonifica y oxigena el cuerpo y favorece la producción de hormonas relacionadas al bienestar, entre otros beneficios.

el juego

Lo propio de los niños es el juego y es la manera en que por excelencia ellos aprenden. Ojo con llenar la rutina de estudio y tareas y que no les quede tiempo para jugar con sus juguetes. Observemos cómo juegan, enseñémosles juegos nuevos, juguemos con ellos; cada una de estas posibilidades permite múltiples beneficios para el desarrollo intelectual, emocional y social de nuestros hijos.

el estudio

Definir con claridad y con ellos el lugar donde van a estudiar y hacer las tareas; que armen un estuche con los materiales necesarios y definir cuanto será el tiempo a destinar para ello. No sobrecargar. Considerar que vienen de una larga jornada de estudio y deben despejarse, jugar y conversar.

la hora de levantada

En este aspecto el consejo es enseñar a nuestros hijos (progresivamente) todos los aspectos que debe atender en la mañana: los hábitos de higiene, tomar desayuno, tener tiempo para cumplir con las tareas personales que los niños puedan tener (dejar su ropa recogida, la cama hecha, etc)

Descubrirán que algunos puede hacerlos en la noche, como dejar la ropa del día siguiente elegida y sacada, dejar una mochila con todo lo que debe llevar al día siguiente, incluso la lonchera puede quedar medio armada. La anticipación es una habilidad que les será muy útil para ir creciendo en autonomía y responsabilidad.

¿Cómo hacer para incorporar todo esto?

Los cambios no son sencillos, pero son posibles. Eso debemos tenerlo claro para confiar en que podremos lograrlo. La recomendación es avanzar de a poco para no agobiar a los niños y no agobiaros nosotros. Comiencen por lo más sencillo de lograr y de manera positiva. Mientras menos esfuerzo haya que hacer para lograr un cambio, resultará más fácil y perdurará en el tiempo.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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Cine en familia: Coco, una historia sobre el amor más allá de la muerte.

Con la belleza y emotividad que caracteriza a la sociedad Disney Pixar, esta película nos da la posibilidad de hablar de temas tan complejos como la muerte, la pertenencia a la familia y la pasión en nuestras vidas. Hablar de estos temas en familia no es común, sin embargo, son estas conversaciones las que nos conectan emocionalmente en niveles sorprendentes, generando vínculos profundos que inciden positivamente a lo largo de nuestras vidas.

Esta es la historia de cuatro generaciones de una familia en México, en la que por un evento traumático del pasado la música está prohibida. Pero para Miguel, el tataranieto protagonista de esta película, la música es su pasión, un torrente que desde el comienzo anticipamos va a desbordar por algún lado. Tratando de encontrar la forma de poder desarrollar esta pasión, durante las celebración del día de los muertos, llega al mundo de éstos a encontrarse con sus antepasados y descubrir de dónde viene su amor por la música.

La muerte es una realidad ante la cual todos, grandes y chicos, nos sentimos vulnerables por la incertidumbre que conlleva. Aún para quienes son creyentes, siempre existe la pregunta sin respuesta: ¿qué hay en el más allá?

¿Y por qué es importante hablar de este tema con los hijos? Porque los niños también se hacen las preguntas fundamentales de la vida. No es necesario que demos respuesta y certezas absolutas, porque en este tema no las hay. La invitación es a reflexionar juntos, escucharlos y abrirnos en el plano de las emociones. Creo que los niños nos sorprenderán con sus respuestas. Hablar de la muerte es importante porque cuando tenemos conciencia de ella nuestra vida puede ser diferente. Valorar y cuidar más lo que tenemos, a quienes nos quieren, los amigos y nuestros talentos.

Pero hay otra arista de este tema de la muerte que es muy interesante también: ¿qué dejamos en este mundo cuando nos morimos?

Lo que podemos rescatar de esta historia es que nuestra huella es el amor, los vínculos que fuimos capaces de crear y que permanecerán en la memoria de nuestros hijos, nietos, bisnietos…y mientras más amor haya habido en nuestras vidas más generaciones serán tocadas por este.

Esta energía o realidad que es el amor que se comparte en los vínculos significativos, es también la principal fuente de felicidad. Así lo ha demostrado el estudio longitudinal más extenso en duración que se haya hecho: The Adult Development Study, por la Universidad de Harvard. Los resultados hasta ahora indican que las personas más felices son aquellas que logran desarrollar relaciones interpersonales sanas y profundas, logrando transmitir un cierto estilo, podríamos decir, de vincularse que puede impactar a varias generaciones. No se trata de que no haya conflictos ni dificultades en la vida y en nuestras relaciones. En Coco vemos estas tensiones en Miguel, quien se siente “diferente” a todos los de su prole por su deseo de ser músico. Y vemos también una familia, especialmente la abuela, con una herida abierta que se muestra en el odio a la música.

Todos pertenecemos a una familia y tenemos una historia común que nos define. ¿Qué tipo de familia tengo? ¿Cuáles son los eventos traumáticos que nos atraviesan? ¿Qué nos une o nos divide? ¿Cómo queremos seguir construyendo nuestra historia?

El viaje de Miguel al mundo de los muertos es un recorrido por las historias y personajes que dieron origen a esta familia y que le permite resignificar esos eventos dolorosos que no logra comprender en el presente. Es una linda imagen para decirnos que la memoria y el recuerdo, las historias compartidas en familia, pueden ayudarnos a entender y sobreponernos a las dificultades que hayamos tenido.

Al ver esta película estoy segura de que te conectarás con algún abuelo o abuela, con tus padres o reflexionarás en cómo quieres ser recordado por tus seres queridos.

Aquí van algunas preguntas y frases para iniciar una conversación con los hijos:

¿Qué crees qué hay más allá de la muerte?

¿Cómo te gustaría ser recordado por todos los que te quieren?

¿Qué cosas te gustan de tu familia?

¿Qué cosas no te gustan?

¿Hay algo que quieras con todo el corazón?

¿Qué crees que será un buen recuerdo para cuando seas grande?

Lo que más recuerdo de mi abuela o abuelo es…

Lo que más me gusta de mi familia es…

Cuando me muera me gustaría que me recordaras por…

Yo creo que cuando morimos vamos a….

Lo más doloroso que viví cuando era chica fue…

Mi recuerdo más feliz de la infancia es…

Recuérdame es el título de la canción principal de Coco, de un padre que le pide a su hija y a su familia que nunca olviden cuánto los amó. El amor es lo que quedará de nosotros al final, pero el amor es también lo más valioso que podemos dar a nuestros hijos para su futuro.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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Temas de Vacaciones: Tres Estrategias para Sobrevivir al Carrete Adolescente

Para quienes tenemos hijos adolescentes el tema de los carretes de verano no es menor. Es natural que en este período ellos quieran estar “donde las papas queman”, todo el tiempo posible, y es también muy legítimo querer una cierta regulación por la pura necesidad de cuidar nuestro descanso como adultos, algo que necesitamos, especialmente si seguimos trabajando.

Por otra parte, el abuso de alcohol y el consumo de marihuana, así como otras conductas riesgosas asociadas a la presión social en esta etapa, son un llamado de atención urgente a los padres para hacernos cargo y actuar para cuidar la salud y el bienestar de nuestros adolescentes. No podemos confiar en las políticas públicas que han demostrado ser absolutamente inoperantes. Ni en lo que otros padres hacen con sus hijos, porque no hay criterios comunes y uno sólo puede decidir por uno mismo.

Existe la percepción de que muchos padres no se preocupan suficientemente de sus hijos adolescentes, porque efectivamente hay poco control y conocimiento de lo que hacen, tal como muestran estudios del SENDA. Sin embargo, tengo un diagnóstico diferente. Por mi experiencia como educadora y coach parental creo que la gran mayoría de los padres aman profundamente a sus hijos y quieren lo mejor para ellos, pero en la adolescencia les cuesta cambiar hacia un rol más adecuado para guiar a los adolescentes. La adolescencia nos pilla muchas veces desprevenidos. Pienso que los padres de adolescentes no son flojos ni despreocupados, sino que se paralizan o actúan de forma errática más por falta de habilidades que por falta de amor y cariño.

Sería largo abarcar todas las habilidades, actitudes y cualidades que debe tener un papá o una mamá para ser un guía apropiado en la adolescencia (https://www.talleresama.cl/copia-de-talleres-ama-3), pero ya que estamos en una época de mucha presión de parte de nuestros hijos por carretear, quiero compartirles tres claves muy concretas que, como buenos guías, nos ayudarán a tener unas vacaciones con menos conflicto y más cercanía con  los hijos.

1. Presencia. Esto significa dos cosas. Por una parte establecer ciertos mecanismos de control y observación de las conductas de nuestros hijos, adecuadas a la edad. Por ejemplo, definir hasta qué edad será necesario irlos a dejar y a buscar a las fiestas, pedirles que pasen a despedirse cuando llegan o abrirles la puerta personalmente, ponerse de acuerdo con otros padres etc. También notar el olor con que llegan, si están consumiendo solos, conocer a los amigos, ofrecer la casa de vez en cuando, etc. No recomiendo hurgar en sus cosas o tomar una actitud de detective, sólo de alguien que se preocupan por el bienestar. En ese sentido, se sabe que este tipo de medidas son protectoras para retrasar el consumo de alcohol. Estar presentes además, y esta es la parte más importante, es dedicar tiempo al hijo o hija en conversaciones individuales. Cuando tenemos estas instancias tratar de que sean conversaciones agradables, sin sermones ni críticas. Preguntarles sobre cómo lo están pasando, sobre sus amistades, lo que esperan de las vacaciones, los propósitos y sueños. También contarles sobre tus vacaciones adolescentes, lo mucho que aprecias el descanso, o qué esperas tu de estas vacaciones. Nos podemos reír juntos, hacer algo como un deporte u otra actividad, lo importante es conectarse uno a uno y demostrar nuestro interés por él o ella. Hoy día sabemos que este tipo de interacciones producen una conexión emocional muy profunda que fortalece los vínculos; y al mismo tiempo, genera conexiones neuronales muy precisas que permiten el autocontrol y la capacidad de pensar antes de actuar. Es justo lo que necesitan en situaciones de riesgo.

2. Acuerdos. Con los adolescentes no podemos seguir imponiendo reglas sin escuchar su opinión. Y esto no se trata de hacernos amigos de los hijos ni de perder autoridad. Es simplemente respetar la etapa de desarrollo en que están. Entre los doce y los veinticuatro años se produce una “tormenta cerebral”, como ha descrito Daniel Siegel, (uno de los investigadores más relevantes del desarrollo de la neurociencia), los importantes cambios que se producen en el cerebro de los adolescentes. Hay una maduración acelerada y progresiva de su capacidad de pensamiento abstracto, razonar, fundamentar, empatía, entender las consecuencias de sus acciones, planificar el futuro, etc. Con alguien que puede tener juicios propios y con una mayor autorregulación emocional, es necesario dialogar. A su vez, dándoles la oportunidad de expresar sus sentimientos e ideas, cooperamos para que esta maduración del cerebro sea la mejor posible. A los más chicos, desde los doce hasta los catorce, podemos plantearles alternativas más acotadas: ¿qué prefieres, salir un día de semana y otro de fin de semana? ¿O viernes y sábado?, puedes elegir dos horas de play en la mañana o divididas en una hora en la mañana y otra en la tarde. Después de los catorce habrá un sistema mixto pero tendiente a darles a ellos la posibilidad de presentar sus propias alternativas, con las cuales podemos estar de acuerdo o no y luego negociar. Otra recomendación es establecer acuerdos sobre los permisos y límites, pero también sobre las consecuencias que conllevará el no cumplir acuerdos. ¿Qué pasará si no llega a la hora establecida, si toma o abusa del alcohol, si no cumple con las responsabilidades en la casa, etc.?

Hacer acuerdos requiere necesariamente que nosotros pensemos en lo que queremos de ellos y fundamentar nuestras expectativas. Ya no vale el porque yo lo digo. En consecuencia, seremos padres más seguros y eso para un adolescente significa autoridad. Ellos, a su vez, estarán obligados a fundamentar también sus ideas, excelente ejercicio para su capacidad de razonar.

3. Consecuencia. Si hay algo que nos valida como autoridad frente a los hijos, es la integridad. Los adolescentes están en una etapa en que quieren diferenciarse de los adultos y por eso están muy atentos a nuestros comportamientos. En primer lugar, ver qué tipo de modelaje hacemos con nuestra conducta frente al consumo de alcohol o cigarrillo, o incluso marihuana. Obviamente como adultos legalmente podemos tomar, pero no abusar, ni manejar, por ejemplo. Hay padres que piensan que los adolescentes debieran empezar a consumir antes de los dieciocho para que aprendan a tomar. Dados los conocimientos que hoy tenemos sobre las consecuencias del alcohol en el desarrollo es recomendable retrasar el consumo lo más posible, siendo realistas de que probablemente tomarán en algunas ocasiones antes de la edad legal. A los dieciocho podrán aprender a regularse mucho mejor que a los quince o dieciséis. También el ser consecuentes implica hacer lo que predicamos. Si digo que voy a estar presente y acordamos que nos vamos a juntar a conversar una vez a la semana, cumplir ese compromiso. Si ando diciendo a los cuatro vientos que siempre voy a buscar a mi hijo, no usar Uber o delegar esa responsabilidad cada vez que puedo, etc.

No es fácil hacer estas tres cosas, estar presentes, hacer acuerdos y ser consecuentes, pero vale la pena. Te sorprenderás de lo reflexivos que pueden ser los adolescentes y de lo agradecidos que se muestran cuando les mostramos aprecio y una real preocupación por su bienestar y felicidad.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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PADRES PARA UNA ERA DIGITAL: USO Y ABUSO DE LAS PANTALLAS EN NIÑOS PRE ADOLESCENTES

Como madre de un niño de 10 años, les puedo decir que comparto con todos ustedes el gran dilema de si darle o no un celular. Por insistencia mi hijo no se cansa y la realidad es que igual muchas veces termino pasándole mi teléfono, o se mete al computador aunque yo no quiera. Y seguro que cuando va a casas de amigos pasan algún tiempo pegados a una pantalla. Pero mi intuición me dice que todavía no puede tener su pantalla personal.

Afortunadamente mi intuición está avalada por la neurociencia y estudios sobre el tipo de uso que hacen los pre adolescentes de sus pantallas.

Si a nosotros como adultos nos cuesta tener un buen control del uso que damos a las pantallas, para un niño o niña de 9, 10 u 11 años, es infinitamente más difícil.

Mi objetivo no es asustar ni decirles cual es la mejor manera de ser padres en estos tiempo, porque no hay un solo camino. Sólo quiero inspirarlos a ser los padres que sus hijos necesitan en una era digital.

Aún no hay evidencia suficiente para ver el impacto de las nuevas tecnologías en el ser humano a largo plazo, porque los que nacieron con ellas aún no llegan a la adultez, pero si se ha estado estudiando mucho el impacto inmediato de estas en el cerebro y en los comportamientos humanos en el corto plazo.

Hay preocupación porque se pueden estar perdiendo ciertas habilidades del cerebro, pero puede ser que estamos ganando otras, no sabemos. Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad hay aspectos que permanecen estables. En ese sentido, hoy se sabe con bastante certeza que la plenitud y la felicidad están relacionadas con los vínculos, la motivación intrínseca y en cuánto nos queremos a nosotros mismos fundamentalmente. El desafío entonces, es poder lograr estos tres aspectos en nuestras vidas en un mundo digital y cambiante.

Según un estudio mundial (Nielsen) las principales razones de los padres para dar un teléfono a sus hijos pre adolescentes y adolescentes son las siguientes:

Poder comunicarme con ellos fácilmente  90%

Que me puedan contactar fácilmente 90%

Para saber donde está todo el tiempo 80%

Insistencia 65%

Quiero que aprenda a sudar la tecnología 62%

Tengo un plan que me permite tener varias líneas 60%

Por lo tanto la principal razón tiene que ver con el control sobre la vida de nuestros hijos causado por nuestros miedos e inseguridades en un mundo que parece amenazante.  Lo paradójico es que este mismo teléfono es mucho más que un elemento para comunicarse y controlar, es una puerta de entrada al mundo digital (que es un mundo real)  con muy pocas, o ningún tipo de barreras.

Según estudios del Think Tank Tren-Digital (www.tren-digital.cl) la edad promedio en que los niños chilenos reciben su primer smartphone es a los 10 años y a esa misma edad entran por primera vez a las redes sociales y descargan su primer juego solos.  Los niños de 10 están usando su pantalla igual como lo hacen los adolescentes, pero….

tu hijo de 9, 10 y 11 NO es un adolescente.

Aunque se vista como tal, aunque hable como uno, aunque haga las cosas que hacen los adolescentes, aunque quiera pololear y tener grupos de whatsapp, biológicamente no es un adolescente.No solo porque su cuerpo aún no se ha desarrollado, sino porque su cerebro no ha llegado a ese punto.

En los últimos años la neurociencia a es la disciplina de la medicina que más avances ha tenido y ha descubierto muchas cosas sobre el cerebro que personalmente creo que vana a revolucionar la educación. Hoy se sabe que a los 12 años empieza un proceso de rediseño del cerebro y que termina alrededor de los 24 años. Es una de las mayores transformaciones que tendrá un ser humano en toda su vida, un proceso necesario para llegar a la adultez.

A partir de los 12 años el cerebro empieza a adquirir dimensiones y funciones que hasta antes eran imposibles o difíciles de ejecutar.

Esto revela otro gran descubrimiento: el cerebro de un niño no es un cerebro adulto pero más chico. No sucede como con otros órganos del cuerpo. Un corazón funciona de la misma manera desde que empieza a latir hasta que nos morimos. El cerebro no, se va desarrollando por etapas y por eso no podemos esperar que nuestro hijo pre adolescente y luego adolescente se comporte como un adulto en todas sus decisiones.

Un menor de doce años no tiene las capacidades emocionales y cognitivas  para entrar al espacio digital y manejar adecuadamente aspectos como la sobreexposición, la privacidad, el uso de la información y el autocontrol en cuanto a los tiempos de uso y selección de contenidos.

La pregunta entonces para los padres es ¿qué limites o resguardos tienes para tus hijos? ¿Lo dejas salir solo a la calle a conocer gente? En facebook puede conocer a cualquiera.

¿Lo dejarías ir solo al cine y elegir la película? En su pantalla puede ver lo que quiera o lo que aparezca.

¿Podría salir a conocer gente nueva al mall? En las redes y en video juegos puede encontrarse con personas de cualquier parte y edad.

¿Lo dejas andar en transporte público solo? Cuando tu hijo entra sin control al mundo digital, tiene la capacidad de andar solo por el mundo entero.

Nada de esto es malo en sí mismo, el punto es reflexionar acerca de qué tipo de mediación entre nuestro hijo/a y su pantalla tenemos que hacer a esta edad.

¿Cómo funciona el cerebro de un pre adolescente?

«Puedo aprender por mí mismo.»

Esta es la gran conclusión a la que debiera llegar un niño entre los 10 y los 12 años.  Este es un paso muy importante de desarrollo de la metacognición , es decir conozco y sé que conozco.

Por eso los preadolescentes tienen mucho interés en ser más independientes, como sabrás teniendo uno en casa.

Otro hito importante a esta edad es que ya pueden distinguir bastante bien lo que ficticio y lo que es real, esa es una habilidad muy relevante en la era digital porque no hay barreras ni indicadores de que lo que están viendo es verdad o mentira. Así que los padres podemos usar muy bien esta capacidad en estreno y fomentar su uso hablando con ellos de lo que ven y leen en las redes sociales y las pantallas.

Mejora la capacidad para entender la causa y el efecto, pero aún les cuesta entender las consecuencias en el largo plazo, esto es algo que hay que ir motivando y reflexionando con ellos pero aún están vulnerables a sus errores en el mundo digital.

Mi hijo no tiene celular, pero me pidió el mío para estar en un grupo de whatsapp con unos amigos. Mandó una foto de él sin la parte de arriba mostrando los músculos y recibió muchos mensajes de burla y groseros. Después hablamos de lo que significa una imagen y cómo puede ser muy mal interpretada, y aunque le costó, logró entender que las imágenes que uno envía otros la pueden entender en una forma diferente a tu intención. Un niño de 6 o 7 años, por ejemplo,  no puede todavía entender esto con claridad.

Veamos cómo puede el mal uso de las pantallas afectar a estos tres propósitos del cerebro pre adolescente.

Primero, la velocidad de las imágenes en las pantallas es muy superior a la capacidad del cerebro de un niño para procesarlas adecuadamente en la corteza cerebral. Esto significa que la corteza, que es donde se realizan las funciones superiores del cerebro como la reflexión, la empatía, los filtros, al no poder «seguir el ritmo»de las imágenes que se suceden, entra en modo off. Así, su capacidad de pensar sobre lo que está viendo o sobre lo que siente cuando ve una imagen se ve muy disminuida.

Segundo, esta sucesión de estímulos por largo rato puede generar una adicción al estímulo. Esto es especialmente riesgoso con los contenidos de violencia y de pornografía. Los estímulos de las pantallas generan una sensación de placer, cuando se quita el estímulo la sensación de malestar será proporcional.

Tercero, aunque las pantallas son anestesiantes, eso no significa que sirvan para descansar. Al contrario, los estímulos de las pantallas generan estrés en el cerebro, porque llegan directo a la parte más reactiva del mismo y como la corteza no está funcionando adecuadamente, pone a los niños en un estado de alerta.

Trata de quitarle una pantalla a un niño que lleva jugando video juegos o viendo programas más de una hora, probablemente su cerebro reactivo responderá irritado.

Cuarto, disminuye la capacidad de focalizar y dirigir la atención. La atención frente a las pantallas es normalmente involuntaria, esto significa que son los programadores de juegos, directores de tv, o los genios del marketing los que determinan  hacia dónde dirigir nuestra atención. Como adultos podemos ver una película e ir pensando acerca de lo que estamos viendo, o incluso pensar en otra cosa, pero un niño pre adolescente requiere que alguien haga una mediación para poder pensar sobre lo que está viendo y sobre a dónde quiere dirigir su atención en el mundo digital. Esta, creen los expertos, puede ser una de las causas del aumento del déficit atencional. Para llegar a un óptimo desarrollo de la metacognición, es fundamental tener la conciencia de que yo dirijo me atención.

Por último, las capacidades de crear imágenes, la auto conciencia y el diálogo consigo mismo, se ven disminuidas. Frente a las pantallas nuestros niños no toman la iniciativa (salvo prender y, con suerte, apagar) Esto significa nuevamente que la corteza cerebral no está funcionando y es ahí donde se están produciendo los tres hitos que deben lograr nuestros hijos en esta etapa. Estas capacidades son fundamentales para una vida plena, puesto que nos permiten dar sentido a las experiencias y a los conocimientos, además de ser el paso previo para el desarrollo de una sana identidad.

Ahora bien, no todo es negativo y hay elementos positivos del uso activo de las pantallas:

  • Cuando se usan interactivamente hay oportunidades de desafíos mentales que mantendrán activa la corteza cerebral. Hay juegos y plataformas que son más exigentes que otras, especialmente aquellas en las que el niño debe crear algo propio. Hay actividades digitales que son a un ritmo más lento también.

  • Hay oportunidades de aprender muy interesantes. Idiomas, recetas, experimentos, sobre diversos temas. Pero claro, también pueden aprender basura.

  • Pueden estar más conectados con los amigos y la familia y eso genera la sensación de que soy parte de algo más grande que yo. Para ellos todavía no es tan relevante el grupo de pares. Es decir, están felices con sus amigos y es bueno que aprendan a relacionarse, pero aún tu sigues siendo la mayor influencia en su vida. Que un pre adolescente esté fuera de una red social no le impacta negativamente, como si podría a un adolescente, cuyo propósito es ver quién es para los otros. Personalmente, creo que fomentar la conexión con los familiares cercanos puede ser un excelente primer paso para prepararlos a la entrada a las redes sociales cuando lleguen a la adolescencia.

El gran desafío de los padres en una era digital es la Alfabetización Digital. Esto es la capacidad de desarrollar las habilidades necesarias para usar las pantallas en beneficio del óptimo desarrollo del ser humano.

Algunas claves:

1. Es mucho más que un manual de reglas de uso. Es importante estar respondiendo constantemente a medida que nuestros hijos crecen, las siguientes preguntas:

¿Qué está viendo mi hijo/a?

¿Cuánto tiempo dedica a las pantallas? ¿Qué está dejando de hacer?

¿Dónde usa las pantallas?

¿Cómo lo hace?

¿Para qué está usando tal o cual pantalla? Quizás esta es la más importante, tener claro el propósito de estas nuevas tecnologías en nuestras vidas.

2. Las pantallas no pueden ser un premio ni un castigo. Las pantallas son la puerta de entrada al mundo digital, es decir, es una herramienta muy poderosa. Es la llave  para entrar a lugares públicos, un ticket de entretención infinito, una puerta para aprender, socializar, crear, explorar etc. Tener una pantalla es una responsabilidad, debiera ser casi un hito es decirle al hijo: «Te doy esto porque ya creo que tienes la capacidad de hacerte responsable de ciertas cosas. No es algo totalmente tuyo porque yo seguiré controlando lo que ves, los tiempos, etc. Con el tiempo tendrás mayor privacidad, pero las pantallas son una herramienta que se aprende a usar poco a poco y con mi ayuda» Castigar con las pantallas es generar sobre ellas un poder más fuerte aún. Distinto es permitirles que asuman las consecuencias de mal utilizar una pantalla. Si le presté el celular para que jugara un juego y luego lo veo viendo una película sin mi permiso, le puedo quitar el celular hasta que pueda tener la confianza nuevamente.

3. Desarrollar el pensamiento crítico es algo que siempre se nos hace difícil a los padres porque de alguna manera estamos corriendo el riesgo de ser cuestionados por nuestros hijos. Por eso la tentación de decir «porque yo lo digo y punto» es muy grande. ¿Por qué le tengo que estar dando explicaciones de todo?

Sin embargo, en este mundo abierto y digital es crucial que tus hijos puedan obtener razones de ti, lo más posible. Razones que le den sentido, o que le den la posibilidad de dar sentido por sí mismos a sus decisiones.  Y además estarás modelando la actividad de pensar las motivaciones de las propias decisiones.

Otra forma de incentivar el pensamiento crítico es presentar otro punto de vista.

“ No me gusta ese youtuber, porque se burla de las personas. Para mí eso está mal.¿Qué piensas tu?»

Preguntar su opinión sobre las cosas, una noticia, un caso, el video, la canción, etc. Este cerebro en desarrollo está haciendo su pega cuando emite un juicio u opinión. Hay que valorar esos pasos de mayor autoconciencia. Aunque suene ridículo o te parezca absurdo. Siempre puedes afirmar ese intento de pensar las cosas por sí mismo.

«no sabía que pensabas eso. Explícame más.»»Me has dejado pensando.»»Se nota que has reflexionado al respecto.»

4. Desarrollar la empatía. Especialmente para el uso de las redes sociales. Para ayudar a tu hijo a pensar en las consecuencias que pueden tener sus palabras y a ponerse en el lugar del otro, no basta con decirle ‘ponte en el lugar de tu hermano’ para que lo haga necesariamente.

La mejor manera de desarrollar la empatía es hablando de las emociones, principalmente las propias.

No sólo preguntarle ¿qué hiciste?, o ¿cómo te fue? Extender la conversación hacia ¿cómo te sentiste? O en situaciones que se den para comentar, ¿cómo crees que se sintió tal personaje?

Si nunca me encuentro con mis emociones, me será muy difícil conectarme con la de otros.

Háblale también de tus sentimientos, los buenos y los malos.

A veces pensamos que hablar de las emociones negativas puede ser dañino, pero al contrario, hablar de las emociones se ha probado como el mejor mecanismo para desarrollar la autorregulación.

5. Modela. Esto es quizás lo más difícil. Yo como adulto ¿Cómo uso y me relaciono a través de las pantallas?

Nunca puedes pedirles a tus hijos más de lo que te pides a tí mismo.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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El Mejor Regalo

La tradición de hacer regalos en Navidad está relacionada con una fiesta romana que se hacía a fin de año y la historia del obispo San Nicolás de Myra. Es ya una forma de celebrar muy arraigada en la cultura occidental, y aunque a veces puede ser fuente de agobio, regalar es un acto de generosidad y preocupación por el otro, es una forma de demostrar cariño.

Lamentablemente la Navidad por estos lados coincide con el cierre del año lo que implica innumerables actividades y compromisos.  Tanto los adultos como los niños estamos cansados e híper estimulados por los medios para consumir las últimas novedades, modas y tecnologías, así como también para tener la fiesta perfecta con el árbol más lindo y la cena más exquisita. Esto puede llevarnos a tener expectativas demasiado altas sobre lo que tiene que ocurrir el 24 de diciembre, y luego llegamos al día agotados y muchas veces, con ganas de que pase pronto.

Las celebraciones como la Navidad son grandes oportunidades de conectarse en la alegría, de compartir emociones y eso fortalece los vínculos. A veces por tener una fiesta perfecta, perdemos esta noción de conexión y nos quedamos en los aspectos formales de la misma. Date la oportunidad de vivir esta Navidad de la forma en que realmente quieres, esto implica tomar conciencia de algunas cosas y decisiones firmes para lograrlo.

En primer lugar, trata de visualizar lo que deseas para estos próximos días. Dónde, cuándo, cómo, con quiénes y qué va a suceder. Luego pregúntate por qué quieres esto. Si tu deseo es tener una fiesta de unión familiar, o una celebración más íntima sólo con tus más cercanos, que se viva con un sentido de gratitud especial por todo lo que tenemos o tal vez hacer algo de entrega a los más necesitados. No importa cuál sea el sentido, lo relevante es que haya un relato y que todos los miembros de la familia se sientan parte de éste.

Luego, trata de organizar tu tiempo lo mejor que puedas, sin descuidar el descanso y los momentos para estar en familia e ir preparando la navidad. buscar instancias en las que decorar el árbol sea una actividad grupal, cocinar juntos los postres, rezar una pequeña oración para preparar el espíritu, organizar el amigo secreto.

 Ahora a pensar qué regalar.

Para los niños, y los no tantos, la ilusión de los regalos es normal. Sin embargo, a veces vemos mucha ansiedad respecto del tema, algo que la publicidad exacerba sin duda, pero también nosotros al comprar impulsivamente, o cuando utilizamos los regalos para compensar o como una amenaza para que se porten bien.

Recomendamos definir un presupuesto y ojalá no endeudarse por satisfacer demandas de los niños, que normalmente son más inducidas que algo que realmente necesiten.

Pensar cada regalo de acuerdo a lo que conocemos de nuestro hijo o hija, ahijados, padres, etc. ¡Que sea entonces una tarea para nosotros!: conocer más al otro, acercarnos más, interesarnos más por ellos. Hablar de sus gustos, de sus sueños, de lo que disfrutan, etc. No quedarse en la pregunta ¿Qué quieres para Navidad? Ir más allá y preguntar ¿por qué te gusta eso? Compartir tus deseos también, contarles sobre los regalos que recuerdas con especial cariño y por qué.

Algunos criterios para decidir qué regalar son:

Algo que tu hijo desee con especial interés, cuando ha habido una consistencia en el tiempo de algo que quiere.

Algo que tu hijo necesite. Quizás no lo ha pedido, pero tu sabes que lo va a usar y apreciará que te hayas dado cuanta de su necesidad.

Alguna experiencia (lectura, teatro, concierto, viaje, clases) Las experiencias generan memorias emocionales muy potentes y son un tesoro para cultivar las pasiones.

Algo de tí. En algunas familias se regalan cupones con vales por una salida a tomar helado, cocinar juntos, hacer un favor especial, etc.

Los niños pueden parecer muy caprichosos y demandantes en este tiempo, pero no te dejes engañar, lo que ellos buscan es conectarse más contigo. A veces tildamos a los niños de consumistas, egoístas, egocéntricos, etc. Y claro, ellos no tienen los filtros que tenemos los adultos para manejar toda la presión externa qué hay por consumir y tener el mejor juguete o regalo posible. Si hasta para uno es difícil mantenerse centrado, para ellos lo es aún más. Obvio que se entusiasman con la idea de la bicicleta nueva o el play station o la barbie no se qué, quien no. Somos nosotros los que podemos alimentar esa ansiedad y mirada más egoísta o de transformar esta celebración para que sea más que sólo recibir nuevos juguetes.

Para ello, además de elegir un regalo con empatía, pensando en el otro, acompañémoslo con gestos que lo harán especial.

Que el regalo vengan con una nota o tarjeta explicando por qué lo elegiste, o por qué esa persona, sea un hijo, hermano, amigo, es especial para ti.

Que al entregarlo le digas que le das las gracias por algo que ha hecho o por como es.

Es darse uno como parte del regalo, eso será recordado por siempre, hará el momento uno de conexión e intimidad.

Invitar a los niños a hacer también pequeños regalos. Regalar de los suyos a niños que no tienen, cocinar algo, gastar de su mesada para un dulce o chocolate, ofrecer hacer algo por el otro, preparar un show de Navidad.

La Navidad es una oportunidad para establecer ritos en la familia. Estos son importantes para dar una identidad especial a la familia, y es lo que genera sentido de pertenencia. Todo esto es fundamental para que los hijos se sientan motivados a colaborar y a participar.

Las conversaciones que vamos tendiendo con los hijos son muy relevantes para dar ese significado que queremos.

Antes de la Navidad, además de preguntarles qué quieren, podemos preguntarles qué regalo espiritual esperan, cuáles son sus sueños para el próximo año, qué se les ocurre que pueden mejorar, qué podrían hacer para regalarle algo a otros más necesitados.

Durante la celebración, ya dijimos, entregar los regalos con algún detalle, hacer un momento de oración, ir a la misa, dar las gracias por algo o a alguien, recordar a un ser querido que ya no está, salir a buscar al Viejo Pascuero, meditar frente al pesebre, etc.

Después de la celebración, jugar con ellos con sus nuevos regalos, preguntarles qué los hizo felices, qué recordarán, qué quisieran hacer diferente el próximo año, si se cumplieron o no sus expectativas, etc.

Son pequeños detalles los que hacen que la Navidad se transforme en una ocasión de unión, cariño, conexión emocional. Se necesita un poco de creatividad y voluntad para lograrlo. Si realmente creemos que los juguetes o las cosas materiales no nos hacen más o menos felices, atrevámonos a vivir una Navidad que fortalezca nuestros vínculos, algo que si es fundamental para la felicidad.

Alejandra Ibieta y Alejandra Buzeta, socias AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

 

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4 cosas que puedes hacer para acompañar a tu hij@ en la PSU

Este 27 y 28 de noviembre se rinde la PSU. Para muchos jóvenes significa una tremenda presión, muchos padres y educadores señalan que ven a sus hijos estresados y cansados. Para algunos la PSU es el paso para ser primera generación universitaria en su familia, para otros es jugarse la entrada a una carrera exigente en la mejor universidad posible. Para todos es un hito importante, que si bien no determina el futuro ni la felicidad, si puede condicionar las circunstancias en que se desarrollará la propia vocación.

 ¿Cómo acompañar a los hijos en este proceso de manera que se transforme en una experiencia positiva y de aprendizaje?

En primer lugar hay que decir que es difícil eliminar el estrés asociado a la PSU. El estrés no es malo en sí mismo, es una respuesta fisiológica a ciertos estímulos que nos pone en lo que se llama modo “huir o atacar”. Lo relevante es que el tipo de adaptación frente al estrés es lo que hace que este se transforme en un elemento de motivación y energía o en uno de ansiedad y paralización. Por lo tanto, nuestro rol como padres y educadores no es decirles que no se estresen ni que da lo mismo cómo les vaya, esa actitud es de cero empatía con lo que efectivamente está viviendo el o la adolescente. Tampoco sería bueno aumentar ese estrés, ya sea criticándolos por lo poco que se esforzaron o acosándolos todos los días para que estudien sin parar motivados por el miedo a no alcanzar el puntaje. Lo que necesita un joven estresado es ante todo comprensión y tener un espacio de desahogo. Hablar de lo que le está pasando y sentir que es comprendido le ayudará a regular los niveles de estrés y a tener la pausa para ponderar con mayor reflexión las cosas. Existe numerosa evidencia de que lo más sano para canalizar de manera adecuada las emociones es hablar de ellas.

En segundo lugar, podemos propiciar y fomentar algunas prácticas de autocuidado que les ayudarán a llegar menos tensos, con más energía y más concentrados al día D.

Es prioritario que cuiden el sueño. Hoy día sabemos que para que haya un real descanso necesitamos 7 a 9 horas de sueño. Durante estas horas el cerebro no sólo descansa sino que se activan las células gliales que son auxiliares de nuestras neuronas. Su función es limpiar y eliminar las toxinas que producen las conexiones neuronales durante el día. Si no hay una limpieza adecuada nuestra capacidad de concentración, la memoria e incluso el metabolismo se ven afectados. Así es que ojo con los carretes, porque como ya no van a clases, puede que sea tentador juntarse con los amigos hasta tarde durante la semana. Y al respecto sólo comentar que el alcohol en exceso y la marihuana disminuyen las capacidades cognitivas, no sólo en el largo plazo.

Enseñarles ejercicios de respiración profunda, que duran máximo dos minutos y que cuando se practican unas tres a cuatro veces durante el día ayudan a disminuir el estrés y favorecen la concentración.

Contarles que tomar mucha agua les ayuda a mejorar las capacidades del cerebro, porque el agua facilita las conexiones neuronales. Idealmente que vayan con su botella el día de la prueba, pero que también tomen agua durante los tiempos de estudio.

Ayudarlos a elaborar un plan de trabajo para los últimos días, haciéndoles ver que los períodos de descanso son tan importantes como los de estudio. Y si pueden tener algún tipo de ejercicio entre horas de estudio mucho mejor. Hoy día sabemos que se aprende mejor después de hacer algún tipo de actividad física, el cerebro está más alerta y mejor oxigenado, entre otras muchas evidencias sobre la relación entre aprendizaje y movimiento.

Una tercera orientación para los padres y educadores es que nunca podremos evitar o aminorar el dolor que produce un fracaso o una decepción a través de la anticipación. Esto significa que no es necesario decirles que piensen en el peor escenario para que después, si les va mejor que eso, se sientan bien. Creemos que si imaginamos el fracaso antes, cuando éste ocurra será menos doloroso, pero eso es sólo una ilusión. Esto no significa que tengamos que irnos al otro extremo de la fantasía y jurarles que van a sacar 800 puntos. Hay que permanecer optimistas dentro de las circunstancias reales. El anticipar resultados positivos predispone al éxito. También existe evidencia de que la esperanza y los pensamientos positivos nos dan motivación y un mejor funcionamiento de nuestras capacidades cognitivas.

Si después de la PSU no se dan los resultados esperados viene la cuarta cosa que podemos hacer como adultos, y que es fundamental para el crecimiento, el aprendizaje y la resiliencia: consolar.

La compasión y la conexión emocional en el dolor es lo que más alivio produce y ayuda a salir del sentimiento de vergüenza y la autocrítica destructiva, que no ayudan en nada a reflexionar sobre las opciones disponibles y a reinventarse. Lo que todos necesitamos en el fracaso es contención con una clara señal de que nuestro valor como persona no está en discusión. “Has sufrido un fracaso” es muy distinto a “Eres un fracaso”. Hay muchas formas implícitas de dar este último mensaje. Si como padres vivimos este proceso como propio y no como algo sólo del adolescente, será difícil tener la distancia suficiente para consolar adecuadamente, porque estaremos sufriendo el fracaso como algo personal y probablemente culparemos al hijo o hija de nuestro dolor.

Es el momento de reflexionar sobre los propios sentimientos frente a la PSU que rinde nuestro hijo o hija. ¿Cuáles son mis temores? ¿Siento ansiedad? ¿Trato de imponer mis expectativas sobre las suyas? ¿Me estresa o enoja que no haga las cosas como yo quiero? ¿Sentiría vergüenza si no alcanza el puntaje?

Queda poco tiempo, pero hay bastante por hacer.

Acompaña a tu hijo o hija y pase lo que pase, que nunca sienta que su valor depende de un puntaje.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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