Estrategias para manejar el estrés escolar

El retorno a la presencialidad total es sin duda un anhelo y un objetivo prioritario de las comunidades escolares. Durante los últimos dos años escuchamos a muchos docentes decirnos que echaban de menos el contacto físico con los estudiantes. Sin embargo, ahora que estamos en ese escenario, parecen haber bastantes dificultades. Volver a acostumbrarse a un colegio “lleno” de estudiantes, con la amenaza permanente de contagio y la efervescencia de niños, niñas y adolescentes que vuelven a reencontrarse en el espacio escolar, es un tremendo desafío.

 

Si en tu comunidad escolar estás viendo que el estrés sube, docentes cansados, estudiantes hiperactivos y equipos desgastados, entonces, te recomendamos darle prioridad a una planificación que tenga como foco el bienestar. Esto no significa dejar de darle importancia al aprendizaje académico, por el contrario, es la mejor inversión que puedes hacer para promover ambientes seguros y adecuados para la recuperación escolar. El estrés es el enemigo número uno de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

 

La pandemia ha sido un evento traumático para toda la humanidad, y esto es algo que es importante reconocer, para poder aceptar con compasión lo que esté ocurriendo en la comunidad escolar. Es normal y es adecuado que las personas estén reaccionando como lo hacen. Pero ¿cómo se puede ayudar a la comunidad a manejar el estrés y los efectos del trauma?

 

Proponemos a las comunidades escolares enfocarse en este objetivo durante el inicio del año escolar. Lo que inviertan en este momento para construir capacidades de autogestión emocional y prácticas de cuidado, tendrá un enorme impacto en el aprendizaje académico y en las relaciones dentro la comunidad en el corto plazo, y en la vida futura de las y los estudiantes en el mediano y largo plazo.

 

Estas capacidades de autogestión emocional y prácticas de cuidado se aprenden practicándose, y por lo tanto, requieren que primero los adultos las conozcan y las usen de manera personal. Hay muchas estrategias que puedes sacar de la Bitácora para el Autocuidado Docente, material entregado por el MINEDUC a todos los docentes del país, y que también está disponible en formato PDF.

Establecer tiempos de pausas activas o guiadas, en las que se hagan ejercicios de respiración, juegos o reflexiones en torno a temas no académicos. Que cada reunión tenga un inicio o un final significativo, que implique un ejercicio de autoconciencia o de conexión con otros. Hay prácticas tan sencillas como empezar una reunión planteando preguntas que conectan. ¿Cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas? ¿Qué país te gustaría visitar? ¿Con quienes vives? ¿Cuál es tu hobby favorito? Al intencionar estos momentos las personas tienen un espacio de conexión a nivel personal, sin entrar en una intimidad inapropiada, se favorece el que se conozcan más y aumenta la confianza, lo que se traduce en un aumento del trabajo colaborativo.

Otra idea es tener un mural de gratitud, en el que se van dejando mensajes de gratitud y todos pueden leerlos. Esto se puede hacer a nivel de adultos y también en la sala de clases.

Por último, es fundamental aprender a parar cuando haya situaciones caóticas o estresantes, cuando se tiene la sensación de que se pierde el control. Que sea válido y valioso el detenerse, reconocer lo que está sucediendo y buscar una forma de volver a recuperar la calma. Es la mejor manera de manejar el estrés y es un modelaje fantástico para los estudiantes.

 

Pero todo esto será muy complejo si no se planifica y si no se incluye en dicha planificación a docentes, asistentes de la educación e incluso los mismos estudiantes. Si inviertes hoy en bienestar, tendrás mejores resultados de aprendizaje y una comunidad fortalecida.

 
 
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¿Por qué la pareja perfecta también es infiel?

Es difícil imaginar que en una relación estable, amorosa y madura pueda haber infidelidad. Sin embargo, pasa más de lo que piensas. De hecho, una relación puede sentirse cómoda y plena, y aun así despertar un día con la noticia de que tu “alma gemela” está viendo a alguien más y te está siendo infiel.

Pero, ¿por qué las parejas felices también son infieles si, en teoría, lo tienen todo?

Una persona nunca es infiel por el motivo que piensa

Una primera verdad incómoda es que ni siquiera un matrimonio feliz es un escudo contra la infidelidad.

Una segunda verdad incómoda es que, si bien una aventura es dolorosa y acaba destruyendo la autoestima de una persona, para la otra puede ser el acto más liberador de su vida.

Según Esther Perel, reconocida terapeuta de pareja y autora del libro The State of Affairs: Rethinking Infidelity, a veces la infidelidad se convierte en una experiencia expansiva, de crecimiento, exploración y transformación.

No siempre tiene que ver con sexo, sino con descubrir una faceta que no conocías de ti mismo, y que sientes que no puedes explorar en tu relación actual.

Claro que no todas las personas son conscientes de la verdadera razón por la que son infieles. Es entonces cuando la traición se convierte en un círculo vicioso donde el infiel sigue buscando a un tercero toda la vida cuando, en realidad, a quien busca es a sí mismo.

 

Visto así, hay tres motivos principales por los que una persona que es feliz en pareja puede acabar siendo infiel: 

1. Autoexploración

Tiene que ver con reconocer una parte de ti mismo que habías ignorado toda la vida. Tal vez, en el fondo, siempre quisiste ser más gentil de lo que eres, más flexible o más aventurero, así que hallar un amante con estas características es una forma de conectarte con tu propia naturaleza interior.

2. La energía seductora de la transgresión

La segunda razón por la que una persona puede ser infiel incluso en una relación perfecta es la naturaleza seductora de lo prohibido. En especial si eres alguien que nunca rompe las normas, la idea de hacer algo que “no deberías hacer” puede ser doblemente atractiva. Según Jack Morin, autor del libro The Erotic Mind, la ecuación del erotismo es:

atracción + obstáculos = excitación.

3. La frustración de una vida no vivida

En este caso, el infiel decide tener un amorío como una forma de recuperar oportunidades perdidas en la vida. Aunque suene absurdo, hay un mecanismo psicológico poderoso detrás y es la pregunta: “¿Qué hubiera pasado si…?”. En este caso, es la eterna duda del infiel respecto a la vida que eligió lo que hace que quiera experimentar algo distinto (incluso si, en términos generales, considera que su relación de pareja es buena). Aquí, la infidelidad se convierte en una dimensión paralela donde puedes evaluar, sin riesgo aparente, cómo hubiera sido tu vida si hubieras tomado una decisión distinta.

¿Hay justificación para la infidelidad? 

Lo cierto es que, citando a Esther Perel, no se trata de justificar la infidelidad, sino de entenderla.  Cuando entiendes algo, es más probable que puedas tomar decisiones para evitar que te pase.

¿Has sido víctima de una infidelidad de pareja y no sabes cómo afrontarlo? Haz clic aquí para saber cómo hacerlo

Ahora, desde el punto de vista de la víctima, puede que los motivos no importen demasiado. Una traición duele en cualquier caso, sin importar qué hay detrás. Sin embargo, es importante saber que el proceso de sanación en pareja cuando se es infiel como una forma de autoexploración es muy distinto a cuando se hace para lidiar con problemas en la relación. De modo que, si tu pareja es infiel y quieres evaluar la posibilidad de darle una segunda oportunidad, conocer el verdadero motivo es muy importante para proyectar las posibilidades de que vuelva a ocurrir o no.

 

Referencias:

“4 Reasons Why Infidelity Happens Even In Happy Relationships”. 2020. Psychology Today. https://www.psychologytoday.com/us/blog/love-and-sex-in-the-digital-age/201806/4-reasons-why-infidelity-happens-even-in-happy.

Perel, Esther. 2017. “Why Happy People Cheat”. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2017/10/why-happy-people-cheat/537882/.

 

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Perfeccionismo: Como te afecta

EL perfeccionismo ha sido muy valorado sobre todo en el ámbito profesional. Una persona perfeccionista se cree que es una persona enfocada al detalle, que le gusta hacer las cosas bien y por ende es una persona de éxito, pero no es así.

El perfeccionismo, y la forma de pensar que éste conlleva, te puede convertir en alguien vulnerable a todo tipo de problemas:

– Estrés en el trabajo o en los estudios.

– Oscilaciones del estado de ánimo, como tristeza o ansiedad.

– Soledad y grandes dificultades para establecer relaciones estrechas Y cercanas.

– Frustración, rabia y conflicto en las relaciones personales.

– Dificultad para sacar conclusiones positivas de las críticas, de los fracasos o de los errores.

– Tendencia a aplazar las obligaciones y dificultad para pasar perseverar las tareas desagradables.

Seguro que a ti se te ocurren más consecuencias negativas del perfeccionismo. Es el momento de hacer hincapié en qué perfeccionismo no es lo mismo que una ambición bien entendida. Qué tipo de perfeccionismo que nos puede traer consecuencias negativas, se observa en personas aceleradas, estresadas y constantemente infelices consigo mismas, con sus logros y con su relaciones con los demás.

 

Existen muchos tipos de perfeccionismo. A continuación tienes una lista, será interesante que te fijes en qué tipo de perfeccionismo es un problema para ti:

Perfeccionismo físico: creo que debo tener unas bonitas vacaciones o una figura perfecta para ser atractivo e interesante.

Perfeccionismo conductual: siento que sería espantoso cometer un error, fracasar o no alcanzar mi objetivo en los estudios o trabajo.

Perfeccionismo de apariencia: creo que debo impresionar a los demás con mis logros, mi talento o con mi inteligencia para que me quieran y me respeten. Estoy convencido de que los demás me despreciaran si fracaso, hago el ridículo o cometo un error.

Perfeccionismo emocional: me avergüenzo de los sentimientos negativos que me hacen sentir vulnerable, como son la soledad, la depresión, la rabia, la ansiedad o la angustia. Creo que debería mostrarme siempre feliz y controlar mis emociones.

Perfeccionismo de la autoestima: me siento inferior aquellas personas que son más inteligentes, atractivas o exitosas.

Perfeccionismo relacional: pienso que las personas que se quieren no deberían discutir o pelearse nunca.

Perfeccionismo afectivo: me resulta difícil mantener relaciones afectivas duraderas porque las personas no son nunca lo suficientemente buenas. Me preocupan las imperfecciones ajenas.

Perfeccionismo de expectativas: me altero cuando las demás personas no están a la altura de mis expectativas. Me enfado o me disgusto en exceso cuando se atrasa el tren, cuando no avanza el tráfico o cuando las personas no me tratan con el debido respeto.

Perfeccionismo con tendencias obsesivas: creo que mi hogar o mi oficina deben estar siempre impolutas. Dedico un tiempo excesivo revisando, limpiando u organizando.

¿Te sientes identificado con alguno? ¿Se te ocurre algún otro tipo de perfeccionismo?

Irene Morales

Coach Espiritual 

www.IrenePsicoBio.com

www.institutodraco.com

www.facebook.com/InstitutoDraco

 Extraido de www.institutodraco.com

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Chequeo Sexual

Siempre me he preguntado qué pasaría si las parejas que están en planes de casarse pasaran por unas charlas de sexualidad. Así como van a las charlas matrimoniales de las iglesias, puedan asistir con una psicóloga sexóloga a charlas que se enfoquen única y exclusivamente en la vida sexual de ambos.

Y no es que se me ocurra porque sí, sino que porque con el tiempo uno empieza a ver que el anhelo de toda pareja es volver a tener la vida sexual que tuvieron los primeros meses de la relación. Pero la realidad es que con el tiempo y la costumbre de estar con el otro, la novedad se va perdiendo y con ella el deseo sexual.

Y este es el primer punto crítico, que si pudiera decir un número estimado les pasa al 90% de las parejas alrededor del sexto mes de estar viviendo juntos. Los primeros meses quedan con el efecto de la luna de miel que se prolonga por un tiempo antes de que afloren problemas que muchas veces venían arrastrando hace un tiempo pero que nadie quiso mencionarlos.

Lo mejor que nos puede pasar a los terapeutas de pareja es que llegue la pareja en este punto, porque recibimos a dos personas que se aman, que no han perdido el tacto, que quieren solucionar algo pero no saben cómo hacerlo y han pedido ayuda a un tercero que pueda guiarlos. Este tipo de parejas no está más de 10 sesiones para lograr entender lo que está pasando y comenzar hacer algo para cambiar la situación. Por lo general ambos colaboran tanto en la interpretación como en la reflexión del problema y tienen sus egos relativamente controlados.

Otras veces (lamentablemente la mayoría) nos enfrentamos a parejas que llevan años en crisis, parejas que no han logrado enfrentar la situación con las herramientas que cada uno tiene. Mujeres y hombres que se defienden detrás de un poderoso ego, que cada vez parece menos penetrable, que defiende con uñas y dientes a su amo. Son parejas que llevan mucho tiempo de discusiones y peleas sin resolución, personas muy dañadas, desilusionadas, frustradas, que muchas veces están enamoradas pero el conflicto es tan potente que se rinden y ceden fácilmente a las discusiones.

Acá es donde uno como terapeuta se agarra la cabeza y nos preguntamos “¿por qué no vinieron antes?”. Porque hay que esperar a estar críticos para pedir ayuda a un tercero, sobre todo en la salud mental. A veces pasa que nos duele un diente y no hacemos nada hasta que el dolor no me deja respirar tranquila, ahí recién pido hora al dentista y es demasiado tarde, hay que sacar el diente y hacer un implante. Otras veces tenemos síntomas físicos que no son tan molestos por lo que hacemos oídos sordos, y llega el minuto en que también es demasiado tarde y nos descubren un cáncer.

No quiero ser trágica pero es la realidad a la que nos enfrentamos. Y un problema de pareja muchas veces puede ser como un cáncer que arrastramos para todas partes. Y tal como en la enfermedad, no sufre sólo quien lo padece sino que el entorno completo. Es por esto que aprender a hacernos cargos de nuestras dificultades como pareja debería ser una de nuestras prioridades. Tener la suficiente madurez y altura de mira para decir “mi amor, esto nos está superando” es lo más sano. Porque de lo contrario ocurren eventos que ponen en riesgo un compromiso mayor, y estoy hablando de las infidelidades.

Algo pasa con los seres humanos que no somos capaces de enfrentar los problemas en su momento y al hacernos los locos, no nos damos cuenta que estamos mirando para otro lado, porque no queremos ver el problema. Y mi marido o mi señora son los representantes de ese problema, por eso es que evito verlo/a y poco a poco me empiezo a desconectar de la única persona con la que debería estar más conectado. Si en este tiempo aparece un tercero, que escucha, contiene, es cercano y además atractivo físicamente, las posibilidades de ser infiel son cada vez más grandes.

Y esto es lo que a mí me gustaría evitar, no sólo como terapeuta y mujer, sino que como sociedad. Porque uno de los sufrimientos más grandes que puede atravesar una pareja (después de la muerte de un hijo) es la desilusión del matrimonio. La impotencia de que el otro nunca dijo algo, de que yo nunca lo vi venir, de que la relación aparentemente estaba bien, pero en la profundidad ocurrían desencuentros que no eran hablados, sobretodo relacionados a la sexualidad.

Como una abanderada del amor, de las buenas relaciones y el buen sexo propongo que toda pareja que esté tomando la decisión de tener un hijo, casarse o convivir, pueda y se atreva a pasar por un terapeuta de pareja con manejo en sexología. Hablar de lo que nadie te habla, atreverse a preguntar y decir lo que siento respecto de la sexualidad en general, no estoy hablando sólo del sexo propiamente tal, sino que me refiero a la intimidad de una pareja.

Porque no hay nada más rico en la vida que tener una buena relación, amar y sentirse amado, excitarse, querer tener relaciones, querer dar y recibir sexo oral, querer trabajar en mi relación cada día de la vida, porque nada es para siempre. Firmar un papel, tener un hijo en común, ser socios en una empresa, nada te garantiza el amor. Como siempre digo, la pareja y la familia son la empresa más importante,  a las que le deberías dedicar tiempo de calidad y un cheque anual por lo menos.

Si vives en otra ciudad y necesitas que te recomiende un psicólogo de pareja me puedes buscar en mi Instagram @hoymetoca ahí salen todos mis datos o nos escribes por la página web de Centro Al Alma.

 

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Dices que sí, aunque prefieres decir que no…

Un buen conocido que es psicólogo y orientador profesional, me habló de uno de sus clientes en coaching de carrera profesional, y de su problema. Fue como un déjà-vu: ¡Sí, algo conozco del tema! !

Su cliente es un líder de equipo en una gran empresa. Un tipo que se involucra, que siempre está ahí para su gente, que siempre está atento a los deseos de sus clientes… Un ejecutivo, como muchos sólo pueden desear. Con cada fibra proyecta y muestra que quiere progresar, aspira conseguir los proyectos interesantes, es consciente de que tiene que mostrar compromiso (o “engagement” como les gusta llamarlo a algunos hoy en día) y lo hace.

Pero sigue insatisfecho. Por eso que contrata a mi amigo como coach para su carrera profesional: pero no progresa. Su jefe siempre le da los proyectos interesantes a otros. Colegas son ascendidos y él marca el paso. Lo considera extremadamente injusto y no puede explicarse a sí mismo por qué es así.

Nuestro amigo, el psicólogo, finalmente trata de dilucidar otra arista: “¿Alguna vez le has preguntado a tu jefe sobre ésto? ¿No? ¡Entonces hazlo, por favor!”

Una semana después habló con su jefe y le respondió: “Ya veo que te involucras, te esfuerzas y siempre estás ahí para todos. Realmente, también aprecio eso de ti. Pero los que progresan aquí, no son aquellos que siempre dicen que sí a casi todo, sino los que trazan límites y pueden decir que no, aunque sea desagradable, incluso si termina en fuertes diferencias o conflictos.

Desafortunadamente, muchas personas no son muy buenos para decir que no. Pienso, que ello no sólo es válido en el trabajo, sino también con respecto a la vida privada.

Un supuesto pequeño favor de un vecino, pero que lleva mucho más inversión de tiempo si se examina más de cerca; una solicitud de último minuto del jefe poco antes de la finalización del horario de trabajo; un deseo especial de un hijo, que debería hacerse realidad de inmediato, etc.  Hay miles de momentos en los que uno dice que sí, aunque uno hubiera preferido decir que no.

Y exactamente sucede lo siguiente: decir sí, pero querer decir no, es la causa de frustración y estrés. Y cuanto más sucede, más aumentan los niveles de estrés y la insatisfacción con uno mismo. Porque básicamente todo el mundo lo sabe: hubiese sido mucho mejor trazar un límite claro y manifestar respetuosa pero firmemente el propio punto de vista.

En el entorno profesional, pero también en la vida en general, sólo se puede asegurar que no se corre en la dirección equivocada, o que no se carga con demasiadas cosas propias y de otros, si se establecen límites y se dice que no de forma consciente y decisiva. Sólo así es posible concentrarse en las cosas que son realmente importantes. Es por eso, que algunas de las personas felices con su vida y que poseen una inteligencia especial, manifiestan que en buena medida es el resultado de lo que NO han hecho, porque han dicho que no.

¿Pero qué pasa si te resulta terriblemente difícil? Tal vez lograste construir una carrera laboral y una vida familiar, donde al decir sí a casi todo, luego de alguna manera las cosas se arreglan medianamente bien. Pero quizás de vez en cuando se te pasa por la mente, de que sería mucho mejor establecer límites más consistentes.¡Es decir, cómo pasar de un frecuente “sí” a un no-consciente!

Decir no, sin justificación:  exactamente. Te sugiero que digas que no a algo y que lo dejes como está. ¡Porque está bien decir que no! No tienes que irte y decir “déjame pensarlo” o dar razones fingidas. Porque puedes expresar tu determinación sin necesidad de justificar tu “no”. Eso se puede vestir educadamente, si a pesar de todo sigues siendo coherente y sin justificaciones. Es decir, algo así como: “no, lo siento, pero no estaré allí para la cena.” Punto. Sin “Porque yo…” o “No puedo, porque…”

Así es que: “No, no puedo hacer este trabajo ahora.

“No, no llamaré allí en tu nombre”

“No, gracias. No quiero eso.”

Sí, es así de simple.

Simplemente aguanta el “chaparrón” y admite ante tu contraparte, que acepte tu no en esta franqueza. Por favor, no pienses en cómo puedes complacer al otro de alguna manera por la puerta trasera. No necesita largas explicaciones. ¡Eso no es necesario!

Por ejemplo, si – por cualquier razón – no tiene sentido responder a la petición de un cliente, la respuesta debería ser: “No. He decidido no hacerlo.

Eso es todo. ¿Por qué dar siempre largas explicaciones? Esto sólo abre la puerta a las renegociaciones: “Si no es ahora, ¿qué tal el mes que viene? ¿Y el año que viene? ¿Qué tal si lo piensas de nuevo?

Sólo di “no” sin razón: “He decidido no hacerlo”.

Pero también puedes decir “no”, con una justificación después de un cambio de perspectiva.

En el momento en que se establecen límites claros y se dice que no, siempre hay una tensión entre el poder y la relación. Con el “no” tomas una posición y te pones en un alto estatus. Sí, esto a veces es a expensas de la relación. Siempre es bueno para la relación si dices que sí: “sí, con mucho gusto, por supuesto, no hay ningún problema”. Eso significa: si siempre dices que sí, todo el mundo te quiere mucho. Pero honestamente, tampoco no te toman muy en serio cuando se trata de temas complejos. Así que siempre existe la tensión entre el ejercicio del poder y el cultivo de las relaciones.

Por eso es prudente buscar maneras de hacerle saber a la otra persona, que si nos preocupamos por ella, aunque le digamos que no.

¿Cómo puedes hacer eso si te niegas a un trabajo? – Por ejemplo, proponiendo a alguien que pueda aceptar el trabajo u ofrecer alguna otra forma de apoyo. Asegúrate, sin embargo, de que lo que ofreces sea fácil de realizar. De lo contrario, es mejor que aceptes la solicitud original.

Pero aquellos que no pueden o no quieren ofrecer ayuda alternativa, deben tratar de formular la respuesta de tal manera que el rechazo sea en el propio interés de la otra persona. Para hacer esto, necesitas hacer un cambio de perspectiva y no dar la razón por la que es bueno que te niegues, sino la razón por la que es bueno para el otro. Esta es una forma muy elegante de negarse.

Por ejemplo: Se le pedirá que participes en un panel de discusión en un evento que te parezca poco interesante y que simplemente te tomaría demasiado tiempo, la respuesta podría ser: “Lo siento, estoy muy ocupado profesionalmente en este momento, pero puedo sugerirte a XYZ que hará justicia al nivel de discusión que buscas”.

O la negativa a escribir un prólogo para un libro: “Siento no poder escribir el prólogo de tu libro. No soy lo suficientemente competente en el campo para hacerlo correctamente.”

Así que intentas formularlo en el mejor interés del otro.

Para ambos tipos de “no” – los que no tienen justificación y los que la tienen después de un cambio de perspectiva – vale la pena practicarlo. Porque de esta manera se puede desarrollar un “desafío a la mente, la capacidad de decir no en el momento oportuno”.

El resultado: más autoestima y una vida con menor estrés. ¡Sólo inténtalo!

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EL INMENSO VALOR DE ESPERAR MENOS Y PEDIR MÁS

¿Cuántas veces nos vemos enfrentados a la frustración o decepción de que nuestra amiga, pareja o hijo no hizo lo que yo esperaba? Vivimos esperando que los otros cumplan con aquello que imaginamos o con lo que necesitamos, pero que poco nos dedicamos a pedir eso que queremos, esperamos o soñamos. Es como que si por pedirlo y hacerlo explícito, el acto perdiera todo tipo de valor cuando el otro finalmente se decide a hacerlo.

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Innumerables son las veces que he visto a mis adolescentes en la consulta, a sus padres o parejas, pasar una y otra vez por la decepción de que el otro no hace lo que espero. Frases como: “…pero si ellas saben que tienen que preguntarme cómo estoy si me ven mal… ¿no es obvio?“, “…pero si él sabe que tiene que portarse bien en el colegio y hacer sus tareas…”, “… sabe que necesito ayuda en la casa…no necesito decírselo“, y así podría continuar eternamente. Nos vamos transformando en seres decepcionados de las relaciones que tenemos, desilusionados de aquellos que en teoría nos quieren y enrabiados de sentir que esos que más me aman no me entregan lo que yo espero, lo que necesito, lo que “ellos saben”. pero en realidad NO lo saben. Nos vamos sumergiendo en un círculo vicioso, que nos aísla, entrampa  e incomunica: con nuestra pareja, hijos o amigas. Empezamos a sentirnos poco queridos, menos entendidos, y muy solos en este mundo, en el cual sentimos que damos el máximo por el otro, pero ellos apenas  dan su mínimo por mí.

¿Será realmente tan así? ¿O será que ese mínimo para mí, es el máximo del otro? ¿Quizás el otro debe poseer poderes mágicos que lo hagan adivinar lo que necesito? ¿Será realmente que no me quieren, no me ven y no me valoran? ¿Cuántas veces hacemos explícitas nuestras necesidades? Mi experiencia en la consulta, y al escuchar a la gente que quiero y me rodea, en la mayoría de los casos me encuentro con personas que no piden, no dicen y no muestran lo que necesitan, eso que las hace felices o tristes o  lo que las hace sentirse queridas. Es en ese momento cuando se produce un entrampe y quiebre comunicacional que solo complejiza las relaciones, les quita profundidad y nos distancian del otro.

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¿Por qué dejamos de valorar eso que el otro hace, si se lo pido explícitamente? ¿Por qué carece de valor si lo hizo, después de que ya se lo pedí? Cada vez que pedimos y recibimos es exactamente el mismo regalo que cuando no lo decimos. Quizás cuando nos sorprenden, esa acción inesperada pasa a tener una mayor carga de emoción y felicidad, pero no por eso, recibir pidiendo carece de valor. Cuando demando y soy escuchada, ya es un regalo, cuando pido y soy explícita con lo que necesito, también  es un regalo para el otro, que puede conocerme y leerme en eso que me hace falta. ¿Por qué no regalarnos más transparencia en las relaciones? ¿Por qué no hacernos el regalo de pedir y ser escuchado? Cuando el otro escucha y decide darme eso que pido, es tanto o más valorado, que cuando no lo he pedido, porque esa persona se detuvo, conectó conmigo, me escuchó activamente, me entendió y me dió eso que tanto necesitaba.

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No entrampemos nuestras relaciones con expectativas irreales.  En esperar que el otro dé solo porque yo doy, en que dé lo mismo que yo estoy dando. La realidad es que todos somos distintos y eso que yo doy no siempre es lo que recibo, y eso que yo espero no es lo mismo que el otro puede darme. ¿Qué pasaría si aprendiéramos a ser más explícitos con nuestras necesidades? Estoy segura que desde el cariño incondicional que hay puesta en cada una de nuestras relaciones, eso que espero y pido finalmente se haría realidad.

Aprendamos a sentirnos queridos por todos esos gestos que hace el otro: mirarme, escucharme, detenerse, conectar, regalar, darme espacio y también cuando me da eso que pido. Dejemos de quejarnos por eso que el otro no hace porque no adivina y comencemos a pedir, abiertos a que el otro pueda darnos o no, eso que necesitamos…. y si decide darlo…no olvidemos que eso también posee un tremendo valor.

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Solo si logramos ser más explícitos, y dispuestos a recibir pidiendo, conseguiremos sentirnos queridos y acompañados en esta vida. Seamos menos exigentes con el resto y con nosotros mismos. Si necesito que mi hijo adolescente me salude cuando llega a la casa, que mi marido me ayude más en las tareas diarias, que nuestra señora nos dé tiempo solos, o simplemente si queremos que nuestros papás nos escuchen y acepten como somos… ¡PIDAMÓSLO! abiertamente y de corazón, explicándole al otro por qué es tan importante para mí. Y si eso llega… por favor no le quitemos el mérito! Valorémoslo aún más!

Me gustaría que nos pusiéramos el desafío de empezar a esperar menos y pedir más….¿Cuánto eso nos acercaría al otro?….no somos adivinos, lo que necesitas tu es distinto de lo que necesito yo… pide más…espera menos.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

Instagram: @joselacamarapsicologa

 

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Aprendiendo a quererse a uno mismo

«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.

Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás».

Palabras recogidas en el Discurso de Nelson Mandela como Presidente Electo de Sudáfrica (1994) 

La baja autoestima y el no quererse a uno mismo es un problema de carácter global que cada día va en aumento. El hombre, por su naturaleza, se autoflagela con desprecios y críticas destructivas, se culpa de todo cuanto ocurre a su alrededor, dudando siempre de sus propias capacidades e infravalorándose hasta límites insospechados, quejándose y lamentándose continuamente de la vida que ha tocado vivir. Seguramente haya contribuido en todo esto, el haber recibido consciente o inconscientemente abusos en nuestra autoestima, sobre todo en uno de los periodo más críticos y vulnerables de la vida, como lo es la infancia. Frases que se repetían una y otra vez como «menudo burro que eres», «imbécil», «inútil», «no sirves para nada», «todo lo haces mal», «eres un fracaso», «para que lo vas a intentar si ya sabes cómo acabará», «eres demasiado torpe», etc.  y la percepción con la que experimentábamos tales sucesos en el momento de producirse, nos acompañará hoy en día en nuestras reacciones, y habrá forjado nuestro carácter (con sus consiguientes creencias limitantes) de adulto. Por lo general, nos tratamos a nosotros mismos como en el pasado nuestros padres lo hicieran con nosotros, de tal forma que si por ejemplo fuimos educados como no merecedores de su amor, en el presente no nos sentiremos dignos de su amor.

Es por ello, que es fundamental aprender a querernos y valorarnos más de lo que solemos hacerlo, si bien es cierto que será una ardua tarea, debido a las múltiples maneras en las que hemos aprendido a no querernos con el paso del tiempo, está claro que aún tenemos una tarea pendiente y mucho trabajo por hacer. Tendremos que aprender a querernos en todos los aspectos posibles, en nuestras relaciones interpersonales, en nuestro entorno (familia y amigos), a la hora de elegir una profesión o realizar nuestro trabajo cotidiano, a aceptar nuestro cuerpo físico, nuestras emociones y manera de ser, incluso en la forma de cómo nos percibimos a nosotros mismos.

Aquí te proponemos unos tips para que empieces a cambiar ese estado y empieces a quererte y valorarte más cada día:

 

Carlos Sastre

Acupuntor y facilitador EFT

www.acupunturademascotas.com

 

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