¿Por qué sigues pensando en tu ex después de varios años?

¿Cómo lidias con una ruptura amorosa? Algunas personas salen de viaje, plantan árboles o aprenden un nuevo idioma. Otros acuden al alcohol y la comida… Pero, aun así, seguir pensando en tu ex puede ser más común de los que crees sin importar que hagas mucho para mantener tu mente ocupada.

Piensas en lo que vivieron juntos por la mañana, durante el día y justo antes de irte a la cama. Seguramente, todo sería más fácil si supieras por qué no puedes dejar de pensar en él o ella, aunque han pasado años. Pero el motivo, a veces, es un misterio.

¿Sigues enamorado o estás obsesionado? Y en ambos casos, ¿Cómo apagas tus sentimientos para seguir adelante?

Razones por las que sigues pensando en tu ex

Para avanzar y llegar a un punto en el que puedas continuar con tu vida, necesitas saber por qué sigues pensando en tu ex.

Aunque hay cientos de factores ocultos, estas son algunas razones comunes que puedes evaluar:

1. Tu duelo aún no termina

Muchos piensan que un duelo amoroso es un proceso lineal y con fecha de caducidad. Pero no funciona así.

Un duelo puede ser un proceso de ocho meses para una persona y de dos años para alguien más. Por eso, cuando te apresuras a iniciar una relación nueva sin haber sanado la experiencia con tu ex, lo más seguro es que todo te recuerde a tu pasado y que tu pareja actual sufra las consecuencias.

¿Cómo saber si la herida sigue abierta? Explorando lo que sientes cuando piensas en tu ex:

  • ¿Hay una ira intensa que te amarga el día?
  • ¿Lloras a escondidas?
  • ¿Te ataca el impulso de llamarlo o escribirle?

Si te has dedicado a asfixiar tus emociones en lugar de vivir el duelo plenamente, pueden pasar años antes de que te deshagas del fantasma de tu ex.

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2. En el fondo, estás arrepentido

Si sientes que no diste lo mejor de ti en una relación y que fuiste el responsable de la ruptura, puede que pasar página sea más difícil para ti.

La culpa nos ata al pasado y al “qué hubiera pasado si”. Cuando hay infidelidades, por ejemplo, y la relación acaba por eso, quien cometió el error puede seguir sintiéndose culpable durante años. Preguntas como: “¿por qué tuve que hacerlo?” dan vueltas en la cabeza y es posible experimentar síntomas de ansiedad y depresión.

Ahora, no tienes que haber sido infiel para estar arrepentido. Hay otros motivos como:

  • Exceso de trabajo y poco tiempo de calidad en pareja.
  • Adicción al alcohol, el tabaco o el juego.
  • Poca intimidad.

Sea cual sea el tipo de remordimiento que te acosa, para liberarte debes entender que las decisiones que tomaste en el pasado tenían que ver con la persona que eras en ese momento, y con lo que pensaste correcto. No puedes cambiarlo, pero puedes aprender de ello.

3. El ciclo terminó abruptamente

Entre todas las causas posibles de una ruptura amorosa, los ciclos que terminan de forma abrupta por fallecimiento a veces son los más difíciles de superar.

La muerte deja un vacío que no se puede aliviar con explicaciones. En estos casos, te cuesta soltar porque sientes que la historia se dejó incompleta, hay muchas dudas en tu cabeza y proyecciones de un futuro juntos que nunca sabrás si hubiera funcionado o no.

La ansiedad, la desesperanza y hasta la culpa pueden afectar tu vida cuando no sabes cómo lidiar con un cierre de ciclo por fallecimiento. Si a menudo te descubres pensando que:

  • Tu vida ya no tiene sentido.
  • Las actividades que tanto disfrutabas ahora son una pérdida de tiempo.
  • Debiste haber muerto tú en su lugar.

Habla con un doctor o terapeuta al respecto, y te ayudará a iniciar el tratamiento adecuado para que puedas seguir adelante.

¿Qué hacer para comenzar a soltar? 

Cerrar un ciclo amoroso siempre será complicado, sin importar cuál fue la razón. Un duelo saludable es la mejor forma de reponernos sin “efectos secundarios” como las adicciones y los malos hábitos.

Aunque es difícil al principio, la mayoría de las personas se recupera de una ruptura con el tiempo (y no hay un calendario predefinido para ello). Solo enfócate en mantener tu mente ocupada y en realizar actividades que te hagan sentir útil e inspirado. Si tienes que llorar, hazlo; si tienes que gritar, hazlo… Permite que tus emociones se calibren en lugar de reprimirlas.

Al mismo tiempo, evita presionarte a olvidar o sanar demasiado rápido. Tu corazón tiene un reloj interno que discierne, mucho mejor que el ego, el momento indicado para cada tarea.

 

Extraido de: Editorial Phronesis

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Referencias:

“When Is It Not Worth Saving A Marriage After An Affair?”. 2020. Our Everyday Life. https://oureverydaylife.com/not-worth-saving-marriage-after-affair-40208.html

“Tips For Coping With The Life-Changing Loss Of A Spouse”. 2020. Verywell Mind. https://www.verywellmind.com/coping-with-death-of-spouse-2301016.

“8 Ways To Recover From A Breakup”. 2020. Psychology Today. https://www.psychologytoday.com/us/blog/culture-shrink/201602/8-ways-recover-breakup.

 

 

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Qué hacer después de terminar una relación.

Nadie que empieza una relación de pareja lo hace para luego terminar. Pero a veces las diferencias que podemos tener con esa persona que una vez fue muy querida llegan a ser irreconciliables.

Ante ese panorama, sin duda, lo mejor es dar por finalizada esta relación, pero surge la gran duda: ¿Qué hacer después de terminar una relación? En este post vas a conocer parte de la respuesta.

Lo primero es que hay que tener bien claro por qué terminamos esa relación y usar esos argumentos para fortalecernos. Ocurre que una vez que se acabo finalmente la relación aparecen un montón de dudas: ¿Y si todo era mentira? ¿Quizá sea yo la culpable? Pero ese panorama no te va ayudar, lo que hay que hacer al principio en concentrarnos en esas razones que fueron tan poderosas que finalmente hicieron que tomaras la decisión de dejarle.

 

Otro punto importante es que hay que redescubrir nuestro potencial. A veces, ligados a otras personas olvidamos quienes somos, nos dedicamos a los hijos, el hogar, mantener la relación estable y esos sueños o actividades en las que somos realmente buenos las dejamos de lado. Hoy que estás de nuevo soltera es tiempo que hagas una lista de cosas en las que eres buena y salgas a comerte el mundo, eso te mantendrá enfocada y menos propensa a caer en el juego macabro de la incertidumbre.

Renovar y aumentar nuestro círculo de amigos. Al igual que hicimos con nuestros talentos simplemente abandonamos a esos amigos que tanto afecto nos tienen. Aprovecha mejor el tiempo y llámalos, pasa tiempo a su lado e incluso vamos hacer nuevas amistades, con otros valores, que se parezcan más a este momento que vives hoy.

Romper con tu pareja es una cosa realmente complicada, pero si tenemos en cuenta estas ideas seguramente podemos transitar este duelo de la mejor manera. No te olvides jamás que estar contigo mismo tiene un valor y que cada día hay una nueva oportunidad para reinventarse y ser mejores personas.

 

Fray Martínez

Psicólogo, Autor y Conferencista

http://psiqueactiva.blogspot.com.es/

 

 Extraido de www.institutodraco.com

 Foto portada de Vera Arsic en Pexels

 

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Se acabó de repente y no lo vi venir

Todo parecía ir bien: se entendían, disfrutaban de cada momento juntos y hasta pudiste creer (no pensado, sino creído de corazón) que él/ella era la persona correcta, ese compañero de vida “destinado a ser”… hasta que, de pronto, todo acabó.

Esta es la historia de miles de relaciones que caducan sin aviso alguno, dejando corazones rotos y una sensación amarga de asombro y confusión. Las posibles causas son variadas: desde una simple discusión hasta un fantasma del pasado, o un evento desagradable que sobrevivió al ayer.

La mayoría de las personas asocia una ruptura amorosa con circunstancias drásticas y comunes como una aventura, personalidades opuestas o una fuerte incompatibilidad. Aunque estas son razones causales en muchos casos, también existen vínculos sentimentales que se deshacen “como por arte de magia”, como si el amor hubiera muerto de la noche a la mañana… o al menos así lo perciben los amantes.

Cuando la llama se apaga sin hacer ruido

Muchas veces, las relaciones terminan porque la pareja es incapaz de hallar un punto de encuentro para los deseos, aficiones, metas y objetivos de ambos. Nadie está obligado a permanecer en un lugar donde no se siente cómodo, o como diría Frida Kahlo: “Donde no puedas amarno te demores“.

He aquí algunas causas comunes de ruptura sorpresiva:

  1. En algunas parejas, no existe la suficiente confianza para expresar cuándo algo resulta molesto o incómodo, así que los sentimientos negativos comienzan a acumularse hasta que el agua se desborda. Por desgracia, este es un problema común y surge de la equívoca creencia de que hablar sobre cómo nos sentimos (en especial cuando nos sentimos insatisfechos) empeora las cosas. Alguien que prefiere callar en lugar de hacer saber al otro lo que le molesta teme ser juzgado y finge que todo marcha bien en un intento por “cuidar” la relación. Esto es un error simple pero grave, porque la irresolución del asunto marca un ciclo infinito de insatisfacción y malestar que solo acaba cuando la relación llega a su fin.
  2. Otro detonante de las rupturas abruptas es la idealización del amor, que ocurre cuando nos convencemos de que la relación o el ser amado deberían ser, actuar o funcionar de una manera en concreto. Tenemos expectativas imposibles de conciliar con la realidad, y la decepción puede hacer que nos sintamos mejor si abandonamos el barco.
  3. Otra razón para terminar una relación abruptamente puede ser el miedo al compromiso. Si todo iba muy rápido, quizás alguien se sienta amenazado y lo más sensato (a su parecer) sea huir. Esta reacción viene acompañado de una percepción errónea de lo que es comprometerse con una persona, por ejemplo: temor a no cumplir las expectativas del otro o miedo a equivocarse.

Por último, no está de más decir que, muchas veces, uno de los miembros de la pareja sí expone lo que le genera incomodidad, pero tal vez no es escuchado. Quizás no se sienta a gusto con las decisiones o actitudes de su compañero, y al ver que nada cambia, prefiere alejarse.

¿Se pueden prevenir las rupturas sorpresivas?

Generalmente, una mala comunicación es el epítome de las causas que conducen a una pareja a separarse. De hecho, es muy común que las personas busquen asesoramiento terapéutico cuando los problemas de comunicación obstruyen por completo todos los aspectos positivos de su relación.

Si alguna vez has sentido que tu pareja y tú ya no son quienes solían ser, puede que hayan caído en el vórtice de la indiferencia y el desentendimiento, los reproches frívolos y la incomprensión. Culparse mutuamente quizás sea la primera reacción de ambos, pero no es la mejor solución a corto plazo y mucho menos el remedio para evitar desastres a futuro.

La mejor forma de evitar una ruptura sorpresiva y rescatar el amor de pareja es navegar juntos hacia un puerto de conciliación, un espacio cómodo donde puedan expresar libremente –sin miedo a ser juzgados– lo que sienten, lo que sueñan alcanzar y lo que temen. Puede que no siempre sea sencillo hallar el momento indicado para tener una conversación profunda, pero puedes crear el momento perfecto poniendo toda tu disposición y enfoque en comunicarte sin herir al otro, únicamente con la intención de alivianar cargas y fortalecer el amor. 

 

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¿Por qué le tememos al amor?

Generalmente escuchamos a nuestros padres y a nuestros abuelos decir que en sus tiempos las relaciones se vivían diferentes, los noviazgos se formalizaban enseguida, y tanto éstos como los matrimonios eran más longevos que lo son ahora. Eso dicen nuestros antecesores, y en parte es cierto, aunque no existe una generalidad, se han dificultado las maneras de relacionarse, pero esto se debe a múltiples factores, sociales e individuales.

La modernidad y la crisis económica que aqueja a prácticamente todos los países, nos han traído modificaciones en las dinámicas familiares, y, siendo la familia el referente para el amor en todo individuo, ha visto reflejado en éste una manera distinta de ver al amor. Sumémosle a esto la particularidades por las que atravesamos cada uno de nosotros y, nuestra propia personalidad, que hace que cada quien vivamos el amor, el noviazgo y los compromisos de diferente manera.

Aunado a esto, quizá conozcamos o nos hayamos relacionado con alguien  o incluso seamos una de esas personas que tienden a temer a los compromisos, que duramos poco tiempo en una relación, o que incluso, ni siquiera comencemos una, es decir, que cuando las cosas comienzan a ponerse serias con quienes salimos, simplemente salimos huyendo. Tenemos una excusa para todo eso, a veces abiertamente decimos ‘no me quiero enamorar’, ‘no tengo tiempo para el amor’, ‘no me interesa por el momento’; otras veces no lo decimos, pero actuamos alejándonos de quien nos interese y se interese por nosotros en ese momento, y lo hacemos más inconscientemente. Pero lejos de convertirse en la o el ‘inconquistable’y exista esa aparente satisfacción con la situación, es verdad que llega un momento en el cual requerimos cuestionarnos y reflexionar en ¿por qué le temo al amor? ¿por qué me cuesta comprometerme?

El temor al compromiso y al amor se encuentra íntimamente relacionado con el temor de ser vulnerado y lastimado, o un temor grande, inconsciente a perder aquello que se está a punto de obtener, a la persona, al sentimiento, a asumir el riesgo que implica el amor, con todas sus letras.
Juan David Nasio menciona que, en su carrera como analista de las relaciones humanas, se ha dado cuenta que las relaciones generalmente fracasan por dos cosas: las mujeres tendemos a ser muy soñadoras y los hombres tienden a ser muy miedosos. Entonces, siguiendo la moción de él, podríamos pensar que estamos ante la disyuntiva de pareja entre las sobre expectativas, (que probablemente en relaciones anteriores ya no han sido cubiertas) y el temor a ser lastimado (también basado en experiencias anteriores). Todos hemos fracasado alguna vez, todos nos hemos equivocado en alguna elección, y quizá también hemos resentido las rupturas de seres queridos cercanos, pero todos vemos esas experiencias de diversa manera, y he ahí, la raíz del conflicto.

Pero, ¿no hay remedio? ¿Qué podemos hacer una vez que identificamos que tememos al amor y a los compromisos? La respuesta es simple, y muchas veces la solución también lo es.
Darnos cuenta que tenemos el conflicto, es el primer paso; aunque suene trillado, es verdad que asumir lo que sentimos y porqué lo sentimos; y ese es en verdad el inicio de un cambio de actitud ante la vida; de igual manera podemos hacer conciencia de que, abrirnos hacia los otros no es un signo de debilidad, sino una prueba de amor, que a través de esta apertura podemos amar y ser amados, y que, por supuesto, merecemos gozar de las bondades que el amor nos brinda. El amor ha regido el mundo por siempre, es lo que nos mantiene vivos y que, a su vez, todos podemos formar parte de las manifestaciones de éste, reconociendo, atreviéndonos y permitiéndonos vivir un amor grande y sano.

Por: Psic. Vianey Torres

 

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Tipos de duelo amoroso: por el amor que dejó de ser y por el imposible

El duelo es una respuesta física y psicológica ante la pérdida; consiste en un proceso universal de despedida que todos atravesamos alguna vez en la vida, independientemente de nuestras creencias y cultura.

Comúnmente hablamos de “duelo amoroso” cuando ponemos punto final a una relación de pareja, pero, ¿sabías que existen también otros tipos de duelo sentimental? Está, por ejemplo, ese duelo que vivimos cuando llega la hora de aceptar que nuestra historia de amor soñada es imposible, o que nuestro afecto no será correspondido jamás.

Visto así, el duelo amoroso no ocurre solo cuando decidimos acabar con un vínculo de pareja “real”, sino también cuando ponemos fin a una “relación imaginaria”. 

Tipos de duelo amoroso que no sabías que existían

Por la ruptura que viste venir

Un duelo anticipado es aquel que somos capaces de prever, sabemos que se acerca y una parte de nosotros se alista silenciosamente para la gran despedida. Muchas veces preferimos no pensar en ello, fingimos que todo está en orden y que quizás la ruptura no sucederá realmente.

A menudo experimentamos este tipo de duelo cuando tenemos una pareja con una enfermedad terminal, o cuando alguno de los miembros de la relación planea mudarse de ciudad o país. Son habituales los sentimientos de tristeza, irritabilidad, ira, traición e impotencia.

Por el rompimiento que, en el fondo, hace mucho querías

A veces, puede que tengamos que pesar y decidir entre dos deseos completamente opuestos: poner términos a una relación o continuar con ella. Es entonces cuando hablamos de ‘duelo ambiguo’ o ‘duelo confuso’. La ambigüedad en cualquier situación significa que es difícil precisar exactamente lo que nos molesta y lo que no. Cuando se trata de un duelo, significa que la pérdida es difícil de definir o evaluar, quizás porque no estamos seguros de haber perdido en realidad. Puede suceder que, muy en el fondo, sintamos alivio porque la relación venía causándonos zozobra o angustia.

Por ese ‘Adiós’ que nunca tuvo una ‘Bienvenida’

No hace falta tener una “relación formal” ni mucho menos estable para vivir un duelo amoroso. El duelo abreviado describe una fase de tristeza y dolor real, aunque de corta duración, y ocurre cuando no hay un fuerte apego a la pérdida. Un buen ejemplo son los amores de verano, los romances vacacionales o los amoríos entre personas que laboran temporalmente en una misma oficina.

Por aquel amor tan profundo que te niegas a creer que todo acabó

Es quizás el tipo de duelo más difícil de superar, ya que implica una respuesta automática de supresión del dolor. Las personas que atraviesan este duelo amoroso a menudo ocultan sus sentimientos tras excusas como: “No tengo tiempo para estar triste”, “La vida es como es, no vale la pena deprimirse”, “Soy fuerte, puedo con esto”…

Esta forma de afrontar el sufrimiento es un grave problema porque, si las pérdidas no se procesan, tomarán la forma de dolores de cabeza, dolores de estómago y enfermedades inexplicables, todo consecuencia de la somatización. Progresivamente, este duelo sin resolver nos impedirá avanzar en la vida y nos cerrará las puertas a nuevas relaciones, pues el historial de pérdidas no ha sido procesado.

Es conveniente tomarnos muy en serio los posibles efectos de un duelo reprimido, que pueden acarrear dificultades a futuro en todas las áreas de nuestra vida.

Por ese ‘alguien’ a quien no amabas, pero te hizo recordar a quien sí amaste

¿Alguna vez te has descubierto llorando a cántaros por alguien a quien no querías tanto? El duelo exagero ocurre cuando hay un efecto acumulativo de pérdidas o desengaños amorosos. Quizás, hace 10 años el gran amor de tu vida se marchó sin dar explicaciones, o se casó con otra persona; tú creíste haberlo superado, pero resulta que no.  Un día, la ruptura con alguien a quien conociste hace poco te duele tanto como la de hace 10 años, y descubres que aún te sientes abrumado por la tristeza, el dolor y la decepción. Es otra persona la que ahora despides, pero de alguna manera, todo está conectado.

Por esos amores platónicos que solo existen en nuestra imaginación

El duelo exagero aplica también para los amores platónicos o imaginarios. Incluso puede que suframos más por un amor platónico que por un noviazgo real; la razón es meramente psicológica: idealizamos a nuestros amores platónicos, nos convencemos de que no existe nadie mejor en el mundo, y que solo con esa persona podríamos ser felices.

El ciclo sano del duelo

Hay cinco etapas del duelo que fueron propuestas por primera vez por Elisabeth Kübler-Ross en su libro On Death and Dying (1969):

  1. Negación y aislamiento. La negación es un mecanismo de defensa común que amortigua el impacto inmediato de la pérdida y adormece nuestras emociones. Es una estrategia para escondernos de los hechos y refugiarnos en la esperanza.
  2. Ira. A medida que la negación se vuelve insostenible, la realidad y el dolor resurgen, así que nos protegemos con la ira. Culpamos a nuestra ex pareja, a su familia, a nuestros amigos… Cualquier objetivo es bueno con tal de poder dirigir nuestra impotencia y frustración a alguien.
  3. Negociación. La tercera fase nos motiva a hallar mecanismos de conciliación. Para ello, retomamos el contacto con nuestra ex pareja, con la esperanza de poder solucionar las cosas. Es un intento de negociación con el fin de evadir el dolor. Es normal que sintamos también culpa y remordimiento en esta etapa: comenzamos a creer que todo fue nuestra responsabilidad y que debimos haber actuado diferente.
  4. Depresión. Puede ser de dos tipos: privada y sutil (cuando nos retiramos por un tiempo para asimilar la despedida), o agitada y mediada por el arrepentimiento, donde nos inquieta la idea de no haber pasado suficiente tiempo con el ser amado, no haber sido lo suficientemente entregados o no haber valorado su presencia.
  5. Aceptación. Finalmente, llega la aceptación, la cúspide del duelo donde somos capaces de mirar atrás y ver lo ocurrido como un obsequio de la vida, un aprendizaje que nos ha convertido en mejores personas.

Todo duelo amoroso es único e irrepetible. Solo quien lo vive puede de dar testimonio de él. Se entiende que el ritmo de aceptación de un evento doloroso varía de una persona a otra; las etapas descritas anteriormente solo sugieren una etiqueta para la infinidad de emociones que se perciben durante el duelo, pero no un orden obligatorio.

Incluso curarnos el alma es una declaración de libertad.

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Diez datos científicos que comprueban el amor

Desde tiempos inmemoriales algunas manifestaciones sobre el amor han terminado por ser una alusión poética a lo que se entiende por enamorarse, sin embargo, la ciencia lo explica con base en estudios. Las famosas mariposas en el estómago, el corazón acelerado, el rubor en la cara, las manos temblorosas y la sensación de felicidad que nos embarga ante la presencia o el solo recuerdo del ser amado, se corresponden con datos científicos sobre el amor.

Sí, según datos de la ciencia, el amor se manifiesta en hormonas, sustancias bioquímicas y expresiones físicas que ocurren cuando nos sentimos enamorados, no obstante, hay quienes piensan que el amor no es más que un impulso básico y determinativo en la vida de las personas.

¿Qué dice la ciencia al respecto? Hay datos que demuestran científicamente su existencia y sus variaciones.

Hay diferentes posturas científicas, aunque todas coinciden en que el amor encierra una serie de manifestaciones, medibles y objetivas.

1. El vínculo del amor surge a partir de la secreción de ciertas sustancias.

Helen Fisher, antropóloga e investigadora del tema, afirma que hablar del amor no es más que referirse a un impulso básico. Es posible identificar en el cerebro de la persona enamorada gran cantidad de feniletilamina, sustancia responsable de los cambios fisiológicos como taquicardia, sudoración y mejillas sonrosadas.

2. El amor es una especie de droga, capaz de generar adicción a quien la experimenta.

Al enamorarse y segregar dopamina se produce excitación, placer y sensación de plenitud. Enamorarse activa las mismas áreas que cuando la persona ingiere alcohol o fuma tabaco.

3. El amor a primera vista existe.

La atracción física es la liberación de dopamina que en el caso de los hombres activa las áreas visuales y en el caso de las mujeres las auditivas, de modo que ellas se enamoran según lo que escuchen y ellos según lo que vean.

4. El ser amado es objeto de obsesión.

El efecto de los neurotransmisores como la dopamina y la norepinefrina que se activan con el enamoramiento nos lleva a focalizar nuestra atención en el ser amado. Se activan áreas de la memoria que nos permiten recordar hasta detalles ínfimos, el amor se intensifica y nos volvemos obsesivos con esa persona, objeto de nuestro amor.

5. El amor es ciego.

Las regiones del cerebro del lóbulo frontal, implicadas en el razonamiento y la lógica se desactivan en la fase de la pasión inicial, por ello se habla de la ceguera de quien está enamorado.

6. Los amores contrariados se vuelven los más arraigados.

La dosis de dopamina, la hormona del amor, aumenta con la adversidad, lo que se conoce como el efecto Romeo y Julieta, por eso cuando hay obstáculos el amor se robustece. Los amantes sienten más intensamente la atracción, debido a que la dopamina es también la hormona de los logros y al no alcanzarse el objeto amado se segrega con más intensidad, por ello muchas veces las pasiones se desbordan.

7. La llama del amor se desvanece.

Con el transcurrir del tiempo, la secreción de dopamina empieza a disminuir, esa embriaguez que produce la química del amor deja el paso a lazos de afecto, que se originan en calma y sosiego. Es el amor maduro el que surge, por ello si sentimos que se acabó la magia, es el amor que está evolucionando.

8. El dolor de la ruptura.

Al separarse o experimentar la ruptura, esos primeros días lo sentimos como un dolor físico, nos falta el aire y tenemos una gran ansiedad. Es la caída de la feniletilamina, y esto es literalmente un síndrome de abstinencia. ¿La recomendación? Manejarse como con las adicciones, cero contactos, suprimir cualquier estímulo que le recuerde al ex y comer chocolate. Sí, leíste bien, este alimento es rico en feniletilamina, por eso te sentirás mejor.

9. Del amor al odio solo hay un paso.

Según estudios, el amor y el odio, cuando se trata de parejas, están íntimamente ligados porque producen las mismas sustancias, de ahí que solo baste un detonante para pasar de un sentimiento al otro con relativa facilidad.

10 La experiencia sexual en la mujer aumenta las posibilidades de enamorarse.

Durante el sexo se activan las áreas de liberación de dopamina, lo que resulta considerablemente más extensa en la mujer, 70 por ciento más grande que en el hombre, esto explicaría que la mujer se involucre afectivamente con mayor frecuencia después de un encuentro sexual.

¿Y tú, qué piensas de esos datos?

Extraido de: Editorial Phronesis

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Hijos que desaparecen voluntariamente de la vida de sus padres…

Siempre se lee y habla del sufrimiento y de las consecuencias que podría traer consigo en los hijos,  la ruptura de relaciones o de comunicación con sus padres, o bien la indiferencia como un alejamiento silencioso. Sin embargo, prácticamente nadie habla de las consecuencias para los padres, cuando los hijos desaparecen voluntariamente de las vidas de sus progenitores. El silencio es el enemigo principal en este tipo de situaciones.

El silencio es el castigo que dedica una hija o un hijo, desapareciendo de la vida de sus padres, a veces incluso de hermanas y hermanos, sin dar ninguna explicación. Más allá de las razones u otras relaciones sentimentales que pueda tener esa hija o hijo, la reacción más común al decidir realizar ese abandono es la soledad, la culpa, la rabia, el dolor generalizado. En la mayoría de los casos el abandono es progresivo y no brusco.

Cuando esta situación se extiende voluntaria y prematuramente por parte de la hija o hijo, donde en un inicio muchas veces los padres intentan comunicación con cierto grado de sensatez, en los padres comienza a producirse un duelo duro y puro, que no es del mismo tipo que el de la muerte de un hijo, pero duelo de pérdida a fin de cuentas. Esa es la mayor consecuencia para los padres, un duelo en vida.

La realidad en todas partes es, que los padres comienzan a enfrentarse a mayores problemas de salud, al envejecimiento, mientras los hijos comienzan a darse cuenta que los padres ya no pueden ayudarlos como antes y quizás, en algún momento, estos necesitarán apoyo de sus hijos en una u otra tarea, según como venga la mano…. Pero en simultáneo, en la mayoría de los casos se produce la situación, donde los hijos adultos se deben dedicar más intensamente a sus trabajos, así como a la crianza y educación de sus propios hijos. El tiempo se torna más escaso, por lo cual la calidad del tiempo que dediquen hijos a padres y viceversa, se tornan cada vez más importante.

¿Pero qué es calidad en este caso? Muchos artículos hablarán de la comunicación respetuosa y fluida, de la comprensión al ponerse en la situación del otro, la demostración de afecto, la ayuda en momentos complejos… Todo lo anterior es cierto, pero no sirve de mucho, cuando no hay honestidad en la relación, cuando hay mentiras por omisión o concretas. Es cierto, cada cual posee la libertad de tener sus espacios y no necesariamente debe compartirlos todos con el otro, pero distinta es la mentira. Busqué y encontré, que es más frecuente que haya hijos adultos que faltan a la verdad con sus padres que al revés.. Eso finalmente deteriora la comunicación, el afecto, la comprensión y la confianza. Las consecuencias son múltiples, según sea la profundidad del problema de distanciamiento.

¿Es nuevamente tarea de los padres restablecer la comunicación, romper el silencio, es decir deshacer el duelo que estén viviendo o ya concluyeron?

Lo habitual sería escuchar que si, que debido a su sabiduría, a su experiencia y al amor incondicional de padre/madre, debieran ser ellos quienes debieran dar ese paso. Yo pienso lo contrario. Los hijos, aunque sean adultos, también deben saber enfrentar este tipo de situaciones con sus padres y no esconderse en el silencio y/o desaparecer. Si “mami y papi” vuelven a dar ese paso por la hija o hijo, será difícil que se produzca el aprendizaje y superación del frágil equilibrio emotivo que lo llevó a la ruptura, más allá de las razones que pudiesen estar detrás de ello. Más complejo es aún, cundo la hija o hijo, además de lo anterior, debe intentar volver a ganarse la confianza de sus padres.

¿Qué opinan Ustedes?

Ricardo Gevert – Adm. Industrial

articulo extraído de www.gevert.com

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Segundas relaciones

por JOAN GARRIGA

Son tiempos caóticos y creativos, originales e inciertos, turbulentos y esperanzados para el amor en las parejas. Algunos estudiosos han acuñado el concepto de “monogamia secuencial” que viene a anunciar lo que todos ya percibimos –unos con cierto alivio, otros con más añoranza-: el funeral de “la pareja para toda la vida”. Monogamia secuencial significa que, hoy por hoy, las personas tenemos estadísticamente muchas probabilidades de tener entre dos, tres o más parejas consecutivamente a lo largo de una vida con la consiguiente complejidad de formatos familiares y de convivencia que acarrea y, sobre todo, con un alto precio en estrés emocional, afectivo y vincular. Nunca como ahora habíamos enfrentado de forma masiva tantas exigencias emocionales y tránsitos dolorosos. Amarse, unirse, vincularse, crear, separarse, desprenderse, volver a empezar, son cualquier cosa menos trámites desde la frivolidad. Golpean las cuerdas que más intensamente vibran en nuestras almas, las del amor y el desamor.

Son tiempos presididos por la libertad individual. Una premisa discutible pero no cuestionada por la mayoría de personas es que somos dueños de nuestra vida y no al revés, que también tendría sentido, a saber, que pertenecemos a la vida y a sus propósitos. Los designios individuales priman a los comunitarios. De hecho en sociedades tecnológicas se desdibuja el sentido de lo colectivo y de lo trascendente y las personas se refugian en un rabioso norte auto referencial. En la actualidad las personas nos sentimos sin esfuerzo el centro del universo, y la presencia de las dificultades que la vida trae nos empuja a salvar el propio barco, el yo tan preciado, olvidando el marco grande del nosotros, del destino común. Así ocurre también en la pareja.

Las parejas han perdido sentido comunitario y, en general, ya no se encuentran insertadas ni apoyadas por una comunidad significativa, ya sea familiar o de convivencia. Por tanto cuando rugen los conflictos y los desacuerdos, cuando surgen las desavenencias, cuando la trama de los hijos pone a prueba la fortaleza de la pareja, cuando las inclemencias económicas o de salud golpean, cuando los estilos afectivos aprendidos en la infancia colisionan, él y ella, no encuentran espacios de apoyo, sosiego y alivio en otros y en la comunidad, y es tanto lo que esperan el uno del otro que resulta demasiado. Ante la tensión, la frustración y el dolor, giran de nuevo hacia el yo, se escoran hacia el único refugio seguro, sí mismos. Consecuencia: la separación. Siempre dolorosa, hiriente, difícil de integrar.

¿Cómo soltar donde pusimos tanto?

¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?

En la mayoría de las culturas el vínculo de la pareja, especialmente de la pareja convertida en progenitores, tenía un valor sagrado, reverente, de culto y servicio a la vida. La pareja vista como realización en el amor y en la sexualidad al servicio de la comunidad y de la vida.

El peligro que se cierne hoy ante la incertidumbre y el estrés de lo afectivo es la pérdida del sentido de lo sublime y lo misterioso en el vínculo de la pareja. Ante el dolor que se avizora en el horizonte, ante la inseguridad de los modelos, la tentación es ceder a una materialización de lo humano y de los vínculos, en los que el otro es visto como bien de consumo, efímero y fungible. Pero el ser humano necesita completarse a través de lo que le falta que siempre es el otro y, generalmente, para el hombre la mujer y para la mujer el hombre. La pareja nos completa pero no el sentido de media naranja que encuentra su otra media sino que a través del otro conseguimos experimentar la plenitud. Y no sólo la pareja; cuando el otro es verdaderamente un Tú surge el Yo en su grandeza. Como lo decía el filósofo y rabino Martin Buber, el verdadero encuentro humano se da en el Yo-Tú y no en el Yo-ello. El verdadero ser de cada uno se encuentra a través del reconocimiento del Tú.

La trampa fácil es la desesperanza. La salida cómoda es despojar de alma lo humano. El camino difícil es el del amor y el dolor, justo lo que nos hace fuertes y verdaderamente humanos. Una separación casi nunca es un trámite, es un desgarro en el alma y nos aboca a la proeza de transitar sus tempestades emocionales y realizar nuevos aprendizajes para salir fortalecidos en dirección a una nueva relación si es lo que deseamos.

He optado por iniciar esta serie de artículos haciendo una reflexión más sociológica que psicológica en una primera línea de abordaje, pues hemos de reconocer que para aligerar culpas y auto reproches por nuestros fracasos amorosos ayuda que nos sintamos participes de un movimiento social que trae sus propia reglas y exigencias y nos aboca al actual caos amoroso en el cual no hay más brújula para orientarse que la sumisión a los procesos sentimentales y emocionales de cada uno, desdibujados los carriles sobre lo correcto o lo incorrecto. Trataré de iluminar algunos mitos o errores comunes que desembocan en separaciones y como cada uno de ellos puede ser una oportunidad de aprendizaje y reorientación para posteriores relaciones.

continuará….

JOAN GARRIGA

Extraído de www.joangarriga.com/

www.facebook.com/joangarrigabacardi

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Consejos prácticos para superar el dolor de las rupturas

por Joan Garriga y Mireia Darder –  3ra parte y última (artículo anterior aqui)

LA RESPONSABILIDAD DE UNA RELACION ES DE DOS Y LA RUPTURA
TAMBIÉN
El aceptar la responsabilidad de que las relaciones son cosa de dos y lo que ocurre en ellas también. El poder ver qué parte de responsabilidad tiene uno en lo que está pasando en la ruptura es importante, no para culparse o juzgarse sino para ver cómo puede evitar más problemas y ayudar a que la ruptura sea más fácil. El hacerse responsable de que uno atrajo a esa persona determinada y que en un principio la amó y seguramente en algún lugar la sigue amando, nos puede ayudar para ver las cosas desde otro punto de vista, lo cual puede ser útil en los momentos difíciles. El satanizar al otro y culparlo de todo, sólo trae más conflicto y más dolor.

EXPRESAR LOS ASUNTOS PENDIENTES
Para poder superar una ruptura es importante expresar aquello que no hemos dicho anteriormente, tanto se trate de sentimientos como de acontecimientos puntuales a lo largo de la relación. La expresión de las cosas que quedan por decir puede ayudarnos a cerrar una gestalt y poder abrir otra. Si es posible la expresión con la persona delante mucho mejor, si no fuera posible, cualquiera sea el motivo, simplemente escribir todo lo pendiente e imaginar a la otra persona delante y decírselo.

EL DUELO TIENE DIFERENTES FASES Y REQUIERE TIEMPO
Como hemos descrito en el artículo en el duelo de una ruptura se pasa por diferentes fases y sentimientos. Una ruptura no concluye con la firma del divorcio. Este es un hecho importante que demarca unos límites precios. Sin embargo, en términos internos el tránsito de lograr una separación tiene su propio biorritmo emocional. Además, la
relación puede perdurar como padres quizá, con lo cual se requiere una transformación de las reglas de juego y un reconocimiento por parte de la pareja de que, como padres permanecerán juntos en sus hijos. En cierto modo el divorcio une en el reconocimiento de un pasado que fue relevante.

EL AMARNOS A NOSOTROS MISMOS AYUDA A SUPERAR LA RUPTURA
Cuando tenemos una ruptura el saber que tenemos un valor independiente de si el otro nos valora o no es muy importante. Nuestra capacidad de valorarnos a nosotros mismos se pone a prueba cuando vivimos el fracaso de una relación o nuestra pareja nos dice que no quiere continuar viviendo con nosotros. Ahí aparecen todos los fantasmas de que ya no servimos o que no encontraremos a otra pareja nunca más o a nadie que nos quiera. El saber que uno tiene valor para otras personas y que lo tiene por sí mismo por el solo hecho de existir nos puede ayudar con estos sentimientos.

PODER AGRADECER LO QUE HA HABIDO
Es también muy importante poder agradecer todo lo que nos ha dado la otra persona, lo que su presencia ha traído a nuestra vida. Una forma de hacerlo es creando una lista de las cosas concretas que tienes que agradecerle. Aceptar lo que nos ha dado el otro y poder decir gracias nos pone en disposición de valorar e integrar lo recibido y desde ahí
poder superar la ruptura. Un proceso de ruptura concluye cuando reencontramos la paz y la alegría y mirando atrás logramos apreciar y agradecer lo que vivimos y aprendimos en esa relación. Sólo así podremos abrirnos a lo que esté por venir.

EN NUESTRA CULTURA CADA VEZ MAS SE HABLA DE MONOGAMIA
SECUENCIAL
En la sociedad en la que vivimos, a diferencia de otras culturas o en otros momentos históricos de la nuestra, el esquema establecido sobre cómo tienen que ser las relaciones es muy flexible. Lo previsible es que tengamos varias parejas estables a lo largo de una vida, con el consiguiente coste emocional. Sin embargo esto tiene la ventaja que de que podemos ser creativos con el tipo de relación que queremos. El inconveniente es que nos podemos perder en tantas opciones y no saber qué tipo de relación podemos establecer. Esta flexibilidad nos da la posibilidad de tener varias relaciones en una vida y de poder experimentar con cada pareja diferentes tipos de relación y de crecimiento.
Para ello también es necesario poder dar un lugar a cada relación que hemos tenido y reconocerlas como tales.

JOAN GARRIGA

Extraído de www.joangarriga.com/

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Ver artículo principal aquí (1ra parte)

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SUPERAR EL DOLOR DE LAS RUPTURAS – 2da parte

por Joan Garriga y Mireia Darder – continuación (artículo anterior aqui)

Cuando pasamos por una ruptura, iniciamos el proceso de duelo en el que es previsible pasar por diferentes estados o etapas que tienen unas características estudiadas. Al igual que estamos programados para vincularnos con los demás sintiendo placer y expansión también están en nuestra naturaleza los mecanismos y recursos para el proceso de despegarse de una persona. Este proceso del duelo, en lugar de expansión produce retracción y en lugar de placer, rabia, pena, culpa, estrés, etc. hasta que culmina en la alegría que regresa al final de un aciago túnel.

En el primer momento de una pérdida o separación las personas pueden entrar en shock o incredulidad o negar la situación con la esperanza mágica de que no está ocurriendo. Otras quedan insensibles, como congeladas durante un tiempo, sin poder sentir nada. Estos estados estarán en función de la sorpresa con la que nos pille la ruptura. Si es algo que llevamos largo tiempo esperando, no sufriremos mucho esta etapa, aceptaremos la situación sin mucha dificultad. Pero si nos pilló de sorpresa, podremos estar unos días, o a veces unos meses, que no nos podemos creer lo que ha ocurrido o nos diremos que “solo es pasajero, seguro que volvemos”, o “que no cambia nada la situación, que al fin y al cabo siempre hemos estado solos” o “esto a mi no me afecta y voy a poder con ello”. Todas ellas son maneras de no aceptar el cambio que supone perder una pareja y el dolor que conlleva. Esta fase puede durar más o menos tiempo aunque normalmente es corta y se acaba imponiendo la evidencia de la realidad. En el caso de que no fuera así, seria necesario buscar ayuda terapéutica.

En otros momentos, como en oleadas, nos entra un dolor profundo, casi desesperado, en el que podemos pensar que sin el otro no somos nada, que no podemos seguir nuestra vida sin él. Sentir este dolor también es necesario para poder desvincularnos. Es preciso elaborar con claridad el desgarro de la ausencia y lo que hemos perdido en la ruptura para soltarlo e ir recuperando nuestra individualidad. Este dolor será mas grande en la medida que sintamos que nosotros no queríamos esta ruptura o perdida. El dolor se acentúa en especial en casos de muerte de la pareja ante el vértigo de saber que no la volveremos a ver. También es más difícil cuando somos los dejados, al enfrentar la frustración de que las cosas no son como quisiéramos. En los momentos de más dolor es muy habitual caer en la tentación de buscar culpables o de culparnos sobre lo ocurrido. Se puede llegar a olvidar todo el amor que nos unió, para solo ver todo lo malo que tiene el otro o lo mal que actuamos nosotros. El hacer un análisis de lo que ha ocurrido es bueno para seguir creciendo y aprendiendo en la vida, pero juzgar, culpar, y criticar al otro a o nosotros mismos durante mucho tiempo sólo acentúa el sufrimiento. En general son intentos de hacer más soportable el dolor que con el tiempo pierden fuerza.

También es normal atravesar momentos de intenso enfado y rabia. El cuerpo necesita entrar en erupción para gritar y sacar tanto malestar. La rabia es producto de la frustración de ilusiones en proyectos comunes: la relación de pareja, el proyecto de la familia, la frustración de unas expectativas de vida. Es una manera de revelarse en contra de lo ocurrido y mostrar el desacuerdo con ello. En el caso de que nuestra pareja haya muerto es importante también poder mostrar ese enfado con el destino, con el mundo, con la pareja. Aunque esto no cambie la situación si que nos puede ayudar a la expresión de una emoción que sentimos. Algunas veces no nos permitimos la expresión de ese enfado por la culpa que nos crea enojarnos con el otro. Cuando actuamos así no permitimos que el duelo siga su curso y por tanto no nos podemos despegar de la persona. Debemos de saber que ninguna emoción en sí misma es peligrosa, tampoco la rabia. Lo que sí es disfuncional es quedarse anclado mucho tiempo en alguna de ellas. En verdad, la cualidad de los sentimientos es ir y venir; no permanecen parados y estables. Si un sentimiento dura mucho ya no es tal sino más bien una posición que hemos tomado para protegernos.

Sin embargo hay que cuidar que el enfado no sea más de lo mismo de lo que ya ocurría en la relación y un intento de atar al otro culpándolo. Así se mantiene el enganche a través del mal rollo y entorpecemos la evolución de una separación real. Para poder salir del enfado y la rabia es necesario saber rendirse, aceptar la situación y la ruptura y aceptar el dolor de la pérdida. Al final si somos capaces de sostener el dolor nos mantenemos en el amor, ya que dolor y amor son dos caras de la misma moneda.

Permanecer conscientemente en el dolor es una forma de poderlo y de traspasarlo. Aunque en nuestra cultura el dolor tiene mala prensa porque creemos que nos puede llevar a la depresión, más bien es al revés, nos deprimimos porque detenemos el flujo espontáneo de nuestros sentimientos o pretendemos pasar por alto lo que duele.

Un proceso de ruptura concluye cuando reencontramos la paz y la alegría y mirando atrás logramos apreciar y agradecer lo que vivimos y aprendimos en nuestra ex relación y darle internamente las gracias a nuestra ex pareja por lo que fue posible y lo que nos aportó. Cuando podamos darle el reconocimiento que merece como una relación importante para nuestra vida. Cuando podamos reconocer el amor que hubo y guardarlo como un regalo. Cuando somos capaces de dejar libre al otro y desearle lo mejor y hacernos nosotros libres y también desearnos lo mejor. En definitiva el gran reto para todos es aprender a amar lo imperfecto de la vida, de nosotros y de los demás, y volvernos compasivos. Cuando esto es posible tomamos nuestros errores al servicio de la vida y de un camino feliz en pareja.

Continuará….

JOAN GARRIGA

Extraído de www.joangarriga.com/

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