¿Cómo se hace para no sentirse arrepentida de haber dejado mi carrera? Ahora con 53 me arrepiento mucho.
No es la primera vez que me hacen esa pregunta así que aquí va mi respuesta…
Arrepentirse ahora de una decisión pasada no tiene sentido. Y lo sabes. Pero todos somos humanos y saberlo no es lo mismo que aceptarlo y pasar página, ¿verdad?
1. La primera parte, entonces, es ser paciente y comprensiva contigo misma por arrepentirte y darle vueltas tanto tiempo.
Date un tiempo si quieres, pero no te pases la vida arrepintiéndote.
El pasado pasado está.
Hace poco leí un “truco” muy útil de Michael Neill (no sé cuántas veces he dicho ya que es uno de mis coaches favoritos : )
Cada vez que tiene un pensamiento negativo, que le hunde o no le aporta nada, se da noventa segundos para darle vueltas y luego a otra cosa.
Porque no puedes obligarte a no pensar, ni eliminar tus emociones; pero sí puedes controlar cuánto tiempo piensas en ello, para que no te afecte tanto.
Así que, a partir de ahora, date un tiempo para pensar en algo y luego cambias de tema. Te pones a hacer otra cosa, pones música, lo que sea.
Al principio te costará. Luego será automático, ya veras.
2. El pasado, pasado está. Agua pasada no mueve molino.
Hiciste una elección según tus circunstancias en ese momento y lo que consideraste mejor. No sabías lo que sabes ahora.
Ya está, no hay más.
Yo, por ejemplo, he pensado muchas veces que si hubiera sabido lo que me gusta bailar, me habría apuntado a baile desde muy pequeña. Quizá me habría dedicado a algo relacionado con el baile.
Pero no lo sabía.
Y a veces lo pienso, pero no puedo hacer nada por el pasado.
Lo que sí puedo hacer es bailar ahora. En casa, de fiesta, apuntarme a clases. Lo que sea. Lo que sea menos regodearme en por qué no lo he hecho antes… Antes sabía lo que sabía. Punto.
No es nada útil regodearse. La mejor opción ahora es mirar hacia delante.
Decirte a ti misma: vale, a partir de ahora, ¿qué puedo hacer? ¿y qué quiero hacer?
(Si no tienes ni idea de lo que quieres o puedes hacer, esto es para ti).
Y ponerte en marcha empezando ya. Empezar a actuar, a dar pequeños pasos desde hoy mismo.
Y sí, puede que no sea fácil. Ni rápido. Y que te dé miedo. Y que dudes. Todo eso es parte de la vida.
Hay que dejar de esperar a que todo salga bien y estemos mega motivadas para hacer las cosas.
Empieza hoy mismo. Y la motivación llegará después. No falla.
Las personas con éxito (y tú decides que es éxito para ti) hacen lo que tienen que hacer, aunque no les guste, aunque les cueste, aunque no estén motivadas. Ya llegará la motivación. Porque, como siempre digo, el tiempo va a pasar hagas lo que hagas. Y dentro de un año, o tres, o diez puedes estar haciendo lo que tú quieres. O puedes seguir igual que ahora.
Depende de ti.
(Y ni se te ocurra hablarme de tu edad. He recibido esta misma queja de personas con veintitantos, treintaymuchos, cuarentaypocos, etc, etc.
No es la edad, es la mentalidad.
Ya te digo yo que si quiero hacer algo lo hago tenga 24 o tenga 73. O al menos pruebo. Y que tengo lectoras que han hecho cambios a cualquier edad. Así que esa excusa fuera
Tus años son los que son y van a seguir aumentando, así que empieza cuanto antes).
Espero que te ayude esta reflexión : )
Y si no tienes ni idea de qué quieres hacer o cómo empezar algo que quieres o ves que los miedos y las dudas te paralizan, esto te puede ayudar.
Que pases un buen día.
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La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.
Pilar Sordo – Controlar la ansiedad y el miedo en cuarentena
Estas dos palabras son las más escuchadas estos días… En este nuevo nudo reflexionemos sobre mantenernos anclados en el presente y controlar el exceso de futuro. Los leo!
Pilar Sordo nació en Chile. Es psicóloga, escritora y conferencista. Forma parte del cuadro de honor de las 21 personas más influyentes de su país y se convirtió en un claro referente a la hora de efectuarle consultas sobre temas relacionados con la psicología femenina, las cuestiones de familia y pareja, las sexualidad adolescente y adulta, entre otros. Además, es autora de varios libros, entre los que se encuentran Viva la diferencia, No quiero Crecer y Lecciones de Seducción. Comentarista del comportamiento típico en distintos países de Latinoamérica. Sus obras están expresadas en un lenguaje para «Todo Publico»; utilizando sus propias experiencias para conducir investigaciones, analizarlas y construir conclusiones.
Cuando hemos pasado por situaciones desagradables como un divorcio, una separación, la pérdida de un ser querido, un rechazo, la pérdida de un empleo, etc… quedan heridas que si no cicatrizan bien seguirán doliendo y haciéndonos daño.
Si no encontramos una solución lo más seguro es que vaya a peor.
A veces creemos que como no nos acordamos a diario de lo que nos ha hecho daño en el pasado, estamos curados emocionalmente. Pero cuando aparece un disparador que nos hace recordar enseguida el daño causado, reaccionamos de manera exagerada o no apropiada. Es entonces cuando debemos darnos cuenta que no estamos “curados emocionalmente”.
Lo cierto es que las heridas emocionales del pasado se esconden en tu inconsciente en forma de memorias dolorosas y suelen salir a la superficie manifestándose en conductas no deseadas, adicciones, depresiones, ansiedad, e incluso enfermedades. Muchas de estas heridas emocionales se gestan en la infancia pero lo cierto es que muchas otras ocurren en la edad adulta y afloran cuando nos relacionamos con otras personas.
1-Heridas emocionales relacionadas con la autoestima
Si te sientes desvalorizada, si te has sentido rechazada, humillada por personas cercanas e incluso por tus propios padres, es muy posible que tu autoestima esté por los suelos. Deberás trabajarla para sentirte útil y con valor otra vez
2-Heridas emocionales relacionadas con la independencia
Si en el pasado alguien te criticaba o corregía a menudo la más mínima acción que realizabas, es muy posible que te sientas insegura y que te cueste tomar decisiones. En ocasiones puedes reaccionar de forma muy pasiva y en otras de forma muy agresiva.
3-Heridas emocionales relacionadas con la falta de amor
Si has sufrido la falta de amor o cariño sobre todo en la infancia, puede que en tu etapa adulta te sientas sola. Puede también hacerte sentir dependiente y que necesitas de otras personas y de su aprobación.
Sentir la falta de aceptación por parte de los demás hará que intentes complacerlos todo el tiempo, olvidando tus propias necesidades y deseos.
A la hora de superar una situación adversa debemos primeramente aceptarla, y luego afrontar la situación de la mejor manera posible. Enfrentarnos a la realidad con una actitud optimista y buscando la parte positiva, que a veces nos cuesta encontrar pero siempre hay un aprendizaje detrás de una “mala” experiencia. Negar o evitar la adversidad no servirá más que para que suframos más. Si nos entrenamos en desarrollar nuestras habilidades emocionales podremos superar las dificultades y crecernos ante ellas convirtiéndonos en adultos emocionales.
¿Cómo puedes sanar una herida emocional?
1-Primero deberás identificar en el presente qué es lo que te hace sufrir: miedo a la soledad, al abandono, un rechazo, etc…
2-Tomar conciencia de las emociones que te producen
3-Buscar en el pasado qué es lo que te hace sentir ese miedo
4-Soltar las ataduras del pasado y coger el aprendizaje, transformando así la situación
5-No culpar a otros de tus problemas
6-Crear un presente libre resentimientos, culpa y desamor
Sanar una herida emocional requiere tener valor para mirar hacia adelante, reconciliarnos con nuestro pasado, y no dejar que los pensamientos negativos te dominen.
El pasado no lo podemos cambiar pero lo que sí podemos hacer es cambiar la manera de verlo, con el aprendizaje adquirido y como vivimos en el presente.
Todos quienes hayan tenido alguna relación duradera en su vida, ya sea convivencia o matrimonio, saben que en todas las relaciones uno pasa por etapas críticas en las que le gustaría mandar todo a la punta del cerro. Momentos en los que el miedo te invade y te haces miles de preguntas por segundo para lograr responderte si es que debes seguir con esa persona o no.
Lo cierto es que en el amor hay que saber vivir siempre con la incertidumbre, ya que nunca sabrás si existe alguien mejor. Sería ideal que existiera una especie de “test del enamoramiento” tal como el test de embarazo, donde uno pueda poner un poco de saliva y te indique si estás o no enamorada. Nos ahorraríamos un montón de problemas por el simple hecho de que un aparato marcó positivo en el test de amor.
Pero como no existe porque no se puede medir el amor, tenemos que hacer un trabajo un poco más profundo y conectarnos con nuestro ser esencial. Poder atravesar la barrera mental y conectarnos con el corazón para poder escuchar qué nos dice el cuerpo. Poder ser tú misma, sentirse bien, feliz, amada, respetada y reconocida la mayor parte del tiempo, independiente de los problemas, son algunos de las preguntas que debes hacerte a ti misma para saber si lo que sientes es amor real y del bueno.
Este es el camino consciente del cual no muchos se hacen cargo porque hay un fenómeno bien raro cuando elegimos a nuestras parejas. Resulta que al principio todo es adrenalina y oxitocina al cuadrado. Recibes un mensaje y todas las hormonas de tu cuerpo están bailando. Te llaman y tus mejillas se tornan de color rojo automáticamente. Lo ves (o vas a un lugar donde sabes que va a estar) y los niveles de endorfina en el cuerpo aumentan. Y no lo digo por decirlo, en Estados Unidos se han realizado estudios donde se ha demostrado que el período de enamoramiento (en términos biológicos, es decir mayor producción y liberación de las hormonas mencionadas) dura sólo 100 días (3 meses y medio aproximadamente).
Luego todo va volviendo a la normalidad lentamente hasta que llega un período de estancamiento donde vienen las primeras peleas, porque lo que antes no nos molestaba (porque nuestro cuerpo estaba invadido de amor) ahora nos molesta. Acá por lo general vienen los primeros enfrentamientos y se activan los patrones relacionales en torno a las discusiones: cómo discutimos, cómo nos comunicamos, cómo escuchamos, subimos el tono, gritamos, nos insultamos, etc.
Y acá comienza la prueba de fuego para todas las parejas porque sin saberlo se activan nuestros mecanismos de defensa que hemos ido incorporando a lo largo de nuestras vidas y todas las alternativas son posibles. Evitar el conflicto, reprimirlo, disociarnos (desde mi punto de vista creo que acá entra la infidelidad), proyectarlo en el otro, racionalizarlo, etc.
Poder ir superando estas crisis desde el amor, la conversación, la paciencia (PAZ y CIENCIA), respetar los tiempos y entender que el otro procesa de distinta manera, permitirle su espacio y exigir el tuyo, poder decantar, no hablar con rabia, no herir para alimentar el ego, sino que habitar un espacio de vulnerabilidad donde abro mi corazón y desde ahí acepto mis errores y puedo plantear mi molestia con dulzura. Suena utópico, sí. Pero se puede. Para mí acá reside la clave de todas las parejas, aprender a pelear bonito para crecer y brillar luego de cada tormenta.
Si esto no te nace, si sientes que haces o te hacen más daño del amor que te entregan, si no logras conectar, si dejas de ser tú y te ves convertida en una persona que no te gusta ser, creo que hay que hacerse nuevamente las preguntas.
Es tan delgada la línea entre comodidad, enamoramiento, calentura y obsesión que cuesta diferenciar en cual de esos 4 estados uno se encuentra. Si ese es tu caso, no dudes en conversar con tus amigas o pedir hora a un terapeuta. Tenemos que abrirnos a la cultura de la terapia, entender que no hay que esperar a estar mal, herida, decepcionada o deprimida para pedir ayuda de un profesional. A veces puedes ir unas cuantas sesiones si estas confundida y luego seguir caminando sola. O ir con tu pareja cuando sientan que no logran llegar a acuerdo respecto de un tema en particular, no significa que están mal como pareja, simplemente decidieron exponerse ante otro que actúa como traductor del síntoma de la pareja y el malestar de cada uno.
No es fácil estar en pareja. No es fácil atravesar crisis. No es fácil diferenciar cuando una relación te hace daño. No, no es fácil y es por esto mismo que debemos perderle el miedo a la terapia, y abrirnos a la posibilidad de que un tercero nos ayude a entender en el lugar en el que estamos y los caminos que tenemos por delante.
Como la gran mayoría de las personas he estado organizando los regalos de Navidad, viendo qué será lo que necesitan los que me rodean; qué les gustará más. Vitrineando me he topado con tanta gente estresada, apurada, mal genio, etc, que me llevó a reflexionar acerca de lo que realmente necesitamos, como sociedad, especialmente en diciembre, que es un mes lleno de actividades, cansancio propio del fin de año y gastos…y llegué a la conclusión de que urge que tengamos más PACIENCIA.
La paciencia es definida por la RAE como “la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”. Definitivamente es lo que hoy hace falta en nuestro mundo.
Ayer estábamos en un lugar de comida rápida y la persona que estaba pidiendo se demoraba en decidir si quería el combo 1 o 2. Un joven atrás se impacientó y empezó a chiflar, sí a chiflar! Y a gritar “tengo hambre, apúrate, mejor no pidas nada, etc.” Debe haber tenido unos 22 años, lo miré y le dije que eran extranjeros y sus ojos llenos de ira me contestaron “me da lo mismo de donde sea, quiero comer ya!” Obviamente, decidí no hablarle más porque el miedo se apoderó de mí, con tan poca paciencia él era capaz incluso de pegarme a mí si le decía cualquier otro comentario.
Entrando al supermercado a las 8:30 am la semana pasada por la puerta de salida ingresó una señora de unos 85 años y un señor que iba saliendo le grita “vieja pava no ves que es la salida” y un par de garabatos más. La señora se puso a tiritar, puso cara de confundida, incluso dijo perdón. De nuevo, ¿qué le faltó al caballero? Paciencia, empatía, pensar en que cualquiera se puede equivocar.
Así nos topamos todo el día con gente que anda con mala actitud, que tocan las bocinas si te demoras un segundo en avanzar con verde, que retan a los niños porque se han demorado en abrocharse los zapatos y las relaciones interpersonales cada día están más deterioradas…Es por esto que en esta navidad pido Paciencia para todos!
M e acuerdo una vez que mi hija de 2 años estaba enferma con un virus que se llama “Manos, pies y boca”, los padres que hayan tenido a algún hijo con esto me entenderán. Es muy molesto para los chiquititos y poco remedio se les puede dar, por lo que le empecé a escribir a mi pediatra para ver qué más le podía recetar para calmar el llanto y me escribió: “gotas de paciencia para la mamá” Justo era eso que se necesitaba, calma, respirar profundo, amor para la chiquitita y nuevamente, PACIENCIA! Por algo se dice que “la paciencia es la madre de todas las ciencias”
Si nosotros somos impacientes prefiero ni imaginar cómo van a ser las futuras generaciones que se están criando en el mundo de la inmediatez, de lo desechable, del “ahora ya”.
Uno ve muchas veces que los niños se ponen mal genio cuando ven televisión porque salen los comerciales y no son continuos los monitos. Entonces aparece netflix que es maravilloso, ya no tienen que esperar! 20 capítulos al hilo sin pausa…qué miedo cómo muchas veces criamos sin darnos cuenta del resultado que obtendremos a futuro.
La invitación entonces es a pedir diariamente “paciencia”. A desarrollar la tolerancia, la empatía, la tranquilidad. Cocinemos un queque para navidad en el horno con nuestros niños, (no en el microondas que ya se puede o con la caja de queque listo). Expliquémosles que se demora en “subir”, en que hay que esperar que se enfríe para poder comer, etc. Busquemos maneras de poder cada uno vivir con más armonía, siempre desde el amor y el respeto al prójimo.
En el ámbito del emprendimiento ocurre con excesiva frecuencia, la tasa de mortandad infantil empresarial alcanza a tres de de cada cuatro nuevos negocios que no sobreviven a los tres primeros años de vida. Aunque las causas pueden ser muy diversas y de diferente naturaleza, no está de más reflexionar sobre la persistencia a la hora de ver resultados.
Siempre me ha encantado la historia del bambú japonés, ya que ilustra muy bien determinados momentos que todos tenemos en la vida en los que, por mucho que trabajemos en pos de algo, las cosas no acaban de rodar como esperamos.
En algunas de estas ocasiones abandonamos con excesiva celeridad. Trabajar arduamente sin recoger frutos puede llegar a ser frustrante, y cuando esto ocurre lo más fácil es tirar la toalla y comenzar un nuevo proyecto.
Esto no tiene que ver con aferrarse a una idea que ha demostrado su falta de viabilidad. Estamos hablando de otra cosa.
Sin embargo, en otras ocasiones no nos damos por vencidos. Y cuando eso ocurre suele llegar un momento en el que empezamos a notar que algo se mueve, que los “brotes verdes” que asomaban tímidos empiezan a aparecer y crecer de forma imparable. Es en ese instante cuando el trabajo empieza a dar sus frutos.
Para ilustrar este momento la analogía que más me gusta es la del bambú japonés, cuyo cultivo requiere grandes dosis de paciencia.
Durante sus primeros siete años de vida no veremos aparecer nada sobre la superficie de la tierra, hasta tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber sembrado unas semillas defectuosas o de haber cometido algún tipo de error.
Pero durante el séptimo año, y durante un período de sólo seis semanas, la planta de bambú empieza a crecer hasta llegar a una altura superior a los 30 metros. ¿Podemos decir entonces que el bambú tarda sólo seis semanas en crecer? No, para que eso ocurra son necesarios siete años y seis semanas.
Durante los siete primeros años de aparente inactividad, el bambú desarrolla en silencio un complejo entramado de raíces que le permitirán sostener las ramas futuras.
Este aprendizaje lo podemos trasladar a nuestra vida cotidiana y a nuestros proyectos profesionales, en los que en ocasiones buscamos soluciones rápidas, queremos éxitos inmediatos y nos olvidamos de que todo proyecto necesita un tiempo de asentamiento y crecimiento interno.
En esos momentos es bueno recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que mientras sigamos trabajando y no abandonemos por no “ver” inmediatamente el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro de nosotros. Estamos creciendo, madurando, y muy probablemente en un breve plazo empezarán a aparecer otros “frutos” visibles porque con frecuencia, es cierto que “el que resiste gana”.
Recuerda que eres dueñ@ de tu vida, convierte tu libertad en valor.
Licenciada en Ciencias del Trabajo, Master en Marketing, MBA y Emprendedora vocacional.
Isabel ayuda a profesionales que se encuentran estancados o insatisfechos y desean dar un paso adelante en su carrera desarrollando sus competencias profesionales. Si deseas recibir su ayuda personalizada, solicita una sesión estratégica aquí http://www.isabelgomezl.com/trabaja-conmigo/
Una de las preguntas que más me hacen y uno de los problemas que más suelo ver es la poca paciencia a la hora de lograr las metas.
¿Te suena?
Esperar resultados rápidos, querer ver cambios de la noche a la mañana y desesperarte si tardan más de lo que tú crees. Así que empiezas a pensar que te has equivocado de camino o que no eres buena y abandonas.
Empiezas otra cosa y lo mismo, no tienes paciencia y abandonas.
¿Cómo puedes solucionar esto? ¿Hay alguna forma de cambiarlo?
El problema es que muchas personas pretenden tener resultados rápidos con el mínimo esfuerzo posible y, sinceramente, eso no es realista.
Me encuentro con esta situación cuando hablo con personas que quieren poner su propio negocio y que lo quieren ya porque necesitan dinero urgentemente (no es una buena razón para empezar un negocio).
O con personas que quieren un cambio profesional pero lo quieren todo hecho, nada de empezar desde cero y perder el estatus o la comodidad que ya tienen.
O quizá tu caso sea que te parece mucho tiempo lo que necesitas y te da pereza. No te vas a poner a estudiar otra carrera ahora, ¿no?
Lo que tienes que tener clarísimo cuanto antes que la GRAN MAYORÍA de los cambios y negocios requieren tiempo. Y normalmente más del que te imaginas.
Sé que no es lo que quieres oír, pero que no te guste no quiere decir que no sea verdad.
Así que considera esto cuando te estés planteando cualquier tipo de cambio o empezar tu propio negocio:
1. Sé realista.
No te embarques en algo que requiere tiempo si no lo tienes o no estás dispuesta a aguantar. Si tienes deudas y quieres un negocio para ganar dinero el mes que viene y salir de ellas, NO es la mejor opción. Probablemente acabarás más endeudada.
Si quieres cambiar de profesión pero no tienes tiempo o no quieres probar otras cosas o estudiar algo diferente o buscar trabajo, ¡no te embarques!
Siéntate seriamente a pensar cuánto tiempo vas a necesitar y añádele algo más de lo que te imaginas y cuando lo tengas claro entonces decide si estás dispuesta a lanzarte o no. Esta vez sabiendo el tiempo aproximado que va a conllevar. Así no perderás la paciencia tan rápido porque ya sabrás lo que esperas.
2. Aprende a mantener la motivación cuando las cosas vayan más lentas de lo que preveías.
Quizá pienses que una vez que tomas una decisión todo será un camino de rosas y estarás motivada siempre.
Y de repente te encuentras con que no es así y piensas que te has vuelto a equivocar de decisión.
Error.
Como bien dijo Zig Ziglar la motivación es como el baño, hay que hacerlo a menudo. No esperes estar motivada indefinidamente porque no va a pasar.
Tendrás altibajos, momentos de desánimo y desilusión y ES NORMAL.
Nos pasa a todos, no es que no valgas para eso o que no tengas paciencia. Trabaja tu motivación.
3. Recuerda que no eres un robot.
Es fácil desesperarse pensado que no tienes paciencia, que no te salen las cosas, que tendrías que estar más motivada, que tendrías que…
Recuerda en esos momento que no eres un robot, eres un ser humano y es normal tener altibajos. No pretendas estar siempre entusiasmada, motivada, feliz, llena de ideas y creatividad.
No eres un robot. Y si tienes días malos no hay nada malo en ti ni en tu proyecto, es NORMAL.
(Otra cosa es que todos los días sean malos, ese ya es otro tema).
¿Qué me dices? Cómo mantienes a raya tu impaciencia. Compártelo en los comenzaréis y ayudaremos a más personas : )
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LaDra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora dewww.coachdelaprofesional.comse dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.
Con cuatro hijos, Mane Cárcamo sabe lo que es estar a un paso de usar chaqueta de fuerza. Por eso, ha escrito una pequeña guía con recomendaciones para llevar la maternidad con gracia y estilo (o al menos, no protagonizar la sección policial del noticiero).
Es domingo. Hay aburrimiento en esta casa. Lata para estudiar. Y cero ganas de dejar listas las mochilas y los uniformes. O sea, tierra fértil para peleas infantiles y padres a punto de empezar a girar la cabeza en 360 grados y comenzar a hablar en lenguas muertas.
Chapotearon en la tina, rayaron un sillón y metieron su humanidad completa en las cenizas de un brasero (bien apagadas gracias al caballero de arriba). Se tiraron los dulces de una piñata por los aires, lloraron con escándalo y ahora están con ataque de risa mientras me cuestiono si sería muy mala madre si les echo un ravotril en la leche.
Y les prometo que mis hijos no se portan mal. Ni mejor ni peor que un niño promedio. Son básicamente niños. Adorables, exquisitos, curiosos y capaces de estresar mis cuerdas vocales (y la paz del barrio).
Por eso me extrañan y admiro, a esas mujeres que andan como “La Novicia Rebelde” en los Alpes austríacos, manteniendo siempre la dulzura, la suavidad, la alegría y la calma. Admito que también sospecho de ellas… “deben andar medicadas” pienso. Y otra gran lista de prejuicios que probablemente la única justificación que tienen, es la envidia profunda que me da el que hayan desarrollado una virtud que tantas veces parece ni siquiera estar en mi diccionario:la paciencia.
La palabra paciente viene del latín “patiens” que significa sufriente, sufrido. Encuentro bien tétrica la etimología, porque justamente lo que admiro de las personas que viven la paciencia es que lo hacen como si estuvieran en un spa después de 12 horas de masajes. En definitiva, a esas mamás las veo felices y gozando como un atardecer en Tahiti, la guerra de almohadones que en este minuto tres de mis cuatro cabros están protagonizando.
Entonces, para esta columna y para mi vida, comencé a pensar qué actitudes podrían mejorar la paciencia y bajar un cambio cuando siento que la moto está llegando a Tierra del Fuego. Aquí algunas ideas y espero sus aportes también.
Aceptar cuando no se pudo con el caos
Llega el marido de la pega, abre la puerta y tú estás haciendo la araña en la escalera. Un niño grita desde el baño, otro se disfrazó de mimo con el hipoglós y hay uno que no quiere entrar a comer. Lo natural y muchas veces profundamente injusto, es odiar al marido por llegar a esa hora después de un extenuante día de trabajo. Sólo el haber cruzado la puerta de tu casa lo hace culpable. Ahí creo que hay que entrar en razón, asumir que se está superada y pedir ayuda. Salir a dar una vuelta, a ver si está lloviendo en febrero y volver media hora después. Si el marido es mínimamente empático, al regresar el ambiente será otro, no sé si perfecto, pero al menos con mucho mejor onda.
Hacerse propósitos concretos y realizables
No sirve mucho decir “A partir de ahora seré la mamá más zen de la historia”. Es una meta demasiado alta y poco realista. Creo que conocerse y saber en qué pequeñas cosas se puede mejorar (aplica para mamás y papás) es la mejor manera de avanzar en el tema, “Hoy no gritaré en la mañana”, “Me levantaré 15 minutos antes para no estresarme”, “Si me piden 56 veces el mismo juguete en el supermercado, en vez de perder la calma, pensaré en ese panqueque con manjar que me llegaré a comer a la casa”. Parecen metas idiotas, pero de verdad que cuestan y cuando uno logra vencer el propio mal genio, se siente como haber hecho el mejor tiempo en el Ironman de Pucón.
Defender el HappyHour como un derecho
Puedes reemplazar la frase «happy hour» por deporte, lectura, tarde de cine, serie favorita o lo que realmente te guste. Muchas veces la culpa es la mejor manera de matar la relación con los hijos. Sobreexigirse sin entender que todas las mujeres, las que trabajamos y no, merecemos un tiempo semanal para hacer algo que nos encante, es un camino sin retorno hacia El Peral. Los niños no se sentirán menos queridos si están dos horas a la semana sin la mujer que le suena los mocos, los muda, les hace cosquillas, le saca los piojos y les hace cariño al acostarse. NO PASA NADA. Y SÍ pasa mucho cuando una sabe que tiene esa especie de recreo en el que vas a hablar tonteras con tus amigas, leer en silencio ese libro que te tiene intrigada o ver 2 capítulos de tu serie favorita sin ninguna interrupción. Con ese escaso tiempo personal la cargada de pilas es power y todo el entorno familiar lo capta. Win/win.
Contextualizar
No todo es grave y si tus niños no quisieron dormirse a las 20:00 como lo tenías perfectamente planeado, nadie va a morir y la economía del país no está en peligro… (¿Se nota en mi tono calmado de redacción que los míos se acaban de dormir?) A veces nuestras obsesiones personales nos hacen poner foco en cosas que no impactan en nada más que nuestra estructura mental, haciendo de una situación mínima, una tormenta perfecta. Entonces, demos las peleas importantes, no pongamos en el mismo ranking decirle un garabato a la vecina que no comerse la última cucharada de sopa. No hagamos latero el ambiente en nuestra casa por cosas menores en las que más vale la pena hacerse la tonta un rato, respirar hondo y contextualizar.
Y tal vez lo que más me sirve cuando creo que compartiré celda con la Quintrala es estar consciente que los adoro, que lo traje a este mundo para que sean felices, aporten en su entorno eligiendo vivir la vida con alegría y que la mejor manera de lograrlo es predicando con el ejemplo. Está piola el desafío. Pero ¡vamos que se puede!