Relatos de madres-tutoras comunitarias del programa HIPPY
Fundación CMPC
¿Por qué la maternidad continúa siendo una responsabilidad “principalmente” de las mujeres? Una de las respuestas a esta interrogante es que la maternidad ha estado siempre asociada a la mujer. Específicamente, “la maternidad era prácticamente el sustrato y destino único de la subjetividad femenina” (Fernández citada en Salvo, 2016, p.2). Así no extraña encontrar cientos de mujeres que han tenido que detener su trayectoria laboral remunerada para dedicarse exclusivamente al trabajo de cuidados.
El Programa de las Naciones Unidas (PNUD) destaca que en Chile ha habido “un cambio en los roles familiares hacia los proyectos personales” (PNUD, 2010, p.15), provocando una transformación en la conformación de las identidades tradicionales de las personas. Vale decir, hoy son muchas más las mujeres que accedan a estudios superiores, al trabajo remunerado y a otros espacios antes poco comunes producto de esta identidad social centrada en su rol de cuidado y servicio.
Ahora bien, el desafío hoy sigue siendo muy exigente, ya que se espera que las mujeres asuman el trabajo remunerado simplemente como una responsabilidad adicional a la de cuidado. Una madre debe ser cuidadora y trabajar horarios prolongados. Nos preguntamos ¿y a qué costo?
Esta realidad tensa y compleja, movilizó a Fundación CMPC a realizar un estudio cualitativo para conocer la trayectoria personal y laboral de 20 tutoras comunitarias que acompañan a otras familias del programa HIPPY a empoderarse como principales promotores del desarrollo de niños/niñas.
Hoy compartimos en primera persona evidencia del impacto ineludible que ha tenido la maternidad en la identidad de madres de niños entre 2 y 5 años. Son ellas quienes manifiestan que si bien hemos avanzado, aún queda mucho trabajo por hacer. La maternidad es para ellas un trabajo 24/7, donde la realización de otras actividades es casi impensado producto de la excesiva sobrecarga que conllevaría.
Como mamá de repente es difícil, de repente es complicado, porque el trabajo de mamá es 24/7. O sea, uno no descansa como mamá, uno siempre está atenta a su hijo, que no se te enferme (…) Yo me encuentro una buena mamá, no me encuentro una mala mamá, yo trato de darle todo lo que pueda a mi hijo, enseñarle lo que más pueda, explicarle las cosas, tratarlo bien, lo quiero mucho, lo amo y es mi bebé. (Claudia, Carahue)
Todos los relatos recogidos evidencian que no cuentan con corresponsabilidad del cuidado. Es esta situación llevó a la mayoría a “decidir” dedicarse a tiempo completo al cuidado de sus hijos/as en edad preescolar. Esta maternidad 24/7 implica que muchas mujeres estén “congelando” distintos ámbitos de su vida, especialmente laboral, para responder a las demandas de cuidado de sus hijos/as.
Se me ha hecho difícil encontrar trabajo, así que actualmente soy dueña de casa, que no es un trabajo menor: 24/7, siempre disponible, siempre corriendo, para allá y para acá, para que todos estén bien. (Linda, Loncoche)
En este momento cuidar a mi hijo es lo que hago. Nos vinimos acá, venimos de Santiago por destinación de mi marido y no encontraba qué hacer. Los tiempos no eran los mejores, mi trabajo no era compatible con los horarios de mis hijos, entonces, no. Opté por ser mamá; dueña de casa (…) Al final tengo que estar ahí con los dos niños, los dos necesitan cariño. (Michelle, Victoria)
Las tutoras cuentan que ellas también son responsables de activar redes de apoyo para cambiar dicha realidad. Ahora bien, delegar “su responsabilidad” es vivido por la mayoría con ansiedad, culpa y enjuiciamiento social respecto de su capacidad de cumplir adecuadamente tu labor de “buena madre”. Estos sentimientos llevan a muchas mujeres a no pedir ayuda y fortalecen la percepción de que si eres madre, debes ser exclusivamente Madre, incluso si va en desmedro de su salud mental.
Llegó un punto en que me quebré por completo y ya no podía más (…) Y yo me dije, no importa, mañana voy a estar bien. Y al final yo me consolaba de alguna forma. (Victoria, Cañete)
Celebramos que hoy sean muchas las madres que compatibilizan el cuidado de sus hijos/as con su trabajo. Ahora bien, es evidente que falta camino por recorrer para que dicha combinación no implique un peso duro y casi exclusivo para las mujeres.
Es fundamental entonces (re)valorizar el trabajo de cuidado arraigado “en las trayectorias de las mujeres que se ven atrapadas en el nudo de la feminización de la pobreza, por no pueden prescindir del cuidado para incorporarse al mercado laboral” (Basso, 2021) y abrir la conversación sobre la corresponsabilidad del cuidado.
Pero además, es crítico facilitar y favorecer que más cuidadoras estén conectadas, cuenten con redes de apoyo de calidad y con espacios de trabajo compatibles. Existe amplia evidencia de que cuidadoras/es con más apoyo, tienen menores niveles de estrés parental y confían más en sus capacidades de crianza (Elder et al., 1995; Izzo et al., 2000, Quittner et al., 1990). Así, es esperanzador escuchar los relatos de tutoras HIPPY que encuentran en el programa un espacio laboral compatible y enriquecedor: de horarios más flexibles y un entorno que reconoce la tensión de los roles que desempeñan.
Ahora siento que estoy en el momento de comenzar de nuevo, de comenzar otra etapa de mi vida con mi hija al lado, porque ahora no puede ser sola, tengo que considerarla en todos mis planes, en mis tiempos. Y ahora [como tutora HIPPY] me siento bien: me siento madre y madre trabajadora. (Victoria, Cañete)
Extendemos así la invitación a movilizar el cambio para que juntas apoyemos a las mujeres y madres a conectarse para cuidarse y disfrutar de la maternidad. Creemos firmemente que conversaciones en las plazas con otras madres, Círculos de Mujeres, HIPPY y muchas otras iniciativas pueden ser la puerta de entrada para trabajar por esta transformación.
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Muchos estudios han analizado los efectos psicológicos de tener un padre/madre ausente durante la infancia. La Revista de Psiquiatria do Rio Grande do Sul (Brasil) publicó los resultados de una investigación en 2004 que refleja el impacto a mediano y largo plazo de la ausencia paterna:
“Es evidente que la ausencia del padre tiene el potencial de generar conflictos en el desarrollo psicológico del niño. En el caso clínico descrito, el bajo rendimiento del paciente en la escuela es un rasgo formativo de su vida, tanto pasada como presente. Se le ha retenido tres años en la escuela y sigue teniendo problemas. Una hipótesis que se formó fue que, al hacerlo mal en la escuela, encontró una manera de llamar la atención de su madre”.
Muchos casos conducen a muchas teorías. Una hipótesis muy difundida sugiere que la ausencia del padre en las niñas genera una sensación de inseguridad que puede terminar afectando el desenvolvimiento social en la infancia y, posteriormente, en la adultez.
Heridas profundas
Un estudio realizado por los autores del libro The Fatherless Daughter Project: Understanding Our Losses and Reclaiming Our Lives (Avery, 2016), halló que el 50% de 2,000 mujeres encuestadas de entre 15 y 80 años crecieron sin una figura paterna, ya sea por divorcio o separación (28%), ausencia emocional (26%), muerte (19%), deserción (13%), adicción (13%), abuso (12%), desconocimiento del padre (6%) o encarcelamiento (4%).
La evidencia indica que las mujeres con padres o madres ausentes experimentan niveles más bajos de bienestar, niveles más altos de depresión relacionada con la ira y dificultad emocional para establecer relaciones íntimas, así como un profundo miedo al abandono. Este último sentimiento, aunque no se considera una fobia de manera oficial, es uno de los temores más profundos y habituales entre las personas que han vivido eventos traumáticos en la infancia, como crecer en un ambiente afectado por la violencia, las drogas o la desatención.
Desde luego, una infancia con padres ausentes (y esto no implica necesariamente la orfandad o el abandono físico sino también al abandono emocional) puede marcar de por vida el corazón de una persona abriendo heridas sobre su valía como individuo, su merecimiento y su amor propio.
Tomar la decisión de perdonar y reconstruir una relación digna con un padre/madre ausente no es fácil, pero sí fundamental para elevar nuestra calidad de vida y reconciliarnos con nuestro niño interior.
Pasos para elegir el camino del bienestar
1. “No es por ti, es por mí”
El primer paso para sanar las heridas de la infancia y reconstruir la relación con nuestros padres es reconocer que no estamos haciéndole un favor a ellos, sino a nosotros mismos.
El perdón ha sido malinterpretado a lo largo de la historia. Hemos creído que es un acto de nobleza y consideración con el otro, cuando en realidad es una muestra de amor propio. Lo hacemos para que nos pese menos el corazón, para sentirnos cómodos con nuestro pasado y poder construir el futuro que soñamos.
2. “Me reconcilio con mi historia para no repetirla”
Por otro lado, cuando la ausencia de nuestros padres ha sido emocional o ha estado marcada por el abuso (físico, verbal o psicológico), tomar la decisión de perdonar y reconstruir una relación sana puede ser una forma de evitar que repitamos la historia.
Superar el abuso o el desamor de nuestros padres y avanzar sin heredar patrones de interacción negativos y conflictos a las generaciones futuras es una buena razón para hacer lo posible por llegar a un entendimiento mutuo con nuestros padres, sin importar lo difícil que pueda parecer.
Recuerda: nadie te pide que olvides lo ocurrido o que sientas amor incondicional por tu padre/madre. Lo importante es vivir el proceso de sanación.
3. “Tomo la decisión por mi propio bien, sin esperar nada a cambio”
Uno de los principales obstáculos cuando intentamos reconstruir la relación con nuestros padres puede ser la frustración al no obtener las respuestas que esperamos.
Debemos ser conscientes de que cada individuo sobre la tierra lleva su propio proceso de perdón, sanación y crecimiento; puede que nuestros padres ni siquiera sepan el daño que causó en nosotros su abandono, puede que no sientan remordimiento, que nieguen o aseguren no recordar lo ocurrido.
La negación es una respuesta psicológica común cuando no deseamos reconocer nuestros errores, e incluye negación de los hechos (“eso nunca sucedió”; “¡eres un mentiroso!”); negación de la conciencia (“Estaba ebrio” o “No me di cuenta”); negación de la responsabilidad (“Tú fuiste la culpable” o “Tu madre/padre tiene la culpa”) y negación de impacto (“Solo sucedió unas cuantas veces”, o “No exageres” ¡Supéralo!”).
Aunque obtengamos una respuesta de este tipo, elijamos el camino del bienestar expresando nuestros sentimientos sin agresión, dejando ir el rencor y sanando nuestra relación, incluso si es de forma unilateral.
4. “No toda cercanía es amor, y no toda distancia es olvido”
Reconstruir una relación saludable con nuestros padres no significa que debamos pasar más tiempo con ellos en contra de nuestra voluntad o mudarnos para vivir juntos. Reconstruir significa “volver a edificar bajo nuevas condiciones”, abrirnos a la posibilidad de que las cosas sean distintas esta vez.
La reconstrucción es un proceso que puede tomar meses y hasta años, porque es un ejercicio de sabiduría y humanidad. Hagámoslo con desprendimiento, libres de expectativas y con el objetivo final de fortalecer nuestro amor propio, de este modo, la ansiedad y el ego no podrán vencernos cuando las cosas parezcan ponerse difíciles.
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Cuando nació mi primer hijo mi marido, que ya tenía varios años de papá, me dijo que cuando empezó a leer sobre crianza lo primero que tuvo que hacer fue trabajar en algunos asuntos pendientes con sus propios padres. Nada más real y acertado. No es posible entablar una relación saludable con nuestros hijos si arrastramos rencores con nuestros padres, porque tarde o temprano estas emociones negativas llegarán a ellos de una u otra manera o les afectará en la relación con sus abuelos inculcándoles prejuicios inconscientemente.
Muchas familias que se acercan a consultarme me cuentan que ponen distancia con sus progenitores cuando los hijos empiezan a crecer, porque se sienten monitorizados, sienten que se les critica su estilo de crianza continuamente o no quieren repetir ciclos tóxicos. Muchas veces experimentamos un pequeño (o gran) resentimiento porque tal vez nuestros padres nos criaron de una forma en la que nunca criaríamos a nuestros hijos y como todo el mundo, con sus aciertos y errores, aunque el problema es la tendencia a enfocarnos en los errores.
Pero, ¿Podemos realmente culparlos? Te invito a reflexionar. Nuestros hijos se están criando en un mundo muy distinto al de nuestra infancia y para nuestros padres esto también fue así. Creo que ellos utilizaban las herramientas que tenían a mano. La información no era tan accesible como ahora, no se obtenía con un “click” implicaba más tiempo y mucha logística. También creo que ellos seguían paradigmas sociales y seculares de la época los cuales no eran tan debatidos como ahora. Por otra parte se transformaron en padres en promedio 10 años más jóvenes que la mayoría de nosotros, eran adolescentes. No quiero imaginar haber tenido un hijo a los 18 años, momento en el cual batallaba con un trastorno de la conducta alimentaria y no estaba, emocionalmente hablando, en mi mejor momento ni con una pareja con la cual hubiera sido fácil o hubiera querido criar hijos. Ellos hicieron lo que pudieron y como pudieron, al igual que nosotros.
Te invito a pensar en cómo fue o puede haber sido la infancia de tus padres. A mi madre, por ejemplo, no la dejaron tomar clases de ballet las cuales ella amaba y la obligaron a tomar piano, ¿Puedo culparla por querer que yo sea bailarina. ¿Puedo realmente culpar a mi papá por no haber sido muy demostrativo cuando a él lo mandaron a estudiar a un internado a los diez años y sólo veía a sus padres los fines de semana y debía tratarlos de “usted”? Cortemos ciclos, seamos valientes.
Pero arrastramos rencores, arrastramos arrepentimientos y dolor, quizás porque faltaron palabras por parte de ellos, quizás porque los tabúes de la época evitaron charlas que nos hubieran ahorrado problemas, quizás porque faltaron abrazos para no hacernos “blanditos” o porque sobraron críticas, retos o palabras crueles para “hacernos fuertes”. No queremos que les pase lo mismo con nuestros hijos, pero así como nosotros no somos los mismos que hace diez o veinte años, ellos tampoco. Aun así algunos aspectos negativos con los que fuimos criados están grabados en nosotros por lo que debemos ser conscientes permanentemente y tenerlos en cuenta para cortar el ciclo, por ejemplo, venir de una familia en la que se gritaba mucho por costumbre o idiosincrasia.
Tenemos que trabajar en los resentimientos y empezar por aceptar a nuestros padres como son, abandonando la idea de cambiarlos a ellos o sus opiniones. En el momento que los aceptamos y dejamos atrás esa guerra de egos todo fluye con más facilidad.
Un fin de semana con más dulces que los habituales, comer con la boca cerrada o tener que pedir permiso para hacer esto o aquello son detalles que NO modificarán la vida de nuestros hijos, quienes pasan muchísimo más tiempo con nosotros, pero crecer con abuelos presentes es una bendición y es también el regalo más grande que podemos hacerles a nuestros hijos. Elige tus batallas.
Como siempre les digo, las palabras mágicas son Perdón y Gracias. Perdonarlos, agradecerles y pedirles perdón a nuestros padres porque nosotros tampoco nacimos perfectos ni teníamos las herramientas que tenemos ahora. Esas acciones son la clave para sanar las heridas con nuestros progenitores y disfrutar su compañía, en esta nueva estampa y desde otro lugar.
Por supuesto que en familia con negligencia extrema o abusos es muchísimo más complicado perdonar, en esos casos yo recomiendo psicoanálisis, meditación y lectura (puedo recomendarte libros)
No podemos cambiar el pasado pero podemos cambiar el presente.
Ana Acosta Rodriguez, Mama Minimalista
Facebook: @mamaminimalista
Fuente: mamaminimalista.net
Disponible: Europa y USA: https://bookgoodies.com/a/B07ZM8WMXN
LATAM: https://www.editorialbrujas.com.ar/Inicio/Libro/1518
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Los bebés toman leche a demanda, su mecanismo de regulación hambre/saciedad es perfecto, sus cuerpos les dicen cómo, cuánto y cuándo comer. Pero resulta que a los 6 meses, de golpe y porrazo y de un día para el otro dejamos de confiar en esta autorregulación y estructuramos las comidas sin tener en cuenta lo que bebé nos marca.
Muchos de quienes trabajan en salud estresan por demás a madres y padres con la alimentación complementaria, con fotocopias generalizadas llenas de medidas, tamaños y raciones MUY estrictas, desvalorizando la lactancia materna y promocionando cereales “para bebés” llenos de azúcares e hidratos de carbono simples, entre otros alimentos chatarra, poco ecológicos y absolutamente innecesarios y hasta dañinos. Y mientras, las mamás se preocupan porque sus crío de 7 meses no come todo el menú que les prescribió el pediatra.
Sin embargo, la leche materna (o de fórmula) sigue siendo el alimento por excelencia durante todo el primer año de vida y la alimentación complementaria es solo eso: complemento, es la primera aproximación del niño con alimentos necesarios distintos de la leche que se establece a partir de los 6 meses “(…) con el fin de facilitar unos niveles de desarrollo y de salud adecuados (…)”. Durante esta etapa debemos darle a la criatura la oportunidad de explorar, de probar, de escupir, de tocar, seleccionado alimentos adecuados, nutritivos, seguros y saludables.
Escuchemos a los niños! y mientras crezcan saludables y de manera adecuada ignoremos a los opinologos dinosaurios de turno, gurús de dudosa procedencia o “profesionales de la salud” de la prehistoria.
Por Ana Acosta Rodriguez, autora del libro “La Crianza Rebelde”
Disponible:
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LATAM: https://www.editorialbrujas.com.ar/Inicio/Libro/1518
Foto portada:Imagen de Pexels en Pixabay
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Hoy mi hija ha estado tan pero tan frustrada: todo la agobia, todo la irrita, todo la disgusta, todo la frustra, nada la complace (excepto los Mimos).Hoy tiene uno de “esos días” posiblemente porque ya llevamos 21 días fuera de lo que era nuestra rutina y aunque lo ha sobrellevado increiblemente tambien tiene derecho a tener “uno de esos días” que a veces solo se nos permite transitar a los adultos.
Hoy me toca tener un poco más de paciencia, hoy me toca rascar más espaldas y quedarme quizás una hora en el sillón abrazándola sin hacer nada. Hoy me toca invitarla a mi clase de yoga, hoy me toca amoldarme, amoldarnos.
Hoy me toca acompañar desde mi incertidumbre pero también desde mi madurez. Hoy es un dia “de esos” y quizás ninguna propuesta, juego, abrazo, dinámica podrá cambiarlo y ESTÁ BIEN.
Lo acepto, lo transito, lo vivo y lo suelto. Porque los niños también tienen derechoa tener “uno de esos días” ~
Outfit: @tiralahilacha
Ph: @monica_gozalo
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“Con la cuarentena estamos todos en posparto” me dijo @Byebyepancitademama y “La cuarentena es como revivir mi primer mes de puerperio” me dijo @drawandita. Y esto me hizo reflexionar. Este sentimiento de miedo, aislamiento, soledad y preocupación ya lo había saboreado antes, me era familiar y creo que eso sumado a la inversión que hago en mi bienestar psicológico me han ayudado a sobrellevar 3 semanas de encierro.
Este sentir es muy similar al puerperio para muchas, aunque con sus diferencias claro pero la esencia ahí está, seria como que el virus del puerperio (que NO son 40 días sino que se habla de 1 año enterito) te contagia y te deja cierta “inmunidad” a la cuarentena, al encierro. Te hace valorar la tribu, la contención. Te ayuda a identificar los verdaderos amigos.
Pero como todo lo oscuro trae su luz y esa luz es TAN fuerte: apenas nace un bebé la conexión que se gesta con su madre es una belleza. Observamos cada detalle de ese cuerpo diminuto, olemos su cabecita, lo abrazamos, lo cargamos, lo mimamos.
Podemos estar un buen rato observándolo y agradeciendo a Dios o a la vida por tenerlo a nuestros lado. Aprovechemos para reconectar con nuestros hijos desde otro lugar. Aprovechemos para tomar consciencia de lo cargados de tareas que estamos y lo acelerados que vivimos. Aprovechemos para empatizar más y juzgar menos. ~
Ana Acosta Rodríguez, autora del libro 📚 “La Crianza Rebelde” disponible 👉🏼 https://bookgoodies.com/a/B07ZM8WMXN
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“Mi nene de 1 año 4 meses se chupa el dedo para dormir. Deje de amamantar a los 6 meses y suplimos con chupete”.
A veces veo niños que se meten los dedos en la boca para dormir o cuando están cansaditos y tengo mi teoría, creo que les faltó un tiempo más largo de teta. Con esto NO pretendo polemizar ni mucho menos juzgar, mi punto es que la mamila y el chupete estarían reemplazando a la teta en lo emocional y los niños, que muy sabios son, desarrollan estrategias para afrontar esa falta de succión de mamá, una es el chupete otra meterse el dedo en la boca. La succión no es solo un tema alimentario, es una de las pocas forma de coping que tenemos los humanos en la primerísima infancia como medio de auto-regulación emocional para calmarnos, tranquilizarnos, sentirnos seguros. Esto no quiere decir que a los niños que las utilizan les falte amor de su madre ni nada por el estilo sino que genuinamente necesitan succionar para satisfacer esta necesidad. Luego pasa que no quieren soltar ni la teta ni el chupete ni el dedo, ¿por qué? justamente porque no están listos para hacerlo.
Cada niño es único y nace con muchos “jarrones emocionales” de diferentes tamaños que tiene que ir llenando a su propio ritmo. Solo cuando el jarrón está lleno esa necesidad emocional estaría satisfecha, por eso mientras algunos toman teta y dejan solitos a los 2 años otros toman teta o se duermen con un dedo en la boca hasta los 6 o más años. Por eso es importante no presionarlos a dejar de hacerlo, no exigirles ni decirles que “están grandecitos” acompañarlos y dejarlos que llenen su jarrón emocional a su tiempo y como puedan.
Una estrategia que es valida utilizar a partir de los 2 años con chupete y mamila es la del destete respetuoso de “no ofrecer, no negar”, es decir, no usar estos objetos y ofrecerlos a nuestra conveniencia cuando necesitamos distraer a nuestro hijo o algo por el estilo y luego negarlos cuando no nos conviene y el nos lo pide sino dejar que el niño disponga de ellos cuando lo crea conveniente.
Por Ana Acosta Rodríguez, Mamá Minimalista
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Fuente: mamaminimalista.net
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Todas las parejas tienen problemas de comunicación, así que no te frustres si sientes que estás hablando un idioma que el otro no entiende. Le pasa al 99% de las parejas que atiendo en la consulta, creo que la tarea más difícil de todas las relaciones es mantener una conversación sana, fluida y permanente. Si de verdad te emparejas o te casas para “toda la vida” debes cultivar un espacio sagrado para la comunicación. Con códigos, lugares, lenguaje y ritmo que se adecuen a ustedes. No hay reglas universales ni recetas mágicas, acá todo vale.
Pero si es que hay algo de lo que se DEBE conversar es sobre los hijos. Una conversación profunda de la manera que más les acomode, inclusive pueden visitar a un terapeuta especialista en parejas que los ayude a que la conversación sea lo más honesta y real posible. Porque si hay algo que escucho mucho en la consulta es “pensé que cuando naciera nuestros hijo iba a cambiar”. Y se encuentran con la cruda realidad de que no fue así.
Todo el tiempo me pregunto por qué es tan difícil sentarse a hablar de cosas tan importantes, con la persona que se supone que más confianza tenemos. Por qué muchas veces se nos hace más fácil conversar con nuestras amigas e inclusive con un terapeuta. Qué es eso que nos da tanto miedo. ¿Qué nos rechacen? ¿Sentirnos incomprendidas? ¿Entrar en una batalla de egos?
Para quienes ya son madres y padres entenderán que un hijo viene a revolver tu vida por un período no menor. Las peores crisis de pareja, y en los tiempos en que se producen más divorcios (al menos en Chile) es después de la llegada de un hijo. Empiezan a salir los trapos sucios, que nunca salieron a relucir antes porque sin hijos, nada era tan grave, o tan insoportable.
Y así comienzan las discusiones, los resentimientos, las peleas, los cansancios y a fin de cuentas, las ganas de terminar lo antes posible una relación que pareciera no tener ni pies ni cabezas. Pero que con el pasar de los años, o con mucha paciencia (Paz y Ciencia) entiendes que son crisis adaptativas que algunas parejas pueden sobrellevar mejores que otras, pero que a TODOS les pasa.
Creo que es fundamental poder conversar respecto de las expectativas de cada al momento de pensar en tener un hijo. Algunos temas importantes a considerar en la conversación:
- Vida Sexual: soluciones en caso de que alguno de los dos sienta que su deseo está inhibido. (Recuerden que no todo es penetración). Sexo oral, abrazos, caricias, masturbación, etc.
- Labores domésticas: depende de la situación de cada pareja pero es muy importante establecer qué puedo y creo que podré hacer durante la gestación y el primer año de vida de la guagua.
- Labores relacionadas a la crianza: en este punto podrían pasarse horas hablando porque a pesar de que en la fantasía todas creen que tendrán súper machos a cargo de los hijos, la realidad del 90% de las parejas es que el hombre no sabe, no se le ocurre ni mucho menos toma la iniciativa en algo relacionado al bebe.
- Dinero: los gastos aumentan y algunas parejas deciden que la mujer se quede un tiempo más prolongado para cuidar al hijo, pero la pareja sigue viviendo la vida de antes y comienzan las deudas que pesan cada día más y comienza el estrés y nuevamente las discusiones. No tengan miedo de hablar de plata, básicamente la necesitamos para vivir y es parte del día a día.
- Vida Social: seguir con el ritmo de pareja soltera es difícil, muchas veces la vida social se ve reducida (sobre todo los primero meses) pero JAMÁS deben anularla por completo. El hombre necesita compartir con sus amigos una cerveza o una buena comida al menos 1 vez al mes. Así como la mujer debe retomar las juntas con sus amigas, y ojalá no hablar sólo del bebé (es un gran desafío pero se puede). Y juntos, ojala poder salir al cine, teatro, a comer o a bailar una vez al mes. No pierdan los espacios de vida social juntos. Consíganse un familiar o babysitter que los ayude y salgan un par de horas.
Creo que estos 5 puntos son los más importantes de abordar. No será fácil, pero tiene tiempo suficiente para lograr una conversación de corazón a corazón. Al hombre nunca se le hace fácil entablar la conversación, muchas veces escapa bajándole el perfil para evitar temas que puedan ser tensos. Quizás es nuestra labor propiciar este espacio, pero con ayuda de ellos todo será más fácil.
Estamos en un período universal de cambios, pasamos del machismo a una participación más activa del hombre en la crianza. Pero eso no es en todos los casos. Muchos hombres no tienen ganas o realmente no se sienten capaces de hacer algunas cosas. Yo tengo pacientes hombres que me dicen que para ellos es una tortura bañar a sus hijos, porque no saben cómo hacerlo pero tampoco preguntan. Y una situación tan cotidiana como esta puede hacer que arda Troya en el hogar, porque la mamá lo único que quiere es descansar 10 minutos mientras alguien más los baña.
Otras parejas sencillamente se sienten cómodas pagándoles a una niñera que además de realizar las labores de la casa, pueda hacerse del baño, comida y hora de dormir de los niños. Hay tantas formas de poder hacerlo, y ninguna está mal. Todas son formas distintas y creo que mientras ambos padres estén de acuerdo, no hay más que hablar.
Para llegar a acuerdos hay que tener la suficiente confianza para entablar conversaciones desagradables con respeto, amor y mucha calma. Nadie dijo que sería fácil, tampoco esperen conversar todo de un viaje. Todo a su debido tiempo.
Autor: Michelle Pollmann Román
michelle@centroalalma.cl
Instagram: @hoymetoca
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“No hagas ruido que la bebe duerme”, “ahora no puedo que la bebe quiere teta”, “no puedo cargar a los dos juntos y ella es más chiquita, tienes que esperar”👶
Cuantos “NO” le estás cargando en la espalda a tu hijo mayor? Revisa tu vocabulario, recuerda que tu hijo mayor también te necesita y que está poniendo todo de su parte para que su hermanit@ pueda estar contigo, pero te extraña. 👪
Para el hermano más grande (que a veces es aún también bebé) está llegada ha implicado un gran cambio y quizás por eso esté pasando por una etapa de rabietas más exacerbadas o llore más. Está procesando el duelo de “mamá solo para mi” y que hacemos en los duelos??: acompañamos, apoyamos, damos amor 💖 y consuelo.
Que la llegada del nuevo hermanito no nuble a tu hijo mayor ni llene de “no” tus diálogos. Consciencia.
Por Ana Acosta Rodríguez, Mamá Minimalista
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Hay días que me pregunto ¿por qué el rol de los padres siempre queda relegado a segundo plano?. Es como si las mujeres nos adueñáramos de la crianza y educación de nuestros hijos e inconscientemente, los fuéramos dejando cada día más de lado y a ratos nos jactáramos de todo lo que sí hacemos. Encontramos a veces las “razones” para alejarlos: o porque vemos que están menos en el día a día o porque creemos que no se involucran “lo suficiente”. ¿Cuánto necesitamos que estén ahí? Y más importante aún ¿en qué necesitamos que verdaderamente estén? ¿Queremos que sean iguales a nosotros? ¿Cómo abrimos la puerta para que ellos sean parte de manera distinta a la nuestra?. Quizás podríamos empezar por mirar y valorar lo que sí hacen, lo que aportan en la crianza y lo mucho que enseñan con su mirada de la vida… diferente a la nuestra.
Si pienso en mi papá no puedo dejar de mirar todo eso que me aportó en la vida. Me entregó la contención y tranquilidad en momentos de duda. Me enseñó la importancia de mantener el equilibrio, y dentro de su simpleza, siempre me ayudó a no angustiarme antes de que los problemas pudieran ocurrir. Siempre lo escuché decir “no intentes solucionar problemas que no existen” (frase que uso con casi todos mis pacientes). Con esas quizás, simples palabras, me entregó la certeza de que siempre tuve y tendré las herramientas de enfrentar lo que venga. Si la vida se pone cuesta arriba, no necesito tener todo bajo control antes de que eso ocurra, porque eso es enredado y básicamente imposible. Me enseñó a ser simple, y confiar en mí y en mis recursos por sobre todas las cosas. Nunca dejó ni una mínima ventanita de duda, de que yo era capaz de hacer y enfrentar lo que me trajera y propusiera en la vida.
Mi papá me enseñó el valor de la austeridad y la humildad, que no necesitamos adornarnos de cosas materiales para hacernos valer, ni para valorarnos a nosotros mismos. Tengo grabado a fuego que podemos ser felices con tan poco y que no necesitamos “tener” para buscar la alegría. Porque la felicidad se encuentra en los lazos de amor, en los vínculos y en cómo ponemos al otro como una pieza fundamental en nuestras vidas.
Con su pragmatismo me ayudó a ser realista cuando yo quizás solo quería soñar, me ayudó a buscar objetivos claros y alcanzables, siempre confiando en que yo lograría todo aquello que me propusiera con trabajo y empeño. Me enseñó de la perseverancia y de como con responsabilidad, compromiso y trabajo duro se logra todo aquello que te propongas… aunque en el proceso cueste y te caigas mil veces. Mi papá me enseñó que existe espacio para el error y que de ellos aprendemos, que de las crisis salimos fortalecidos y que es ahí cuando podemos encontrarnos con nuestras sombras, abrazarlas y quererlas.
Mi papá me enseñó la cautela, pensar bien las cosas antes de actuar, tener un plan y alternativas. Su racionalidad me permitió mirar que en el universo existen miles y miles de alternativas y es uno la que elige cual tomar. Siempre dejaremos una por otra y entonces tenemos que asumir lo que eso conlleva. Me enseñó a crecer y a volar, siempre con la cautela de no estrellarme. Me enseñó a cuidarme, quererme y respetarme, y en mi adolescencia pude cuidarme desde el cuidado incanzable de él, que nunca bajó los brazos. Mi papá me enseñó el respeto, el respeto profundo por el ser humano, el nunca pasar a llevar al otro y siempre poder mostrar tu punto de vista pero sin críticas o juicios. Logré aprender de la tolerancia y mucho me enseñó en aceptar y valorar la individualidad y diversidad.
Hoy veo al papá de mis hijos y se también cuánto les está enseñando: simpleza, autonomía, respeto, perseverancia, compromiso, el valor del deporte y el juego, la empatía, el regalo del tiempo y el respeto por el ser humano. Mi papá y mi marido no se diferencian en casi nada. Quizás solo que mi papá es más “machista” y nunca se metió en las labores del día a día de la crianza, por otro lado mi marido cumple el mismo rol que yo. Existe un equilibrio pleno entre lo que yo hago y lo que el va asumiendo en la crianza. Y entonces creo que al final, si bien ha sumado infinitas enseñanzas para mis hijos tener un papá más inmerso en las labores domésticas, creo que lo más importante, verdadero y profundo es todos aquellos valores que nos entrega la figura de nuestros padres. Finalmente su amor incondicional, su alegría, su respeto, su cariño y su conexión emocional es lo que vienen a regalarnos en nuestra vida. Todos necesitamos mamá y papá, ambos nos entregan distintas enseñanzas, valores y maneras de ver la realidad.
Dejemos de relegar el rol del hombre al trabajo y sostén económico, ellos son muchísimo más importantes. Son fundamentales en los lazos de amor que van construyendo con nuestros hijos. Hoy solo puedo agradecer: agradecer al papá que tengo y me enseñó tanto, agradecer al papá de mis niños que me sigue enseñando día a día, agradecer que somos dos en esta tarea de hacer familia y que nos equilibramos en nuestras miradas, formas, valores y maneras de hacer familia.
El desafío está en dejar espacio para que cada uno, en su rol e individualidad, aporte desde ahí a nuestros hijos. Ninguno es más importante que otro, ninguno hace más que el otro. Somos distintos y en esa diversidad crecemos como personas y hacemos crecer a nuestros hijos en su mirada al mundo. Y a ti, ¿qué te enseño tu papá? ¿qué quieres que tus hijos aprendan de su papá?. Y tu papá, ¿Qué quieres dejar marcado a fuego en tus hijos?…..solo les digo: ¡que nada los detenga!.
¡Feliz día a todos los padres! (SOBRETODO AL MÍO)
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