Entre la suficiente oferta de Netflix, siempre será posible encontrar contenido para todos tus gustos e intereses. En un momento en el que vivimos en la llamada “cuarta ola del feminismo”, un tema fascinante es el del empoderamiento femenino y existen varios documentales en la plataforma de streaming para empaparse de todo su espectro.
Desde producciones que hablan de la representación femenina en los medios, hasta documentales que abordan las historias de mujeres en el auge del feminismo en los años 70, hay muchos proyectos audiovisuales inspiradores sobre el empoderamiento de la mujer. Aquí te mostramos una selección para ver Netflix.
uno que es una producción de 2011 y en ese momento no se conocía el auge de las redes sociales, es un documental interesante sobre la importancia de la representación femenina en los medios de comunicación principales para que las mujeres lo consideren.
Miss Representation
El lema promocional del documental era «no puedes ser lo que no puedes ver» e incluye testimonios de la actriz Jane Fonda y presentadores de televisión como Rachel Maddow y Katie Couric que relatan su experiencia trabajando en los medios estadounidenses y los obstáculos que enfrentaron para convertirse en una figura femenina representativa de su país en una industria donde los problemas de igualdad de género son profundos. También se habla de la importancia de crear personajes reales para televisión y cine para que las mujeres se sientan identificadas y encuentren historias en las que inspirarse.
Feminists: What were they thinking?
Este documental trata sobre el proyecto fotográfico de Cynthia McAdams, quien en la década de 1970 comenzó a capturar imágenes de mujeres que comenzaban a liberarse del trabajo doméstico para seguir sus propias pasiones. El documental retrata la vida de las escritoras, cineastas y artistas que armaron las fotos de McAdams y las expone ante los ojos de las nuevas generaciones para hablar de escucharlas tal y como las ven, ya que son poderosas fotografías que muestran historias de mujeres libres que luchar contra los preceptos machistas de la sociedad de la época.
Miss Americana
El documental sobre la carrera musical de la cantante estadounidense, Taylor Swift, relata no solo sus hazañas, sino todos los desafíos que enfrentó en la no tan noble industria discográfica, pues la intérprete de Look what you made me don, dice que lucha contra los estándares de belleza imposibles del medio en el que creció para convertirse en la cantante mejor pagada del mundo.
Miss Americana también retrata la importancia de que una mujer tan influyente como Taylor Swift hiciera pública su posición política y sus desacuerdos con ciertas posturas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Period. End of Sentence
El mini documental ganó el Oscar en la categoría de Mejor Cortometraje Documental en 2019 y el tema que aborda es, igual de interesante, contundente, ya que la directora Rayka Zeh Tabchi seguía la vida de un grupo de jóvenes en un pueblo de la India que se encarga de la fabricación de toallas higiénicas en pequeñas producciones y es que en ciertas ciudades de este país la menstruación es un tema tabú al punto que cuando las mujeres tienen la regla no saben lo que le pasa a su cuerpo, generando sentimientos del miedo y la culpa.
Período. End of Sentence explica la historia de las mujeres que hacen las toallas y los desafíos que enfrentan, además del estigma social, la falta de recursos, pero también muestra la otra cara de la moneda, ya que es una fábrica que genera empleos femeninos para mujeres.
Derribar la casa
Durante la campaña legislativa estadounidense de 2018, cuatro mujeres del Partido Demócrata lucharon por convertirse en miembros de la Cámara de Representantes. Las cuatro mujeres destacan entre sus ideales políticos la defensa de la clase trabajadora, el acceso a la salud y la educación públicas, el ecologismo y el feminismo y se enfrentan a la falta de credibilidad, recursos, y competencia con sus rivales políticos.
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El Mes de la Sensibilización sobre el Cáncer de Mama se ha establecido para difundir mensajes que contribuyan a la visibilidad y recordar el compromiso de toda la sociedad en la lucha contra esta enfermedad.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020, alrededor de 685 000 mujeres fallecieron como consecuencia de este carcinoma.
Asimismo, el cáncer de mama se reconoce como la primera causa de muerte de mujeres en edad reproductiva en Chile, por eso los especialistas llaman a tomar conciencia sobre la detección precoz, asegurando que un gran porcentaje de las pacientes que detectan tempranamente el cáncer de mama, se recuperan.
Para ayudar en esta tarea de entender la gravedad del cáncer de mama, seleccionamos tres emblemáticas películas que tratan el tema y sirven para generar conciencia en la sociedad:
Ma ma
Magda (Penélope Cruz) es una profesora sin trabajo que tras ser diagnosticada de cáncer reacciona sacando toda su energía vital y logrando aprovechar sus últimos días para disfrutarlos con su hijo y su familia.
Esta desgarradora historia, que también combina perfectamente escenas de humor, está disponible en la plataforma de streaming Amazon Prime.
Quédate a mi lado
Este clásico de 1998 es protagonizado por Julia Roberts y Susan Sarandon, dos mujeres que deben dejar de lado su rivalidad cuando a Jackie (Susan Sarandon) le diagnostican cáncer de mama e Isabel tiene que enfrentarse a las diferencias que tiene con los hijos de su marido y Jackie, Anna de doce años y Ben de siete.
Pese a que muchos critican la frivolidad con que se aborda la enfermedad, la película logra sensibilizar respecto a la importancia de tratar el cáncer a tiempo y de cómo estos casos afectan a toda la familia.
Mi vida sin mí
Ann, de 23 años, lleva una vida difícil tanto económica como socialmente. Ella trabaja como limpiadora nocturna en una universidad y su esposo está desempleado, pero al descubrir que tiene cáncer decide disfrutar de la vida y hace una lista de las cosas que tiene que hacer antes de morir para no dejar solos a su esposo e hijas.
Esta producción recuerda cómo debemos enfrentarnos al mundo cada día y refleja la manera en que millones de mujeres se enfrentan a esta dramática enfermedad.
Fuente: Comparaiso
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Una persona con discapacidad es aquella que teniendo una o más deficiencias físicas, mentales, sea por causa psíquica, intelectual, sensorial, de carácter temporal o permanente, al interactuar con diversas barreras presentes en el entorno ve impedida o restringida su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con las demás, según la Ley 20.422.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , más de mil millones de personas en el mundo tienen alguna discapacidad. De ellas, casi 200 millones viven con dificultades significativas en su funcionamiento cotidiano observándose un aumento en la prevalencia de discapacidad a nivel mundial de un 15%.
Chile no está al margen de esta realidad. Según cifras del Estudio Nacional de la Discapacidad, personas con discapacidad son 2.606.914 equivalente al 20% del total de habitantes del país. De ellas un 8,3% presenta discapacidad severa (dificultad extrema o imposibilidad para realizar actividades de la vida diaria o que reciben ayuda con alta frecuencia).
Estos datos nos hacen reflexionar e impulsan a pensar en cómo construir un mundo más inclusivo en el que todos tengamos una vida digna y de calidad. Más aun considerando, según datos de la OMS, la discapacidad será un motivo de mayor preocupación para la sociedad.
Cabe destacar que las personas con discapacidad tienen una menor participación en la actividad económica. Por ello, las tasas de pobreza son más altas que las personas sin discapacidad. Estas dificultades se exacerban en las comunidades menos favorecidas.
Frente a este desafío de promover una plena inclusión y diversidad en nuestro país es indispensable la creación de políticas y programas eficientes que mejoren las vidas de las personas con discapacidades y faciliten la aplicación de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
En esta oportunidad queremos dar unos simples, y a la vez complejos consejos, para avanzar hacia una sociedad más inclusiva. Tenemos la convicción que para transformarnos en una sociedad inclusiva es necesario comenzar por uno, tal como lo dice la frase de Mahatma Gandhi. “Si quieres cambiar el mundo cámbiate a ti mismo”.
Estos consejos dicen relación con el uso del lenguaje a utilizar para promover la inclusión, ya que nuestras palabras y nuestra forma de hablar son fundamentales para representar lo que somos, lo que queremos y lo que creemos, así como para educar y crear un entorno de mayor justicia.
También queremos compartir el video cómo a referirse a una persona con discapacidad y otro video cómo tratar a personas con discapacidad.
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Han sido tiempos difíciles. Si hace algunos años, hubiésemos tenido la posibilidad de viajar al futuro, en una máquina del tiempo, y ver lo que la humanidad le está haciendo al planeta Tierra, sin duda, seríamos más conscientes de nuestros actos, o al menos, eso podríamos esperar.
En octubre de 2019, Chile despertó y se dio cuenta de injusticias sociales, inequidades y segregación que muchos ciudadanos viven día a día.
Si miramos desde un punto de vista amplio, centrándonos en aspectos positivos, podríamos decir que la organización a nivel territorial merece todos los aplausos. El sentido de pertenencia barrial tomó protagonismo, volvieron las ollas comunes y las organizaciones locales comenzaron a formar parte de algo más grande. De una comunidad.
Cuando hablamos de comunidad, lo primero que se nos viene a la mente es unión o conexión, pero existe algo más, la cohesión social. En el Informe del Consejo Asesor para la Cohesión Social, del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, se alude al concepto en base a la propuesta de la Fundación Bertelsmann.
En este sentido, Social Cohesion Radar establece ciertos indicadores relacionados al vínculo social, al sentido de pertenencia y al foco del bien común. Esta propuesta, define a la cohesión social, como la calidad de las interacciones entre miembros de una comunidad, definida en términos geográficos y que está basada en relaciones sociales resilientes.
Con relación al párrafo anterior, se destaca la organización activa que han tenido los territorios, como, por ejemplo, las juntas de vecinos que han sido capaces de canalizar información a través de los municipios con el propósito de otorgar bienestar a su comunidad en tiempos de incertidumbre.
Cabe destacar que la importante labor de los dirigentes y líderes sociales innatos, sin importar la edad, ha contribuido a la generación de espacios de socialización democrática, actuando de forma voluntaria y en beneficio de otros para co-construir una comunidad más gentil, empática y con una visión crítica de la realidad.
Paula Luengo, psicóloga y directora del Proyecto ProCiviCo, indica que la base de la cohesión social se encuentra en los comportamientos prosociales que están relacionados con la empatía y solidaridad. Estas conductas serían capaces de construir relaciones positivas y ambientes interconectados. De acuerdo a Luengo, ninguna persona aprende a vincularse positivamente con su entorno si antes no es capaz de hacerlo con quien tiene al lado.
Hoy vivimos tiempos complejos. La crisis sanitaria mundial provocó que nuestro estilo de vida cambiara en 180 grados. Fue un golpe fuerte y de cruda realidad. Pienso que los sucesos actuales del Covid-19, nos han permitido ver más allá, conocer lo desconocido y valorar lo intangible por sobre lo material.
¿Lo bueno? Hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la vida misma, utilizar otras formas de comunicación, como las plataformas digitales. Si bien ya existían, jamás pensamos que serían la única manera de socializar.
Creo que aprendimos a ser más conscientes de las emociones, a conectarnos con ellas, a tener autocontrol y a pensar en el otro. A preocuparnos verdaderamente por el otro. Entendimos el valor del presente y lo incierto del futuro. Estamos más conectados con el entorno y lo que pasa a nuestro alrededor.
Como sociedad, nos queda un largo camino por recorrer, dimos el primer paso y debemos continuar trabajando día a día para lograr una participación más activa, colaborativa, no discriminatoria, basada en la confianza y el respeto mutuo.
El propósito común debe contemplar como pilar fundamental a la comunidad. Potenciando a todos los actores que componen a la sociedad. Siempre considerando las particularidades de cada territorio y fomentando la cohesión social.
Escrito por TAMARA SILVA – UNIVERSIDAD DEL EMPRENDEDOR – SIMÓN DE CIRENE
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«Mientras esperaba mi turno para pagar en una tienda hoy en la mañana, me di cuenta de que había una caja de cartón alta y angosta al fondo del cubículo de atención, por cuyo extremo superior se asomaban unas ramas verdes medio torcidas, que claramente pertenecían a un árbol de pascua —como decíamos antes. Al aproximarme a la ventanilla, le pregunté un poco sorprendida a la cajera si ya estaban organizando la decoración de Navidad. Ella sonrió y me contestó que no, que había quedado allí desde el año pasado. Entonces me acordé que yo tendría unos diez años, cuando en una oportunidad mis vecinos dejaron el arbolito puesto todo el verano y el pesebre intacto, al menos hasta que el pasto recién cortado sobre el cual habían apoyado las figuritas y todos los animalitos posibles, se secó por completo. Como Navidad es la última celebración antes de Año Nuevo y además religiosa, puede que suceda eso de dejar los adornos puestos más allá del mes de enero o incluso a medio guardar, como en este caso. Mucho más extraño habría sido que me hubiera encontrado con telas de araña o zapallos añejos, como vestigios de esa fiesta prestada, frecuentemente cuestionada y un tanto cargante, de brujas y esqueletos. Ver el arbolito olvidado allí en pleno agosto, también me hizo pensar en otras fechas marcadas en rojo en el calendario, que igualmente destacan tradiciones que invitan a las reuniones familiares. Cuánto más relevantes y necesarias se han vuelto hoy, pues sin duda son una buena razón para congregarse en torno a un motivo que nos una sin antagonismos. De hecho, hace unos días participé en una reunión “Zoom” y todos nos manifestamos decididos a celebrar Fiestas Patrias en familia y a como diera lugar, precisamente debido a lo peculiar de este 2020.
En lo personal, me gusta el 18 de Septiembre con música chilena, asado y empanadas hechas en casa. Para mí es una festividad que evoca la belleza de Chile, la cordillera y el campo, los lagos y el mar. Creo que es una reunión que llama a la alegría, aunque a veces me pongo medio melancólica. No a causa del vino tinto —como dice la canción— ya que nunca me ha gustado, sino porque gracias a la música guardo memorias de mi niñez que me enternecen. Y porque además me es imposible olvidar las muchas ocasiones en las que canté el repertorio tradicional chileno y que actualmente parecen más lejanas que nunca, como cuando fui invitada a homenajear a los Huasos Quincheros.
También para estas fechas saco mi guitarra de su cofre y toco todo lo que se me ocurre y todas las tonadas y canciones que alguna vez aprendí. Y como toco rara vez, al día siguiente me duelen las yemas de los dedos y tres días después se me empiezan a despellejar. Al escribir estas líneas, de pronto vino a mi memoria una de mis anécdotas dieciocheras favoritas: cuando fui pareja de un huaso muy apuesto en un concurso de cueca. Él no era mi acompañante original, de modo que nuestra decisión de participar fue totalmente espontánea. La cueca tiene una estructura sencilla, pero son fundamentales el diálogo y la gracia en el coqueteo entre el hombre y la mujer al bailar. El resultado fue que ganamos sin problemas, pues no hay nada como ser guiada por un buen bailarín, y él lo era. Lo divertido fue que el primer premio era una máquina de afeitar eléctrica último modelo. Él, muy galante, insistió en cedérmela. Hasta que ante mi reiterada negativa, al fin comprendió que era mucho más galante de su parte si se la quedaba.
El calendario nos propone días a trabajar y otros de descanso, los cuales pueden diferir para cada familia dependiendo de su religión y también de la actividad laboral que realicen sus integrantes. Sin embargo, por lo general los feriados son esperados con entusiasmo, especialmente debido a la idea de compartir con nuestros cercanos. Me pregunto si este año será distinto, aunque no lo creo. Las tradiciones son algo potente, que uno no deja de lado así como así. Es indiscutible que ellas representan y fortalecen un sentido de unidad y pertenencia, más allá de las opiniones e ideas individuales. Ya que si bien pueden ser un concepto abstracto en sí mismas, al conmemorarlas revivimos costumbres y rutinas parte de nuestra identidad como nación y como chilenos.
¿Se acuerdan ustedes de esa actividad que alguna vez realizamos en el colegio? Doblábamos en un rectángulo un pedazo de papel, de un lado para otro y varias veces sobre sí mismo. Cuando alcanzaba el tamaño adecuado, dibujábamos una figura humana sobre la cara superior. Después cortábamos con una tijera todas las capas juntas, dándole forma poco a poco, cortando el contorno de la cabeza, de un brazo, luego de las piernas, y al girar el papel para continuar, dejábamos sin pasar la tijera por el extremo del otro brazo. Y así, como por arte de magia, al desplegarlo nos quedaba una guirnalda larga de varias personas tomadas de la mano justo por donde no hicimos el último corte. Este decorado, bonito y tan simple, es una verdadera representación de la manera en que nos constituimos como sociedad, entrelazados como eslabones de una cadena, unos dependientes de otros y unidos por la historia de nuestro país.»
Myriam O – Artista multidisciplinaria (conoce mas de ella aquí)
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Hoy desperté con unos deseos enormes de ver el mundo otra vez y por extraño que suene para una mujer como yo, más dada al recogimiento, con muchas ganas de ver gente, harta gente. Hasta pensé en ir a la peluquería, uno de mis lugares menos favoritos. De hecho, voy cada dos años, si es que voy. No me gusta el olor de los químicos, ni la música que ponen en ninguno de los salones de belleza que alguna vez he conocido y menos que alguien intente o sugiera un cambio en mi pelo. No me agrada el lavado, siempre me siento incómoda, y encuentro que la imagen en el espejo de todas las que estamos allí sentadas es deprimente. Unas parecen extraterrestres, entre papeles plateados y gorros de goma por donde sacan mechones de pelo, y otras nos vemos tan mal, que parecemos la madrastra de Blancanieves ofreciéndole la manzana envenenada. Yo preferiría que ese despliegue de fealdad involuntaria no fuera público, que uno entrara a un box privado y sufriera lo que hubiera que sufrir ahí dentro, para luego salir como una diosa, la encarnación misma de Venus.
No se enojen quienes lean estas líneas, sé que a la mayoría de ustedes les encanta ir y las comprendo. Porque hoy muero por visitar mi salón y soportar todas esas incomodidades con tal de escuchar a otras personas hablar nimiedades y verlas sonreír. Al entrar, esperaría mi turno leyendo el diario, aceptaría una mineral y disfrutaría de la música. Sí, la misma que no me gusta. Luego pediría un masaje craneal después del lavado y que la chica me cuente qué planes tiene para sus vacaciones. Después, subiría al segundo piso envuelta en la bata que siempre me ha quedado medio rara, pero que en esta ocasión me parecería un Versace original, y me sentaría en uno de los sillones de cuero blanco a leer una de esas revistas españolas para saber con quién fue a las Baleares Isabel, o a Marbella, Paloma. Después de un rato, el colorista, amoroso como de costumbre, me pondría un producto natural para terminar con mis canas en rebeldía. Y luego de permanecer media hora asándome bajo una especie de casco sacado de la Guerra de las Galaxias, bajaría al primer piso a esperar a mi peluquero, el más simpático del mundo, el único que me entiende y aguanta, para que me corte sólo un centímetro.
Que fascinación cuando conversemos sobre nuestras penurias y empobrecimiento causados por la cuarentena. Compartiremos nuestras penas, pero también la alegría de volver a la vida normal. Y comentaremos entre todos que echados a perder estamos, algunos más gordos y todos más viejos por las preocupaciones. Y definitivamente más pobres. ¡Pero tan felices de vernos!
Un entorno que puede parecer superficial y prosaico, toma un cariz completamente distinto cuando lo llenamos de seres humanos, sus emociones y buenos sentimientos. Necesitamos del contacto directo con otras personas, necesitamos el saludo cariñoso de los cercanos, sí, pero además de quienes no lo son tanto. Y por qué no, de los desconocidos también. Vivimos en sociedad, y con nuestras diferencias nos amamos. O desde ahora en adelante, al menos, deberíamos amarnos. Porque el síndrome de aislamiento y sensación de abandono que estamos padeciendo estos meses de cuarentena, va a dejar una profunda huella en nosotros. Hasta el punto de que poder ir nuevamente a la peluquería se ha transformado para mí en un verdadero sueño.
Myriam O – Artista multidisciplinaria (conoce mas de ella aquí)
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America latina entera está en un proceso que creo, no tiene retorno. Estamos invitados y mandatados a cambiar estructuras sociales que devuelvan o entreguen por primera vez, creo que eso es más exacto, la dignidad a todos y todas y esto no sea un privilegio de unos pocos.
A mi nadie me ha regalado nada en la vida, pero si tuve la posibilidad de trabajar y estudiar para llegar a ser psicóloga . De ahí en adelante, solo ha sido esfuerzo y mucho sacrificio para escuchar hacia dónde me ha llevado la vida. Obviamente me siento privilegiada, pero eso no me impide ver en mis caminatas las injusticias y el dolor de muchos por demasiados años.
Sin embargo está apareciendo un fenómeno que me preocupa y es que frente a este estallido social, aparece al mostrarse distintas realidades, la solidaridad del ser humano y eso va desde el ámbito laboral hasta el familiar, donde hemos visto estos días como a través de la televisión aparece gente buena ayudando a adultos mayores, enfermos etc.
La bondad es una virtud escasa en estos tiempos y muy necesaria de desarrollar, pero no soluciona el problema.
Aquí no se necesita sólo gente solidaria que desde la bondad “ ayude” a los demás, se necesita un cambio de mirada y de estructura que lleve a entender y sentir que los cambios son en la base y de dos principios que hoy se gritan en todas las esquinas: justicia y dignidad.
Es una invitación a mirarnos de verdad como iguales, que recibir un sueldo justo y beneficios sociales para los que lo necesitan es justicia y no solo bondad.
Me preocupa esa exquisita sensación que produce en el alma, el sentirme bueno o buena porque “ ayudo” , sin entender que esa colaboración no es suficiente, sino hay una profunda transformación en él como nos vemos como sociedad.
El sentirnos buenos, nos coloca en un extremo frente a los llamados “malos”, y ya he dicho muchas veces lo mal que nos hace el pensamiento binario en nuestras vidas.
El sentirnos buenos, nos deja quietos, tranquilos y sin ganas de modificar cosas de fondo, el sentirnos así nos paraliza, a no querer o no poder mirar al otro como un otro, en el que si yo estoy bien, todos los que están a mi alrededor debieran estarlo conmigo por convicción y no solo por bondad. Esta última, produce en el fondo del alma una sensación de jerarquía frente al que se le da, que genera más sensación de verticalidad social.
El estado no puede descansar como lo ha hecho con la Teletón en la bondad de un pueblo.
Cuantos bingos, fiestas y completadas se hacen para hacer tratamientos que debieran ser cubiertos por el gobierno de turno y no estar solo supeditados a la ayuda solidaria de muchos, que nos hace bien, pero que no soluciona el problema.
Dentro de los desafíos a los que estamos invitados en estos tiempos es a salir de la comodidad que da la bondad y raspar nuestra alma para un convencimiento más profundo de justicia y equidad. Que lo que tengo para mi, lo debieran tener la mayoría de las personas y si la vida me coloca en lugar de carencia, espero lo mismo de los que están pasando un buen momento.
Todo lo que se da se devuelve, es un principio básico espiritual y no religioso que debiera gobernar nuestra forma de ser y actuar y que debemos tratar a los otros como nos gustaría que nos traten. Si esto hubiese estado claro, esta crisis no estaría ocurriendo.
Por eso es que la bondad puede ser condición necesaria y no suficiente para La Paz social y la dignidad de las personas.
Requiere una nueva definición de trato y de respeto que tenga a la empatía como centro.
Cuidado con creernos solo buenos, sin cambiar la mirada de fondo.
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Tengo emociones confusas al escribir esta columna… Y además es segunda vez que intento escribirla… Son tantas las emociones, que no sé como hacer para no traspasarlas al que lee sin caer en malas interpretaciones. Hace ya dos semanas tengo ganas de escribir sobre inclusión. Esto desde que varias mamás de niños con necesidades especiales comenzaron a levantar la voz. En este último tiempo se creó el movimiento #unaescuelaparatodos el cual apoyé explícitamente a través de un vídeo en Instagram. ¿Por qué sigo escribiendo de esto si ya hice un vídeo? Bueno, porque siempre he dicho que creo que escribo mucho mejor de lo que hablo, y entonces plasmar mis ideas en un papel es poder decirlas para mi en voz alta.
¿Por qué hablar de inclusión me genera tantas emociones? ¿Qué pasa conmigo cuando este tema entra en mi cabeza? Podría decir que mi primera emoción es miedo a hablar, temor a tomar la voz de madres con hijos con necesidades especiales, cuando yo no soy una de ellas. Miedo a hablar sin saber, a intentar plasmar ideas sin haber recorrido ese camino. ¿Por qué me atrevo ahora a hablar? Porque me di cuenta que no quiero usar la voz de esas mamás, porque ellas tienen su propia voz para gritar y mostrar lo que sienten. Hoy decido tomar mi propia voz y hablar de mis hijos y de lo que ellos, yo y nosotros como familia necesitamos.
Soy una convencida, que tener un niño con necesidades especiales en la sala de clase los hará personas diferentes, los hará crecer y mirar el mundo desde otra vereda. Tengo una prima con necesidades especiales, tiene 29 años a pesar que dijeron que no llegaría a los 9 años. Quiero contarles la reacción de mi hijo cuando la conoció. Primero me hizo muchas preguntas sobre lo que le había pasado, por qué estaba así, qué podía hacer y qué no. Después me dijo que le daba mucha pena porque no podía hacer las cosas que a él le gustaban. Entonces le expliqué que ella disfrutaba de otras cosas que también la hacían feliz. Quedó muy afectado luego de conocerla.
El camino de mi tía ha sido duro, pero hoy quiero hablar de lo difícil que fue para mí aceptar o entender la reacción de mi hijo. ¿Por qué no pudo interactuar más con ella? ¿por qué no se acercó a abrazarla? ¿qué pasó que sólo le dio pena y no pudo conectar también con las alegrías de mi prima?. Después de varios meses, en una conversación de él con un amiguito en mi auto, le contaba que lo más triste que le había tocado era conocer a la Maca, así se llama mi prima, así le relató que ella no podía caminar, hablar, jugar y que eso le daba mucha pena. Yo escuchaba enternecida por un lado, porque mi hijo era capaz de empatizar con el dolor del otro, y con mucha pena por otro lado de pensar que este había sido su único acercamiento a la diferencia en sus 9 años de edad. ¿Por qué nunca había visto esta realidad? ¿qué pasa que el colegio finalmente se transforma en una burbuja de niños y vidas “normales”? ¿por qué nunca pudo acercarse a otras realidades y esta fue la primera? ¿Cómo le habría enseñado a interactuar distinto si hubiera estado cerca de la diferencia desde pequeño?.
Hoy decido escribir, porque creo que mis hijos necesitan inclusión, ellos necesitan vivir y tocar otras realidades que no sea sólo la suya, por cuanto soy una convencida que mirar al otro en sus necesidades y poder empatizar con ellas te hace una persona más humilde, generosa, asertiva y empática. De mis hijos no espero grandes profesionales, con buenas notas y muchos diplomas, de mis hijos por sobre todo espero sean buenas personas… y hoy creo, sus colegios no les están enseñando eso. Porque el que es diferente, o se porta mal o tiene necesidades especiales no tiene un espacio ahí. ¿Por qué? Porque simplemente no cumple con los estándares de lo “esperado”. No puedo dejar de recordar a un querido paciente de tan sólo 10 años, que al comenzar a mostrar conductas más disruptivas en el colegio, dado su diagnóstico de trastorno del desarrollo cancelaron su matrícula. El colegio no estaba “preparado para recibirlo” y lo que es peor, todos sus compañeros entendieron que estaba “bien” que se fuera porque él era “diferente” y necesitaba “otro tipo de colegio”. Pena, frustración, rabia.
Solo puedo darme cuenta que este sistema algo perverso, le está enseñando a mis hijos que si eres distinto no hay espacio para ti en este mundo, que esa persona diferente está en los rincones, en sus piezas, en “otros colegios”… segregados… lejos mío, lejos tuyo, lejos de nuestra realidad. ¿Y entonces cómo le enseño a mi hijo de respeto, humildad, generosidad, empatía, asertividad y diversidad si todos son “iguales” y sólo están preocupados de sacarse los ojos por ser los mejores?.
Mientras escribo, del miedo paso a la rabia y el enojo que me produce que un sistema y un país avale esto. ¿Por qué seguimos hablando de inclusión cuando en realidad esto no debería ser un tema? ¿por qué seguir peleando por algo que es un derecho?. Creo que no sólo le estamos quitando el derecho de educación a los niños con necesidades especiales, sino también le estamos quitando el derecho a nuestros hijos de aprender de ellos y con ellos. La vida es diversidad, todos tenemos distintas capacidades y habilidades, y todas ellas brillan en el contacto con el otro….¿Cuánto nos estamos perdiendo al desconectar a todos estos niños de nuestros hijos? Para mi son infinitas las posibilidades y oportunidades perdidas, y entonces me parece injusto desde donde se le mire.
Y es aquí donde me viene la pena y frustración, pena de estar escribiendo esto y tener que visibilizar algo que no deberíamos estar siquiera mostrando. Como escuché alguna vez por ahí, de la inclusión no se habla, se vive y se hace.
Soy una convencida que el sistema educacional tiene que cambiar, la experiencia de la diversidad hay que vivirla, sentirla, abrazarla para poder hacer algo distinto. Si nuestros hijos no pueden siquiera ver esa realidad en sus salas de clases o en sus compañeros de colegio, entonces obligan a todos esos niños con necesidades especiales a quedar invisibles frente al mundo….¿y cómo aprenden mis niños a abrazar y amar a alguien con necesidades especiales si no están? ¿cómo mis hijos aprenderán a no sentir pena por ese niño “distinto” si no lo han visto reír en sus salas, aprender o si no se han sentado jamás a conversar o conectar con ellos? ¿cómo lograrán mirar que también son felices, tienen penas, rabias y miedos igual que ellos?. Difícil tarea enseñarles a nuestros hijos sin la posibilidad de la cercanía a esa realidad, es como querer aprender a hablar inglés en un país donde no existe el idioma.
Miedo, rabia, frustración y pena, todo eso me provoca escribir estas líneas, también esperanza y fe de que ésto puede cambiar alzando nuestras voces. Me encantaría tener un país más inclusivo, donde ésto no fuera tema, en el que todos pudieran ir al colegio y eso se diera como un derecho real, no solo en el papel. Me encantaría vivir en un país donde no existieran los cupos de integración, sino que las puertas estuvieran abiertas a la diferencia, porque de la diversidad también aprendemos. Nuestros hijos no sólo necesitan aprender matemáticas, castellano, historia y arte… Nuestros hijos necesitan tocar la vida, y con mucha pena me doy cuenta y creo que sólo están tocando una parte de ella…esperanzada espero que esto cambie…y la toquen por completo.
Insisto: la inclusión la necesitamos todos, mis hijos, tus hijos, nosotros como papás y nuestra sociedad. Y ojalá ya no hablemos más de inclusión y empecemos a hacer algo por ella y podamos empezar a hablar de sana convivencia, de VIDA.
María José Lacámara – Conoce más AQUI
joselacamara@gmail.com
Instagram: @joselacamarapsicologa
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