Durante esta semana queremos seguir reflexionando sobre la motivación. Esta vez, comentándoles 2 producciones de Netflix que tienen que ver con dos caras de este tema. Por una parte el documental Athlete A, que se refiere al escándalo de abusos en el equipo olímpico de gimnasia artística de los Estados Unidos, y por la otra, una maravillosa película que nos cuenta la historia de Antonia Brico, una de las pocas mujeres que ha llegado a ser directora de orquesta.
Ambas producciones se refieren a historias de mujeres con fuertes pasiones, unas pequeñas e indefensas que caen en un sistema abrumador y que logran todas las medallas del planeta pagando un precio muy alto. Y otra pequeña con una dura infancia, pero que tiene la libertad de luchar por su pasión, y aunque no logra ser reconocida, en gran parte por su género, vive la vida plenamente, no sin dificultades, pero haciendo lo que ama.
Quizás sería bueno comentar que el documental sobre las gimnastas, aunque nos informa sobre todo de los abusos sexuales cometidos por el doctor de la selección, lo que nos interesa es lo que muestra sobre el sistema de entrenamiento de estas niñas, que desde edades muy tempranas, eran fuertemente controladas, aisladas de sus familias por largos períodos, castigadas, llegando a extremos como hacerlas competir con fracturas, pegarles cachetadas, etc. Al parecer muchas personas, o pasaron por alto o directamente encubrieron estas situaciones, porque estaban teniendo logros. Lo más importante era ganar las medallas olímpicas. Por los testimonios de las propias gimnastas, muchas de ellas ganadoras olímpicas, estas situaciones las marchitaron por dentro, y fueron perdiendo la pasión y el entusiasmo con que se iniciaban a los 3-4 años.
Hay ambientes fuertemente controladores y competitivos, que pueden tener altos desempeños, pero a costa de la felicidad de las personas. Quizás es por eso que en este último tiempo hemos ido sabiendo de tantos deportistas que más que gozar sus disciplinas dicen sentirse angustiados, tener depresión, etc. Esto es válido para la educación también. Podemos tener buenos resultados académicos, según pruebas estandarizadas, presionando a los niños con castigos y recompensas, pero dudo que sea eso el propósito de la verdadera educación integral. Pero además, hoy día sabemos, por estudios e investigaciones, que cuando las personas actúan por temor a ser castigadas o sólo por una medalla, sus desempeños a la larga, no son tan buenos o terminan con algún malestar psicológico, esto porque necesitamos sentir que hacemos lo que queremos y amar lo que hacemos, necesitamos que lo que hacemos tenga sentido o sea una contribución para este mundo. Eso sólo ocurre cuando tenemos autonomía, cuando nos sentimos conectados con otros y cuando tenemos un sentido de competencia o eficacia.
Por su parte la película Antonia, nos muestra a una jovencita y luego una mujer, con una determinación sin límites para lograr una meta prácticamente imposible: ser directora de orquesta en los años 30. Ni siquiera hoy existen muchas mujeres que dirijan, en esa época era un escándalo. Es una historia admirable por la mentalidad de crecimiento, la asertividad, la disciplina y por supuesto, excelente modelo para nuestras niñas y adolescentes.
¿Cómo encender ese tipo de motivación en cada niño o niña que está en nuestra sala de clases? Creo que la historia de Antonia, aunque su vida familiar no fue fácil, tuvo siempre mucha libertad para dedicarse a la música, tuvo mentores, profesores que creyeron en ella y amigos que la apoyaron de una u otra manera. Ella, a pesar de que recibió muchos «no» a cada paso en el camino, se mantiene con una entereza sorprendente. En contraste con lo que se ve en el documental, Antonia es una mujer enfrentada a inmensos desafíos desde pequeña también, pero plena, llena de energía por su pasión que es la música.
De ambas historias podemos aprender que la motivación intrínseca es algo que es frágil, hay que cuidarla no está garantizada. También podemos aprender que no es algo creado desde afuera de la persona, a cada niño o niña, le saltará su corazón por diferentes cosas. Descubrir esos intereses y permitirles cultivarlos es fundamental, para eso darles autonomía, para tomar decisiones, para involucrarse con la actividad en sí y no enfocarlos hacia el logro o las medallas. A veces les decimos a los niños y las niñas que «no importa lo que hagas, debes ser el/la mejor». Esa es una frase peligrosa porque lo más importante de la motivación intrínseca, que lleva a altos desempeños pero también a mucho bienestar, es que el foco de atención esté puesto en el disfrute de la actividad en sí y no en algo externo.
Si quieres saber más sobre este tema, te invitamos a inscribirte en una sesión introductoria de nuestra capacitación Ambientes AVC para la Motivación Escolar.
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La motivación escolar será un tema crucial en los próximos meses o años. En realidad siempre lo ha sido, pero hoy, enfrentados a los estragos de la pandemia en el aprendizaje, cobra especial relevancia.
Existe una visión de la motivación como un constructo unitario que varía en términos de cantidad. Así se habla de personas más o menos motivadas. Sin embargo, está surgiendo con cada vez mayor fuerza, una visión distinta, que plantea que las personas tenemos diferentes tipos de motivación, y que cada tipo de motivación está asociada con diferentes resultados de desempeño y de bienestar. Es lo que los investigadores de la Teoría de la Autodeterminación*, han ido revelando a través de sus estudios e investigaciones.
En cada sala de clases conviven estudiantes muy diversos, no sólo en términos de gustos y personalidades, sino también en tipos motivacionales. Comprender estos tipos motivacionales puede ayudar a los docentes a brindar a cada estudiante el apoyo que necesita para encender una motivación autónoma por su aprendizaje.
Desde esta perspectiva de los diversos tipos de motivación, la principal distinción es entre una motivación autónoma y una motivación heterónoma o externa. La motivación autónoma es aquella motivación por la cual un comportamiento se realiza por placer o porque tiene un sentido para quien lo realiza. Así, los estudiantes que leen un libro con gusto, o que ponen atención en clases porque entienden la importancia de la educación para su vida, o los que se portan bien en clases porque estiman a sus profesores, entre otras razones posibles, diríamos que tienen una motivación autónoma. Su percepción interna es que están realizando comportamientos con un alto grado de volición, sentido de pertenencia o dominio. En contraste una motivación externa o heterónoma, existe cuando la persona realiza un comportamiento no porque quiere o porque le hace sentido, sino porque va a obtener algo externo (una recompensa o evitar un castigo, aplausos, evitar la culpa o la vergüenza, etc.). Se habla entonces de que hay un factor ajeno al comportamiento en sí que presiona a la persona a actuar de una manera determinada. Esa presión puede ser un factor fuera de la persona, como una recompensa o castigo, o un factor más interno, como el miedo a la comparación social, el perfeccionismo, etc.
Es fácil comprender por qué la motivación autónoma se relaciona con buenos desempeños y bienestar y cómo la motivación heterónoma, aún cuando podría relacionarse con buenos desempeños, no se relaciona con bienestar. Muy por el contrario, la motivación externa tiene más correlación con la ansiedad, el aprendizaje superfluo, e indicadores de malestar emocional en estudiantes.
María Egixín, podría parecer una estudiante ideal porque siempre está muy al día con sus trabajos y pone atención en clases. Sin embargo es extremadamente competitiva, y cuando tiene una nota bajo 6,5 muestra niveles de ansiedad preocupantes. María es hija única y su madre siempre le ha exigido buenas notas y tener un título universitario. Ella piensa que si no logra entrar a la universidad de Chile o a la Católica, no tendrá éxito en la vida.
Manuel Apasionado, es también un muy buen estudiante. Muestra altos niveles de autonomía en la organización de su trabajo escolar, participa en clases, se ve involucrado. Su principal pasión es la ciencia, pero trabaja muy bien en otras materias más humanistas, porque piensa que su educación es importante. En su casa, sus padres se interesan por lo que aprende, y conversan mucho sobre su futuro explorando diversas opciones a través de las cuales podría encauzar su amor por la ciencia. Manuel se siente seguro respecto de su futuro, aún cuando todavía no tiene claro qué va a estudiar.
Dentro de las investigaciones de la Teoría de la Autodeterminación, el tipo motivacional que muestra peores resultados en términos de desempeño y de bienestar, es la amotivación. Se refiere a la ausencia de motivación para actuar, algo que se ha visto en los estudiantes que han estado desconectados de la escuela a distancia, o que se observa incluso en estudiantes presentes físicamente pero ausentes de todas maneras. La amotivación puede producirse por rebeldía en algunos casos, cuando los comportamientos que se le piden al estudiante para él o ella no tienen ningún sentido, o cuando existe una sensación de incompetencia, es decir los estudiantes piensan que no importa lo que hagan nunca van a lograr lo esperado porque no tienen las competencias necesarias.
Alejandra Niahí es una estudiante que ha estado muy desconectada de su aprendizaje durante la pandemia. Entra poco a clases y cuando lo hace, generalmente su cámara está apagada. Si le haces una pregunta, probablemente no contestará. Alejandra, durante este tiempo se ha dedicado a ayudar a sus padres con su puesto en la feria, y se ha convencido de que para ella es mejor dedicarse al trabajo que al estudio.
Andres Voicotea, tampoco ha estado muy presente en las clases online, no entrega trabajos y siempre inventa excusas insólitas para explicar por qué no está cumpliendo. Andrés, sufre de déficit atencional y piensa que no tiene capacidades para el estudio. Sus dificultades para organizarse y retener información confirman este autodiagnóstico.
¿Cómo ayudar a niños, niñas y adolescentes a desarrollar una motivación autónoma por su aprendizaje?
Lo que se ha observado es que hay ciertos ambientes que promueven más un tipo de motivación autónoma, y se caracterizan por poner como prioridad la satisfacción de 3 necesidades psicológicas básicas:
En Fundación ama+ llamamos a los ambientes de aprendizaje para la motivación, ambientes AVC, haciendo alusión a estas tres necesidades psicológicas básicas que cada estudiante tiene y que necesita alimentar para lograr aprendizajes significativos y un alto grado de bienestar. Hay varias estrategias para atender a estas necesidades. Destacamos el tomar la perspectiva de los estudiantes, ofrecer alternativas para ejercer la capacidad de tomar decisiones y tener estructuras claras que permitan tener éxito en los desafíos y que tengan sentido y una racionalidad comprensible para los estudiantes.
Nuestra capacitación Ambientes AVC para la motivación y el óptimo desarrollo, está enfocada en el desarrollo y la práctica de habilidades de los docentes para instalar ambientes que favorezcan la motivación autónoma. Puedes revisar más detalles de esta capacitación acá.
* Edward Deci y Richard Ryan, son los principales autores de la Teoría de la Autodeterminación. Richard Ryan es profesor del Instituto de Psicología Positiva y Educación en la Universidad Católica de Australia. Edward Deci es profesor de Psicología en la Universidad de Rochester. www.selfdeterminationtheory.org
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Acaba de salir una nueva película de Pixar, que como ya nos tienen acostumbrados, es una joya para el aprendizaje socioemocional. En esta ocasión es una sencilla historia sobre la amistad y la determinación en el logro de objetivos. Luca, es el nombre de la película y del protagonista, trata de un niño/monstruo marino, que se deslumbra con el mundo humano y junto a su amigo Alberto, deciden recorrer el mundo y para ello deben encontrar la forma de conseguir una moto Vespa (con la cual creen van a lograr su objetivo). En Luca podemos ver cómo, con la ayuda de su amigo, se va transformando su mente desde una actitud temerosa, desconfiada y desesperanzada, hacia una actitud de esperanza, de confianza en sus capacidades y de perseverancia frente a la adversidad. Hay un momento que marca muy bien este proceso, cuando Alberto, al constatar que Luca empieza a flaquear con sus pensamientos pesimistas, le dice “¡silencio Bruno!”. Esta frase será el amuleto para que, cada vez que Luca se dé cuenta de que está teniendo pensamientos que lo hacen dudar de sí mismo, acalle esa voz interior que le dice “no puedes”.
La mentalidad de crecimiento, este constructo que ha elaborado la psicóloga Carol Dweck, y que está teniendo tantas repercusiones positivas en educación, es la actitud que le permite a los niños, niñas y adolescentes, y a todas las personas, enfrentar la vida y sus desafíos con una mente resiliente. Como bien dice la palabra mentalidad, es una forma de pensar, es una actitud y como tal es algo que podemos cultivar.
La mentalidad de crecimiento se opone a la mentalidad fija, que es la actitud o creencia de que “no podemos cambiar”, en cualquier ámbito o aspecto. La mentalidad de crecimiento es la creencia, sustentada en los estudios de que nos dicen que nuestro cerebro es maleable, plástico y que lo podemos modelar, que siempre podemos cambiar, mejorar, crecer, desarrollar nuevos talentos.
Uno de los primeros pasos para lograr esa mentalidad resiliente es darnos cuenta de cómo nos hablamos. Aunque a veces es algo bien inconsciente, si ponemos atención, en nuestra mente siempre nos estamos hablando. En la película Luca, Alberto le entrega una valiosa herramienta a su amigo para transformar ese diálogo interior en uno que lo ayudará a conseguir sus metas: “¡silencio Bruno!”. Luca, toma conciencia de cuándo se está diciendo cosas que no le ayudan y empieza a usar la frase consigo mismo. Ese es un buen comienzo. Pero no es suficiente.
Para reemplazar los pensamientos tóxicos tenemos que saber qué decirnos en vez de “no puedo”. Carol Dweck propone algo muy simple y poderoso a la vez, usar la palabra todavía.
“No puedo subir mis notas de matemáticas … .todavía”.
“No puedo usar bien el zoom para mis clases…todavía”.
“Soy pésimo para inglés…todavía.”
Ese todavía abre un espacio enorme de posibilidades, sin desconocer que cuesta, que es difícil; y lleva el foco de nuestra atención hacia los recursos que pueden ayudarnos a cambiar una situación o alcanzar esos objetivos que se nos hacen muy difíciles.
¿Cuáles son esos recursos? La mentalidad de crecimiento no es magia, no se refiere a que por sólo pensar que puedo lograr algo eso va a ocurrir. La mentalidad de crecimiento entonces es conectarse con los recursos que me pueden ayudar a alcanzar los objetivos.
Esos recursos son básicamente 3 cosas:
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Practicar, practicar, practicar. La mentalidad de crecimiento nos hace ver que ni siquiera las personas más talentosas pueden lograr sus metas sin un gran esfuerzo constante en la ejercitación, la repetición, etc. Como adultos sería muy beneficioso que empezáramos a valorar lo que es la determinación y la práctica, muy por sobre el talento “innato”. Detrás de personas como Messi, Adele, Stephen Hawking, Serena Williams, etc. hay más trabajo que talento. Los ejemplos de personas con grandes discapacidades que logran tocar la guitarra con sus pies, jugar tenis en silla de ruedas, hablar a través de un computador, etc. son la muestra más patente de que la práctica constante es un recurso fundamental para nuestro desarrollo.
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Si bien la práctica es fundamental, puede no ser suficiente para alcanzar nuestros objetivos. Puedo pasar horas moviendo mis brazos como si fueran alas para volar como un pájaro, pero en realidad nunca me van a salir alas. Esa dosis de realismo nos ayuda a conectarnos con el segundo recurso que es buscar nuevas estrategias. Cuando algo no me resulta una, dos, tres veces, la mentalidad de crecimiento me impulsa buscar alternativas diferentes. Y es así cómo, si bien no hemos inventado la manera de tener alas en nuestra espalda, si podemos volar a diferentes lugares a través del ingenio, la creatividad y la innovación.
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Por último, la mentalidad de crecimiento potencia la conexión con otros para alcanzar las metas y enfrentar desafíos. Las personas con mentalidad de crecimiento saben pedir y aceptar ayuda.
Cultivar una mentalidad de crecimiento en este momento de pandemia puede parecer difícil, porque pareciera que las circunstancias nos condicionan de tantas maneras. Por ahí se dice que los aprendizajes perdidos serán casi irrecuperables, o que esta generación quedará marcada para siempre por no haber ido a clases presenciales. Esos mensajes son, sin ninguna duda, contrarios a la mentalidad de crecimiento.
¡Silencio Bruno!
No hemos aprendido todo lo que necesitamos….TODAVÍA.
¿Qué tenemos que practicar, practicar y practicar para recuperar a nuestros estudiantes?
¿Qué podemos hacer diferente para recuperar aprendizajes?
¿Cómo nos vamos a ayudar unos a otros para darles a nuestros niños, niñas y adolescentes la educación que necesitan en este momento?
Te recomendamos algunas películas y series, para diferentes edades, que pueden ayudar a conversar sobre este tema con los estudiantes de una manera entretenida:
Para los más chicos:
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Monsters INC. (1 y 2)
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Ratatouille
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Kung Fu Panda
Para los más grandes:
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Existe una idea generalizada de que el fracaso es una importante oportunidad para el aprendizaje. Parece ser que esto no es tan así.
Recientes investigaciones* han mostrado que aprendemos más de nuestros logros que de nuestros errores. En una de estas investigaciones se le pidió a un grupo de adolescentes que escribieran sobre una historia de fracaso y cómo habían aprendido de ella. A un segundo grupo se le pidió lo mismo pero en relación a una historia de éxito.Fue interesante observar que al escribir sobre sus logros los estudiantes contaban historias de resiliencia y de cuantas adversidades habían tenido que sortear en el camino, favoreciendo así su sentido de competencia. Los que escribieron acerca del éxito tuvieron mejores notas a lo largo del año.
Al parecer, cuando fracasamos en algo, y nos sentimos mal con nosotros mismos, tratamos de evitar ese dolor y por lo tanto sacamos el foco de atención de esa experiencia, y en consecuencia no podemos aprender demasiado.
Hace una semana las comunidades escolares recibieron una muy mala noticia: los estudiantes a partir de 6º básico han aprendido muy poco durante la suspensión de clases presenciales. Tanto en Lectura como en Matemáticas pocos son los estudiantes que superan la nota 4,0. ¿Pero qué pasó de 2º a 5º? Los resultados no fueron tan negativos. ¿Por qué fue noticia el mal resultado? ¿Por qué no amplificar la buena noticia y aprender de ella? ¿Es posible que las escuelas aprendan de los mejores resultados de los cursos más bajos para hacer cambios en los cursos más altos? ¿Qué otros logros se pueden reconocer en este tiempo tan adverso y difícil?
En nuestra experiencia trabajando con las comunidades hemos visto que algunas de ellas han aprendido a trabajar colaborativamente como nunca antes, otras dicen que se han acercado mucho más a las familias, docentes nos cuentan que ahora entienden mejor a sus estudiantes porque conocen de cerca sus condiciones de vida, han aprendido a usar nuevas tecnologías que podrán enriquecer las clases presenciales y la forma de aprender. En fin, en toda esta crisis hay mucho que aprender del éxito.
En Fundación ama+ estamos convencidos de que el foco en las fortalezas y en las historias de éxito es fundamental para lograr cambios positivos e inspirar a las personas para su trabajo. Por eso usamos la Indagación Apreciativa en nuestras asesorías a las comunidades escolares. La Indagación Apreciativa, es un proceso de estudio del éxito en las organizaciones para la gestión del cambio y el logro de objetivos. David Cooperrider, uno de los creadores del método, acuñó una frase de Peter Drucker: “el liderazgo efectivo consiste en alinear de tal manera las fortalezas en las organizaciones, que las debilidades pasan a ser irrelevantes.”
Te invitamos a hacer el ejercicio de reflexionar por unos minutos ¿cuál ha sido el mayor éxito de tu comunidad escolar este año? y ¿qué has aprendido de ello?
*Lauren Eskreis-Winkler y Ayelet Fishbach, Not Learning From Failure—the Greatest Failure of All. Psychological Science, Vol 30, Nº 12, 2019.
Brady K. Jones, Effects of positive versus negative expressive writing exercises on adolescent academic achievement. Journal of Aplied Social Psychology, 4 de marzo, 2021.
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Los resultados de las pruebas de diagnóstico realizadas por la Agencia de la Calidad de la Educación han sido un balde de agua fría para el sistema educacional. Si bien es probable que nadie esperara buenos resultados, parece ser que lo obtenido es mucho peor de lo que todos imaginábamos. La conclusión inmediata y generalizada ha sido que la educación presencial es irreemplazable y que la educación a distancia no funciona. Sin embargo, sería importante mirar con más pausa y calma estos resultados para comprender bien por qué se han producido.
¿Será todo causa de la falta de presencialidad? ¿Acaso no existen modelos exitosos de educación a distancia?
Un tema que se ha hablado profusamente desde el año pasado son los altos niveles de estrés en docentes y funcionarios escolares en general. ¿Tendrá algo que ver con estos resultados la mala salud mental de nuestros docentes? ¿Es esperable que personas agotadas y con mucha ansiedad puedan tener un desempeño adecuado en su profesión? ¿Volver a clases presenciales, es la única solución a la calidad de nuestra educación? Este es un sistema que sufre de agotamiento mucho antes de la pandemia. Este evento traumático sólo ha asestado un golpe mortal a la enseñanza tradicional y academicista, los extensos currículos que impiden la autonomía y creatividad de las escuelas y sus docentes y la alta demanda de trabajo administrativo para los equipos escolares.
Hace unas semanas publicamos un artículo sobre el impacto del estrés en el proceso de enseñanza aprendizaje. La ansiedad que podría generar “pasar” contenidos atrasados en poco tiempo sería una pésima consejera para las soluciones que necesitamos para dar educación de calidad a las y los estudiantes.
En nuestra experiencia trabajando realizando encuentros de bienestar en las comunidades escolares, hemos recogido testimonios de docentes y asistentes de la educación, que dan cuenta del estrés crónico que abunda en el sistema.
“No me alcanza el tiempo para preparar el material que tengo que mandar a las casas y además llamar a los estudiantes que están más perdidos. Tengo que dedicarles tiempo para lograr una conversación que no sea sólo de notas, porque ahora necesitan mucho más que los escuchemos sobre sus problemas.”
“A veces nos quedamos hasta tarde repartiendo cajas de alimentación en la escuela, y cuando llego a mi casa tengo que seguir corrigiendo trabajos.
“Tengo apoderados que me han llamado a las 12 de la noche, porque es la hora en que ellos pueden revisar las tareas de sus hijos.”
“Es muy triste que a pesar de todo lo que estamos tratando de hacer se nos diga que trabajamos poco porque no hay clases presenciales. Yo ahora diría que trabajo el doble o el triple. Todo es diferente y nadie nos preparó para esto, pero parece que los profesores teníamos que ser expertos en clases online de un día para otro.”
“Lamentablemente algunas veces tengo que hacer clases con mis hijos al lado mío haciendo sus tareas o estando en clases, sé que es horrible y por una parte me da vergüenza porque es como poco profesional, pero he preferido eso a no aparecer para mis estudiantes.”
“Antes en la escuela conversábamos con los colegas en un café, a veces tomábamos desayuno juntos, celebrábamos los cumpleaños, etc. Ahora eso ha cambiado, todos andamos más metidos en lo nuestro y apenas nos saludamos, por lo estresados que estamos.”
Es urgente que las comunidades escolares aprendan a manejar el estrés, como primera prioridad antes de empezar a pensar soluciones creativas y de largo plazo para dar a nuestros niños, niñas y adolescentes la educación que se merecen.
Nuestra sugerencia es empezar instalando el concepto de recuperación como un hábito de la escuela. El estrés, es algo normal y recurrente, y no es malo en sí mismo. El problema es que cuando es crónico nos quita energía para funcionar y limita nuestras capacidades cognitivas y de regulación emocional. Entonces la clave está en no permitir que sea constante, y eso se logra con espacios de recuperación que nos permiten volver a calmarnos, tomar aire, conectarnos con fuentes de energía para enfrentar las demandas del ambiente.
Parece ser que las universidades han entendido esto mucho mejor que el sistema escolar. Varias han implementado un sistema de pausas periódicas para crear mejores condiciones de bienestar para sus estudiantes y docentes.
Proponemos instalar intencionadamente pausas para la recuperación de energía. No pensemos que esto es dar vacaciones más seguidas, porque aunque podría ser una medida, no necesariamente las vacaciones son sinónimo de recuperación.
Quizás algo más novedoso sería incorporar pausas guiadas para recuperar energía, pausas de calidad. Incorporar pausas de juego, de conexión emocional, de respiración y mindfullness, de arte, de actividad física; diseñadas para conectar a las personas con fuentes de energías sostenibles.
Aunque puede dar cierto temor a invertir tiempo en actividades para recuperar energía, la evidencia señala que los resultados académicos y el desempeño docente van a mejorar si las pausas son adecuadas y suficientes.
¿Cuántas pausas hacer? Las que sean suficientes para manejar el estrés. ¿Cómo saberlo? Midiendo. Midiendo indicadores de bienestar, evaluando cualitativamente en las conversaciones con las y los docentes, observando indicadores como cantidad de ausencias o licencias. Normalmente a mayor estrés serán necesarias más pausas, no existen los atajos.
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Si hay algo positivo de lo que ha ocurrido durante la pandemia, son algunos cambios en la relación entre las familias y la escuela. Los padres y madres han podido ser testigos directos del compromiso y esfuerzo de las y los docentes por sus estudiantes, al poder observar las clases online o los videos que se envían a las casas. Al mismo tiempo, con el fin de conectarse con los estudiantes y comprender su entorno, docentes, asistentes de la educación y directivos, han establecido un contacto mucho más frecuente con las familias.
Así, ha sido más fácil ponerse en el lugar del otro.
Una realidad con la que tanto padres, madres y docentes pueden sentirse identificados y que sufren por igual es el estrés que ha significado la pandemia y la educación a distancia. Esto puede ser una oportunidad para fortalecer la alianza familia-escuela, a través de la mutua comprensión y la colaboración. La conexión a través de una experiencia compartida puede ayudar a derribar muchas barreras que normalmente inhiben el involucramiento parental en el aprendizaje y con la escuela. En este momento, más que nunca, la alianza escuela – familia, puede determinar la recuperación y calidad del aprendizaje.
Como fundación hemos estado durante varias semanas promoviendo estrategias para el bienestar de los docentes y las comunidades escolares, convencidos de que el bienestar de los adultos impacta directamente el bienestar de los niños, niñas y adolescentes. Esto también es aplicable a madres, padres y apoderados. ¿Cómo ayudar a las familias de la comunidad escolar a manejar el estrés en sus vidas?
Lo primero es tomar su perspectiva a la hora de diseñar planes de aprendizaje, retorno a clases, protocolos de seguridad, etc. Sabemos que esto puede implicar un gran trabajo, pero vale la pena. Cuando las personas sienten que su perspectiva ha sido escuchada en la toma de decisiones, se sienten más comprometidas a cooperar. No se trata de darle el gusto a todo el mundo, sino de comprender la diversidad de situaciones. Esto ayuda a tomar mejores decisiones y a comprender cuáles son las trabas a la participación más activa de los apoderados.
Tomar su perspectiva o levantar su voz permite saber ¿Qué se puede esperar de las familias? ¿hasta dónde se les puede exigir? ¿entender qué necesitan en este momento para ser un buen apoyo para sus hijos?
Las barreras al involucramiento parental han sido estudiadas, y la evidencia indica que las creencias (tanto de los educadores, como de los apoderados) son la principal causa. Ideas tales como que los padres con menos educación no pueden ayudar a sus hijos, o que ciertos comportamientos de un niños o niña son indicativos de una negligencia parental (desde que vienen con las uñas largas hasta que nunca vienen preparados para sus clases), o que los padres son poco respetuosos de los profesores y no valoran su trabajo, son algunas de las creencias que alejan a las familias de la escuela. ¿Quién quiere colaborar en un lugar donde no se es valorado? A los padres, por su parte, les afecta el temor a ser criticados por la escuela, la idea de que no hay instancias para expresarse honestamente y plantear sus críticas, o que sólo los padres que defienden la escuela tienen instancias de participación, o la percepción de que los profesores tardan demasiado tiempo en informarles de situaciones de sus hijos.
Al comprender mejor la perspectiva de los padres, madres y apoderados la escuela, y en especial los docentes, pueden ajustar sus expectativas sobre las familias y comunicarlas más claramente. ¿En este momento qué es lo prioritario? ¿Cómo podemos establecer acuerdos realistas?
Una forma de ir despejando estas barreras a la colaboración es el encuentro entre padres y educadores en espacios diferentes a los que usualmente se generan, que son de mucha formalidad y verticalidad o distancia al menos. El que las cámaras o la distancia física hayan acercado los espacios familiares y los espacios escolares, y que haya una mayor empatía entre padres y profesores por los desafíos comunes que están viviendo, es una oportunidad para no dejar escapar esta mayor cercanía.
Por eso invitamos a las comunidades a generar instancias de conexión entre apoderados y con los docentes, a través de encuentros de bienestar o de contención, donde no se hable de notas, tareas, o aspectos prácticos que pueden informarse en otra instancia, sino que se faciliten espacios para el diálogo, para compartir emociones y deseos y la reflexión en torno cómo se pueden mejorar los ambientes para el óptimo desarrollo de niños, niñas y adolescentes. Esto sin duda incidirá en un mayor sentido de pertenencia a la escuela y en mejorar el bienestar en la comunidad a través del fortalecimiento de los vínculos y la colaboración.
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Después de un acto eleccionario tan importante como el que se desarrolló en nuestro país, es interesante preguntarnos ¿qué rol juega la educación en la sostenibilidad de la democracia y el respeto a los derechos humanos en una sociedad? Y en concreto, ¿cómo puede el aprendizaje socioemocional contribuir al desarrollo de una ciudadanía responsable en nuestra juventud?
La escuela es quizás el primer lugar en que niños y niñas experimentan la convivencia en diversidad, y participan también en un proceso de internalización de normas y expectativas sociales de una cultura determinada, fuera del hogar. Entonces hay una gran oportunidad de fortalecer, a través de estas experiencias de vida social, dos ámbitos fundamentales de competencias socioemocionales para el ejercicio responsable de la ciudadanía. Uno es la conciencia social y el otro, la toma de decisiones responsables.
La conciencia social, o que algunos llaman también conciencia de otros, tiene que ver con la capacidad de comprender que otras personas tienen perspectivas diferentes a las mías, entender las motivaciones y objetivos de otras personas, y respetar y valorar la diversidad. Esto parece bien alejado de lo que vemos hoy en los medios de comunicación y redes sociales, en las discusiones políticas. Parece ser que los adultos no nos estamos dando cuenta de la importancia que tiene nuestro comportamiento en la enseñanza implícita de estas competencias para la ciudadanía. Hemos observado comportamientos entre adultos, que bajo cualquier reglamento de convivencia escolar serían considerados violencia verbal o acoso. Este respeto y valoración de la diversidad, se sustenta en algo más profundo que los buenos modales, que es reconocer nuestra común humanidad. Cuando tomamos conciencia de que como seres humanos es mucho más lo que nos une que lo que nos divide, entonces las diferencias no son una amenaza. Así, cuando dos compañeros que son fanáticos de dos equipos de fútbol opuestos, descubren que ambos quieren estudiar lo mismo, o que disfrutan la misma música, o que han sufrido experiencias similares, encuentran un puente que los conecta, aún por encima de las diferencias que pueden tener, y eso permite que haya un respeto mutuo. ¿Pero cómo se pueden conocer dos estudiantes a un nivel tal, en que podrían encontrar esos espacios comunes? La escuela debe generar espacios de conexión a nivel personal, más allá de lo académico, con garantías de seguridad, para que las y los estudiantes puedan mostrarse auténticamente a sus compañeros sin sentirse amenazados. No basta con obligar a dos compañeras que se caen mal a hacer un trabajo, si eso no se intenciona de manera adecuada puede resultar en un desastre. Favorecer espacios de cuidado, no es lo mismo que forzar relaciones. Favorecer espacios de cuidado requiere tiempo, calma y paciencia; e idealmente empezar desde los primeros años. Nuestros niños y niñas viven experiencias muy fuertes en sus vidas, y cuando se minimizan creyendo que el mundo infantil no entiende o acepta las cosas como lo hacemos los adultos, sólo estamos profundizando el trauma. Al hacerlo modelamos precisamente lo contrario de la conciencia social, no siendo capaces de tomar la perspectiva de los niños, niñas y adolescentes.
Quizás lo más difícil para los adultos es lidiar con las emociones incómodas o dolorosas de las y los estudiantes, las cuales normalmente tratamos de arrinconar y dejar bien guardadas en un cajón, por temor al “desborde”. Es cierto que se requiere preparación, pero tampoco es algo tan complejo cuando de verdad somos capaces de ver estas emociones como naturales y parte importante de la experiencia humana. Puede ser que en el dolor sea donde más conexión sentimos con otros. Eliminarlo de la vida en comunidad, sea en la familia o en la escuela, es privar a los niños, niñas y adolescentes de oportunidades para practicar la empatía, la compasión y la colaboración.
La toma de decisiones responsables es quizás el ámbito más desconocido del aprendizaje socioemocional, porque parece como un ejercicio cognitivo alejado de las emociones.Hoy en día sabemos que no existe tal división entre cognición y emoción. La toma de decisiones responsables implica el uso de funciones ejecutivas muy importantes y que principalmente ocurren en nuestra corteza prefrontal, tales como la regulación emocional, la planificación y la decisión. Tomar decisiones responsables es tomar decisiones, analizando las consecuencias, y con criterios de cuidado por uno mismo, por otros y por el mundo. Esto requiere que tengamos conciencia de nuestros criterios éticos en primer lugar, y por lo tanto el desarrollo de una capacidad de analizar los valores sociales que me rodean, y un autochequeo para ver cómo los integro, hasta qué punto me identifican o no. La toma de decisiones responsables es un proceso autónomo, que los sistemas autoritarios en las comunidades escolares no favorecen plenamente. Cuando el foco está puesto en que los estudiantes obedezcan las normas por que si, y cuando el cuestionamiento es mirado como una falta de respeto, no hay espacio para la autonomía, para que los estudiantes tomen cierta distancia y examinen la norma y la hagan propia. Eso es un proceso de internalización, que acompañado por los adultos, puede ser muy beneficioso para la integración social. Lo relevante es que los estudiantes decidan acatar una norma porque les hace sentido. Por eso es muy recomendable que las normas sean explicadas siempre con una cierta lógica o racionalidad y que se conversen, sin temor al cuestionamiento, especialmente con los adolescentes. Pedirles a ellos que definan algunas normas que sí les hagan sentido. Al hacerlos partícipes de la construcción de la institucionalidad de su comunidad escolar, estarán ensayando el ejercicio de su ciudadanía con responsabilidad. Esto no se trata de un co gobierno ni que los estudiantes decidan todo, por el contrario, es buscar un cauce para las inquietudes, sueños y aspiraciones de las y los estudiantes, fortaleciendo su capacidad de pensamiento crítico, juicio y perspectiva.
La educación cívica es mucho más que hacer votaciones para elegir directivas de curso y centros de alumnos. La formación de una ciudadanía responsable requiere de dar muchas oportunidades para la práctica de competencias de conciencia social y toma de decisiones responsables. Elevar la voz de los estudiantes, tomar su perspectiva, involucrarlos en las decisiones y crear espacios seguros para el encuentro en la diversidad son prácticas fundamentales para formar ciudadanos responsables.
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“¿Por qué las cebras no tienen úlceras?” Este es el título de un libro escrito por Robert Sapolsky, profesor de la Universidad de Stanford y un reconocido investigador del estrés. En él explica que las cebras, al igual que los seres humanos, tienen un sistema nervioso muy sabio. Por una parte, se activa y se pone en estado de alerta cuando percibe algún cambio en el ambiente que puede ser amenazante; y así por ejemplo, cuando la cebra ve a un león, la respuesta típica de estrés que su sistema nervioso activa, le permite correr a toda velocidad y escapar. Luego, ese mismo sistema nervioso, cuando el león desaparece, genera otra serie de cambios neurofisiológicos que “ponen paños fríos” al estrés activado previamente, y hacen que la cebra recupere la calma para seguir pastando tranquilamente. Este período de recuperación es sumamente importante para cuidar su energía, la que necesita para alimentarse, procrear y en algún otro momento en que su supervivencia se ponga a prueba nuevamente.
¿Qué pasa en los seres humanos que este sistema de recuperación parece no funcionar tan adecuadamente?
Nuestro sistema de recuperación funciona, en la medida en que se lo permitamos. La cebra que ha visto a un león está en alerta mientras el león está dentro su campo visual o perceptivo, una vez que desaparece la cebra no puede seguir pensando en el león como una potencial amenaza. Nosotros en cambio, debido a nuestra más sofisticada corteza prefrontal, aún cuando los leones desaparezcan de nuestra vista, podemos seguir pensando en ellos, y por lo tanto perpetuando la activación del sistema de alerta. Cuando esto ocurre, empezamos a sufrir daños en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo. Por ejemplo, se disminuye la regeneración neuronal y perdemos capacidad para el aprendizaje y la memoria. También se debilita el sistema inmune, y estamos más propensos a sufrir enfermedades.
En este momento complejo que estamos viviendo, en medio de una pandemia, es más importante que nunca aprender a gestionar nuestros mecanismos de recuperación para evitar los daños del estrés crónico. Hay muchas técnicas y actividades que la ciencia ha comprobado son muy efectivas para la recuperación. La actividad física, la respiración, el contacto con la naturaleza, los vínculos, activar emociones positivas, etc. Lo más difícil es tomar la decisión de incorporar el hábito de la recuperación en el día a día. Para eso sugerimos hacer una planificación con pequeños objetivos. Elige lo que te resulte más fácil y que sea de mayor agrado. Cuando ya hayas incorporado algún hábito avanza con otro, si es que crees que lo necesitas. Te recomendamos revisar en la Bitácora para el Autocuidado Docente, el capítulo 2, donde encontrarás actividades que te pueden ayudar a planificar tu recuperación. Este es un material puesto a disposición por el MINEDUC, y cuyos contenidos fueron elaborados por un equipo de Fundación ama+-
Para las comunidades escolares, sería bueno reflexionar cómo son las espacios de recuperación a nivel organizacional. ¿Hay momentos para parar y respirar? ¿Se respetan los horarios de trabajo? ¿Se podrían incorporar prácticas de recuperación colectivas dentro de las jornadas? Cultivar una cultura del cuidado del bienestar comienza por favorecer los mecanismos de recuperación.
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Fundación ama+, especialistas en aprendizaje socioemocional
Desde que empezó la pandemia los pronósticos sobre su impacto en la educación han sido cada vez más catastróficos. Organismos internacionales y nacionales de gran prestigio nos alertan sobre el aumento de la desigualdad, la deserción escolar, retrocesos enormes en los aprendizajes. En muchas ocasiones se usan términos como «determinantes», «irreversibles» e «irremontables» para calificar estas consecuencias tan negativas. A medida que pasa el tiempo (ya vamos por un nuevos semestre a distancia o a lo más semi presencial), el miedo a todo lo que se ha perdido crece y crece.
No cabe duda, y no podemos estar más de acuerdo, en que es muy deseable que los niños, niñas y adolescentes vuelvan pronto a acudir a sus escuelas de manera presencial. Sin embargo, no creemos que lo ocurrido durante esta pandemia sea determinante, y menos que no haya nada más que hacer que «aguantar» hasta que las escuelas abran sus puertas. Si así fuera, estaríamos contradiciendo numerosa evidencia que nos muestra que tenemos una mente resiliente , y que gracias a su plasticidad, frente a las adversidades, es capaz de reinventarse y salir incluso más fortalecida.
El mayor enemigo para la mente resiliente no es el no haber aprendido mucho, sino el estrés crónico o el estrés agudo paralizante. Este tipo de estrés causa daño a nuestro organismo, afectando desde nuestro sistema inmune hasta la regeneración celular. Una de las consecuencias más nefastas para el aprendizaje y la enseñanza es que «hackea» a la corteza prefrontal y el circuito del aprendizaje, y exacerba la activación de circuitos subcorticales. Esto significa que no nos deja pensar con claridad, poner atención, memorizar, planificar, analizar, crear e innovar. Cómo no preguntarse entonces ¿qué debiera ser la prioridad para este momento de la educación?
Sabemos que se dice que la contención debe ser prioridad, pero en la práctica, ¿cuántas horas del trabajo que están haciendo las comunidades es para el bienestar emocional y cuántas para pasar materia? ¿Cuántas horas se va a dedicar al bienestar emocional cuando se vuelva a la presencialidad y cuántas a recuperar aprendizajes? ¿Cuánto estrés más va a provocar la recuperación a presión?
Muchas comunidades escolares nos han estado contando que los docentes y todos los funcionarios están, cada día que pasa más agotados, a veces angustiados. ¡Y estamos recién terminando el segundo mes, de un año escolar que será complejo!
Existe la ilusión de que la presencialidad terminará con este largo mal rato que hemos pasado, y que por fin vamos a respirar, los estudiantes irán felices a clases y los docentes gozarán ejerciendo su profesión al retomar el contacto físico. Eso quizás podría ocurrir si es que hoy cultivamos la resiliencia, pero jamás lo hará si las mentes que vuelvan a estar físicamente en las salas de clases llegan extenuadas.
Sigamos trabajando para volver a la presencialidad, pero no agobiemos más a las comunidades escolares. Lo más importante es trabajar para que las mentes de nuestros estudiantes y sus docentes estén sanas y fuertes para resistir este momento y sobreponerse con éxito cuando esto pase. Es urgente combatir el miedo y la desesperación con muchos espacios de calma, conexión, contención, juego, humor, esperanza. Que las matemáticas y el lenguaje, sean vehículos para estos objetivos que son más prioritarios.
Las mentes resilientes, no sólo recuperarán con mayor facilidad los aprendizajes perdidos, sino también se adaptarán mejor a un panorama que será totalmente distinto al prepandemia. Las mentes resilientes no sólo llegarán preparadas de mejor manera a los desafíos del futuro, sino que serán las que crearán ese futuro.
Invitamos a aquellas comunidades escolares que quieran promover la resiliencia entre sus miembros, a conocer nuestros servicios, en especial los que se presentan en www.aprendizajesocioemocional.cl/
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