Ayer mantuve una entretenida conversación con un amigo que imparte clases en primaria. En un determinado momento me confesó con cierto tono apesadumbrado algo que activó mis sensores: «Por lo que estoy viendo en los lugares por los que me muevo, creo que la pandemia no va a cambiar a muchas personas». Como un resorte salté y le respondí: «La pandemia no va a cambiar a nadie. Ni la pandemia ni la pospandemia. Nada nos cambia. Nos cambiamos nosotros. Sólo hay movilización en aquellos que utilizan lo que ocurre y lo que les ocurre como instrumento de análisis y palanca de transformación. Da igual la magnitud o la irradiación de las circunstancias que suceden en derredor, si uno prescinde de incorporarlas a su reflexividad primero y a su campo valorativo después». Mi amigo asintió, y aproveché para lanzar un interrogante: «¿Por qué te crees que hay tantas personas que se mueren a los 27 años, pero no las entierran hasta pasados los 72?». Al soltar esta invectiva pensé en la afectabilidad humana. Conviene recordar que todos tenemos afectabilidad como especie, pero la afectividad como entramado, además de depender de causas multifactoriales ajenas al sujeto, también está atravesada de criterios personales. La afectabilidad es la capacidad de que nos afecten las intervenciones del mundo en nuestro mundo. La afectividad es la forma de ubicar sentimentalmente en la particularidad de nuestro mundo lo que nos afecta de nuestro trato con el mundo.
La afectabilidad faculta que el mundo nos afecte en tanto que somos la compaginación rotatoria de relaciones tanto electivas como no escogidas con las que nuestra biografía no ceja de jalonarse. Esa recepción y afectación se traduce en afectividad. No es extraño que Hume denomine afecciones a los sentimientos. En Ciudad princesa leo a Marina Garcés que «los afectos no son solamente los sentimientos de estima que tenemos hacia las personas o las cosas que nos rodean, sino que tienen que ver con lo que somos y con nuestra potencia de hacer y de vivir las cosas que nos pasan, las ideas que pensamos y las situaciones que vivimos». Algo se presenta ante nuestra atención, interfiere en la inercia en la que solemos armonizarnos, nos zarandea, lo pensamos y lo alojamos en el juego de preferencias y contrapreferencias con el que establecemos las valoraciones afectivas de lo que nos sucede y de lo que hace que estemos sucediendo. De repente, brota un afecto que nos acomoda en una manera concreta de apostarnos en el mundo. En la conversación entre yo y yo acaba de implosionar una mutación destituyente y constituyente a la vez. No necesariamente ha de ser un acontecimiento aparatoso y catedralicio que percute con sus turbulencias en las narraciones de todas nosotras simultáneamente, o en el entramado afectivo de cualquiera de nosotros. Lo sabemos de sobra aunque somos renuentes a aprenderlo: la vida suele estar agazapada en los detalles que nos hacen sentir vivos.
Un afecto puede impugnar o recalcar la cosmovisión que tenemos de nosotros mismos. Puede alcanzar la inauguración de un yo que inopinadamente se lee inédito y renovado. La presencia hipnótica de un tú puede lograr metamorfosis en otro tú, que unas palabras entrelazadas con silencios y otras palabras tanto proferidas como escuchadas nos hagan menos borrosos o incluso mucho más nítidos. Todo esto es posible gracias a la afectabilidad con la que se imprimen nuestros afectos en una gigantesca trama de evaluaciones en la que intervienen la memoria (como llave de acceso al pasado), las expectativas (como herramientas para dar forma al futuro), los relatos sobre la definición de lo posible (como material para construir presente). A pesar de que secularmente se ha segregado el mundo de los afectos del mundo de la racionalidad, los afectos no son inmunes a los argumentos. La argamasa discursiva tiene capacidad transformadora sobre los sentimientos, y a la inversa, en una deriva de retroalimentación en la que no existe un antes y un después, sino simultaneidad. Aquí radica la relevancia de abrir espacios para confrontar narrativas disonantes y tomar el riesgo de ser afectado por ellas. En mis conversaciones más confidentes repito mucho que todo de lo que se da uno cuenta después está sucediendo ahora. A la incesante valoración de ese ahora en continuo curso sobre sí mismo la llamamos sentimientos, es decir, lo que recogemos de afuera para ordenarlo de nuestra piel para dentro. Al afectarnos nos muta y al mutarnos nos afecta. Bienvenidas y bienvenidos a la circularidad sin fin en la que habitamos mientras no dejamos de estar sucediendo.
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Ya empezaron los días fríos y seguramente los que se quejaron por el calor, se quejaran hoy por el descenso de las temperaturas, así somos y espero que podamos aprovechar las oportunidades que este ciclo nos invita a vivir.
El Otoño, como un árbol lo podría explicar, diciendo qué hay que eliminar todo lo que está malo y se muere dentro de nosotros. Es una invitación a quedar desnudos del alma para observar ese silencio del cual hablamos la semana pasada. Es un repliegue hacia adentro.
El frío invita a quedarse en casa, pero no solo la física, sino que también la interna, esa que nos invita a hacernos preguntas y probablemente a tomar decisiones que nos lleven a lugares de plenitud y a sacar nuestra mejor versión.
Si hay algo que me impresiona es la tremenda capacidad que tenemos para acostumbrarnos a estar mal, a vivir con la panza apretada, con la garganta hecha nudo, con la respiración cortita y tantos otros estados que son el reflejo corporal de situaciones emocionales que no hemos sabido enfrentar.
Los invito a este Otoño a mirarnos adentro, a eliminar como los árboles , las “hojas” muertas para entender que vinimos a tener paz y armonía en nuestras vidas.
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Si pudiera desear algo para todos y todas es que recuperáramos la capacidad de colocar silencio en nuestra vida cotidiana. Es urgente que el silencio vuelva a nuestras vidas por lo menos de acuerdo a la última caminata una hora diaria como mínimo.
Pero es importante entender que el silencio no es siempre ausencia de ruido, de hecho la mayoría de las veces yo puedo estar en silencio con ruido afuera. Al final este espacio es un viaje que uno hace dentro de uno donde toca literalmente la puerta del alma.
Está claro que hoy más que nunca evitamos el silencio porque nos da miedo lo que puede aparecer ya que al quedarnos en este estado aparecen en forma inexorable miles de preguntas y emociones de las cuales nos tendremos que hacer cargo, porque seguramente nos mostrarán caminos de cambio y de progreso personal.
Estar o buscar espacios de silencios, implica poder conseguir paz, desde esa paz, ecuanimidad para tomar buenas decisiones y eso se parece mucho a un trabajo que apunta a la anhelada felicidad .
El silencio nos conecta con nosotros, nos enciende y nos hace conscientes de las emociones y desde ahí nos abre muchos espacios de reflexión, que como pocos espacios humanos, nos llevarán a la salud y a la mejor versión de nosotros mismos (as)
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Importancia de las relaciones amorosas
El amor constituye una de las dimensiones fundamentales del ser humano, en tanto la mayoría de metas vitales que nos proponemos giran en torno al establecimiento de relaciones de pareja que nos resulten satisfactorias y trascendente. Lo que a la vez lleva a las personas a experimentar sufrimiento y dolor asociados al amor, bien sea por tener dificultades en una relación amorosa, por no tener una relación establecida o por el dilema de experimentar varias relaciones afectivas a la vez.
La experiencia clínica evidencia que los problemas del amor constituyen el motivo de consulta más frecuente en la práctica terapéutica. Las personas generalmente tienen metas vitales referidas al establecimiento de relaciones de pareja soñadas, pero al no conseguirlas, sufren por amor. Es tal la necesidad de vivir una relación afectiva ideal, que muchas personas se vuelven irresponsables emocionalmente al asumir que su felicidad y bienestar dependen del estado emocional de la relación.
Los vínculos amorosos no son para padecerlos, sino por el contrario, para vivirlos al máximo y disfrutarlos. A pesar de que, como plantea Irving Yalom (2008): “El amor siempre está contaminado por el dolor”, el disfrute y el bienestar de la vida en pareja debe ser lo que prime en la relación, de no ser así, habrían que replantearse los asuntos de la pareja.
¿Quién no ha sufrido alguna vez por estar con la persona equivocada, por sentir que el deseo se ha apagado o, simplemente, por la caricia que nunca llegó?. No hay nada más hipersensible que el amor, nada más arrebatador, nada más vital”. Walter Riso – Ama y no Sufras.
El Dr. Walter Riso señala que con frecuencia el amor nos hace sufrir. Incluso aquellas personas que han encontrado su pareja perfecta tienen momentos de inseguridad y frustración. La buena noticia es que es posible superar los aspectos de nuestras relaciones que atraen la infelicidad, pudiéndose construir vínculos más saludables y gratificantes, sin apegos, con un mayor “cociente amoroso” y “ligando el corazón con la mente”.
Algunas personas sostienen que una buena relación amorosa es una condición contribuyente al bienestar personal, y en efecto, en la psicología clínica se asume que la vida en pareja es un factor protector para la salud mental de las personas, siempre y cuando reine la armonía en la relación.
Se escucha en el argot popular que el amor es un dispositivo suficiente para mantener una buena relación de pareja. Es evidente que para establecer y mantener un vínculo afectivo, el amor es necesario, y estar enamorado de la pareja es la base para para construir y vivir una buena relación. Sin embargo, y como plantea Aaron Beck (1990), el amor, a pesar de ser un incentivo poderoso para la vida en pareja, no constituye en sí mismo la esencia de la relación. Hay cualidades esenciales que deben cultivarse, como el compromiso, la sensibilidad, la generosidad, la lealtad, la responsabilidad, la confianza, la cooperación, la tolerancia, la comunicación y el perdón, que son determinantes para una relación feliz.
En la conjunción de estas cualidades, las parejas asumen una actitud constructiva en la relación, que les permite afrontar las dificultades cotidianas con compromiso y decisión. Es evidente que en todas las relaciones de pareja, como en cualquier proceso de interacción humana, se presentan situaciones problemáticas que pueden generar desencuentros, y por ende, reacciones de estrés. Ese no es el problema. El asunto a revisar son las estrategias de afrontamiento que las personas implicadas en la relación asumen, tanto de manera individual como en pareja, que les llevan a superar los conflictos o enfrascarse en el problema y deteriorar cada vez más el vínculo.
¿Qué es el amor?
El concepto del amor es tan difícil, que de su definición se han encargado los filósofos, sacerdotes, poetas, novelistas, psicólogos, médicos, físicos y un sinnúmero de “especialistas”, por lo que no se puede llegar a un consenso satisfactorio al respecto. Inclusive, se puede afirmar que cada persona, en su realidad subjetiva, tiene una definición propia del amor, que cree cierta y en torno a la cual construye y busca sus relaciones.
Para tener un soporte conceptual que nos permita hacer la reflexión sobre el estrés en las relaciones, se adopta la definición del psicólogo norteamericano Robert Sternberg (2000) quien propone que:
El amor de pareja es una conjunción de tres elementos que le dan la dinámica a las relaciones: Intimidad, amor y compromiso, que se grafican en un triángulo en el que cada elemento está ubicado en los vértices de la figura”:
La intimidad
Se refiere a la confianza y conocimiento de la pareja, saber quién es el otro, cuáles son sus sueños, anhelos, dificultades, temores, virtudes, necesidades, asuntos propios de su cotidianidad.
La pasión
Es la atracción física, el deseo y la intención de compartir cercanía corporal en pareja. Tiene que ver con la gratificación por el contacto, el disfrute por la cercanía y la búsqueda de la interacción física y sexual.
El compromiso
Es la decisión y voluntad por mantener la relación. Es la intención de construir juntos, de definir metas en pareja, tener lealtad y responsabilidad frente a la relación y buscar soluciones a las dificultades que se presentan en la pareja.
La relación de estos elementos define el tipo de amor que se vive en pareja, pues en cada relación puede primar o faltar alguno o algunos de ellos, lo que puede ser la base para la generación de reacciones de estrés, por constituirse una relación no consumada, como propone Robert Sternberg. El amor ideal, fortalecido, pleno, es aquel en el que los tres elementos confluyen de manera armónica, constituyendo un propósito de fortalecimiento en la relación en la que ambos protagonistas deben implicarse con decisión y compromiso.
Manejando el estrés en las relaciones de pareja
Para evitar que el estrés afecte las relaciones de pareja, y procurar que en vez de generadora de sufrimiento la vida en pareja sea un factor protector de la salud mental de las personas, se pueden tener estrategias tanto individuales como en conjunto, en cada uno de los elementos señalados como constitutivos de la relación.
En cuanto a la intimidad, es importante que las personas implicadas en una relación de pareja cultiven confianza entre sí, asumiendo que sí están dispuestos a mantener la relación no se puede estar con una persona casi desconocida.
Algunos tips para fortalecer la intimidad son:
- Hablar todos los días sobre lo transcurrido en la cotidianidad de cada uno, en el trabajo, el estudio o en la casa.
- Fomentar espacios para dialogar sobre asuntos personales como temores, necesidades, anhelos, deseos, entre otros.
- Compartir espacios diversos, evitando la monotonía en pareja.
- Evitar hacer juicios o críticas al pasado de la otra persona y asumir que la relación se sostiene con quien es la persona en el hoy y el ahora.
- Permitir y fomentar la expresión abierta y franca de las emociones, sin enmascaramientos u ocultamientos falsos.
- Expresar los desacuerdos, incomodidades, desencuentros e inconvenientes percibidos en la relación.
- Respetar la individualidad y territorialidad personal de cada uno, sin pretender intromisiones o invasiones de la intimidad.
Para favorecer la pasión, es necesario que se mantenga viva la llama del deseo, del disfrute por la cercanía corporal y el placer por la interacción en pareja. Para promover la pasión en la relación, se sugiere:
- Crear espacios de encuentro en pareja, en los cuales ambas personas puedan compartir sin la compañía de otros.
- Buscar los espacios y momentos adecuados para iniciar el contacto físico, sin presiones ni manipulaciones.
- Tener frecuentes expresiones sobre lo que se admira físicamente de la otra persona, de aquello que se percibe como atractivo del otro.
- Resaltar la propia imagen física para compartir en pareja, esmerarse en “ponerse bonito” para el encuentro con el otro.
- Permitirse cercanía e interacción física, con miradas, besos, caricias y encuentros sexuales placenteros.
- Buscar estrategias de cuidado corporal en pareja, como hábitos alimentarios, ejercicio físico, cuidado en general de la salud.
- Evitar comparaciones de los encuentros físicos en pareja con personas con quienes se compartió anteriormente.
- Ser abiertos y receptivos para hablar sobre asuntos sexuales, como temores, expectativas, desacuerdos, fantasías y demás.
Por último, para favorecer el compromiso en pareja, es necesario que ambas personas mantengan la intención de construir juntos y comprometerse a que mientras exista la relación es menester alimentarla para que se proyecte a futuro. Como plantea Yalom, entender que “el amor debe ser eterno, mientras dure…”.
Algunas pautas para promover el compromiso en la relación, son:
- Hacer planes en pareja, acordes con el momento de la relación. Asumir que en cada momento compartido en pareja debe representar un avance en el afianzamiento de la relación.
- Compartir los esfuerzos para mantener el vínculo amoroso. Los aportes en la construcción de la relación no pueden recaer en una de las personas, debe ser una tarea compartida.
- Ser sinceros y claros en la expresión de los sentimientos hacia la otra persona. No se deben generar falsas expectativas o ilusiones en la pareja.
- Plantearse metas en pareja que cumplan tres condiciones esenciales: Que sean viables, que generen gratificación y que resulten trascendentes.
- Resolver con prontitud los conflictos y situaciones dilemáticas que aparecen en la relación. No dejar que los problemas se aumenten por no afrontarse a tiempo.
En conclusión, el proceso de vivir las relaciones de pareja con las suficientes intimidad, pasión y compromiso, requiere de la decisión de ambas personas, de manera que el esfuerzo y la constante lucha por construir juntos deben ser compartidos.
En pareja, como en cualquier proceso de interacción humana, no todo es armonía. Es inherente a las relaciones tener momentos de desacuerdo, conflicto y adversidad, que son generadores de estrés. No se trata de buscar que la armonía caracterice a la relación en todo momento, sino de desarrollar estrategias de afrontamiento individuales y en conjunto que permitan superar los problemas, incrementando el potencial de disfrute, construcción y desarrollo potencial del vínculo afectivo.
Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea
rodrigo.mazo@upb.edu.co
Extraido de: Editorial Phronesis
www.elartedesabervivir.com
www.facebook.com/elartedesabervivir.ph
Referencias
- Beck, A. (1990). Con el Amor no basta. Cómo superar malentendidos, resolver conflictos y enfrentarse a los problemas en pareja. Barcelona: Paidós.
- Group, E. F. (2016). Cómo eliminar el estrés con amor. Tomado de: https://www.globalhealingcenter.net/
- Natalia (2013). Estrés y vida íntima: Cómo afecta a la pareja. Tomado del blog: Ella hoy. www.ellahoy.es /pareja/articulo/estres-y-vida-intima-como-afecta-a-la-pareja/
- Riso, W. (2009). Ama y no sufras. Cómo disfrutar plenamente de la vida en pareja. Barcelona: Planeta.
- Russek, S. (2014). El estrés y los problemas en la relación de pareja. Tomado del blog: Crecimiento y bienestar emocional. http://www.crecimiento-y-bienestar-emocional.com/pareja.html.
- Sternberg, R. (2000). El triángulo de amor: Intimidad, amor, compromiso. Barcelona: Paidós Ibérica.
- Yalom, I. (2008). El verdugo del amor. Historias de psicoterapia. Buenos Aires: Emecé Editores.
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El amor es ese sentimiento sublime hacia otra persona que nos atrae, nos completa, nos produce alegría y de quien esperamos reciprocidad para mantener una relación armónica, que de sentido y nos haga felices. El amor nos invita a la convivencia con la persona amada, pero ¿Es realmente todo en una relación?
Sentir amor por nuestra pareja favorece la convivencia y nos predispone a complacerla. De esta manera se genera una especie de danza, en la que cada uno tiene un papel protagónico y fundamental en la armonía que se logre. Es algo así como acoplar tus pasos en función de los pasos que da el otro, un baile, con movimientos que fluyen, que avanzan.
¿Basta el amor para mantener esta armonía en la relación de pareja?
Depende de cómo lo asumamos y expresemos. No basta con declarar nuestro amor y con darlo por sentado con el pasar del tiempo. No es suficiente. La relación de pareja es un libro con múltiples capítulos, de modo que está en cada miembro, con su actitud y sus ojos de lector activo, asumir el compromiso que llaman vida en pareja.
Queremos mantener la relación y ser felices juntos. Entonces, no es válido cerrar los ojos, no podemos dejar que el otro lea solo ni podemos cerrar el libro.
Lo que sí podemos es escribir y leer juntos nuestros capítulos. Amar es un verbo, implica acciones de parte de ambos, pero si el otro no nos complace, nos sentimos defraudados en las expectativas que tenemos de la relación de pareja.
Pasado un tiempo pensamos que basta con que nos amemos y entonces nos entregamos a la rutina que nos demanda la convivencia y olvidamos las muchas acciones que abarca ese verbo amar.
A veces nos quedamos atrapados en el resentimiento y la frustración. Nos rendimos. Permanecemos a la espera de que el otro cambie. Renunciamos a nuestro 50% de influencia. Te has puesto a pensar, ¿cómo te sentirías si el otro cambiara? ¿Qué harías?
¿Por qué esperar? ¿Qué te impide empezar a comportarte como si tu pareja ya hubiera cambiado?
¡Asume tu parte! ¡Cambia tú! No basta con verbalizar que todavía se aman y que por eso continúan juntos, pero lo hacen con resignación e infelicidad, porque han perdido el sentido de compartir, han extraviado en la convivencia diaria la complicidad y la magia. Aún se aman, pero ese amor está cubierto por el polvo de la rutina traicionera.
Están atrapados en la monotonía, se aburren, están agobiados por las responsabilidades del hogar, cada uno se queja de la actitud del otro y lo que es peor, dejan de atender las necesidades de la relación de pareja. Empiezan a hacer planes por separado y terminan por alejarse, aunque todavía se amen.
Es fácil lamentarse, pero con ello solo lograrás cavar más profundo el hueco en el que enterraran ese amor que aún los une.
¿Qué puedes hacer?
Da el primer paso y si tu pareja no te sigue, regrésate a buscarle. ¡Vuelve a comenzar!
Rescata esas primeras veces en las que danzaban juntos, en esa armonía que tanto extrañas. Ten la iniciativa. Olvida el rosario de las quejas. Piensa en lo que sí les funciona. No te victimices, hazte responsable de la parte que te toca, ¡cambia tú!
Hay una parte de la relación de la que eres responsable, asume el compromiso de mejorarla, cambia tu actitud, elimina tantos lamentos que de nada te han servido Actúa como si tu pareja ya hubiera cambiado y empezarás a notar los cambios. Ve poco a poco, un detalle a la vez. Aprecia lo positivo e ignora lo negativo. Esfuérzate ¡vale la pena!
Hay un ejercicio de pareja que puedes implementar. Regálale y regálate un día de amor, no importa lo que tu pareja haga. No importa si olvidó la compra del supermercado o si se negó a pasear el perro. Prepara todos los detalles para pasar ese día especial, lo que sabes que le gusta. Esmérate, exprésale tu amor con hechos concretos, nadie se resiste a ser tratado con amor sin devolver amor.
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¿Porqué algunos vivimos la vida más felices?, ¿Porqué vemos lo que nos pasa como un aprendizaje? Porqué nos quedamos con lo mejor de las lecciones de vida? Son preguntas que siempre me hago y que se explican quizás por nuestras experiencias y nuestra química asociada.
Cómo vivamos nuestra vida y como nos alimentamos espiritual y físicamente aportará a mantener nuestro cuerpo y alma en una armonía que ayuda a alcanzar la felicidad.
La dopamina es el neurotransmisor encargado de la percepción y procesamiento de nuestras emociones y sensaciones relacionadas con el bienestar, la motivación y la atención.
Una semana normal que pudiera contribuir a la Felicidad debiera incluir un número de actividades concretas que además ayudan a la producción de Dopamina.
La mañana comienza con levantarse temprano, ducharse debiera ser una de las primeras actividades conscientes y placenteras, disfrutar el agua caliente, el jabón, la piel suave, el olor a limpio, la toalla esponjosa y ojalá conscientes de la escasez de agua para cuidar nuestro medio ambiente. Así inicias el día disfrutando en forma simple con cosas simples
Lo segundo un buen café, un café conversado ojalá y para los que no son cafeteros un buen té verde también produce tirosina que estimula la Dopamina y produce un efecto placentero.
Durante el viaje al trabajo, desconéctate y vuela con la música, puedes convertirte en el mejor cantante de la vida en tu auto o el mejor oyente en el transporte público. La música placentera para nuestro cerebro se transforma en dopamina pura para nuestro cuerpo.
Luego ya comenzamos con nuestro trabajo diario, que puede ser fuertemente ayudado si nos fijamos objetivos diarios pequeños, que tenemos que alcanzar dentro del día, que sean fáciles y alcanzables para tener una sensación de recompensa positiva al final del día. Ahora bien es fundamental que estemos enamorados de nuestro trabajo, que lo que hacemos o a lo que dedicamos nuestra vida nos dé sentido, trascendencia y nos aporte a crecer y desarrollar nuestra creatividad. Si tu trabajo es más bien rutinario y no te aporta tanto, dedícate en el tiempo libre a hacer lo que te llena plenamente; La familia, los amigos, el deporte, la jardinería, la naturaleza, todo lo que aporte a dar sentido a tu vida y que disfrutas haciéndolo.
Cuándo compartas con otros asegúrate de pasar un buen momento, de crear espacios de crecimiento y productividad positiva. Dar tiempo de escucha y enseñanza a otros, es reconfortante para nosotros.
Tienes que darte tiempo e impulso para estas actividades, ellas son las que darán equilibrio a tu vida aportando energía, recuperando así la energía que te absorben las actividades rutinarias, negativas que enfrentamos cotidianamente.
El cuidar las comidas, comer sano y equilibrado, sin duda ayudará a mantener niveles de dopamina óptimos, cuidar de nuestro cuerpo es central para estar bien y consume periódicamente alimentos que ayuden a la producción de Tirosina. Estos alimentos son: Almendras, maní, plátano, chocolate, sandía y tb. agregar ciertos condimentos que ayudan a estimular la dopamina. Estos son la Cúrcuma y la Ginko Biloba.
Una vez en camino de regreso a tu casa puedes volver a escuchar música o dedicar algún tiempo a meditar o conectarte contigo mismo o con tu entorno, practicar el mindfullness puede ser un buen primer paso para poder centrar tu atención a los procesos cognitivos activos de revisión de nuestro día. Cuando hagas este repaso recuerda quedarte con la lección y la mirada positiva, usa esta instancia para mirar tus miedos y enfrentarlos. Usa esta instancia para revisar tus pensamientos y creencias.
Un buenas noches a todos y un sueño reparador también son fundamentales para alcanzar la Felicidad. No es tan difícil poner en práctica estas cosas, parte por las que puedas y trabaja las que pueden ser más difíciles para ti, la Felicidad esta en tus manos.
Florencia Vargas Schmauk
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Psicóloga U Andes
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